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ENTREVISTA a JOSÉ VICENTE ALFARO (La esperanza del Tíbet).

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Autor

José Vicente Alfaro (Huelva, 1976), licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, retoma ahora su vocación por la escritura, desarrollada durante su juventud pero aparcada después por los avatares de la vida y las obligaciones del trabajo.

Obsesionado con recuperar el tiempo perdido y empeñado en establecer una clara línea divisoria con el mundo adulto, se afana en escribir absolutamente convencido de que con cada nueva historia que brote de su imaginación, estará un poco más cerca de conservar intacto al niño que todos llevamos dentro.

Sinopsis


El Tíbet, siglo XIII. El llamado «Pais de las Nieves» ha recogido el testigo del legado budista dejado por la India. Los monasterios se multiplican y los lamas ensalzan la meditación y predican una filosofía pacifista que condena la destrucción de la vida.

En semejante contexto, el Imperio mongol comandado por Gengis Kan, el más grande y sanguinario conocido hasta la fecha, alcanza sus fronteras y tras un periodo de tregua se lanza a saquear aldeas, monasterios y todo cuanto se va encontrando a su paso...

La esperanza del Tíbet conjuga con maestría realidad y ficción para narrar un momento clave en la historia del país en el que se hallaban en juego tanto el futuro del budismo como la identidad de los propios tibetanos, y en el que los líderes espirituales de la época tan solo podían hacer frente al invasor mediante las palabras y a través de la magia de sus creencias.

Una novela vibrante y emotiva que sumerge al lector en un entorno de leyenda donde el fervor de las gentes y la crudeza del paisaje se armonizan para conformar una sola piel.


[Información facilitada por la editorial]



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En mayo de 2013, José Vicente Alfaro se puso en contacto conmigo para ofrecerme un ejemplar de su novela, La esperanza del Tíbet. La cubierta era una preciosidad y su sinopsis, aunque a priori interesante, no despertaba en mí una necesidad inmediata de leerla. Además, tenía tanta lectura atrasada que no quise comprometerme con él hasta pasado algún tiempo. 

En diciembre de aquel mismo año, volvió a contactar conmigo y mi respuesta fue la misma, que andaba liada. Sin embargo José Vicente optó por enviarme su novela aun a riesgo de que tardara varios meses en leerla. Y sí que he tardado sí, ocho meses, pero hoy estoy muy agradecida al autor por habérmela enviado. Me ha gustado más de lo que esperaba.

Hace una semana tuve la oportunidad de charlar con José Vicente sobre su novela y su andadura como escritor, esto es lo que nos contó.


Marisa G.- José, en esta primera novela, te centras en el Tíbet y la segunda, El llanto de la Isla de Pascua, en la isla de Pascua. Parece que te gustan los escenarios exóticos.

José V.- Sí, es que me gusta situarlas en culturas o civilizaciones que se hayan tocado muy poco, precisamente para ser original, y además es que son lugares que a mí me apasionan.

M.G.- Desde luego, para mí si ha sido original. Nunca había leído una novela sobre el Tíbet y el budismo y te confieso que precisamente eso fue lo que hizo que tardara tanto tiempo en ponerme con ella. Pensé que la temática no me iba a gustar pero me ha sorprendido para bien. ¿Qué le dirías a los lectores para que le dieran una oportunidad a tu novela?




J.V.- De entrada que no se asusten por la temática por ser una novela centrada en el Tíbet, medieval además, que de eso yo creo que no se ha escrito nada. Pero una vez que le pierden ese miedo, se van a encontrar una historia emotiva, en la que van a conocer los principios del budismo, van a conocer la historia del Tíbet. Creo que es una historia que te llega, que te engancha y que es agradable de leer.

M.G.- Al leer la sinopsis me fijé que encuadras la novela en el siglo XIII y leyéndola me ha sorprendido la cantidad de información que manejas sobre el budismo, los rituales, las ofrendas, los castigos... ¿Tú ya tenías profundos conocimientos sobre esta religión o ha habido un trabajo de campo? ¿Cómo ha sido?


J.V.- Yo no tenía ni idea del budismo, solo lo que cualquiera puede conocer por encima y así afronté yo esta novela. Me tuve que documentar mucho, me puse a investigar, a leer información y de ahí fui sacando todos los datos que necesitaba, con la dificultad añadida de que realmente fuentes que te hablen del Tíbet medieval hay poquísimas. De todos modos, hoy en día y gracias a internet, hay recursos para aprender casi de todo.


M.G.- ¿Y cuánto tiempo te llevó documentarte?


J.V.- Unos dos meses.


M.G.- ¿Nada más? Yo pensé que me ibas a decir ocho o nueve meses.


J.V.- Bueno, es que me dediqué única y exclusivamente a esto por lo tanto tenía más tiempo. De todos modos, durante el proceso de escritura, en realidad tampoco dejas de documentarte. 


M.G.- Leyendo la novela, hubo un momento en el que olvidé que la novela transcurre en el siglo XIII, bueno me refiero a cuando cuentas cómo era la vida en los monasterios. Parece como si ese mundo se hubiera quedado anclado en el pasado.


J.V.- Por lo que yo sé, la vida en los monasterios prácticamente no ha cambiado. Cuando ocurrió la revolución cultural China, los budistas tibetanos tuvieron que emigrar a la India y allí montaron como una especie de Tíbet en miniatura, por así decirlo, y ahí siguen con sus mismas costumbres y su estilo de vida. Ha cambiado poco.


M.G.- ¿Y no te has planteado viajar al Tíbet? Porque creo que no conoces la zona.


J.V.- Eso me lo preguntan mucho, si he viajado al Tíbet y lo considero como un halago pero no, no he estado. El lector piensa que he tenido que estar allí para contar lo que cuento pero no, no he ido y en principio tampoco está entre mis planes. Me atrae muchísimo más la Isla de Pascua. 


M.G.- En occidente se conoce poco sobre el Tíbet y no sé si lo que sabemos es real o no. Me gustaría saber si, a la hora de documentarte, te has encontrado con alguna información que te haya sorprendido mucho, algo que te haya hecho entender que nosotros pensamos que allí transcurren las cosas de un modo y resulta que es de otro.


J.V.- Uff... Tendría que pensarlo. Mira lo que me sorprendió mucho fue comprobar que el budismo es una religión atea, por decirlo de algún modo. No creen en un dios exterior aunque tengan sus deidades. Es difícil de explicar. Ellos más que nada creen en esa iluminación que cada persona puede alcanzar.


M.G.- Debe ser una religión muy compleja.


J.V.- Muy, muy compleja.


M.G.- Al leer tu libro he descubierto algo que me ha resultado curioso. Cuando hablas de las monjas budistas, hay una frase que viene a decir algo así como que el budismo sitúa a la mujer en un plano de igualdad respecto del hombre. A mí eso me llamó poderosamente la atención. 


J.V.- Mira, según las enseñanzas de Buda esa era la filosofía a seguir pero luego con el transcurso de los siglos aquello fue cambiando y en la práctica dejó de darse. Las monjas budistas existieron en la antigüedad pero luego se fue perdiendo. Este movimiento ha empezado a renacer en el siglo XX.

M.G.- En tu novela hay un monje budista muy problemático que me rompió absolutamente todos los esquemas. Me costaba mucho imaginar a un monje creando tantísimos problemas, que saca los pies del plato constantemente y que no sigue las doctrinas impuestas. ¿Esto es pura ficción o en tu proceso de documentación te has encontrado con algún personaje así?

J.V.- Es pura ficción. No me he topado con ningún caso así en los textos que he leído. Está todo inventado pero al fin y al cabo pongo de manifiesto que, en cualquier ámbito o en cualquier cultura, siempre te puedes encontrar con alguien así. 

M.G.- En cuanto al argumento, me gusta que hayas desarrollado varios hilos argumentales que, con el paso de las páginas, se van aunando en uno solo. Imagino que para llegar a eso tienes que haber estructurado previamente la novela ¿no?

J.V.- Sí, claro. Hay escritores que tienen una idea y comienzan a escribir en plan brújula lo que les va saliendo. Yo no. En mi caso me planifiqué la estructura y cuando ya la tuve creada, acometí la escritura. No me atrevo a hacerlo de otro modo. Sí que es cierto que la escritura te obliga a veces a hacer cambios con ideas posteriores que surgen pero siempre parto de una estructura planificada.

M.G.- En tu novela introduces el personaje de Marco Polo que a mí me ha resultado un poco malandrín porque hay una lucha, a ver cuál de las dos religiones, si el cristianismo por el que él aboga, o el budismo, se implantan en el territorio.

J.V.- Bueno, malandrín tampoco. Él viene de occidente e intenté darle ese enfoque de defensor del cristianismo y de su cultura.

M.G.- Sí, pero anda ahí expectante a ver si las cosas salen mal para el budismo y él consigue que se implante el cristianismo.

J.V.- De Marco Polo se podría escribir muchísimo. La vida que tuvo en Asia fue impresionante. Yo simplemente lo he introducido de manera muy sutil pero su figura es apasionante.

M.G.- Estructuralmente, tu novela se compone de un prólogo, un epílogo y seis capítulos. Bajo el título de cada capítulo aparecen unos caracteres que no sé qué son. Cuéntame.




J.V.- Son mantras tibetanos. Los introduje para darle un toque exótico y ayudar así al lector a envolverse por la historia. Me encantó la grafía tibetana y me pareció bonito incorporarla.

M.G.- Yo pensé que era la traducción del título. Y luego las citas, ¿de dónde vienen?

J.V.- Son citas de los libros que forman parte del Vinaya Pitaka (escrituras budistas).

M.G.- ¿Te lo tuviste que leer?

J.V.- No, no, busqué citas que me podían encajar en el capítulo.

M.G.- Sé que te has movido mucho promocionando tus libros entre los blogs literarios. ¿Ha sido un paso muy necesario para dar a conocer tus libros?

J.V.- Imprescindible. Como autor independiente, no hay otro medio para darte a conocer. Otra cosa es echar mano de los medios locales pero los blogs es vital.

M.G.- ¿Y Círculo Rojo qué apoyo os da?

J.V.- Ninguno. Ellos te lo dicen claramente y no engañan a nadie. Te mandan los libros a casa y tú te buscas la vida. Luego es el autor el que se tiene que mover, e ir librería por librería para dejar ejemplares en depósito,... Ellos no distribuyen.

M.G.- ¿Y esta novela te ha abierto las puertas para la segunda? ¿Te has tenido que mover menos con El llanto de la Isla de Pascua?

J.V.- Muchísimo menos. La esperanza del Tíbet la publiqué en mayo y a partir de octubre comienza a venderse colocándose en el Top 100 de Amazon. Desde entonces ha sido un no parar. He vendido más de cuatro mil quinientos ejemplares, lo que es una auténtica locura para un autor independiente. Y  con El llanto de la Isla de Pascua, que salió en febrero, al segundo día ya se colocó en el Top 100. Empezó a subir, a subir, y no sé en cuánto tiempo, quizás en tres semanas o un mes, llegué a estar como diez días en el número 2. Todo eso se lo debo a la novela del Tíbet. Hay que luchar mucho y todo requiere mucho trabajo.

M.G.- Creo que hay una tercera, ¿qué me cuentas de ella?

J.V.- De la tercera te puedo contar que es una novela histórica más al estilo de la del Tíbet, situada en un tiempo pasado, pero yo siempre mantengo en secreto la cultura o la civilización donde se sitúa.

M.G.- Bueno, bueno... ¿y queda mucho para que vea la luz?

J.V.- Yo espero terminarla antes de que acabe el año. Pero claro, una vez que la termine hay que someterla a un proceso de revisión. 

M.G.- ¿Y también será autopublicada?

J.V.- No, ya no me autopublico más. Eso lo tengo clarísimo. Ya tengo un agente literario y he realizado algunos contactos con alguna editorial, pero lo tengo que mirar todo con lupa porque son muchos detalles los que hay que controlar.

M.G.- Pues Jose, no tengo más preguntas. Muchas gracias por compartir con nosotros este momento y espero que tus novelas sigan por el buen camino por el que van y que la tercera tengo más éxito aún.

J.V.- Gracias a vosotros.

En unos días os traeré mis impresiones sobre La esperanza del Tíbet, una novela que, como dije antes, me ha gustado más de lo que esperaba. Desde aquí quiero agradecer a José Vicente su amabilidad no solo por cederme un ejemplar de esta novela y por el rato que compartió con nosotros, sino también porque haberme entregado un ejemplar de la segunda, El llanto de la Isla de Pascua, que leeré en cuanto tenga la más mínima ocasión.









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