Editorial: LibrosLibres.
Fecha publicación: 2011.
Nº Páginas: 174.
Precio: 15,00 €
Género: Narrativa.
Género: Narrativa.
Edición: Cartoné.
ISBN: 978-84-92654-50-5
Autora
Mercedes Salisachs es una de las plumas más prestigiosas de la actual narrativa española. Nacida en Barcelona, publica su primera obra en 1955 con el título Primera mañana, última mañana. En 1956 obtiene el Premio Ciudad de Barcelona por Una mujer llega al pueblo e inicia una prolífica carrera en el mundo de la literatura, que incluye títulos como Derribos, Entre la sombra y la luz, El último laberinto, Desde la dimensión intermedia, Los clamores del silencio, La gangrena (Premio Planeta 1975) o La voz del árbol. Recientemente ha sido galardonada con la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y su obra ha sido traducida a numerosos idiomas. Su última obra publicada Goodbye, España recibió el Premio Novela Histórica Alfonso X.
Sinopsis
Mercedes Salisachs, la escritora en activo más longeva del mundo, desarrolla en El Cuadro una trama llena de suspense cuyo desenlace final romperá los moldes de lo imaginable. Tensión narrativa en estado puro.
Cuando la editorial Libros Libres publicó El Cuadro, Mercedes Salisachs contaba con 94 años edad, de ahí que en la contra se diga que es «la escritora en activo más longeva del mundo». Bueno, lo era porque por desgracia el mundo de las letras lloró su pérdida en 2014.
Tenía ganas de leer algo de Mercedes Salisachs. Había oído muy buenas opiniones sobre sus libros y de hecho, en el club de lectura nos encargaron leer La gangrena pero, por diversas circunstancias, yo no pude llegar a hacerlo. Casualmente, y para quitarme la espinita que tenía, me encontré este relato en la biblioteca y enseguida llamó mi atención pues en la cubierta figura la leyenda «Una historia basada en hechos reales con un final sorprendente».¡Cómo para no llevármelo! Yo que me siento atraída sobremanera por esas realidades teñidas de ficción, me puse a ello inmediatamente.
Los libros nos ganan por sus argumentos, por un estilo literario concreto, por algún personaje que nos parezca cercano, por una prosa cuidada y bella... A mí este libro me ganó de golpe y porrazo desde la dedicatoria. Sé que es inusual hablar de ellas en nuestras reseñas pero me ha parecido tan bonito lo que la autora le dice a su nieta que me apetece mucho compartirla con vosotros.
El argumento de El Cuadro es bien sencillo. Elena es una joven que abandona su pueblo tras quedar este arrasado por un huracán. Lo perderá absolutamente todo, familia y hogar. Marcha pues a la ciudad en busca del calor de su vieja amiga Tristana, y de un mar al que ella siempre ha soñado conocer. Y lo hará con la única pertenencia que ha podido rescatar de su casa en ruinas: un viejo cuadro que muestra la efigie de un hombre.
En la ciudad, Elena encontrará trabajo pero su vida tendrá que cambiar de rumbo cuando advierta que está embarazada. Decidirá entonces abrir un pequeño negocio con el que poder mantener a Manuel, su hijo, un niño despierto que crece con una eterna pregunta en mente. ¿Quién es su padre? La figura masculina del cuadro cobrará entonces sentido para intentar rellenar ese hueco que el pequeño tiene en su interior, una laguna a la que su madre se enfrenta con evasivas. El niño necesita saber quién es su padre, dónde está, por qué no está a su lado. Necesita buscarlo y encontrarlo.
A simple vista, lo que nos plantea Mercedes Salisachs no es extraordinario. No hay nada más común que un hijo quiera saber quién es su padre, que a medida que vaya creciendo advierta cada vez más la ausencia de una figura tan usual en las familias de sus amigos y se plantee preguntas y quiera tener respuestas. Sin embargo,¿estamos realmente ante lo que parece? ¿No habría que mirar más allá e interpretar?
Verdaderamente El Cuadronarra la historia de una búsqueda porque todos tenemos algo que hemos perdido y todos tenemos algo que añoramos: un padre, una madre, un amor, una vida, un sueño,... Y así lo manifiesta el prologuista de este relato, Carlos Puyol, que en apenas dos páginas nos desvela la verdadera esencia de la literatura, esa que está llena de sugerencias más que de revelaciones y por lo tanto «los mejores libros, los que merecen releerse, son los que no terminan y se agotan con su lectura, sino los que después de su final empiezan una nueva vida en la memoria y la imaginación del lector». Y es que El Cuadro es uno de esos libros en los que no se nos dice nada pero se nos dice todo, uno de esos en los que el lector tiene que leer entrelíneas, hacer uso de su imaginación pues Salisachs únicamente nos da unas pinceladas para que seamos nosotros mismos quienes saquemos nuestras conclusiones. Cualquiera es válida siempre y cuando sea fruto de una lectura reposada y tranquila.
Confieso que ha sido una lectura entrañable pero de la que inicialmente esperaba algo más, probablemente debido a la leyenda que figura en la cubierta y que nos habla de unos hechos reales y un final sorprendente.
De los hechos reales poco se sabe. Me hubiera gustado encontrar un epílogo o algún tipo de anexo con información sobre la realidad de estos hechos de los que poco he podido averiguar, salvo lo que se recoge en un artículo de Europa Press. Y en cuanto a la sorpresa final, el desarrollo de la historia, la presencia de ese hombre que nos mira desde un lienzo sin que conociéramos su identidad me condujo en dirección a un mundo de intriga en el que pensé que el suspense iría in crescendo pero todo asoma en este libro de manera velada y suave, incluso su final,¿sorprendente? Más que el final, sí que es sorprendente el pre-final, y también extraño, particular, subjetivo...¿Qúe estaba leyendo? ¿Era un sueño? ¿Una fábula? ¿Una parábola? Hablaba antes de la imaginación, que no es otra que la misma de la que goza Manuel y la que hace falta para leer esta bonita historia que no sé si todo el mundo llegará a encajar bien, especialmente si nos quedamos en la superficie.
Pero más allá de esos detalles, hay que reconocer que este relato está cargadísimo de sentencias que denotan el ojo observador y analista de la autora. Son apenas cien páginas en las que se examina el comportamiento humano, se indaga, se rasca la superficie para sacar a la luz verdades dolorosas que se exteriorizan con delicadeza, de ahí que, como decía antes, requiera de una lectura sosegada y tranquila.
Pocos son los personajes que transitan por esta historia y de todos ellos madre e hijo son los que más me han gustado.
Elena es un personaje que emana ternura. No es nada complicado creerse la angustia que se le pega al cuerpo tras el desastre en su pueblo. Joven y sola tendrá que aceptar la mano que le tiende su amiga Tristana, aunque implique adentrarse en un mundo que le produzca una repulsa inicial. Luego, con su embarazo se llenará de ilusión, encontrará el sentido de su vida, se volcará en su hijo para construir, hacia el desenlace, una verdadera familia junto a Fabián, un hombre que representa esa bondad que, aunque difícil, aún se puede encontrar en los ambientes más sórdidos.
Tristana ejercerá de buena amiga, de buena samaritana. No hay nada que achacarle hasta llegado el momento en que observemos que, tras su buena actitud y predisposición, se esconde el interés más mezquino, el económico. En cualquier caso, será un personaje menor que pronto desaparecerá de nuestras vidas.
Pero el verdadero protagonista de este relato no será ninguna de las dos mujeres sino el pequeño Manuel y, por supuesto, el cuadro o lo que este representa. Un pequeño que nos puede parecer tozudo y obsesivo pero al que también se le coge cariño pues, al margen de que esta historia nos cuente algo más, Manuel solo pretende encontrar a su padre. En su peregrinar, observará el mundo con los ojos de la inocencia, sin entender el por qué de algunas cosas, se revelará, mostrará su malestar al ver la indiferencia humana y es ahí cuando surgirá la chispa y la magia de este relato que bien podría pasar por un cuento.
Con bastante diálogo, en El cuadro se combina un estilo fluido y sencillo con otro más intrincado y enrevesado. Los párrafos de mayor longitud se ven repentinamente interrumpidos por otros de escasa brevedad, tan solo una línea o dos, que son como fogonazos, como relámpagos que iluminan el cielo solo un segundo, que encienden la oscuridad que nos rodea.
¿Recomendar o no recomendar El Cuadro? La respuesta está clara incluso a sabiendas que yo esperaba algo un poquito más nítido. Se trata de un relato corto que se lee pausadamente y no por mero gusto sino también porque resulta necesario para degustar todo lo que Salisachs nos dice sin letras ni tinta. Quizás no sea lectura para todos los públicos, especialmente si no te gusta tener que echar mano de la fantasía y del ensueño, perosi te acercas a este libro, sentirás la ternura, la bondad, el cariño, la humildad... ¿Acaso es mal plan?
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
Cuando la editorial Libros Libres publicó El Cuadro, Mercedes Salisachs contaba con 94 años edad, de ahí que en la contra se diga que es «la escritora en activo más longeva del mundo». Bueno, lo era porque por desgracia el mundo de las letras lloró su pérdida en 2014.
Tenía ganas de leer algo de Mercedes Salisachs. Había oído muy buenas opiniones sobre sus libros y de hecho, en el club de lectura nos encargaron leer La gangrena pero, por diversas circunstancias, yo no pude llegar a hacerlo. Casualmente, y para quitarme la espinita que tenía, me encontré este relato en la biblioteca y enseguida llamó mi atención pues en la cubierta figura la leyenda «Una historia basada en hechos reales con un final sorprendente».¡Cómo para no llevármelo! Yo que me siento atraída sobremanera por esas realidades teñidas de ficción, me puse a ello inmediatamente.
Los libros nos ganan por sus argumentos, por un estilo literario concreto, por algún personaje que nos parezca cercano, por una prosa cuidada y bella... A mí este libro me ganó de golpe y porrazo desde la dedicatoria. Sé que es inusual hablar de ellas en nuestras reseñas pero me ha parecido tan bonito lo que la autora le dice a su nieta que me apetece mucho compartirla con vosotros.
«Dedico este libro a la persona que más ha seguido, paso a paso, mi carrera literaria: Alejandra, mi nieta, mi consejera, mi apoyo a lo largo de mi trayectoria profesional, mi compañera de fatigas, mi indiscutible sustituta del hijo que perdí hace muchos años y tantas cosas más, siempre positivas.
Por todo ello; gracias Rotita. Espero que tus esfuerzos por ayudarme, a veces frustrantes pero siempre tenaces y llenos de cariño, puedan convertirse algún día en realidades que te llenen de una gran felicidad. Nadie como tú lo mereces.
M.S.»
El argumento de El Cuadro es bien sencillo. Elena es una joven que abandona su pueblo tras quedar este arrasado por un huracán. Lo perderá absolutamente todo, familia y hogar. Marcha pues a la ciudad en busca del calor de su vieja amiga Tristana, y de un mar al que ella siempre ha soñado conocer. Y lo hará con la única pertenencia que ha podido rescatar de su casa en ruinas: un viejo cuadro que muestra la efigie de un hombre.
Pintura de Brent Witt. |
En la ciudad, Elena encontrará trabajo pero su vida tendrá que cambiar de rumbo cuando advierta que está embarazada. Decidirá entonces abrir un pequeño negocio con el que poder mantener a Manuel, su hijo, un niño despierto que crece con una eterna pregunta en mente. ¿Quién es su padre? La figura masculina del cuadro cobrará entonces sentido para intentar rellenar ese hueco que el pequeño tiene en su interior, una laguna a la que su madre se enfrenta con evasivas. El niño necesita saber quién es su padre, dónde está, por qué no está a su lado. Necesita buscarlo y encontrarlo.
A simple vista, lo que nos plantea Mercedes Salisachs no es extraordinario. No hay nada más común que un hijo quiera saber quién es su padre, que a medida que vaya creciendo advierta cada vez más la ausencia de una figura tan usual en las familias de sus amigos y se plantee preguntas y quiera tener respuestas. Sin embargo,¿estamos realmente ante lo que parece? ¿No habría que mirar más allá e interpretar?
Verdaderamente El Cuadronarra la historia de una búsqueda porque todos tenemos algo que hemos perdido y todos tenemos algo que añoramos: un padre, una madre, un amor, una vida, un sueño,... Y así lo manifiesta el prologuista de este relato, Carlos Puyol, que en apenas dos páginas nos desvela la verdadera esencia de la literatura, esa que está llena de sugerencias más que de revelaciones y por lo tanto «los mejores libros, los que merecen releerse, son los que no terminan y se agotan con su lectura, sino los que después de su final empiezan una nueva vida en la memoria y la imaginación del lector». Y es que El Cuadro es uno de esos libros en los que no se nos dice nada pero se nos dice todo, uno de esos en los que el lector tiene que leer entrelíneas, hacer uso de su imaginación pues Salisachs únicamente nos da unas pinceladas para que seamos nosotros mismos quienes saquemos nuestras conclusiones. Cualquiera es válida siempre y cuando sea fruto de una lectura reposada y tranquila.
Confieso que ha sido una lectura entrañable pero de la que inicialmente esperaba algo más, probablemente debido a la leyenda que figura en la cubierta y que nos habla de unos hechos reales y un final sorprendente.
De los hechos reales poco se sabe. Me hubiera gustado encontrar un epílogo o algún tipo de anexo con información sobre la realidad de estos hechos de los que poco he podido averiguar, salvo lo que se recoge en un artículo de Europa Press. Y en cuanto a la sorpresa final, el desarrollo de la historia, la presencia de ese hombre que nos mira desde un lienzo sin que conociéramos su identidad me condujo en dirección a un mundo de intriga en el que pensé que el suspense iría in crescendo pero todo asoma en este libro de manera velada y suave, incluso su final,¿sorprendente? Más que el final, sí que es sorprendente el pre-final, y también extraño, particular, subjetivo...¿Qúe estaba leyendo? ¿Era un sueño? ¿Una fábula? ¿Una parábola? Hablaba antes de la imaginación, que no es otra que la misma de la que goza Manuel y la que hace falta para leer esta bonita historia que no sé si todo el mundo llegará a encajar bien, especialmente si nos quedamos en la superficie.
Pero más allá de esos detalles, hay que reconocer que este relato está cargadísimo de sentencias que denotan el ojo observador y analista de la autora. Son apenas cien páginas en las que se examina el comportamiento humano, se indaga, se rasca la superficie para sacar a la luz verdades dolorosas que se exteriorizan con delicadeza, de ahí que, como decía antes, requiera de una lectura sosegada y tranquila.
Pocos son los personajes que transitan por esta historia y de todos ellos madre e hijo son los que más me han gustado.
Elena es un personaje que emana ternura. No es nada complicado creerse la angustia que se le pega al cuerpo tras el desastre en su pueblo. Joven y sola tendrá que aceptar la mano que le tiende su amiga Tristana, aunque implique adentrarse en un mundo que le produzca una repulsa inicial. Luego, con su embarazo se llenará de ilusión, encontrará el sentido de su vida, se volcará en su hijo para construir, hacia el desenlace, una verdadera familia junto a Fabián, un hombre que representa esa bondad que, aunque difícil, aún se puede encontrar en los ambientes más sórdidos.
Tristana ejercerá de buena amiga, de buena samaritana. No hay nada que achacarle hasta llegado el momento en que observemos que, tras su buena actitud y predisposición, se esconde el interés más mezquino, el económico. En cualquier caso, será un personaje menor que pronto desaparecerá de nuestras vidas.
Pero el verdadero protagonista de este relato no será ninguna de las dos mujeres sino el pequeño Manuel y, por supuesto, el cuadro o lo que este representa. Un pequeño que nos puede parecer tozudo y obsesivo pero al que también se le coge cariño pues, al margen de que esta historia nos cuente algo más, Manuel solo pretende encontrar a su padre. En su peregrinar, observará el mundo con los ojos de la inocencia, sin entender el por qué de algunas cosas, se revelará, mostrará su malestar al ver la indiferencia humana y es ahí cuando surgirá la chispa y la magia de este relato que bien podría pasar por un cuento.
Con bastante diálogo, en El cuadro se combina un estilo fluido y sencillo con otro más intrincado y enrevesado. Los párrafos de mayor longitud se ven repentinamente interrumpidos por otros de escasa brevedad, tan solo una línea o dos, que son como fogonazos, como relámpagos que iluminan el cielo solo un segundo, que encienden la oscuridad que nos rodea.
¿Recomendar o no recomendar El Cuadro? La respuesta está clara incluso a sabiendas que yo esperaba algo un poquito más nítido. Se trata de un relato corto que se lee pausadamente y no por mero gusto sino también porque resulta necesario para degustar todo lo que Salisachs nos dice sin letras ni tinta. Quizás no sea lectura para todos los públicos, especialmente si no te gusta tener que echar mano de la fantasía y del ensueño, perosi te acercas a este libro, sentirás la ternura, la bondad, el cariño, la humildad... ¿Acaso es mal plan?
«Su verdadero padre seguía siendo para el niño una verdad escondida». [pág. 43]
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]
Retos:
- 25 españoles
- Autores de la A a la Z.
- Sumando 2015.
- 100 libros.
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