Editorial: Páginas de Espuma.
Fecha publicación: 2015.
Nº Páginas: 184.
Precio: 15 €
Género: Relatos.
Género: Relatos.
Edición: Tapa blanda con solapas .
Autora
Nuria Barrios (Madrid, 1962) es escritora y doctora en Filosofía. Es autora de las novelas Amores patológicos (1998) y El alfabeto de los pájaros (2011); de los libros de poemas El hilo de agua (2004), que fue ganador del Premio Ateneo de Sevilla, y Nostalgia de Odiseo (2012); del libro de relatos El zoo sentimental (2000); y de un libro de viajes, Balearia (2000). Sus relatos están presentes en numerosas antologías, entre ellas: Páginas amarillas, Vidas de mujer, Cuentos de mujeres solas, Pequeñas resistencias, Tu nombre flotando en el adiós, Comedias de Shakespeare y Cuentos breves para ir y venir. Su obra ha sido traducida al holandés, al italiano, al portugués, al croata y al esperanto. Colabora habitualmente como crítica con el suplemento literario de El País y con la revista Mercurio. Más información en www.mbagencialiteraria.es
Sinopsis
¿Qué distancia separa el dolor de la felicidad? Un pastor evangélico gitano proclama ante sus enardecidos fieles que la distancia entre uno y otra es de ocho centímetros. En ese intervalo mínimo se sitúan las historias de Nuria Barrios, intensas y vibrantes: allí donde no todo está perdido, donde la escritura hace visibles umbrales que raramente se nos muestran. Estos once relatos tienen aristas y brillan con dureza. Son once diamantes. Cortan. ¿No es acaso lo que esperamos de la literatura? Que indague, que ilumine, que nos duela.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
A estas alturas, seguro que ya sabéis de mi gusto por los relatos. En este género he encontrado en más de una ocasión un dulce hogar que me ha acogido y reconfortado, y por eso vuelvo una y otra vez, cuando lecturas más densas me congestionan y necesito un respiro. Así que hoy recalo de nuevo en ellos para encontrarme con la otra cara de la moneda, con el lado oscuro de la luna, porque los relatos de Nuria Barrios, como bien dice la sinopsis, cortan y duelen.
La vida no es ningún vergel por mucho que nos lo propongamos. Es cierto que tendemos a huir de aquello que nos escuece, como la sal en una herida, que no queremos oír desgracias, ni penas, que nos apartamos disimulada o abruptamente de aquellos que arrastran su mal por las calles pero no podemos negar lo obvio, que los reveses de la vida existen, a diario, de diversa magnitud y grosor, y hay que tener arrestos para enfrentarse a ellos con entereza porque el dolor está ahí, latiendo a un palmo de distancia de nuestra piel. Y eso es lo que precisamente hace Nuria Barrios en este libro, dar voz al dolor, plantarlo delante de nuestras narices para que, de una vez, nos atrevamos a mirarlo a la cara.
Con esta cita inicial, en Ocho centímetros Nuria Barrios se enfrenta a historias cargadas de dolor y no lo hace sola. La autora invita al lector a pasear su cuerpo incólume por los ambientes más sórdidos, un paseo que nos dejará marcas y arañazos.
En total son once relatos en los que veremos a Marcos y Julia, un matrimonio que busca desesperadamente a la oveja perdida, esa sobrina enganchada al crack, con un novio yonqui al que la familia define como «ese hijoputa, cabrón, ingrato, traidor y manipulador», al que ella intentó ayudar para salir de las drogas y terminó sucumbiendo a su lado. Ella y su príncipe, al que no dejaría por nada del mundo -porque ellos también aman- se han convertido en una sombra más de ese poblado en el que los drogadictos han creado su propio paraíso. El matrimonio buscará la ayuda de un pastor evangélico gitano, de cuya mano conoceremos ese otro mundo.
De las drogas pasaremos a la enfermedad cruel y traicionera, la que sufre Celia ingresada y aislada de todos y de todo, en la Unidad de Trasplantes de Médula Ósea del hospital Gregorio Marañón, que ve transcurrir sus días entre cuatro paredes esterilizadas, separada de la felicidad por un simple cristal al que se asoma su familia como si ella fuera un espectáculo difícil de mirar.
Y así iremos transitando por esos caminos empinados, perdiendo el aliento en cada paso, mirando con los ojos entrecerrados porque sí, porque esos cuerpos que son solo pellejo y huesos duelen, porque no nos gusta el olor a hospital, porque sentimos una sombra que gravita sobre nuestras cabezas. ¿Acaso todo eso no forma parte de la vida? Y llegará el sexto relato, y la cosa parece que cambiará de rumbo, se suavizará ligeramente pero no cantéis victoria. Aquí no hay tregua para el lector y si bien pasamos a otro tipo de temas, no dejarán de ser duros como ese amor que se autoimpone cuando no hay manera de que salga adelante, o el maltrato en la piel de la infancia, o la muerte natural provocada por la vejez,...
Quizás uno de los relatos que más me han marcado ha sido Un puente de cristal por originar en mí un conflicto moral tremendo y por recordarme una historia que viví indirectamente muchos años atrás. Os lanzo una pregunta: ¿Qué harías si convivieras con una pareja que sufre una enfermedad crónica terminal? La pregunta no es tan simple como parece. Quizás, a bote pronto ni siquiera te plantearías otra cosa más que cuidar a tu pareja, atenderla, amarla, y estar a su lado hasta el fin de sus días. ¿Pero qué pasa cuando esa situación se eterniza? Un día tras otro se va produciendo un desgaste, un deterioro, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. ¿Aguantarías? En esa situación está Claudia, conviviendo con la enfermedad de Juan, día tras día. Ella tomará una decisión dura, casi transgresora.
En los relatos de Nuria Barrios hay mucha dureza, mucho desgarro. No resulta fácil enfrentarse a ellos como tampoco lo es enfrentarse en nuestra realidad a situaciones similares. Pero esto es la vida y así es a veces la literatura. Tanto en un mundo como en otro, no todo pueden ser hermosas historias de amor que acaban con finales felices. La vida a veces se trunca. La literatura, también.
Con unos finales que quedan en el aire, algunos de los relatos que figuran en este libro tiene una segunda parte, como si la autora nos mostrara distintos episodios de la misma historia. Así, el primero (Ocho centímetros) tendrá su continuación en el tercero (¿Pero quién se va a querer ir con ella?) y en el quinto (Hansel y Gretel en la T4). Y el segundo (La palabra de Dios es extendida), continuará en el cuarto (Danny Boy). Este último te partirá en dos.
Y así iremos transitando por esos caminos empinados, perdiendo el aliento en cada paso, mirando con los ojos entrecerrados porque sí, porque esos cuerpos que son solo pellejo y huesos duelen, porque no nos gusta el olor a hospital, porque sentimos una sombra que gravita sobre nuestras cabezas. ¿Acaso todo eso no forma parte de la vida? Y llegará el sexto relato, y la cosa parece que cambiará de rumbo, se suavizará ligeramente pero no cantéis victoria. Aquí no hay tregua para el lector y si bien pasamos a otro tipo de temas, no dejarán de ser duros como ese amor que se autoimpone cuando no hay manera de que salga adelante, o el maltrato en la piel de la infancia, o la muerte natural provocada por la vejez,...
Quizás uno de los relatos que más me han marcado ha sido Un puente de cristal por originar en mí un conflicto moral tremendo y por recordarme una historia que viví indirectamente muchos años atrás. Os lanzo una pregunta: ¿Qué harías si convivieras con una pareja que sufre una enfermedad crónica terminal? La pregunta no es tan simple como parece. Quizás, a bote pronto ni siquiera te plantearías otra cosa más que cuidar a tu pareja, atenderla, amarla, y estar a su lado hasta el fin de sus días. ¿Pero qué pasa cuando esa situación se eterniza? Un día tras otro se va produciendo un desgaste, un deterioro, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. ¿Aguantarías? En esa situación está Claudia, conviviendo con la enfermedad de Juan, día tras día. Ella tomará una decisión dura, casi transgresora.
En los relatos de Nuria Barrios hay mucha dureza, mucho desgarro. No resulta fácil enfrentarse a ellos como tampoco lo es enfrentarse en nuestra realidad a situaciones similares. Pero esto es la vida y así es a veces la literatura. Tanto en un mundo como en otro, no todo pueden ser hermosas historias de amor que acaban con finales felices. La vida a veces se trunca. La literatura, también.
Con unos finales que quedan en el aire, algunos de los relatos que figuran en este libro tiene una segunda parte, como si la autora nos mostrara distintos episodios de la misma historia. Así, el primero (Ocho centímetros) tendrá su continuación en el tercero (¿Pero quién se va a querer ir con ella?) y en el quinto (Hansel y Gretel en la T4). Y el segundo (La palabra de Dios es extendida), continuará en el cuarto (Danny Boy). Este último te partirá en dos.
Ocho centímetros es un libro lleno de contrastes. La ternura convive con el enojo, el bullicio con el silencio, la luz con la penumbra creando un mundo de dualidades en los que una fina línea divisoria separa la felicidad de la desdicha. Y el calor... Ese sol plomizo que cae con fuerza en los meses de verano madrileños, derritiendo las calles y actuando como detonante en un ambiente asfixiante que te agobiará aunque estés plácidamente sentado en la tranquilidad de tu hogar.
Si habéis leído hasta aquí, puedo imaginarme vuestras reacciones. Sé que la lectura que os planteo es arriesgada por lo que decía al principio, porque todos tendemos a huir de aquello que nos duele. Pero vivir en un mundo demasiado edulcorado nos hace débiles y ese es el reto que Nuria Barrios nos plantea con este libro, colocarnos delante de vidas llenas de sufrimiento con las que cuesta tragar saliva pero que no son más que un reflejo de una realidad que está ahí, que existe, y por eso veremos a familias destrozadas por la droga, a personas que viven y conviven con una enfermedad, a matrimonios que tienen que hacer frente a la muerte de un hijo, a nietas que ven morir a su abuela. No voy a engañarte, Ocho centímetros no es una lectura de la que salgas indemne pero también encontraras ternura, cariño, amor,... Todo lo que leerás en este libro forma parte de la vida, es el otro lado, ese que nos da miedo mirar pero que no desaparecerá por mucho que lo evitemos.
Antes de marcharme, os dejo con un párrafo precioso que desvela ese amor que también puede existir en el dolor:
Si habéis leído hasta aquí, puedo imaginarme vuestras reacciones. Sé que la lectura que os planteo es arriesgada por lo que decía al principio, porque todos tendemos a huir de aquello que nos duele. Pero vivir en un mundo demasiado edulcorado nos hace débiles y ese es el reto que Nuria Barrios nos plantea con este libro, colocarnos delante de vidas llenas de sufrimiento con las que cuesta tragar saliva pero que no son más que un reflejo de una realidad que está ahí, que existe, y por eso veremos a familias destrozadas por la droga, a personas que viven y conviven con una enfermedad, a matrimonios que tienen que hacer frente a la muerte de un hijo, a nietas que ven morir a su abuela. No voy a engañarte, Ocho centímetros no es una lectura de la que salgas indemne pero también encontraras ternura, cariño, amor,... Todo lo que leerás en este libro forma parte de la vida, es el otro lado, ese que nos da miedo mirar pero que no desaparecerá por mucho que lo evitemos.
Me surgieron muchas dudas mientras leía este libro.¿Por qué escribir algo así? ¿Cómo se aborda historias de este tipo? ¿Cómo la autora tiene tanto conocimiento sobre el mundo de los gitanos evangélicos? Por suerte, pude conocer a Nuria Barrios el pasado miércoles y le transmití todas mis sensaciones tras la lectura. Me contó cosas muy interesantes que os daré a conocer la semana próxima.
Antes de marcharme, os dejo con un párrafo precioso que desvela ese amor que también puede existir en el dolor:
«Él y yo. El punto y la i, nos gritó una puta una noche en la Castellana. No se equivocaba. Así éramos: él, alto y yo, pequeña, pero también, como el punto y la i, inseparables y separados». [Yo era un bulldozer, pág. 96]