Editorial: Grijalbo.
Fecha publicación: abril, 2015.
Nº Páginas: 576.
Precio: 20,90 €
Género: Novela histórica.
Género: Novela histórica.
Edición: Tapa dura con sobrecubiertas.
Autor
Juan Francisco Ferrándiz nació en Concentaina (Alicante) en 1971. Es licenciado en Derecho y actualmente ejerce como abogado en Valencia. Su anterior novela, Las horas oscuras (Grijalbo, 2012), fue toda una revelación en la narrativa épica, con gran éxito de crítica y de lectores. La llama de la sabiduría supone su consagración en el género de la ficción histórica.
«Juan Francisco Ferrándiz resucita la épica más pura con la magna Las horas oscuras, una novela que homenajea sin complejos la emblemática El nombre de la rosa de Eco». El Mundo.
Sinopsis
¿Tienen alma las mujeres?
Así es como todo empezó, con esa pregunta.
Valencia, finales del siglo XV. En una época en que la mujer era considerada un ser sin alma, una joven decide sacar adelante el hospital fundado por sus padres, ahora asediado por las deudas y por una misteriosa conspiración.
En la opulenta Valencia del siglo XV, una joven mujer emprende su propia lucha para preservar el legado de sus padres: En Sorell, un hospital célebre por atender a los más desposeídos. Acosada por leyes injustas y por los poderes fácticos de la ciudad, ella pronto comprenderá que se enfrenta a algo más peligroso que la incomprensión o la intolerancia. Porque una sombra letal se pasea impune por la ciudad dispuesta a propagar la muerte entre quienes se atrevan a desafiarla, entre todos aquellos que conocen los verdaderos secretos del hospital y de la extraordinaria mujer que lo fundó.
Una novela ambiciosa y apasionante, llena de acción e intriga, que nos habla del valor de unas mujeres cuyo único pecado fue defender su dignidad en un mundo que las consideraba seres moralmente defectuosos... Seres sin alma.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
La llama de la sabiduría constituye una de las novelas más bonitas que he leído recientemente. Juan Francisco Ferrándiz es también el autor de otro libro anterior que tuvo bastante aceptación, Las horas oscuras, con un argumento vinculado a un misterio dentro de un monasterio medieval que hasta la fecha no he leído pero que, teniendo en cuenta lo que he disfrutado con esta lectura, seguro que caerá.
La llama de la sabiduría nos conduce al siglo XV, concretamente a 1486 en la ciudad de Valencia, un momento muy turbulento hacia el final de la Reconquista y la rendición de los reinos nazaríes, pero también una época de esplendor de la ciudad mediterránea pues se convierte en el principal puerto de la corona de Aragón. El tránsito de mercadería y visitantes es fluido y la ciudad se engrandece a todos los niveles. Sin embargo, habrá también otro lado de la moneda menos amable. Por un lado Valencia cuenta con el mayor burdel de Europa, el Partit, un conjunto de callejuelas en el que se hacinan prostitutas y menesterosos. Por otra parte, sufrirá en estos años la séptima crecida del río Turia provocando terribles inundaciones que destrozarán la ciudad y por si eso fuera poco, germinará un foco de peste que afectará tanto a ricos como a pobres. Ante estos graves hechos, los catorce hospitales con los que cuenta la ciudad serán fundamentales. Uno de ellos, En Sorell, destacará entre los demás por ser la institución que más se vuelque sobre los más necesitados y con menos recursos. El personal del hospital atenderá a las prostitutas que enferman, a las que traigan hijos no deseados al mundo, ayudarán a los más desfavorecidos por las inundaciones y cuidarán de todos aquellos que se vean afectados por la peste.
Andreu Bellvent es el spitaler del hospital, algo así como el director de la institución que en estos momentos tiene sus días contados. Y es que Bellvent está agonizando. Por su inminente fallecimiento, su hija Irene es mandada a llamar. Irene ha estado viviendo en Barcelona, al cuidado de una institutriz, Estefanía Carrós y de Mur, pues su padre quiso aislar a su hija del ambiente de males y enfermedades que se respira en el hospital. Pronto descubriremos que Irene no es una mujer de remilgos, que tendrá que luchar por mantener abierto el establecimiento en contra de las decisiones del Consejo Rector en cuyas manos está el futuro del hospital e incluso para eso tendrá que aceptar un matrimonio en contra de su voluntad.
La llama de la sabiduría no es solo una historia de lucha, la que tendrá que librar Irene para mantener abierto En Sorell, sino que también es una novela que guarda secretos y misterios, como por ejemplo el que gira alrededor de la madre de Irene, Elena de Mistra, una mujer llegada de tierras lejanas, con una mentalidad abierta, poseedora de grandes conocimientos, que viajó por diversos países y que, al final, el destino quiso conducirla a Valencia. Muy vinculado al enigma de Elena encontraremos el de Gostança de Monreale, una mujer que siempre viste de negro, con el rostro cubierto por un velo que no impedirá que contemplemos su extraordinaria belleza. Su presencia no augura nada bueno.
La llama de la sabiduría es una historia llena de secretos, amenazas, maldiciones, conjuras, engaños, personajes siniestros, venganzas, abusos, silencios, misiones sagradas y mentiras. A todos estos elementos, hábilmente engarzados en la novela, se suma la búsqueda de una caja blanca que contendrá las respuestas a algunas cuestiones planteadas en la trama y que muchos personajes se disputarán. Por supuesto, no podía faltar el Santo Oficio en una época en la que los judíos veían cómo peligraba su integridad y los judíos conversos andaban en la cuerda floja. El argumento de La llama de la sabiduría es consecuencia de unos hechos terribles producidos tiempo atrás, una trama en la que ocurren tantísimas cosas y hay tantos personajes que el lector difícilmente tendrá tiempo de aburrirse. Además la novela cuenta con varios giros argumentales que consiguen mantener nuestra atención y es que, cuando pensamos que a un personaje no le puede ocurrir nada más, Ferrándiz coloca una nueva traba en su camino consintiendo que la desgracia se cebe con algunos de ellos.
En La llama de la sabiduría las mujeres ocupan un lugar muy especial. Creo no equivocarme si digo que se trata de una novela que ensalza la figura de la mujer, de todas esas féminas, que no se limitaron al matrimonio, a la crianza de los hijos, o a cualquier otra estereotipada ocupación, sino que tenían sueños, anhelos, deseos, que fomentaron el conocimiento y aprendizaje, que gustaban de tertulias, que eran analistas, observadores, curiosas y fundaron academias de pensadoras con la única misión de entablar debates y dedicarse al estudio. Por desgracia, muchas murieron en la hoguera acusadas de brujería porque los hombres no fueron capaces de comprender que poseían alma como ellos mismos, que no eran hombres fallidos, sino seres inteligentes con los mismos derechos. Extrapolemos esta idea a nuestros días y reflexionemos sobre ello. Y así, a lo largo de las más de quinientas páginas encontraremos pasajes tan bellos como este:
El conocimiento y la sabiduría no solo se circunscribe a las mujeres cristianas sino que la novela dará también cuenta del pensamiento de las mujeres judías:
En cuanto a los personajes, muchos, variados y certeramente definidos, brillará Irene Bellvent, una mujer impetuosa que, como decía anteriormente, no encaja en el simple papel de esposa sin más ambiciones. Irene tiene un propósito doble: seguir al frente de En Sorell y encontrar a su madre. Para ello tendrá que pasar penurias y calamidades, casi se convertirá en una guerrera, no le importará manchar sus preciosos vestidos por ayudar a los demás, transitará por distintas latitudes, vivirá el amor, sentirá sobre su piel el látigo de la desdicha y conocerá a otras tantas personas de las que extraerá importantes enseñanzas para dejar de ser una jovencita de 19 años protegida del lado amargo de la vida para convertirse en una mujer luchadora de carácter férreo.
Junto a ella estará Caterina, hija de Micer Nicolau, un importante abogado de la ciudad. Al igual que le pasa a Irene, ella reniega de tener que «unirse a un desconocido, dejar que la poseyera y criar a la prole encerrada en un universo doméstico, de obligaciones religiosas y alguna comedida reunión de damas para conversar sobre poesía y remedios caseros». [pág. 272]. Tanto Irene como Caterina son mujeres fuertes, de sólida personalidad que no se achican ante nada, ni siquiera ante la autoridad judicial ni la paternal. Su rebeldía, su lealtad, su concepto de la justicia,... en definitiva, sus principios le acarrearán graves consecuencias que más que hundirla la fortalecerán más pero también con su inteligencia e intuición conseguirá esquivar algún que otro percance.
En el lado masculino, veremos al criado Eimirich al que le guarda un futuro prometedor. Quizás sea el personaje que más evoluciona a lo largo de la novela. Su afán por aprender independientemente de su condición social cambiará todo su futuro y se convertirá en un personaje clave en la resolución de importantes enigmas planteados que, dicho sea de paso, todos y cada uno de ellos quedan debidamente resueltos al desenlace de la novela.
En su mismo «bando», conoceremos a Tristán. De este personaje os desvelo muy poquito porque en torno a su figura giran ciertos misterios que es mucho mejor dejarlos en el aire. Solo os diré que su cometido en el hospital vas más allá del que nos parecerá en apariencia y que su vida sufrirá un giro brutal.
Y por último, aunque quedan muchos personajes más, no quiero pasar por alto a Gostança de Monreale, el misterioso personaje que, tal vez, aporta el punto más álgido de suspense de la novela. Gostança es una mujer que tiene mucho poder, que sabe cómo manejar a su antojo a las personas para sus propios intereses, que inevitablemente relacionaremos con la encarnación del mal pero que sus actos se ciñen a un propósito concreto del que tendremos conocimiento hacia el final de la novela. Es entonces cuando mis sentimientos hacia ella cambiaron, provocándome cierta ternura pues ella no es más que una víctima del desprecio y la indiferencia por la mujer.
No quiero cerrar el capítulo de personajes sin desvelaros que no todos ellos serán fruto de la ficción. En La llama de la sabiduría asomarán nombres de personalidades reales de la época como Peregrina Navarro, una de las pocas mujeres que poseía licencia real para ejercer la medicina en toda la corona de Aragón, o Estefanía Carrós y de Mur, la institutriz de Irene, o Lluís Alcanyís, el médico que ella una mano a Irene con los enfermos de En Sorell.
Y al igual que la inserción de estos personajes es fruto de una profunda tarea de documentación, también lo es el retrato que el autor nos ofrece de Valencia. Confieso que he leído muy pocas novelas ambientadas en esta ciudad y mucho menos en el siglo XV, es por ello que me ha parecido muy interesante conocer las calles, palacios y edificios valencianos, como la Lonja de la Seda, y saber más sobre el sistema judicial y asistencial instaurado en aquellos años. Especialmente curioso me ha resultado saber que los hospitales requerían de una licencia d'acaptes para poder ejercer o que una mujer soltera no podía convertirse en spitalera. Pero Valencia no será el único escenario, aunque sí el principal. El desarrollo del argumento exige que algunos personajes viajen hasta Creta y otros acaben en tierras almerienses donde se produce la rendición de Baza por parte de las huestes moriscas.
Estructurada en siete bloques que el autor ha denominado Lectionis, en La llama de la sabiduría cada parte se inicia con un texto en cursiva que, inicialmente, no sabremos encuadrar bien pero que, tras la lectura, advertiremos que son enseñanzas que una madre deja a su hija. Cada bloque cuenta con una serie de capítulos de longitud más o menos media, salvo algunos de menor extensión, en los que pesa más la narración que el diálogo. Y hacia el final, un epílogo nos permitirá saber qué ocurre con los personajes, cómo será su vida una vez que concluye la trama.
El estilo de Juan Francisco Ferrándiz saca a la luz el mimo y el cuidado que el autor ha puesto en la novela, un cuidado que se refleja también en el uso de vocablos propios de la época y de la tierra y en las especificaciones del tiempo y lugar en el que transcurren los hechos, evitando que el lector se pierda y construyendo así una narración con saltos en el tiempo.
Termino esta reseña del mismo modo que la inicié.La llama de la sabiduría es una de las novelas más bonitas que he leído recientemente. Vendrán más pero no puedo negar que he disfrutado mucho con una lectura tan interesante desde diferentes ángulos, no solo el argumental sino también en lo relativo al contexto histórico. Sin lugar a dudas tengo que recomendaros esta novela. Estoy convencida que disfrutareis mucho.
La llama de la sabiduría nos conduce al siglo XV, concretamente a 1486 en la ciudad de Valencia, un momento muy turbulento hacia el final de la Reconquista y la rendición de los reinos nazaríes, pero también una época de esplendor de la ciudad mediterránea pues se convierte en el principal puerto de la corona de Aragón. El tránsito de mercadería y visitantes es fluido y la ciudad se engrandece a todos los niveles. Sin embargo, habrá también otro lado de la moneda menos amable. Por un lado Valencia cuenta con el mayor burdel de Europa, el Partit, un conjunto de callejuelas en el que se hacinan prostitutas y menesterosos. Por otra parte, sufrirá en estos años la séptima crecida del río Turia provocando terribles inundaciones que destrozarán la ciudad y por si eso fuera poco, germinará un foco de peste que afectará tanto a ricos como a pobres. Ante estos graves hechos, los catorce hospitales con los que cuenta la ciudad serán fundamentales. Uno de ellos, En Sorell, destacará entre los demás por ser la institución que más se vuelque sobre los más necesitados y con menos recursos. El personal del hospital atenderá a las prostitutas que enferman, a las que traigan hijos no deseados al mundo, ayudarán a los más desfavorecidos por las inundaciones y cuidarán de todos aquellos que se vean afectados por la peste.
Andreu Bellvent es el spitaler del hospital, algo así como el director de la institución que en estos momentos tiene sus días contados. Y es que Bellvent está agonizando. Por su inminente fallecimiento, su hija Irene es mandada a llamar. Irene ha estado viviendo en Barcelona, al cuidado de una institutriz, Estefanía Carrós y de Mur, pues su padre quiso aislar a su hija del ambiente de males y enfermedades que se respira en el hospital. Pronto descubriremos que Irene no es una mujer de remilgos, que tendrá que luchar por mantener abierto el establecimiento en contra de las decisiones del Consejo Rector en cuyas manos está el futuro del hospital e incluso para eso tendrá que aceptar un matrimonio en contra de su voluntad.
La llama de la sabiduría no es solo una historia de lucha, la que tendrá que librar Irene para mantener abierto En Sorell, sino que también es una novela que guarda secretos y misterios, como por ejemplo el que gira alrededor de la madre de Irene, Elena de Mistra, una mujer llegada de tierras lejanas, con una mentalidad abierta, poseedora de grandes conocimientos, que viajó por diversos países y que, al final, el destino quiso conducirla a Valencia. Muy vinculado al enigma de Elena encontraremos el de Gostança de Monreale, una mujer que siempre viste de negro, con el rostro cubierto por un velo que no impedirá que contemplemos su extraordinaria belleza. Su presencia no augura nada bueno.
La llama de la sabiduría es una historia llena de secretos, amenazas, maldiciones, conjuras, engaños, personajes siniestros, venganzas, abusos, silencios, misiones sagradas y mentiras. A todos estos elementos, hábilmente engarzados en la novela, se suma la búsqueda de una caja blanca que contendrá las respuestas a algunas cuestiones planteadas en la trama y que muchos personajes se disputarán. Por supuesto, no podía faltar el Santo Oficio en una época en la que los judíos veían cómo peligraba su integridad y los judíos conversos andaban en la cuerda floja. El argumento de La llama de la sabiduría es consecuencia de unos hechos terribles producidos tiempo atrás, una trama en la que ocurren tantísimas cosas y hay tantos personajes que el lector difícilmente tendrá tiempo de aburrirse. Además la novela cuenta con varios giros argumentales que consiguen mantener nuestra atención y es que, cuando pensamos que a un personaje no le puede ocurrir nada más, Ferrándiz coloca una nueva traba en su camino consintiendo que la desgracia se cebe con algunos de ellos.
En La llama de la sabiduría las mujeres ocupan un lugar muy especial. Creo no equivocarme si digo que se trata de una novela que ensalza la figura de la mujer, de todas esas féminas, que no se limitaron al matrimonio, a la crianza de los hijos, o a cualquier otra estereotipada ocupación, sino que tenían sueños, anhelos, deseos, que fomentaron el conocimiento y aprendizaje, que gustaban de tertulias, que eran analistas, observadores, curiosas y fundaron academias de pensadoras con la única misión de entablar debates y dedicarse al estudio. Por desgracia, muchas murieron en la hoguera acusadas de brujería porque los hombres no fueron capaces de comprender que poseían alma como ellos mismos, que no eran hombres fallidos, sino seres inteligentes con los mismos derechos. Extrapolemos esta idea a nuestros días y reflexionemos sobre ello. Y así, a lo largo de las más de quinientas páginas encontraremos pasajes tan bellos como este:
«Las mujeres de este tiempo no estamos llamadas a esa libertad. No obstante, como decía Irene, sí podemos mantener intacta nuestra esencia primigenia y luchar por ella si ve agredida...» [pág. 388]
El conocimiento y la sabiduría no solo se circunscribe a las mujeres cristianas sino que la novela dará también cuenta del pensamiento de las mujeres judías:
«Mi madre logró reponerse a pesar de lo que has descrito y ahora sé que fue por esto, por la academia. Habla de puellae doctae de nuestro tiempo, pero también de los hechos de heroínas de la Antigüedad, muchas de ellas humilladas, incluso forzadas como fue su caso. Destaca a mujeres que inspiraron a grandes pensadores griegos y traspasa los conceptos religiosos de cristianos y judíos. Yo añado ahora que ni siquiera el islam puede negar la riqueza aportada por sabias y místicas. No es una doctrina, un culto, sino un modo de enfrentarse a la vida y a la verdad oculta.- Miró con decisión y vigor en el gesto a su amiga-. Precisamente por esto sera considerada la mayor de las herejías». [pag. 440]En la entrevista que pudimos hacerle y publiqué hace unos días, Juan Francisco Ferrándiz explica perfectamente bien todo este universo femenino que se respira en la novela, así que si quieres conocer todo los detalles, te recomiendo leer aquella entrada (puedes hacerlo aquí).
En cuanto a los personajes, muchos, variados y certeramente definidos, brillará Irene Bellvent, una mujer impetuosa que, como decía anteriormente, no encaja en el simple papel de esposa sin más ambiciones. Irene tiene un propósito doble: seguir al frente de En Sorell y encontrar a su madre. Para ello tendrá que pasar penurias y calamidades, casi se convertirá en una guerrera, no le importará manchar sus preciosos vestidos por ayudar a los demás, transitará por distintas latitudes, vivirá el amor, sentirá sobre su piel el látigo de la desdicha y conocerá a otras tantas personas de las que extraerá importantes enseñanzas para dejar de ser una jovencita de 19 años protegida del lado amargo de la vida para convertirse en una mujer luchadora de carácter férreo.
Junto a ella estará Caterina, hija de Micer Nicolau, un importante abogado de la ciudad. Al igual que le pasa a Irene, ella reniega de tener que «unirse a un desconocido, dejar que la poseyera y criar a la prole encerrada en un universo doméstico, de obligaciones religiosas y alguna comedida reunión de damas para conversar sobre poesía y remedios caseros». [pág. 272]. Tanto Irene como Caterina son mujeres fuertes, de sólida personalidad que no se achican ante nada, ni siquiera ante la autoridad judicial ni la paternal. Su rebeldía, su lealtad, su concepto de la justicia,... en definitiva, sus principios le acarrearán graves consecuencias que más que hundirla la fortalecerán más pero también con su inteligencia e intuición conseguirá esquivar algún que otro percance.
En el lado masculino, veremos al criado Eimirich al que le guarda un futuro prometedor. Quizás sea el personaje que más evoluciona a lo largo de la novela. Su afán por aprender independientemente de su condición social cambiará todo su futuro y se convertirá en un personaje clave en la resolución de importantes enigmas planteados que, dicho sea de paso, todos y cada uno de ellos quedan debidamente resueltos al desenlace de la novela.
En su mismo «bando», conoceremos a Tristán. De este personaje os desvelo muy poquito porque en torno a su figura giran ciertos misterios que es mucho mejor dejarlos en el aire. Solo os diré que su cometido en el hospital vas más allá del que nos parecerá en apariencia y que su vida sufrirá un giro brutal.
Y por último, aunque quedan muchos personajes más, no quiero pasar por alto a Gostança de Monreale, el misterioso personaje que, tal vez, aporta el punto más álgido de suspense de la novela. Gostança es una mujer que tiene mucho poder, que sabe cómo manejar a su antojo a las personas para sus propios intereses, que inevitablemente relacionaremos con la encarnación del mal pero que sus actos se ciñen a un propósito concreto del que tendremos conocimiento hacia el final de la novela. Es entonces cuando mis sentimientos hacia ella cambiaron, provocándome cierta ternura pues ella no es más que una víctima del desprecio y la indiferencia por la mujer.
No quiero cerrar el capítulo de personajes sin desvelaros que no todos ellos serán fruto de la ficción. En La llama de la sabiduría asomarán nombres de personalidades reales de la época como Peregrina Navarro, una de las pocas mujeres que poseía licencia real para ejercer la medicina en toda la corona de Aragón, o Estefanía Carrós y de Mur, la institutriz de Irene, o Lluís Alcanyís, el médico que ella una mano a Irene con los enfermos de En Sorell.
Y al igual que la inserción de estos personajes es fruto de una profunda tarea de documentación, también lo es el retrato que el autor nos ofrece de Valencia. Confieso que he leído muy pocas novelas ambientadas en esta ciudad y mucho menos en el siglo XV, es por ello que me ha parecido muy interesante conocer las calles, palacios y edificios valencianos, como la Lonja de la Seda, y saber más sobre el sistema judicial y asistencial instaurado en aquellos años. Especialmente curioso me ha resultado saber que los hospitales requerían de una licencia d'acaptes para poder ejercer o que una mujer soltera no podía convertirse en spitalera. Pero Valencia no será el único escenario, aunque sí el principal. El desarrollo del argumento exige que algunos personajes viajen hasta Creta y otros acaben en tierras almerienses donde se produce la rendición de Baza por parte de las huestes moriscas.
Estructurada en siete bloques que el autor ha denominado Lectionis, en La llama de la sabiduría cada parte se inicia con un texto en cursiva que, inicialmente, no sabremos encuadrar bien pero que, tras la lectura, advertiremos que son enseñanzas que una madre deja a su hija. Cada bloque cuenta con una serie de capítulos de longitud más o menos media, salvo algunos de menor extensión, en los que pesa más la narración que el diálogo. Y hacia el final, un epílogo nos permitirá saber qué ocurre con los personajes, cómo será su vida una vez que concluye la trama.
El estilo de Juan Francisco Ferrándiz saca a la luz el mimo y el cuidado que el autor ha puesto en la novela, un cuidado que se refleja también en el uso de vocablos propios de la época y de la tierra y en las especificaciones del tiempo y lugar en el que transcurren los hechos, evitando que el lector se pierda y construyendo así una narración con saltos en el tiempo.
Termino esta reseña del mismo modo que la inicié.La llama de la sabiduría es una de las novelas más bonitas que he leído recientemente. Vendrán más pero no puedo negar que he disfrutado mucho con una lectura tan interesante desde diferentes ángulos, no solo el argumental sino también en lo relativo al contexto histórico. Sin lugar a dudas tengo que recomendaros esta novela. Estoy convencida que disfrutareis mucho.