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CUANDO ESTÁBAMOS VIVOS de Mercedes de Vega.

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Editorial: Plaza & Janés.
Fecha publicación: abril, 2015.
Nº Páginas: 528.
Precio: 19,90 €
Género: Narrativa.
Edición: Tapa dura con sobrecubiertas.
ISBN: 978840134307




Autora


Mercedes de Vega es socióloga y escritora. Nació en Madrid en 1960. Ha residido y trabajado en Nueva York y Barcelona. Cursó estudios de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y participado en numerosos talleres de escritura creativa. Colabora en revistas literarias como Resonancias y Los papeles de Iria Flavia. Ha publicado la novela El profesor de inglés (Huerga y Fierro Editores); el libro de relatos Cuentos del sismógrafo; artículos y publicaciones, y diversos relatos en antologías colectivas. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren "Antonio Machado". 

www.mercedesdevega.com



Sinopsis



Una excepcional novela sobre el amor y el destino, la memoria y los secretos de familia.

En los albores de la Segunda República, Lucía Oriol es una joven esposa aristocrática en una sociedad en plena transformación, cuya vida da un vuelvo cuando conoce a Francisco Anglada, viudo empresario de origen judío, que compra una residencia a la familia Oriol en la calle Pintor Rosales. Lo que comienza como una tórrida aventura amorosa, se enreda cuando aparece Jimena, la conflictiva hija de Francisco. La relación entre Jimena y Lucía, la doble vida de ésta y el pasado oculto de los Anglada destaparán un torbellino de celos, venganza y traición de los que nadie saldrá indemne.

El amor de Lucía Oriol por un hombre atrapado en el laberinto del pasado y la necesidad de contar la verdad y de hacer justicia, alimentan este retrato de dos linajes, inspirado en hechos reales, en un Madrid convulsionado al borde de la Guerra Civil.

Con la riqueza de una sobresaliente prosista, Mercedes de Vega bucea en nuestra historia más personal para mostrar que en todas las familias se esconden secretos que pueden resultar letales. Cuando estábamos vivos no es solo la historia de una mujer que debe elegir entre la razón y el corazón, también es el fresco de una época y de una ciudad que marcarán los destinos de sus protagonistas.



[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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Me gustan los libros cuidados, con una edición bonita y detalles adicionales que lo embellecen. Cuando estábamos vivos es una novela mimada, que cuenta con una fotografía antigua en las gualdas, mostrando el Madrid de los años 30, una instantánea tomada desde el Círculo de Bellas Artes, un lugar en el que conoceremos a dos de sus protagonistas.

La autora, Mercedes de Vega, construye en esta su primera novela una saga familiar que retratará la vida de dos familias pudientes, los Oriol y los Anglada, con distinto origen y también en distinto bando pero que, por circunstancias de la vida, unirán lazos hasta el estallido de la Guerra Civil, momento en que las relaciones se recrudecen y cortarán amarras.

Los Oriol son gente de alcurnia, respetables y respetados. El matrimonio lo componen Alfonso Oriol, Marqués del Valle y su esposa Emilia, padres de Lucía que, en el momento en que arranca el verdadero argumento de la novela, tiene veinticinco años, está casada con Roberto Arzúa, nacido en Italia, un camisa negra que apoya a su país en la persona de Benito Mussolini y con quien es madre de un pequeño llamado Claudio. Alfonso es un hombre de negocios pero será Lucía uno de los pilares fuertes de la novela. Los Oriol son católicos, monárquicos y conservadores. 

Los Anglada vienen de provincias. Tras la muerte de Ezequiel Anglada y Miriam de Vera, la línea genealógica la encabeza Francisco, el hijo mayor de ambos, un empresario que sabe aprovechar las oportunidades. Vive a caballo entre Madrid y su finca Tres Robles donde reside su hija Jimena, fruto de su matrimonio con la difunta Juliana Roy. Los Anglada guardan un secreto. Son judíos y aunque se sienten orgullosos de sus orígenes, solo lo viven de puertas para adentro. De cara a la galería tienen que mantener las formas, de ahí que Miriam prácticamente obligue a su hijo David a tomar los hábitos y hacerse cura. Pero en esta familia no todo es lo que parece. Hay muchos secretos, muchos sucesos trágicos que ocultar, mucho lastre que arrastrar y que condicionarán la vida de unos y otros. 



¿Qué une a ambas familias?Los negocios serán el nexo inicial. Las inversiones y la compra-venta de inmuebles provocarán el primer encuentro entre Francisco Anglada y Lucía Oriol y bastará que él la contemple una sola vez para enamorarse de ella y para que esta caiga rendida como si fuera el último hombre de la tierra. Comienza así una historia de amor muy compleja, desmedida, pues Lucía es una mujer casada a la que no le importará vivir un adulterio. 

En 1995, desde la ciudad de Roma, Lucía Oriol abrirá la novela, contando ya con la friolera de noventa años de edad. Han pasado cuarenta años y es hora de poner las cosas en su sitio, de hacer justicia a los muertos, de saldar deudas consigo misma y con Dios, y por eso decide escribir este testimonio y dejarlo en manos de su nuera Laura Bastiani, un testimonio que tiene más de confesión, la que le hizo Francisco Anglada dieciséis años atrás, donde relatará todo lo que acontece a ambas familias desde el año 1928 a 1936. Unas páginas introductorias narradas en primera persona, que servirán como aperitivo antes de adentrarnos en el verdadero argumento de la novela.

Cualquier lector podría pensar que un argumento de esta índole podría ser únicamente fruto de la imaginación de su autora pero tenéis que saber que Mercedes de Vega construye esta novela partiendo de hechos reales relacionados con su pasado. La muerte de su padre, un hombre bastante reservado a la hora de hablar de su infancia, llevó a la autora a realizar una investigación personal y al encontrar poco material, teje una historia con solo dos hilos reales - la existencia de un orfanato fundado por una dama de la aristocracia residente en el extranjero, a la que da vida Lucia Oriol, y la infancia de su padre en dicho hospicio, encarnado en la piel de un personaje del que nos hablaré en esta reseña. 

Cuando estábamos vivos es una maravillosa novela con amores prohibidos, sufrimientos, tristezas, muertes trágicas, arrepentimientos, exilios, terribles verdades, triángulos amorosos, traiciones, venganzas  y juramentos. Una mezcla de elementos sumamente interesante que se deslizan a lo largo de un romance.  Pero no quedará ahí la cosa pues, si el amor es un sustento importante de la novela, también lo es el contexto político social del momento del que os hablaré más adelante, así como la promulgación de una la ley de divorcio, vía de escape para mucho de aquellos matrimonios llevados al altar por intereses familiares, que finalmente fue derogada.

Y como guerra y religión siempre han ido de la mano, en Cuando estábamos vivos las creencias religiosas cobran fuerza suficiente como para dirigir los pasos de los personajes de esta novela. Cristianos y judíos verán peligrar su integridad en función de la ideología política imperante. 

Y a todo esto, un cuadro, una copia de El fusilamiento del 2 mayo de Goya, una obra que funciona casi como el epicentro de todos los hechos descritos en la novela y al que todos, de una manera u otra, terminan por llegar. 




Los personajes de la novela están muy bien definidos y, en algunos casos, consiguen apartarse del estereotipo. Tanto hombres como mujeres poseen un carácter fuerte y férreas convicciones. Lucía vive dentro de una campana de cristal. Procede de buena familia, su marido es un reputado político y militar, fiel al Duce y a su país, y ella, como viene siendo habitual entre las damas de su clase social, se dedica a cuidar de su familia y a ayudar a los más necesitados.Respaldada por el patrimonio familiar, Lucía saca su lado más caritativo y ocupa su tiempo en recaudar fondos, atender comedores sociales y, lo más importante, dirigir un hospicio con la ayuda de unas monjas. Pero Lucía no es precisamente una mujer que siga a pies juntillas los preceptos de su época. Su vida se trastoca cuando conoce a Francisco Anglada, contando este con treinta y cinco años,  y se enamora de él sin importarle su posición social, su estado civil, su maternidad. Nada. Conoceremos entonces a la auténtica Lucía, la que contempla su relación adúltera con Francisco como si fuera un regalo enviado del cielo y resulta curioso que busque los brazos de un amante cuando cuenta con un marido que la adora. En ese sentido, Lucía rompe con el tópico de mujer desatendida, no valorada por su esposo, desprovista de todo amor y cariño que busca en otra piel, el amor que su cónyuge le niega. Lucía es aires de libertad, pensamiento libertario. «No soy una mujer al uso» nos gritará desde las páginas de este libro pero a veces no tenemos más remedio que resignarnos.

En cuanto a Jimena, tímida y reservada, se perfila como una joven obstinada. Huérfana de madre, con un padre más volcado en los negocios que en la crianza de su hija, la pequeña crece al amparo de su tío David, quién la instruirá en los Tres Robles, hasta el momento en el que tiene que abandonar la finca familiar para iniciar sus estudios universitarios en Madrid. Para la joven supondrá un duro golpe tener que abandonar su casa y trasladarse a una ciudad que le es totalmente ajena y donde solo vivirá infortunios. Además, su traslado la obliga a dejar a su tío David atrás, al que adora porque todo el amor que Jimena niega a su padre lo duplicará para entregárselo a David. La joven, feliz en otro tiempo, acabará siendo una víctima de su propia familia, de la cobardía de su gente, de su pasado y de sí misma. 

Y en lado masculino, Francisco y David. El primero es un personaje difícil de digerir, agreste, rudo, vengativo, leal a sus orígenes y enamorado hasta la médula. Para mí Francisco tiene dos caras, una inicial inmisericorde, cruel y dañina que le lleva a cometer actos punitivos pues antepone sus creencias, el honor y su lealtad a la familia ante todo. Creo que en ningún momento fue del todo feliz excepto en los momentos que vivió junto a Lucía y aún así, me cuesta trabajo creer que esta mujer pudiera amar tanto a un hombre como Francisco que en ocasiones se comporta como un monstruo. Pero el tiempo pone a todo el mundo en su sitio y llegará el remordimiento mientras el futuro se avecina como una gran nube oscura y gris que lo engullirá. 



«Siempre vivió en total desasosiego por su origen racial y religioso». [Pág. 517]



Por otro lado, David que siembra la intriga a su paso. Uno de los personajes que más me han desconcertado y que más me han decepcionado, sobre el que pendúla muchos de los misterios que conlleva el argumento. 

Y como si fuera otro personaje más, Madrid, la ciudad en la que prácticamente transcurre la totalidad de la novela, quedará descrita con sumo detalle descubriendo la transformación a la que se verá sometida por designios de la política. La llegada de la República, los incendios, los milicianos alborotados, el barullo revolucionario, la quema de conventos, las consignas políticas y de ahí al ambiente de preguerra, previo al Alzamiento y a los bombardeos de la Guerra Civil. De la calle Pintor Rosales a las chabolas de López de Hoyos, de la Ciudad Lineal de Arturo Soria a la Ciudad Universitaria, del Parque del Oeste al cementerio de la Florida. El aire madrileño huele a pólvora. 

Hospital de Atocha, 1900


Con un ritmo tranquilo que se mantiene en buena parte del argumento, salvo en el tercio final cuando Madrid vive los bombardeos italianos, momento en el que la acción se acelera, Cuando estábamos vivos discurre entre dos hilos temporales aunque uno de ellos ejercerá de mera introducción y epílogo. A su vez, se estructura en tres grandes bloques que recogen los hechos ocurridos en momentos puntuales de la historia por lo que existen saltos en el tiempo que quedan debidamente explicados. Así, la primera parte abarca los sucesos entre 1928 y 1931. Posteriormente habrá un salto a 1933 y la última se centrará en 1936. Cada uno de estos bloques cuenta con un número determinado de capítulos de mediana longitud que se narran desde dos perspectivas distintas pues se hace uso de dos voces narrativas, la primera persona en boca de Lucía Oriol y la tercera de un narrador ominisciente, que nos permite acercarnos a algunos hechos y personajes de manera más global. Una y otra se van alternando. Lucía se encargará de contarnos lo que vivió de primera mano mientras que lo que nos cuenta el narrador omnisciente será todo aquello que se escape del alcance de la joven. Pero habrá más voces, la de la propia Jimena en forma de epístola para pedir ayuda y socorro. 

No me extiendo más. Cuando estábamos vivos ha resultado ser una lectura tan bonita, tan entrañable, tan llena de emociones que no podré olvidar en mucho tiempo. Con un argumento salpicado de sorpresas y personajes más que interesantes creo que se coloca en el puesto de lecturas imprescindibles y de ahí que resulte una recomendación ineludible.



«No puedo expresar con cuánto ahínco he buscado una respuesta al pasado, quizá porque toda esta historia ocurrió cuando estábamos vivos». [Pág. 519]



[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]

Retos:

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