Año: 1955
Nacionalidad: EE.UU.
Director: Billy Wilder.
Reparto: Tom Ewell, Marilyn Monroe, Oskar Homolka, Carolyn Jones, Evelyn Keyes, Sonny Tufts, Robert Strauss, Marguerite Chapman, Victor Moore, Donald MacBride.
Género: Comedia.
Sinopsis: Como miles de neoyorkinos, Richard Sherman (Tom Ewell) se ha quedado trabajando en agosto mientras su mujer e hijos disfrutan de unas gratas vacaciones en la playa. Siguiendo las recomendaciones de su esposa, está dispuesto a dejar de fumar, de beber, a acostarse pronto y sobre todo a no echar una cana al aire. Pero la tentación aparece cuando conoce a una despampanante vecina (Marilyn Monroe), tan sexy como ingenua.
[Información facilitada por Filmaffinity]
Cada vez que traigo cine clásico suele ser un drama, así que esta vez he elegido una de mis comedias favoritas de Billy Wilder, que no la única, interpretada por una joven Marilyn Monroe y por Tom Ewell.
La tentación vive arriba, un título que encarna a la perfección el espíritu de este largometraje, forma parte de los años de consagración de la actriz Marilyn Monroe en el cine. Rodada cuando tenía veintinueve años, la sex-symbol rubia ya contaba en su haber con películas como Niagara, Los caballeros las prefieren rubias o Cómo casarse con un millonario. Todas muy recomendables.
Billy Wilder, director y guionista de la cinta, se basó en la obra de teatro The Seven Years Itch de George Axeirod, un título que se podría traducir como «El picor de los siete años» (en Latinoamérica se tradujo como «La comezón de los siete años») para retratar la figura del Rodríguez y hacer alusión a la supuesta crisis que los matrimonios atraviesan tras siete años de sagrada unión pero todo bajo una perspectiva cómica e hilarante, sin escenas melodramáticas.
Como suele ocurrir en este tipo de cine, la película arranca con una voz en off introductoria que nos mete en el argumento. En esta ocasión, nos trasladamos a la isla de Manhattan, lugar que ocupaban los pieles rojas antes de que la ínsula se convirtiera en un amasijo de cemento e hierro. Por entonces los indios también mandaban a sus esposas a tierras más frescas para librarse del calor del verano, costumbre que sigue imperando entre los oficinistas neoyorkinos de clase media. Los hombres quedan en sus puestos, pendientes de la «caza».
Richard Sherman, un hombre de 38 años, empleado en una editorial de tres al cuarto, casado con Helen y padre de un joven de nombre Ricky, será nuestro hombre protagonista. Como todos los neoyorkinos de la época, manda a su mujer y a su hijo fuera de la ciudad, a zonas más frescas, mientras el esposo se sacrifica y queda en la ciudad, trabajando y pasando calor. Como dije antes, estamos ante la figura del Rodríguez que tanto juego da, por lo menos en el cine español de los sesenta y setenta fue un filón pero en La tentación vive arriba se enfoca el tema con mucho más ingenio.
Obviamente, la esposa antes de partir le recuerda todo lo que no debe hacer en su ausencia -nada de fumar y nada de beber-, pero ¿y sobre las mujeres?¡Ay, las mujeres! Por supuesto que Richard es un hombre íntegro, buen padre y mejor esposo que no piensa sucumbir ante las tentaciones como les ha ocurrido a otros amigos suyos. Los hombres creen que, porque se vayan sus esposas de vacaciones y ellos queden solos en la ciudad, pueden hacer lo que quieran. No. Claro que no. Richard solo pensará en el trabajo, el trabajo, el trabajo. Nada más. ¿Nada más? Bueno, esa es su intención pero no contaba con la aparición de una nueva vecinita, la señorita cuando-hace-calor-meto-la-ropa-interior-en-la nevera, porque nunca sabremos su nombre, de veintidós años. Es ahí cuando comienzan los problemas de Richard, una lucha encarnizada entre su deseo y su deber, un continuo titubeo, un mar de dudas que harán del personaje una simple marioneta. ¿Saldrá indemne?
La tentación vive arriba va más allá de esa simplona historia de hombres solitarios que se enamoran de jovencitas esculturales y echan una canita al aire. Es una película en la que el hombre combate contra sí mismo y más de una vez lo veremos tambalearse por la cuerda floja. Es divertidísimo ver a Richard divagando, manteniendo simpáticas conversaciones consigo mismo, cuestionándose qué debe hacer ante la tentación rubia que pasea sus largas piernas por el piso de arriba mientras se imagina escenas de todo tipo. Pero también es divertido verlo cuando piensa en su mujer, en lo que estará haciendo, si ella también tendrá tentaciones a su alcance y caerá en ellas. ¿Está buscando una excusa para dar rienda suelta a su deseo?
Más allá de la realidad, Monroe siempre representó el papel de muchacha joven e ingenua que no se entera de naday aquí, además de mostrar una figura impresionante según los cánones de belleza de la época, sigue en la misma línea. No ve maldad ninguna en pasar un rato con un hombre casado, al revés, el hecho de que esté casado es para ella una garantía pues cree, erróneamente, que los casados son más sensatos. Ella solo quiere algo de compañía, pasarlo bien y sobre todo, aire acondicionado. Nada más. El problema es que su sensualidad es un problema, valga la redundancia, para los hombres.
Marilyn lo hace muy bien, pero para mi gusto, Tom Ewell, actor de la obra de teatro original, está superior. Interpretando a un oficinista neoyorkino, zarandeado por las dudas, acuciado por su frenética imaginación y convencido de su atractivo personal, del magnetismo que posee al que difícilmente se puede resistir ninguna mujer, se ve envuelto en diversas ensoñaciones mientras suena el concierto nº 2 de Rachmaninov, escenas magnificas que destacan el momento pasional que vive el protagonista. Además de sus paranoias, a Richard le toca leer el manual del doctor Brubaker, un eminente analista de las relaciones conyugales y experto en las crisis matrimoniales de los siete años, los mismos que Richard lleva casado con Helen. ¡Échale más leña al fuego!
La tentación vive arriba es una película imprescindible a mi juicio. He leído muchos comentarios. Algunos son sorprendentemente negativos pero yo no me canso de ver y recomendar este largometraje. Los monólogos son hilarantes, las reflexiones divertidas, cuenta con referencias a otras películas, hay visitas inesperadas que ponen al pobre Richard en un aprieto,... En definitiva, una película con un guión brillante que indaga en la psicología masculina pero sin caer en lo soez ni en lo ridículo. Y por supuesto no hay que olvidar esa mítica escena. Marilyn con su vestido blanco, el conducto de ventilación del metro y la falda que vuela por encina de sus rodillas.
Fragmento:
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]