Editorial: Playa de Ákaba.
Fecha publicación: enero, 2015.
Nº Páginas:165
Precio: 15,00 €
Género: Novela corta.
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 978-84-16216-25-3
[Disponible en ebook]
Autora
Eva María Medina (Madrid, 1971). Es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. Autora del libro de relatos Sombras (Editorial Groenlandia, 2013), y coautora de Relatos en Libertad (Editado por Anuesca, 2014) y de Letras Adolescentes (Colección Especiales, Editorial Letralia, 2012). Ha obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido publicados en distintas revistas literarias, españolas y latinoamericanas (Letralia, OtroLunes, Cinosargo, Entropía, Almiar, Narrativas,...), y en diversas antologías. La revista La Ira de Morfeo editó un número especial con algunos de sus relatos. Relojes muertos es su primera novela. En la actualidad está ultimando la escritura de su segunda novela, Asesinos de palomas.
Sinopsis
En esta novela Eva María Medina teje una urdimbre compleja en torno a unos personajes que desde el principio se nos antojan tan cercanos como nosotros mismos, logrando una especial amalgama entre la realidad y la locura y arrastrándonos inevitablemente en el torbellino de la existencia del protagonista, marcada por la esquizofrenia, pero también por el anhelo de buscar un motivo que justifique y dé sentido a su azarosa y atormentada vida.
Una obra excelente que nos adentra en los tortuosos caminos de la locura, en los vericuetos de las vidas atroces de unos personajes, de inabarcable y tumultuosa complejidad, marcados por la tragedia y empeñados en liberarse de sus tribulaciones personales.
Eva María Medina construye esta prodigiosa novela con una prosa escueta, concisa, sin alharacas ni elucubraciones, que huye de la escritura previsible y de falsas erudiciones, pero que es hasta tal punto eficaz que nos mantiene en vilo durante la lectura de esta novela corta pero no menos apasionante, tan personal, tan infrecuente, tan literatura en esteado puro.
Hace bastante tiempo, Eva María Medina tuvo la amabilidad de contactar conmigo para presentarme su novela, Relojes muertos, que suponía su debut literario como novelista. La autora ya tenía experiencia en cuentos y relatos, pero quería dar un paso más, hacer una apuesta valiente y de ahí que se decidiera a publicar esta novela bajo el sello editorial de Lorenzo Silva, Playa de Ákaba.
Relojes muertos fue una de las lecturas de este verano, una época que para estar más ociosa que el resto del año, ha resultado ser menos productiva. La verdad es que me llevó bastante tiempo concluir la lectura de esta novela, a pesar de que tan solo cuenta con ciento sesenta y cinco páginas, pero todo tiene una explicación que os detallo más abajo.
¿Cómo os cuento el argumento? En un principio os diré que en esta novela nada nos viene dado por defecto. Hay que indagar y leer entrelineas, tomar distancia para una mejor perspectiva y preguntarnos sobre lo que nos estamos enfrentando. Allá vamos.
Gonzalo Márquez es un enfermo que se encuentra ingresado en un hospital psiquiátrico de Madrid. Padece esquizofrenia y junto a él habrá otros personajes: Gregorio, Herminia, Ángela,... No sabemos cuánto tiempo lleva ingresado ni por qué, quizás eso no sea necesario saberlo. Lo importante serán otras cuestiones. Los médicos han decidido darle el alta, hipotéticamente porque ya se encuentra mentalmente bien, y Gonzalo ha de regresar a su casa, un hogar solitario, y reincorporarse a su vida normal, a su trabajo en un banco, a su barrio, a sus compañeros y vecinos.
De su estancia en el hospital se ha llevado no solo la amistad de Gregorio, que aparecerá en más de una ocasión en la novela, sino también la de Ángela con la que inicia una relación llena inicialmente de ilusión y buenos propósitos. Pero, de repente, en su cabeza surge el nombre de otra mujer, Sara, una joven con la que parece que tuvo una relación antes de ser ingresado y de la que no ha vuelto a saber nada. Es como si la tierra se la hubiera tragado. Pero ahí no queda la cosa, otra imagen más le perturbará, el recuerdo de unas manos ensangrentadas. Al parecer, las suyas.
En su afán de recomponer el puzle de piezas desperdigadas que componen su mundo a la salida del hospital, sentiremos la intensidad del desconcierto, el agobio, la inquietud, las dudas y la angustia de Gonzalo, que lo zarandean, que lo vapulean sin que él pueda discernir el norte, y ese maremágnum de emociones serán transmitidas al lector. Gonzalo necesita saber qué ocurrió antes de ser ingresado en el hospital, recomponer su vida, encontrar a Sara, saber de ella. Todo es confuso. Todo aparece cubierto con un velo. Se inicia un nuevo ciclo paranoico. Creerá que todos lo observan y su relación con Ángela comenzará a ir de mal en peor.
Pero el argumento traerá más consigo. Por un lado, veremos que Gonzalo es un tipo culto, con bagaje literario y conocedor de las obras de Delibes, Neruda, Kundera,... Quizás, y como terapia a la extraña realidad que le rodea, decide iniciar la escritura de una novela, pasajes que figuran intercalados y en cursiva, y que tienen como protagonista a un hombre que mantiene conversaciones con un reloj de pared. Aquí nada es normal o sí, según los ojos que contemplan la escena. En cualquier caso, una lectura peculiar.
Leer Relojes muertos es como entrar tarde a una sala de cine y salir antes de que acabe la película. Es decir, no hay ni un pre- ni un post-, ni pasado ni siquiera casi futuro. En esta novela solo existe el presente porque esos instrumentos que marcan el paso de los segundos, los minutos y las horas, ya no funcionan. No sabremos nada de nada. Eva María nos coloca en mitad de una escena inicial sin darnos pautas de ningún tipo y ahí nos suelta para andar como equilibrista sobre el hilo conductor de esta novela que no será más que el propio hilo que divide realidad de ficción, solo que en la novela todo queda mezclado hasta no saber qué pertenece a un plano y qué a otro.
Reconozco que la lectura de esta novela corta me desconcertó por completo pero hay que pensar en Gonzalo, en el mal que le aqueja y tratar de entender, si eso es posible, la percepción que los enfermos de esquizofrenia tienen sobre el mundo que les rodea. No debe de resultar fácil adentrarse en la mente de un enfermo psiquiátrico y hacerlo en primera persona además. Probablemente todo sea caos, todo sea confusión, lo mismo que un lector puede sentir a la hora de enfrentarse a esta lectura.
Decía antes que tardé muchísimo tiempo en terminar esta novela. Quizás sea porque no estoy acostumbrada a este tipo de lecturas. Tenía que leer despacio y pararme a pensar qué era lo que estaba leyendo, qué le estaba ocurriendo a Gonzalo, porque la narración nos arrastra, nos hace dudar sobre la veracidad de los hechos y eso, en ocasiones, obliga a releer. De ahí que avanzara despacio, leyera y releyera, me tomara un descanso para digerir la lectura y retomarla días después.
Creo que Relojes muertos es una novela para un sector de lectores muy concreto, para aquellos a los que no les importa ir a la deriva por las páginas, dejándose llevar, imponiéndose la propia narración por encima del lector pero yo soy de las que le gusta controlar qué es lo que está leyendo, quién es el personaje que me habla, y probablemente por eso, por esa lucha que librado con la novela, me he sentido muy perdida.Relojes muertos es para lectores valientes, tan valientes como la autora que se pone en la piel de un esquizofrénico sin que el resultado me haya parecido descabellado. Es un tema complicado, un argumento lleno de matices, pues hay mucha locura, mucho desvarío y alucinaciones, delirio, incertidumbre, confusión.
Sin lugar a dudas ha sido una lectura diferente, compleja sí, pero distinta a lo que habitualmente leo. Más allá de esa sensación de desorientación que he tenido a lo largo de toda la lectura, es justo reconocer el valor de la autora al construir una historia extraña alrededor de un personaje con una realidad muy confusa. La verdad es que me encantaría conocer la opinión de un psiquiatra al respecto del comportamiento de Gonzalo, si sus percepciones sensoriales, visuales, auditivas,... encajarían con los síntomas de un enfermo con esta patología. Desconozco si la autora se ha documentado o no pero desde luego, tiene visos de que así haya sido.
Prologada por Juan Manuel de Prada, con un predominio de la narración frente al discurso y un uso abundante de la adjetivación, el estilo de Eva María me ha parecido muy telegráfico. Los párrafos se componen de un fraseo corto que consiguen imprimir velocidad lectora pero no comprensiva. Ya digo que, en mi caso, me he tenido que parar reiteradas veces y dejar la lectura en reposo.
En definitiva, para seros sinceros yo no podría recomendar esta lectura a cualquier tipo de lector. Creo que, como he dicho antes, es más recomendable para aquellos que sean valientes y no se amilanen frente a lecturas poco convencionales. Por otra parte, y una vez que sabes en qué situación se encuentra Gonzalo, sí que es verdad que resulta muy curioso e interesante comprobar cómo funciona la mente de este personaje. Pero ya os digo, es cuestión de que queráis sumergiros en algo distinto.
Para que no os quedéis con mis impresiones, yo os invito a pasar por la web de la editorial, donde están recogidas prácticamente todas las reseñas que se han hecho sobre el libro, algunas realmente buenas y realmente positivas, que os permitirán tener otro punto de vista más allá del que yo os ofrezco aquí.
Más reseñas e información en http://www.playadeakaba.com/?q=obras/relojes-muertos
Agradezco a la autora el envío del ejemplar.
- Sumando 2015.- 100 libros.
Puedes adquirirlo aquí:
En esta novela Eva María Medina teje una urdimbre compleja en torno a unos personajes que desde el principio se nos antojan tan cercanos como nosotros mismos, logrando una especial amalgama entre la realidad y la locura y arrastrándonos inevitablemente en el torbellino de la existencia del protagonista, marcada por la esquizofrenia, pero también por el anhelo de buscar un motivo que justifique y dé sentido a su azarosa y atormentada vida.
Una obra excelente que nos adentra en los tortuosos caminos de la locura, en los vericuetos de las vidas atroces de unos personajes, de inabarcable y tumultuosa complejidad, marcados por la tragedia y empeñados en liberarse de sus tribulaciones personales.
Eva María Medina construye esta prodigiosa novela con una prosa escueta, concisa, sin alharacas ni elucubraciones, que huye de la escritura previsible y de falsas erudiciones, pero que es hasta tal punto eficaz que nos mantiene en vilo durante la lectura de esta novela corta pero no menos apasionante, tan personal, tan infrecuente, tan literatura en esteado puro.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
Hace bastante tiempo, Eva María Medina tuvo la amabilidad de contactar conmigo para presentarme su novela, Relojes muertos, que suponía su debut literario como novelista. La autora ya tenía experiencia en cuentos y relatos, pero quería dar un paso más, hacer una apuesta valiente y de ahí que se decidiera a publicar esta novela bajo el sello editorial de Lorenzo Silva, Playa de Ákaba.
Relojes muertos fue una de las lecturas de este verano, una época que para estar más ociosa que el resto del año, ha resultado ser menos productiva. La verdad es que me llevó bastante tiempo concluir la lectura de esta novela, a pesar de que tan solo cuenta con ciento sesenta y cinco páginas, pero todo tiene una explicación que os detallo más abajo.
¿Cómo os cuento el argumento? En un principio os diré que en esta novela nada nos viene dado por defecto. Hay que indagar y leer entrelineas, tomar distancia para una mejor perspectiva y preguntarnos sobre lo que nos estamos enfrentando. Allá vamos.
Gonzalo Márquez es un enfermo que se encuentra ingresado en un hospital psiquiátrico de Madrid. Padece esquizofrenia y junto a él habrá otros personajes: Gregorio, Herminia, Ángela,... No sabemos cuánto tiempo lleva ingresado ni por qué, quizás eso no sea necesario saberlo. Lo importante serán otras cuestiones. Los médicos han decidido darle el alta, hipotéticamente porque ya se encuentra mentalmente bien, y Gonzalo ha de regresar a su casa, un hogar solitario, y reincorporarse a su vida normal, a su trabajo en un banco, a su barrio, a sus compañeros y vecinos.
De su estancia en el hospital se ha llevado no solo la amistad de Gregorio, que aparecerá en más de una ocasión en la novela, sino también la de Ángela con la que inicia una relación llena inicialmente de ilusión y buenos propósitos. Pero, de repente, en su cabeza surge el nombre de otra mujer, Sara, una joven con la que parece que tuvo una relación antes de ser ingresado y de la que no ha vuelto a saber nada. Es como si la tierra se la hubiera tragado. Pero ahí no queda la cosa, otra imagen más le perturbará, el recuerdo de unas manos ensangrentadas. Al parecer, las suyas.
En su afán de recomponer el puzle de piezas desperdigadas que componen su mundo a la salida del hospital, sentiremos la intensidad del desconcierto, el agobio, la inquietud, las dudas y la angustia de Gonzalo, que lo zarandean, que lo vapulean sin que él pueda discernir el norte, y ese maremágnum de emociones serán transmitidas al lector. Gonzalo necesita saber qué ocurrió antes de ser ingresado en el hospital, recomponer su vida, encontrar a Sara, saber de ella. Todo es confuso. Todo aparece cubierto con un velo. Se inicia un nuevo ciclo paranoico. Creerá que todos lo observan y su relación con Ángela comenzará a ir de mal en peor.
Pero el argumento traerá más consigo. Por un lado, veremos que Gonzalo es un tipo culto, con bagaje literario y conocedor de las obras de Delibes, Neruda, Kundera,... Quizás, y como terapia a la extraña realidad que le rodea, decide iniciar la escritura de una novela, pasajes que figuran intercalados y en cursiva, y que tienen como protagonista a un hombre que mantiene conversaciones con un reloj de pared. Aquí nada es normal o sí, según los ojos que contemplan la escena. En cualquier caso, una lectura peculiar.
Leer Relojes muertos es como entrar tarde a una sala de cine y salir antes de que acabe la película. Es decir, no hay ni un pre- ni un post-, ni pasado ni siquiera casi futuro. En esta novela solo existe el presente porque esos instrumentos que marcan el paso de los segundos, los minutos y las horas, ya no funcionan. No sabremos nada de nada. Eva María nos coloca en mitad de una escena inicial sin darnos pautas de ningún tipo y ahí nos suelta para andar como equilibrista sobre el hilo conductor de esta novela que no será más que el propio hilo que divide realidad de ficción, solo que en la novela todo queda mezclado hasta no saber qué pertenece a un plano y qué a otro.
Reconozco que la lectura de esta novela corta me desconcertó por completo pero hay que pensar en Gonzalo, en el mal que le aqueja y tratar de entender, si eso es posible, la percepción que los enfermos de esquizofrenia tienen sobre el mundo que les rodea. No debe de resultar fácil adentrarse en la mente de un enfermo psiquiátrico y hacerlo en primera persona además. Probablemente todo sea caos, todo sea confusión, lo mismo que un lector puede sentir a la hora de enfrentarse a esta lectura.
Decía antes que tardé muchísimo tiempo en terminar esta novela. Quizás sea porque no estoy acostumbrada a este tipo de lecturas. Tenía que leer despacio y pararme a pensar qué era lo que estaba leyendo, qué le estaba ocurriendo a Gonzalo, porque la narración nos arrastra, nos hace dudar sobre la veracidad de los hechos y eso, en ocasiones, obliga a releer. De ahí que avanzara despacio, leyera y releyera, me tomara un descanso para digerir la lectura y retomarla días después.
Creo que Relojes muertos es una novela para un sector de lectores muy concreto, para aquellos a los que no les importa ir a la deriva por las páginas, dejándose llevar, imponiéndose la propia narración por encima del lector pero yo soy de las que le gusta controlar qué es lo que está leyendo, quién es el personaje que me habla, y probablemente por eso, por esa lucha que librado con la novela, me he sentido muy perdida.Relojes muertos es para lectores valientes, tan valientes como la autora que se pone en la piel de un esquizofrénico sin que el resultado me haya parecido descabellado. Es un tema complicado, un argumento lleno de matices, pues hay mucha locura, mucho desvarío y alucinaciones, delirio, incertidumbre, confusión.
«En el baño me fijé en mis ojos. El negro de pupilas ensanchándose. Surgieron más: grandes, pequeños, miopes, alargados. Estos ojos me observaban. ¿Dónde está la verdad?, ¿soy yo verdad? Intenté no pensar en ello, pero esas figuras parecían escrutarme. ¿Vemos realmente la imagen de lo que somos? Espejos cóncavos, convexos. Engaños de la mente, espejos que distosionan las formas. Esos ojos saben la verdad. Y están todos. Director, compañeros, vecinos, portera. Me están esperando. Y lo saben todo. ¿Enfrentar esos ojos a los míos? ¿Volver a trabajar sabiendo que ellos saben, que disimulan que yo sé que saben?». [pág. 15]
Sin lugar a dudas ha sido una lectura diferente, compleja sí, pero distinta a lo que habitualmente leo. Más allá de esa sensación de desorientación que he tenido a lo largo de toda la lectura, es justo reconocer el valor de la autora al construir una historia extraña alrededor de un personaje con una realidad muy confusa. La verdad es que me encantaría conocer la opinión de un psiquiatra al respecto del comportamiento de Gonzalo, si sus percepciones sensoriales, visuales, auditivas,... encajarían con los síntomas de un enfermo con esta patología. Desconozco si la autora se ha documentado o no pero desde luego, tiene visos de que así haya sido.
Prologada por Juan Manuel de Prada, con un predominio de la narración frente al discurso y un uso abundante de la adjetivación, el estilo de Eva María me ha parecido muy telegráfico. Los párrafos se componen de un fraseo corto que consiguen imprimir velocidad lectora pero no comprensiva. Ya digo que, en mi caso, me he tenido que parar reiteradas veces y dejar la lectura en reposo.
En definitiva, para seros sinceros yo no podría recomendar esta lectura a cualquier tipo de lector. Creo que, como he dicho antes, es más recomendable para aquellos que sean valientes y no se amilanen frente a lecturas poco convencionales. Por otra parte, y una vez que sabes en qué situación se encuentra Gonzalo, sí que es verdad que resulta muy curioso e interesante comprobar cómo funciona la mente de este personaje. Pero ya os digo, es cuestión de que queráis sumergiros en algo distinto.
Para que no os quedéis con mis impresiones, yo os invito a pasar por la web de la editorial, donde están recogidas prácticamente todas las reseñas que se han hecho sobre el libro, algunas realmente buenas y realmente positivas, que os permitirán tener otro punto de vista más allá del que yo os ofrezco aquí.
Más reseñas e información en http://www.playadeakaba.com/?q=obras/relojes-muertos
Agradezco a la autora el envío del ejemplar.
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]
Retos:
- Sumando 2015.
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