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EL DIABLO EN EL CUERPO de Soledad Galán.

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Editorial: Grijalbo.
Fecha publicación: octubre, 2015.
Nº Páginas: 270
Precio: 16,90 €
Género: Narrativa.
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 978-84-2535-330-7


Autora

Soledad Galán dirige e imparte talleres de escritura creativa desde hace catorce años. A raíz de la aparición de su primer libro, Adiós cigüeña. El placer de parir (2009), participa asimismo en congresos sobre Mujer y Maternidad, donde sus conferencias se han convertido en referente nacional. Dentro del ámbito periodístico, ha colaborado como columnista y tertuliana en diferentes medios de comunicación. 

Sinopsis


Ésta es la historia de una reina que hizo del amor su oficio, y que vivió por y para el goce. La historia de un mal de la piel que ha de ocultarse, de una pasión prohibida, de un informe que todos quieren poseer; la nómina de los amantes y las intrigas de un siglo que acaba por perderse en sus recovecos y se ve obligado a ceder ante la avalancha del tiempo, igual que los lienzos en favor de la fotografía. Lascivia y política: el final de una España, entre revoluciones de fuera que se ven venir y otras más íntimas, más intensas e insólitas, que vienen sin esperarlas.

Ésta es la historia de Isabel, que reinó sin gobernar, contada en primera persona. De la mujer contradictoria y poderosa que gustaba de almorzar escamitas resecas de hombre.

Entre el erotismo de Anais Nin y la irreverente pirotecnia verbal de Valle-Inclán, la voz narradora lleva al lector en un apasionante viaje por una obra ambiciosa, sexual y rotunda.


[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—

Reír. Eso es lo que te espera nada más abras la cubierta de El diablo en el cuerpo. Reír y reír con las ocurrencias de la reina Isabel II de España, protagonista absoluta de esta novela, la primera de Soledad Galán, con la que a mí me ha conquistado. En la entrevista que realicé a la autora hace una semana (puedes leerla aquí), le comenté que, cuando el libro cayó en mis manos, yo me esperaba una novela histórica, seria, rigurosa, exacta en los términos, llena de datos. En realidad la idea no me disgustaba porque, para mí, leer buena novela histórica es una manera de aprender del pasado pero hete ahí que abro el libro en sus primeras páginas y leo:

«No estiras la pata por pensar en la muerte. La estiras cuando, la mañana del 9 de abril de 1904, ni puedes levantarte del butacón de tu recámara porque te has quedado tiesa». [pág. 18]



Me arrancó la primera carcajada. Sentada en el sofá de casa me topé con una historia divertida y amena que me acercaba a una reina campechana, dicharachera, deslenguada,... pero sobre todo muy viva y muy mujer.

El diablo en el cuerpo narra las vivencias de la reina Isabel II de España desde prácticamente la adolescencia hasta su fallecimiento. Bueno, sería más correcto decir hasta después de su muerte pues es ella misma la que nos narra su vida en primera persona y lo hace desde un lugar curioso, el purgatorio, lugar en el que busca un rincón, más bien amplio, por aquello de la voluptuosidad de su cuerpo, donde colocar sus reales posaderas y desde allí relatarnos su vida y los acontecimientos de su reinado.

Que no, que esto no es novela histórica, que vale que estamos ante la vida de una reina, que a través de sus páginas vamos a asomarnos a las España de la época, pero lo que Soledad Galán nos ofrece va mucho más allá, un punto de vista original, divertido, zalamero, pues lo que vamos a conocer es cómo era la reina en la cama y cómo sus correrías afectaban al devenir de España. 

A Isabel la obligan a casarse con Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos-Sicilias pero su matrimonio hizo aguas por todos lados. Ella no quería ver al rey consorte ni en pintura y él a ella tampoco. No ya porque no se sintiera atraída por él -en cuestiones de enlaces reales la atracción sexual y física es lo que menos ha importado siempre y especialmente tiempo atrás-  sino porque la condición sexual de Francisco de Asís no era precisamente la que se le suponía a un rey. Divertidísimo el momento en el que la reina llama a su marido «Paquita».

«Ahora era una mujer casada, aunque no hubiera hijos. Los hijos precisan un padre que los engendre. Un hombre. No había un hombre junto a la reina. Lo que había era alguien que quería ser rey y que no podía serlo, amos, encabalgar como un rey.  
Paquita no podía. 
Paquita no iba a poder». [pág. 28]

Los cónyuges sienten asco el uno por el otro y siendo así, la idea de engendrar un príncipe heredero se antojaba complicada. ¿Qué hacer entonces? Isabel hizo lo único que podía hacer. Tenía dieciséis años, las hormonas muy revolucionadas y los ojos se le iban tras los hombres de la Corte. Con la fogosidad a flor de piel fue coleccionando amante tras amante y la lista se hizo tan larga que hasta en la Prefectura de la Policía de París había un cartapacio con información relevante de todos los amantes que habían pasado por los cuartos reales. Los asuntos de cama de Isabell II pasaron a ser Asuntos de Estado ya que al gobierno no le interesaba que la reina anduviera con unos y con otros, sin tener en cuenta la ideología política de los mismos. Pero a la reina le importaba un pimiento si sus amantes eran carlistas o isabelinos. Ella lo que único que quería era un hombre que la hiciera gozar porque «Paquito no podía. Paquito no iba a poder». [pág. 27]

Y de una relación a otra, de una correría a otra, Soledad Galán hace repaso de esa época de España pero sin que se lance a dar copiosos datos históricos llegando a aburrir al lector de pura pesadez. Mientras la reina cata a uno y otro varón, iremos descubriendo los aconteceres políticos del momento, los tumultos, las revoluciones, las conspiraciones, una zancadilla aquí y otra allá hasta acabar con la reina en el exilio parisino de la avenida Kleber.

El lector puede imaginar que, siendo este libro tan divertido, la reina tuvo una vida sin preocupaciones, siempre de jarana en jarana, pero lo cierto es que, más allá de su bravura, de que nadie la conseguía frenar y era adorada por su pueblo,
 Isabel II también pasó malos tragos. De hecho llegó a ser conocida como la Reina de los Tristes Destinos. La novela de Soledad Galán también hace parada en las desdichas de esta mujer que, como madre, sufrió al ver morir a buena parte de sus hijos. De los doce que parió tan solo sobrevivieron cinco y alguno que otro murió antes que ella. 

Hijos que fallecen, guerras carlistas, amores frustrados, revolución, una madre malmetiendo, un marido al que no cató y por el último, como digo, su exilio en París.
 La vida misma, con sus alegrías y sus penas porque ni siquiera las cabezas coronadas están exentas de padecimientos. 
  
El diablo en el cuerpo retrata perfectamente al personaje, al menos en la faceta en la que su autora nos la quiere mostrar. Llama la atención la frecuencia con la que la reina se refiere a sí misma empleando el término «hembra». Me gusta muchísimo esta palabra. Creo que describe muy bien la naturaleza de la reina pues me parece un vocablo poderoso, lleno de fuerza y coraje al igual que esta mujer, rendida a su condición femenina pero no bajo el yugo de la melosidad y la sumisión. Como ella bien dice el prólogo de la  novela: 

«Si algo he amado en esta vida ha sido la vida misma. La vida que tuve, y a quien fui en ella».  [pág. 18]

Y por supuesto, el marido, Francisco de Asís, al igual que algunos de sus amantes, como el general Francisco Serrano y Domínguez, quedan igual de bien retratados. Del primero habría que decir que Soledad Galán dibuja una caricatura maravillosa pero en la que todo parece estar documentado, incluso la peculiaridad de su miembro viril. Resulta hilarante las descripciones del marido de Isabel II, su «delicadeza» y esa costumbre de manejarse siguiendo el Manual para las señoras o el arte del tocador de Madame Celnart. Yo me lo imagino paseando por los pasillos de palacio, con el manual bajo el brazo, todo emperejilado, más derecho que el palo de una escoba y dejando un rastro de perfume a su paso. La reina solo quería que el hombre oliera a hombre. Lo demás eran afeites que a ella le sobraban.

  
Y el general Francisco Serrano, probablemente el gran amor de la reina y con quien tuvo dos etapas de amoríos. A Serrano se le vio el plumero más pronto que tarde y aun así, el corazón de la reina parece que tenía una venda en los ojos. No dejó de ser una mujer que quiso amar y ser amada, entregó su corazón y como le puede ocurrir a cualquier otra mujer de todos los tiempos, a veces el corazón entregado es traicionado.


El diablo en el cuerpo cuenta con un prólogo en el que la reina abre la historia a los lectores. Ya desde el principio vamos a encontrar una novela amena en la que todo muy cercano, muy coloquial. Tratándose de realeza aquí sobran los tratamientos y los remilgos. Isabel II es antes que reina, mujer y por ende, sus necesidades son las mismas que las de cualquier moza. No por llevar corona tiene que privarse de las apetencias de la carne. 

Al prólogo le seguirán dos bloques, divididos a su vez en secciones con sus correspondientes capítulos de breve extensión. Por el estilo en el que está narrada la historia y por el argumento en sí, la lectura adquiere velocidad suficiente como para que el lector avance casi sin darse cuenta, entretenido como estará con las ocurrencias de esta reina sin par. Pondrá fin a la novela un epílogo con el que la reina nos dice adiós. Sabremos que la echaremos de menos. 

Y algo muy característico en El diablo en el cuerpo será el vocabulario empleado. He de decir que, en ocasiones, hace falta echar mano del diccionario debido al empleo de ciertos términos de vieja usanza pero, en ningún momento este asunto supone un obstáculo en la lectura. Ocurre exactamente lo contrario. A veces, la reina bien podría pasar  por lo que comúnmente solemos llamar una verdulera y resulta realmente divertido verla soltar por su boca las barbaridades más inimaginables. 

No os miento si os digo que no he podido parar de leer. Es  tan ameno, divertido, interesante, que inevitablemente hay que rendirse ante esta reina y no lo haremos con una genuflexión por tratarse de alta dignataria sino porque su corazón ganará el nuestro desde la primera línea.

La reina se ríe de sí misma, de las escamas de su piel, de las artes amatorias de sus amantes, de un marido en el que es inútil poner esperanzas, de sus deseos,.. incluso de su voluptuosidad pues le cuesta la misma vida encontrar un sitio cómodo donde posar sus nalgas. Y junto a ella, también reiremos los lectores.

Me lo he pasado muy bien leyendo esta novela, tan fresca, zalamera y descarada. Para mí ha sido una gratísima sorpresa y es por ello que os recomiendo su lectura. Acercaos a conocer a esta reina que algún artículo ha tachado de ninfómana, un término con el que no estoy de acuerdo. Tras la lectura de la novela, considero que la reina simplemente era mujer y quiso sentirse viva.

«Ha de ser en ese lugar y en ese instante cuando entiendo que siempre tendré el diablo en el cuerpo. Y gozo». [pág. 94]



[Imágenes e ilustraciones tomadas de Google]

Retos:


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