Editorial: Duomo.
Colección: Nefelibata.
Fecha publicación: septiembre, 2015.
Nº Páginas: 464
Precio: 19,80 €
Género: Novela.
Edición: Tapa blanda con solapas
ISBN: 9788416261017
[Disponible en ebook]
Autor
J.R. Moehringer nació en Nueva York en 1964. Licenciado en Yale, empezó su carrera periodística en The New York Times y ha trabajado en Los Angeles Times, entre otros medios. Ha sido galardonado con el premio Pulitzer. Después de haber colaborado con Andre Agassi en la elaboración de Open, la autobiografía del tenista, ha publicado Sutton, sobre la vida del ladrón más extraordinario de todos los tiempos, que Duomo publicará próximamente.
Sinopsis
J.R. creció con su madre, pues su padre lo abandonó antes de que pronunciara su primera palabra. Pero J.R. sabe quién es: un pinchadiscos de Nueva York que tiene un programa de radio que él escucha con devoción, hasta el día en que su voz deja de estar en el aire y J.R. se queda sin nadie a quien escuchar. Encontrará entonces refugio en el amor de su madre y en el Dickens, el bar de la esquina, un sitio donde poetas, policías, apostadores, boxeadores y estrellas de cine tienen una historia que contar. Allí, entre todas esas voces que lo cautivan, podrá darle voz a su propio destino y forjarse una identidad.
Conmovedor y emocionante, firmado por un premio Pulitzer, El bar de las grandes esperanzas es un libro hermoso que puede leerse como una novela de aprendizaje o como una historia apasionantemente sincera y real.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
La lectura de este libro se encuadra dentro de la Lectura conjunta organizada por Laky de Libros que hay que leer. Inicialmente El bar de las grandes esperanzas de J.R. Moehringer no me llamaba mucho la atención. No obstante, había oído muy buenas opiniones del libro anterior del autor, Open, que tampoco me atrajo en su momento, por lo que al final me decanté por leer su última publicación, más animada cuando supe que Moehringer había sido galardonado con un premio Pulitzer. Eso sin duda tenía que significar algo y mis ganas por probar el estilo del autor aumentaron. Lamentablemente la lectura de El bar de las grandes esperanzas me ha dejado un sabor agridulce. Hay partes de la historia y personajes que me ha gustado muchísimo y otros, no tanto, por lo que el balance no ha resultado tan positivo como esperaba.
El bar de las grandes esperanzas es una novela autobiográfica. El término «novela» y «autobiografía» quizás no vayan muy acorde pero realmente es así como el autor confiesa haberla concebido (puedes ver la entrevista que le hicieron en Página 2 aquí). Era esta una cuestión que yo desconocía por completo en el momento en el que me embarqué en la lectura. Para mí fue una gran sorpresa averiguar que el pequeño niño protagonista de la novela era en realidad el mismo autor.
La novela arranca cuando J.R. Moehringer tiene siete años de edad y abarcará una parte de su vida entre diferentes escenarios. Cuando era pequeño, él vivía con su madre, era hijo único y jamás había visto la cara de su padre pues los abandonó a ambos antes de que el autor pronunciara una sola palabra. La madre, casi siempre sin empleo o dinero para manutención, se ve obligada a vivir con su hijo bajo el techo de sus padres y a compartir espacio en una vieja granja que se cae a pedazos y donde viven muchos familiares más, entre ellos el tío Charlie y la tía Ruth con todos sus hijos. El ambiente familiar no es muy agradable pues en la granja solo se escuchan gritos, insultos, peleas y llantos.
Para Moehringer, la ausencia de la figura paterna supone una profunda huella en su existencia hasta tal punto que él intenta buscar a alguien que lo sustituya, un referente masculino a quien imitar. Sabe que su padre es locutor de radio y pasa buena parte de su infancia pegado a un receptor buscando entre las ondas a La Voz, como él llama a su progenitor, aferrado a ese hilo sonoro que le llega desde donde no sabe muy bien dónde y con quien llega a mantener hasta conversaciones. Su padre lo decepcionará en múltiples ocasiones y se acercará a otros hombres en busca de un cobijo que le resulta necesario para ser feliz. Se fijará entonces en los hombres del Dickens (posteriormente se llamará Publicans), el bar en el que la gente es feliz y donde trabaja su tío Charlie. Cuando el resto de los niños sueñan con ir a Disneyland, Moehringer sueña con alcanzar la mayoría de edad para poder tomar una copa en el Dickens.
El Dickens o el Publicans es como un pequeño universo donde todos los problemas se resuelven. Es como un santuario, un lugar de peregrinación al que se dirigen todos para expiar sus culpas o librarse de sus problemas. Es como dice el propio autor «el refugio preferido frente a todas las tormentas de la vida» [pág. 14], un lugar donde la soledad se combate y donde siempre hay alguien con quien desahogarse.
Me gusta el concepto del Dickens (me gusta más llamarlo así que Publicans) como tabla de salvación. Considero que es un concepto creíble y con el que comulgan muchas personas. El problema está en que los hombres que rodean al niño no van a ser siempre modelos ejemplarizantes. No obstante, a pesar de vivir en un ambiente muy tenso, de no tener importantes referentes, y de pertenecer a un núcleo familiar con grandes problemas económicos, Moehringer consigue hacer hueco en la vida, con su esfuerzo y con la inestimable ayuda de su madre. Conseguirá entrar en una de las universidades más prestigiosas, empezar a trabajar en un importante periódico y labrarse un futuro. Y eso que él siempre pensó que era un perdedor.
En El bar de las grandes esperanzas veremos cómo fue la infancia del autor, sus traslados de residencia, su época estudiantil, su época universitaria y también asistiremos a su primera borrachera, su primer cigarro, su primer trabajo remunerado, su primer amor. Sidney será una mujer que entra y sale de su vida con frecuencia, que consigue descolocarlo en reiteradas ocasiones. Pero siempre estará el Dickens, ese lugar al que acudir cuando las cosas van mal y por supuesto, siempre estará la voz de Sinatra, una de sus mayores pasiones.
Los personajes de la novela, que son los mismos que los que forman parte de su vida real, influirán de un modo u otro en el pequeño J.R., al que iremos viendo hacerse mayor con el avance en la lectura. De todos ellos, el que más me ha gustado ha sido Dorothy, su madre. Por lo que percibimos a través del libro, su madre fue uno de los pilares más importante de su vida, doblemente reforzado por la ausencia de su padre, una mujer a la que el autor le debe prácticamente todo lo que es hoy. Me ha parecido maravilloso la manera en la que esta mujer, como cualquier otra madre, intenta evitarle cualquier dolor a su hijo, omitiéndole información en los casos más necesarios. A la larga, creo que Moehringer se da cuenta que, con una madre como Dorothy, la ausencia de un padre es mucho menos dramática.
Con el resto de personajes no he sentido demasiada empatía. En el caso del padre se debe a que es un personaje tan ausente en la novela como en la vida del niño. Aparece ocasionalmente y siempre consigue defraudar al pequeño. Para el lector resulta un tanto duro ver como el niño pone todas sus esperanzas en un posible reencuentro o en una unión estable que jamás se produce. Todo esto provoca bastante rechazo por nuestra parte.
Como rechazo también produce una abuelo que parece vive en su propio mundo. Es un hombre solitario, misántropo, y cascarrabias que no tenía más remedio que aguantar a toda su prole dentro de una granja que se cae a pedazos. Abandonado de sí mismo, sucio y maloliente, la relación con sus nietos es especialmente fría y desagradable y mezquina con sus hijos y su esposa a quien no le importa humillear y ningunear. Entenderéis que a este personaje se le coja bastante tirria.
Y en cuanto al tío Charlie y sus amigos, bueno, como dije antes, no tiene hombres a su alrededor que le sirvan como modelo. Sin embargo, Moehringer, desde niño, siempre tendrá mucha conexión con su tío y otros hombres del Dickens, como Colt, Bobo y Joey D. En cualquier caso, la unión entre ellos no me ha resultado atractiva.
Como dije antes, para mí el personaje estrella será Dorothy y por supuesto el propio protagonista, J.R. Moehringer, a quien he visto muy maduro en todo momento. Es muy llamativo que siendo tan niño andara siempre con preocupaciones de adulto. Lo pasaba mal viendo a su madre deslomarse en los trabajos o hacer malabares para llegar a final de mes. Su bonhomía hace de él un personaje tierno al que es fácil coger cariño.
Al principio de la reseña decía que había partes que me habían gustado especialmente. Me parece fascinante la manera en la que el autor narra sus emociones y sensaciones al saberse dentro de la universidad de Yale, aunque después esos años en Yale no fueran nada sencillos. Moehringer venía de una familia muy pobre económica e intelectualmente y allí, entre las paredes de aquel templo del conocimiento y aprendizaje aprendió las diferencias sociales que existían entre sus compañeros y él. Y de nuevo, menos mal que el Dickens siempre era una elemento equilibrador, el lugar donde el autor se sentía tan o más inteligente que el resto de los clientes.
Pero quizás una de las partes que más me ha gustado del libro es cuando J.R. narra el tiempo que pasó trabajando en una librería regentada por dos curiosos individuos. Bill y Bud son dos personajes muy secundarios pero que me han gustado muchísimo. Las enseñanzas de estos dos atípicos libreros son magníficas. Siendo grandes lectores regalan a Moehringer los mejores consejos que él podía recibir, incluso si los hubiera recibido de su padre, en caso de que hubiera sido alguien presente en su vida, o de un hermano mayor, si lo hubiera tenido. El amor de Bill y Bud por los libros me
«-Cada libro es un milagro -decía Bill-. Cada libro representa un momento en el que alguien se sentó en silencio (y ese silencio forma parte del milagro, no te engañes), e intentó contarnos a los demás una historia.
Bud podía hablar sin fin de la esperanza de los libros, de la promesa de los libros. Decía que no era casualidad que un libro se abriera igual que una puerta. Además, decía, intuyendo una de mis neurosis, los libros podían usarse para poner orden al caos.». [pág. 153-154]
¿Pero por qué este libro no me ha terminado de gustar? Inicialmente, y a pesar de que la narración rara vez es interrumpida por partes dialogadas, el ritmo era bastante bueno pero la cosa fue cambiando. Para mí El bar de las grandes esperanzas narra una historia que va de más a menos. Empezó muy bien, me resultó sumamente interesante que fuera autobiográfico pero considero que hay pasajes de su vida en los que profundiza mucho, en cuestiones que a mí particularmente no me han aportado nada. Con frecuencia la mente se fugaba de la historia y eso solo es sinónimo de que la lectura no me estaba enganchando. Poco a poco la historia me fue resultando monótona, los capítulos se sucedían unos a otros y en algunos de ellos no ocurría nada que a mí me resultara de interés. Es por todo esto por lo que digo al principio que la lectura de esta novela testimonial me ha dejado un sabor agridulce porque yo no he encontrado trama alguna y aunque su autor manifieste que ha concebido el libro como una novela, yo no lo veo así. Claro está que para gustos los colores y estoy convencida de que habrá muchos más lectores que se han sentido cautivados con esta narración.No es mi caso. De todos modos, y como viene siendo habitual en mí, no soy quien para decir si debéis o no leer este libro o cualquier otro. Creo que cada cual debe juzgar por sí mismo y para eso soy hay una manera, la lectura.
Y para terminar, os dejo la fotografía que he elegido para optar al sorteo final. Dado que J.R. Moehringer forma parte de una larga estirpe de irlandeses exiliados, he querido hacer la foto en un pub irlandés. Se trata de The Trinity, ubicado en el interior del Hotel Inglaterra en Sevilla, un lugar que huele a madera, a alcohol y a libros viejos, los que figuran en sus estanterías. Espero que os guste.
[Imágenes e ilustraciones tomadas de Google]
Retos:
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