Editorial: Anagrama.
Colección: Panorama de narrativa
Colección: Panorama de narrativa
Fecha publicación: Febrero, 1981.
Nº Páginas: 94
Precio: 11,90 €
Precio: 11,90 €
Género: Narrativa.
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 978-84-339-3006-4
Autor
Joseph Roth (1894-1939) nació en Ucrania y fue oficial del Imperio austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial, periodista (a partir de 1918) y novelista. En 1933, después del triunfo nazi, tuvo que exiliarse de Alemania, donde residía. Murió en París en 1939. Su obra es una vasta construcción de ensayos, relatos y novelas donde temas y personajes recurrentes aparecen en los más variados contextos. Está considerado, con Broch y Musil, como uno de los mayores escritores centroeuropeos de este siglo.
En esta colección se han publicado La Leyenda del Santo Bebedor, A diestra y siniestra, La noche mil dos y Confesión de un asesino.
Sinopsis
La leyenda del Santo Bebedor fue publicada por primera vez en 1939, pocos meses después de la muerte de Roth, exiliado en París, y puede ser considerada, por muchos motivos, su testamento, la parábola transparente y misteriosa que encierra la cifra de su autor, hoy redescubierto como uno de los más extraordinarios narradores del siglo. El clochar de Andresas Kartak, originario como Roth de las provincias orientales del Imperio austrohúngaro, encuentra en una noche, bajo los puentes del Sena, un enigmático desconocido que le ofrece doscientos francos. El clochard, que tiene un puntilloso sentido del honor, en principio no quiere aceptarlos, porque sabe que nunca podrá devolverlos. El desconocido le sugiere restituirlos cuando pueda, a la santa Teresita de Lisieux de la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Desde este momento, la vida del clochard es un continuo acercarse y perderse en el camino hacia la iglesia, para cumplir su imposible compromiso.
Es como si el clochard deseara una sola cosa en su vida -devolver aquel dinero- y, al mismo tiempo, no esperase sino ser desviado por innumerables absentas, por mujeres casualmente encontradas, por viejos amigos que reaparecen como comparsas fantasmales. Toda la desgarrada dispersión de la vida de Roth -y en especial de los últimos años, cuando, también en París, encontraba una suprema, última lucidez en el alcohol- se transparenta en esta imagen de un hombre ya tranquilamente ajeno a cualquier sociedad, visitado por jirones de recuerdos, generosamente disponible respecto a todo lo que le sale al paso- y, en secreto, fiel a un único y aparentemente inútil voto.
Asimismo, este texto -como señala Carlos Barral en su feliz prólogo- es un apólogo sobre la sacralidad del vino: "De cómo el vino transforma el mundo, cambia las leyes, todas, incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y agradable a los que creen en él."
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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A los lectores la vida nos va poniendo libros por el camino. Me encontraba en una librería de mi ciudad, una de esas que forman parte de una cadena y que pierden el encanto de los rincones de barrio o incluso de los tenderetes callejeros donde la literatura parece que tiene otro sabor. No obstante si acudo a esa librería en concreto es porque uno, solo uno, de sus dependientes es un grato conversador, de los que tratan a los clientes con calor, interesado por tus gustos, casi con demasiada curiosidad, cotejándolos con los suyos pero que te aconseja desde la sinceridad tal o cual lectura. Nada que ver con la asepsia y la frialdad que generalmente encuentro en esta librería o en alguna otra bajo el mismo sello, en las que, por paradójico que parezca, si pides un libro es como si le estuvieras pidiendo un préstamo.
La cuestión es que vagabundeando entre los estantes me encontré este pequeño librito de Joseph Roth. Nunca me había parado a leer nada suyo y eso que adoro las obras del que fue su gran amigo Stefan Zweig. La sinopsis, extensa y detallada, me pareció demasiado tentadora como para dejar el libro atrás y qué decir de su título.
Y comencé a leerlo apenas hace unas horas y descubrí que La leyenda del santo bebedor es casi como una comedia de enredo, un cuento en el que su protagonista, tocado por los misterios de la vida, los milagros si lo que queremos ver desde un punto de vista religioso o simplemente por la fortuna, se ve envuelto en una aventura que gira sobre sí misma en forma de bucle del que el personaje casi no puede salir.
Andreas Kartak es un vagabundo que en su día tuvo otra vida pero que, por circunstancias pasadas se ve ahora relegado a los bajos fondos, a vivir bajo los puentes que cruzan el Sena, a mendigar y a combatir el frío con papeles de periódico. La cosa es que, sin que sepamos por qué extraña alineación de los planetas, un día se tropieza con un hombre elegantemente vestido que le concede la gracia de 200 francos.¿Por qué? ¿Es una acción desinteresada o hay algo a cambio? El caballero no es más que un buen samaritano, alguien que ha sido iluminado y que ahora desea iluminar a los demás pero Andreas es un personaje conmovedor. Él no es un vagabundo cualquiera, uno de esos maleantes que siempre andan al acecho de lo ajeno y que tienen como propósito aprovecharse del contrario. No. Andreas es un vagabundo con honor y criterio, que cuestiona los golpes de suerte con los que la vida le sorprende y no acepta nada sin algo a cambio. Por eso se plantea un objetivo concreto: realizar una acción en un lugar y a una hora determinada. Si lo consigue o no lo iremos viendo a lo largo de las apenas cien páginas con las que cuenta esta joya.
Lamentablemente, y aunque en su ánimo está el corresponder, Andreas es un personaje débil de carácter, que se deja llevar, no solo por los hombres y mujeres que van surgiendo en su camino hacia el objetivo, sino también por la cálida atmósfera de un bistro o por la sensualidad bucal de un buen vino. A pesar de que se enreda una y otra vez en una espiral de la que parece que no va a salir, el lector tenderá una mano amiga a Andreas, lo entenderá y sentirá hasta cierta compasión por los obstáculos que encuentra antes de culminar su meta.
Uno de los mensajes que más me gustan de este libro tiene que ver con el valor que le damos al dinero. El que no lo posee puede vivir sin él pero en el momento en que Andreas siente un franco en su bolsillo, la perspectiva cambia. No duele aquello que no se tiene sino lo que se ha perdido.
La leyenda del santo bebedor o Die Legende vom heiligen Trinker, título original de la pieza, posee una prosa que a mí me ha parecido sencilla pero no por ello menos hermosa. Resultó ser el último libro que Roth publicó en vida y cuenta con un fabuloso prólogo de Carlos Barral en esta edición, una compilación de observaciones relativas a la obra de Roth, salpicadas por experiencias propias inspiradas por el dios Baco o bien reflexiones sobre la noble liturgia del vino que resultan tan divertidas, que no se bien si el libro me ha gustado tanto por el prólogo o el prólogo tanto por el libro.
Lo que viene a ser lo mismo que la intolerancia de los que somos ex fumadores.
En quince capítulos de corta extensión, Roth nos contará los avatares de Andreas, una historia que se nos hará sumamente corta y no solo por la longitud del texto sino por el desarrollo de los hechos en si. Pero, un libro como este, con esta temática bien merece un apunte sobre la vida del autor. La leyenda del santo bebedor nos podrá parecer una obra cómica, escrita en un momento en el que la risa lo predomina todo pero hay un enorme problema de fondo que llevó a Joseph Roth a una situación delicada de salud, tan delicada como que acabó con su vida.
Joseph Roth tuvo un severo problema de alcoholismo. Por mirarle el lado positivo al asunto, al menos le valió para construir un personaje totalmente verosímil que se deja enredar constantemente siempre ante la tentación de una gota de alcohol. Podemos apreciar ciertos paralelismos entre el autor y el protagonista. Ambos son exiliados que terminan por recalar en París y a ambos le perdía una buena copa de vino. Prueba de ello nos la de Herman Kesten en el epílogo de este libro, en el que nos narra la última vez que vio al autor con vida. No podía ser en otro lugar más que en un café, sumergido en una consunción de absenta tras otra.
No deja de ser curioso que me haya acercado al autor austrohúngaro por el final, es decir, con sus últimas palabras escritas. Un final que sin duda me anima a acercarme a su principio.
Desde aquí os recomiendo muchísimo la lectura de este libro que insisto, si bien tiene un base humorística, hay mucho más entre bambalinas.
La cuestión es que vagabundeando entre los estantes me encontré este pequeño librito de Joseph Roth. Nunca me había parado a leer nada suyo y eso que adoro las obras del que fue su gran amigo Stefan Zweig. La sinopsis, extensa y detallada, me pareció demasiado tentadora como para dejar el libro atrás y qué decir de su título.
Y comencé a leerlo apenas hace unas horas y descubrí que La leyenda del santo bebedor es casi como una comedia de enredo, un cuento en el que su protagonista, tocado por los misterios de la vida, los milagros si lo que queremos ver desde un punto de vista religioso o simplemente por la fortuna, se ve envuelto en una aventura que gira sobre sí misma en forma de bucle del que el personaje casi no puede salir.
Andreas Kartak es un vagabundo que en su día tuvo otra vida pero que, por circunstancias pasadas se ve ahora relegado a los bajos fondos, a vivir bajo los puentes que cruzan el Sena, a mendigar y a combatir el frío con papeles de periódico. La cosa es que, sin que sepamos por qué extraña alineación de los planetas, un día se tropieza con un hombre elegantemente vestido que le concede la gracia de 200 francos.¿Por qué? ¿Es una acción desinteresada o hay algo a cambio? El caballero no es más que un buen samaritano, alguien que ha sido iluminado y que ahora desea iluminar a los demás pero Andreas es un personaje conmovedor. Él no es un vagabundo cualquiera, uno de esos maleantes que siempre andan al acecho de lo ajeno y que tienen como propósito aprovecharse del contrario. No. Andreas es un vagabundo con honor y criterio, que cuestiona los golpes de suerte con los que la vida le sorprende y no acepta nada sin algo a cambio. Por eso se plantea un objetivo concreto: realizar una acción en un lugar y a una hora determinada. Si lo consigue o no lo iremos viendo a lo largo de las apenas cien páginas con las que cuenta esta joya.
Lamentablemente, y aunque en su ánimo está el corresponder, Andreas es un personaje débil de carácter, que se deja llevar, no solo por los hombres y mujeres que van surgiendo en su camino hacia el objetivo, sino también por la cálida atmósfera de un bistro o por la sensualidad bucal de un buen vino. A pesar de que se enreda una y otra vez en una espiral de la que parece que no va a salir, el lector tenderá una mano amiga a Andreas, lo entenderá y sentirá hasta cierta compasión por los obstáculos que encuentra antes de culminar su meta.
Uno de los mensajes que más me gustan de este libro tiene que ver con el valor que le damos al dinero. El que no lo posee puede vivir sin él pero en el momento en que Andreas siente un franco en su bolsillo, la perspectiva cambia. No duele aquello que no se tiene sino lo que se ha perdido.
La leyenda del santo bebedor o Die Legende vom heiligen Trinker, título original de la pieza, posee una prosa que a mí me ha parecido sencilla pero no por ello menos hermosa. Resultó ser el último libro que Roth publicó en vida y cuenta con un fabuloso prólogo de Carlos Barral en esta edición, una compilación de observaciones relativas a la obra de Roth, salpicadas por experiencias propias inspiradas por el dios Baco o bien reflexiones sobre la noble liturgia del vino que resultan tan divertidas, que no se bien si el libro me ha gustado tanto por el prólogo o el prólogo tanto por el libro.
«Los apóstoles del antialcoholismo no son analcohólicos de nación, sino siniestros conversos. Cinicos frustrados que vociferan que el mundo sin alcohol es más hermoso, la bondad más fácil de prácticar, la letra más fácil de entender, la belleza y la verdad más asequibles». [pág. 11]
Lo que viene a ser lo mismo que la intolerancia de los que somos ex fumadores.
En quince capítulos de corta extensión, Roth nos contará los avatares de Andreas, una historia que se nos hará sumamente corta y no solo por la longitud del texto sino por el desarrollo de los hechos en si. Pero, un libro como este, con esta temática bien merece un apunte sobre la vida del autor. La leyenda del santo bebedor nos podrá parecer una obra cómica, escrita en un momento en el que la risa lo predomina todo pero hay un enorme problema de fondo que llevó a Joseph Roth a una situación delicada de salud, tan delicada como que acabó con su vida.
Joseph Roth tuvo un severo problema de alcoholismo. Por mirarle el lado positivo al asunto, al menos le valió para construir un personaje totalmente verosímil que se deja enredar constantemente siempre ante la tentación de una gota de alcohol. Podemos apreciar ciertos paralelismos entre el autor y el protagonista. Ambos son exiliados que terminan por recalar en París y a ambos le perdía una buena copa de vino. Prueba de ello nos la de Herman Kesten en el epílogo de este libro, en el que nos narra la última vez que vio al autor con vida. No podía ser en otro lugar más que en un café, sumergido en una consunción de absenta tras otra.
No deja de ser curioso que me haya acercado al autor austrohúngaro por el final, es decir, con sus últimas palabras escritas. Un final que sin duda me anima a acercarme a su principio.
Desde aquí os recomiendo muchísimo la lectura de este libro que insisto, si bien tiene un base humorística, hay mucho más entre bambalinas.