Autores
Isaac Rosa (1974) es un escritor sevillano residente en Madrid. Es colaborador habitual de El Diario.es y La Marea. Ha publicado las novelas La Malamemoria, El vano ayer (Premio Rómulo Gallegos 2005), Otra maldita novela sobre la Guerra Civil, El país del miedo (Premio Fundación José Manuel Lara 2006), La mano invisible y La habitación oscura. Varias de sus novelas han sido traducidas en otros países y adaptadas al cine. Es además autor de dos libros de relatos, Compro oro y El puto jefe. Esta obra es su primera incursión como guionista de novela gráfica.
Cristina Bueno nació en 1983 en Barcelona. Estudio Diseño gráfico en La Escola Joso. Publicó su primer cómic Sostres (Glenat) gracias a una beca. También ha publicado los cómics Ausencias (Astiberri), con guión de Ramón Rodríguez, y Las abuelas dan el golpe (Planeta) con guión de Raquel Franco.
Una ruptura familiar, un cambio de casa, la adolescencia. Tres situaciones difíciles, y a Alicia le ha tocado vivir todas a la vez. Pero además hay algo extraño en su nueva vivienda: vecinos hostiles, un diario secreto y una visita inesperada.
Alicia emprende una investigación que nos acercará a la tragedia de miles de familias que han perdido su casa. Pero también a la lucha de quienes llevan años resistiendo contra los desahucios.
Aquí vivió es la primera novela gráfica de Isaac Rosa, ilustrada por Cristina Bueno.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Al ser humano le pueden ocurrir muchas desgracias en la vida. Algunas, como una enfermedad o un accidente, están lejos del control del hombre. No obstante, hay otras situaciones, terribles también, que tienen en un origen sistemático o social creado por nosotros mismos.
La crisis nos ha cubierto de miserias. Ha generado un efecto en cadena como esos juegos en los que la caída de una ficha de dominó precipita al vacío a la siguiente. Como consecuencia, muchas familias de este país, han perdido sus trabajos y por ende sus casas. De un tema tan delicado y tan espantoso como los desahucios nos habla Isaac Rosa (guión) y Cristina Bueno (dibujos) en esta novela gráfica titulada Aquí vivió. Historia de un desahucio.
El autor Isaac Rosa nos visitó en los últimos días de la Feria del Libro de Sevilla y con él mantuvimos una interesante charla que nos acercó a esta problemática. Esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Isaac has escrito diversos libros pero debutas en la novela gráfica con este género. Me gustaría saber porqué este género para este tema.
Isaac R.- Bueno, aparte de ser aficionado al cómic, y diría que hasta dibujante frustrado porque me hubiera gustado ser dibujante de cómic antes que novelista, pues esa era mi vocación en la adolescencia, he querido hacer algo lo más parecido a un cómic, a lo que realmente siempre me ha gustado. Pero más allá de eso, este libro sale de una propuesta editorial, de Nube de Tinta, que decide abrir una colección nueva de cómics, de novelas gráficas, con una mirada social y me proponen participar en el primer libro. Por entonces, yo andaba detrás de una historia, buscando cómo contar una historia sobre los desahucios, algo de lo que ya había escrito, pero no acababa de verlo como una novela y entonces me surgió la oportunidad de hacerlo con un cómic y aprovechar así los recursos que este género ofrece.
M.G.- Hablas de cómic y otras veces de novela gráfica. Algunos autores distinguen entre una cosa y otra. ¿Tú qué piensas?
I.R.- A mí gusta el término cómic, e incluso hasta tebeo, que es el término que yo usaba. Creo que novela gráfica es una idea editorial que pretende llevar el cómic a un público lector adulto que había dejado de leer el género. Se podría decir que la novela gráfica es el cómic para los adultos pero en realidad a mí me da lo mismo llamarlo de una manera u otra. Si existe una raya que divide una cosa de la otra, no sé dónde está.
M.G.- Te lo pregunto porque el cómic, tal y como lo hemos concebido siempre, está más relacionado con una temática humorística. En Aquí vivió no hay humor de ningún tipo.
I.R.- Sí, se supone que sí. Por eso te digo que la novela gráfica está más encaminada al público adulto porque además te cuenta otro tipo de historias, que terminan en sí mismas, pero más allá de eso no te sé decir. En cualquier caso, las novelas gráficas no suelen abarcar un tema social. Más bien suelen tener un componente más autobiográfico, la propia historia del autor o del dibujante como protagonista y su propia creación como parte de la historia.
M.G.- ¿Y cómo nace la idea de este libro? Me refiero a que si la idea surge porque te haces eco de toda esa información que vemos en los medios de comunicación o por el contrario tienes alguna experiencia cercana.
I.R.- Hasta hace poco pensaba que era yo el que se ha ido acercando a los desahucios pero en realidad me doy cuenta de que son los desahucios los que se han ido acercando a mí. Yo siempre he visto los desahucios con mucho interés pero de lejos, hasta que empezaron a suceder en mi barrio, justo enfrente del colegio de mis hijos. Y me refiero a desahucios visibles y ruidosos porque hay otros tantos de los que no tenemos noticias pero en estos que te digo había activistas intentando pararlos. De hecho a una vecina, una amiga de mi barrio, la detuvo la policía por intentar frenar un desahucio. Ha estado pendiente mucho tiempo de juicio y le pedían tres años de cárcel por resistencia a la autoridad. Así que sí, los desahucios vinieron a mí, a mi calle y empecé a interesarme cada vez más por el tema, comencé a hablar con afectados y activistas y entonces me di cuenta de que, frente a la creencia que yo tenía, que además creo que es compartida por todos, los desahucios no es un problema solo de los afectados, de una minoría, sino que es un problema mío, y tuyo, y de toda la sociedad.
M.G.- En esta novela abordas un nuevo inicio de la protagonista, Alicia, que se muda con su madre a una casa que adquiere a un banco porque procede de un desahucio. Aquí aúnas varios temas complicados. Por un lado Alicia es una adolescente, una época muy conflictiva, viene de una familia rota porque sus padres se han separado, y encima abarcas toda la problemática de la crisis. Haces un reflejo muy amplio de una parte de la sociedad.
I.R.- Si, por un lado creo que los desahucios funcionan como un observatorio desde el que ver la crisis y lo que está pasando. Si tú coges cualquier desahucio de los que ha habido y le pones la lupa y lo miras de cerca, ves la crisis, la política de vivienda, el sistema financiero, el activismo social, las desigualdades, el empobrecimiento, el paro... Contar un desahucio no solo te permite contar ese problema sino contar también la onda expansiva del desahucio que va mucho más allá.
Por otro lado también quería contar la historia de Alicia. Quería que fuera alguien ajeno a los desahucios, que apenas tiene información, que ve los desahucios de lejos, como los vemos la mayoría, y que no fuera directamente afectada pero que fuera llegando poco a poco a ellos. Además quería que fuera adolescente porque su mirada aporta un componente de cierta ingenuidad pero también una capacidad de sorprenderse e indignarse, algo que como sociedad hemos perdido. A Alicia no le ocurre eso. Alicia tiene capacidad de sorprenderse, de indignarse, de escandalizarse y de reaccionar como me pasa con otros lectores adolescentes. Mira, he estado visitando institutos y me he encontrado con jóvenes que me han hecho preguntas que nosotros, los adultos, ya no nos hacemos porque nos hemos insensibilizado o hemos perdido esa capacidad de sorpresa y de indignación.
Pero además había otra razón más. Alicia, al ser alguien que no solo es adolescente sino que está viviendo también un momento de su vida complicado, de alguna manera se siente desahuciada de la vida que tenía, que ella quería. El ver como ella también se ha sentido expulsada y está buscando ese lugar en el mundo me servía para que hiciera un poco como de eco de las vivencias de los desahuciados. Si ella está mal porque se ha mudado de casa, ¿cómo estarán todos esos que la han perdido?
M.G.- Me resulta curioso que hayas elegido a una adolescente como protagonista de esta novela. He pensado que quizá tu elección también se deba a una intención de concienciar a los adolescentes y que abran los ojos en unas edades en las que están pensando en otras cosas.
I.R.- Totalmente porque, aparte de todo lo que te he dicho, hay una intención de llegar a los lectores más jóvenes. Queríamos que fuera un libro de público amplio y que lo pudieran leer los adolescentes. Este es el primer libro que he escrito y que lo puede leer mi hija mayor que tiene doce años. Lo ha leído y ha hecho su propia lectura, al igual que mi madre, por ejemplo. Cada lector tendrá su nivel de lectura, jóvenes o adultos.
Ayer estuvimos en un instituto en Sevilla, hemos hablado con estudiantes, con profesores pero no solo de los desahucios sino también de derechos sociales. La experiencia ha sido muy buena por lo que te decía antes, ellos todavía se sorprenden y se preguntan cómo es posible que ocurran estas cosas. Es más, incluso me han llegado a preguntar que qué pasa con los padres de Alicia, si al final se separan definitivamente o se vuelven a juntar. Los lectores adultos no te preguntan eso jamás.
M.G.- Es verdad. A mí no se me ha ocurrido pensar en los padres.
I.R.- Es que no se nos ocurre. Y por supuesto, el hecho de que la protagonista sea adolescente seguramente favorece esa conexión.
M.G.- Fíjate que también es curioso que cuando Alicia y su madre se mudan a este piso que adquieren a través del banco el vecindario los mira muy mal. Claro, estamos acostumbrados a que exista mucha especulación y que exista gente que hace negocio de las desgracias de los demás pero, por otro lado, hay familias que si no es a través de este tipo de compra no podrían adquirir jamás una vivienda. Todo depende del punto de vista.
I.R.- Claro, y yo precisamente lo que quería es situar al lector en ese dilema. Si simplemente contara la historia desde el punto de vista de una familia desahuciada sería como ponérselo fácil al lector. Se pondría claramente de parte de la familia, sería solidario con su sufrimiento y punto. Pero si lo miramos desde el punto de vista de una familia que llega a una casa de desahuciados y es una familia que también tiene problemas económicos, enfrentas al lector a esa pregunta. ¿Qué haría yo en su lugar? ¿Esto es aceptable o no? Es un dilema que me he encontrado. Mi madre se tuvo que cambiar de casa y quiso adquirir una vivienda. Extrañamente le ofrecieron un piso muy barato y se enteró de que era un piso de desahucio que el banco había puesto a la venta. Tuvo una discusión consigo misma y al final optó por no comprar la vivienda. El dilema está ahí para que el lector lo valore. Los desahucios tienen responsables políticos pero también una gama muy amplia de responsabilidades intermedias, de formas de colaborar que también hay que tenerlas en cuenta.
M.G.- Me ha llamado mucho la atención que algunas familias que aparecen en tu novela y que son desahuciadas vuelven a sus casas a hurtadillas. ¿Esto ocurre realmente así?
I.R.- He conocido familias a las que han echado de sus casas y luego han vuelto, entre otras razones porque la casa se queda vacía, algo que ocurre en la mayoría de los desahucios. El banco sigue acumulando pisos vacíos con los que luego hace paquetes y los venden a fondos de inversión y hay familias que van desencadenando desahucio tras desahucio. He conocido algún caso en que los desahuciaron por una ejecución hipotecaria y perdieron su casa, luego los fueron desahuciando de casas de alquiler porque tampoco podían pagarlas. Al final ocuparon pisos vacíos de un banco, los echaron, volvieron otra vez y así continuamente. Es que no pueden quedarse en la calle. El lema que utilizan las plataformas de afectados «Gente sin casas y casas sin gentes» es totalmente real. Lo triste es que hay mucha gente sin casas cuando hay un montón de casas sin gente.
M.G.- Y otra cuestión totalmente incongruente es que estas personas que han perdido su casa tienen que seguir pagando, no pierden la deuda. El sistema no tiene lógica ninguna.
I.R.- Pues sí. En años anteriores, cuando la gente se metía en una hipoteca, lo hacía de acuerdo a las posibilidades que había entonces, porque eso que han intentado vendernos de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades es mentira. La gente vivía de acuerdo a las posibilidades que tenía en ese momento. Tenías un trabajo, con su sueldo aceptable, el banco te ofrecía unas condiciones razonables y tú te metías a comprarte un piso.
Luego, también ocurría que nos hemos fiado mucho, hemos pensado que no iba a pasar nada porque había un notario de por medio que se suponía que era de fiar, el que revisaba que en el contrato no tuviera clausulas abusivas, que no hubiera malas prácticas. Confiamos también en que había un regulador bancario, alguien que controlaba a los bancos. Hemos confiado en el sistema y a la vuelta de unos años hemos comprobado que hicimos mal fiándonos, que la ley hipotecaria estaba hecha a favor del banco, que al banco se le daba todo tipo de facilidades y nos hemos dado cuenta de lo fácil que es desahuciar. El banco a partir de la tercera letra sin pagar, puede ejecutar la hipoteca, quedarse con el piso en subasta por el cincuenta o el sesenta por ciento de su precio y encima tú te quedas con la deuda pero al precio al que se referenció el piso en su día, no el actual. Te quedas con una deuda desproporcionada totalmente. Todo esto ha ocurrido porque unos han cumplido su parte y otros no. Todos llegamos a los desahucios con prejuicios. Pensamos que si han perdido su casa es porque se metieron en una vivienda excesivamente cara para lo que ganaban o por otros motivos. La realidad no es así. Los hipotecados han cumplido. La mayoría ha pagado su hipoteca hasta el último momento, religiosamente y quitándose de todo antes, incluso de comer. Lo habitual en España cuando la gente está mal económicamente es quitarse de todo menos de dejar de pagar la hipoteca y al final, han terminado perdiendo la casa. Pero quienes no han cumplido son los otros, los que tenían que haber regulado y supervisado las hipotecas. Al final todo es escandaloso y como te digo, lo que más me chocó de todo esto cuando me metí a profundizar en el tema es la ligereza con la que se desahucia.
M.G.- ¿Has conocido algún caso peculiar?
I.R.- Conocí a una familia a la que desahuciaron por un error administrativo. La policía judicial se presentó, la familia no estaba en casa, dieron orden al cerrajero de que cambiara la cerradura y cuando entraron, vieron que en la casa seguían estando todas las pertenencias de la familia. Pensaron que se habían marchado a la ligera, dejándolo todo atrás y le dijeron al cerrajero que se llevara todo lo que quisiera. Claro el hombre se llevó la tele, el microondas,.. todo lo que pudo. Cuando la familia volvió, no solo se dio cuenta de que le habían cambiado la cerradura sino que, cuando pudieron entrar porque aquello había sido un error, comprobaron que también los habían desvalijado. Al final todo se arregló, el cerrajero les devolvió sus cosas pero casos así te hacen pensar lo fácil que es entrar en tu casa, que se supone que es lo más sagrado, y dejarte sin nada. Es escandaloso
M.G.- ¡Qué fuerte!
En la novela aparecen asociaciones, activistas, plataformas,... Entiendo que todas estas asociaciones están formadas por personas que han vivido desahucios pero me gustaría saber si la ciudadanía que no ha perdido su casa se involucra.
I.R.- Sí. De hecho las plataformas tienen su origen en los activistas más que en los afectados, entre otras cosas, porque los propios afectados, en un primer momento, no estaban en condiciones de montar una plataforma. Fue necesario un primer impulso de gente que venía de otros movimientos. Los primeros años de la crisis hubo un movimiento que defendía el derecho a la vivienda que luego llegaron al 15-M. Después se pasaron a la lucha contra los desahucios, comenzaron a militar en este tema y son los que organizaron estas plataformas.
Cuando tú vas a sus asambleas, te encuentras con afectados que se han quedado como activistas pero también hay activistas que no han tenido una hipoteca nunca, ni jamás los han echado de sus casas pero que están ahí trabajando también y echando una mano porque han asumido algo que se termina por entender con solo acercarte a ello. Insisto que los desahucios no son solo un problema de las familias afectadas sino un problema de la sociedad y por lo tanto no es un fracaso de una familia sino de la propia sociedad.
M.G.- La novela es un reflejo de la realidad pero tú también introduces un componente toque fantástico. ¿Por qué?
I.R.- Por un lado porque tiene que ver con la propia adolescente que está en un momento de su vida complicado y que vive también con esas dos realidades que ella cuenta en libro, la vida que tiene y la vida que quería. Pero también el elemento fantástico tiene que ver con la casa como territorio, la casa como lugar de fantasmas, donde queda huella de los que vivieron antes allí. Incluso un edificio de nueva construcción también se construye sobre un terreno en el que antes había algo. Me gustaba esa idea de la casa como mucho más que un espacio físico, un espacio con paredes y techo. Quería mostrar la casa como un espacio de memoria emocional, sentimental en el que, como digo hay fantasmas, en este caso el de los desahuciados. Y además quería ir más allá, quería jugar con el componente fantasmal de los desahuciados, socialmente me refiero, esos desahuciados son invisibles y se convierten en fantasmas, esos desahuciados que los vemos el día que son expulsados de sus casas y se convierten en fantasmas porque ya no volvemos a saber más nada de ellos.
M.G.- La parte de la ilustración de libro le corresponde a Cristina Bueno. Creo que es la primera vez que trabajáis juntos. ¿Cómo os habéis organizado?
I.R.- Pues Cristina se incorporó al libro cuando el proyecto estaba ya madurado entre la editorial y yo. Le di un guion técnico, viñeta por viñeta, a partir del cual ella tuvo toda la libertad para reinterpretarlo y aportar su propia mirada como narradora y luego fuimos trabajando en equipo. A mí me ha gustado mucho la experiencia porque uno cuando escribe novela, escribe solo, toma sus decisiones y se equivoca solo. Sin embargo, este libro es un trabajo en equipo, no solo a cuatro manos, sino a seis u ocho porque lo hemos hecho junto con la editora, el diseñador... Las decisiones se han tomado entre todos y si nos tenemos que equivocar nos equivocaremos todos. A mí, después de tantos años escribiendo novela en soledad, me ha gustado mucho trabajar en equipo. La experiencia ha sido muy buena, nos hemos entendido muy bien. No sé si hemos creado una pareja artística para futuros libros pero la verdad he disfrutado mucho.
M.G.- Y la elección de los tonos, de los colores... ¿También lo habéis hablado o ha sido decisión de Cristina?
I.R.- Esto también ha sido una decisión de equipo. Queríamos que el libro fuera muy luminoso, o más que luminoso, queríamos que no fuera oscuro tratándose del tema de los desahucios, con viñetas en blanco y negro, muy dramático todo. Queríamos todo lo contrario, un tipo de dibujo más amable pero también más luminoso por romper con lo previsible. Por otra parte también queríamos mostrar el lado más luminoso de los desahucios y no quedarnos solo en el drama sino mostrar también la lucha, como el reverso esperanzador de la misma moneda.
M.G.- Si los políticos no hacen nada. Si los bancos no hacen nada. ¿Qué se puede hacer? Hubo una noticia que a mí me llamó mucho la atención con aquellos bomberos que se negaron a ejecutar un desahucio.
I.R.- Lo que hizo ese bombero, lo que ha hecho algún cerrajero o algún policía municipal es desobedecer y lo que llevan haciendo todo el tiempo este tipo de plataformas de afectados es desobedecer, poner en práctica una desobediencia civil ante una decisión injusta, algo que está en la tradición de la democracia. En definitiva no es más que plantarte en un portal y evitar que se ejecute un desahucio, ofrecer resistencia pacífica a la policía, entrar en una sucursal bancaria para conseguir una dación en pago u ocupar el piso de un banco,... Todo eso es desobedecer. Creo que lo que han estado haciendo las plataformas es esto mismo, la desobediencia civil legítima, algo a lo que en España no estamos acostumbrados.
Siempre me sorprende comprobar que en otros países, los desobedientes terminan por convertirse en los héroes de la democracia. En España no, aquí se criminaliza a los desobedientes. El camino está por ahí, en desobedecer pacientemente y en presionar a las autoridades para que se produzcan cambios legislativos y para que asuman su responsabilidad.
M.G.- Libros como este también invita a los que no sabemos mucho de tema, a saber más, a involucrarnos más. El libro está dedicado a las plataformas con las que te has estado moviendo. Supongo que te estarán muy agradecidos.
I.R.- Claro. Pero el libro es una forma de agradecer lo que hemos aprendido de las plataformas y dar a conocer esa lucha. Es una forma de invitar a los lectores para que se acerquen a una plataforma. Pensamos que no tenemos nada que hacer en una asamblea de afectados por los desahucios porque no tenemos ese problema pero no es así. Se aprende mucho y por lo tanto este libro es una invitación abierta. Por otra parte, queremos que sea una aportación modesta a la construcción de la memoria de estos años para que, cuando pase un tiempo y los desahucios ya no se produzcan, recordemos lo que ha pasado en este país.
M.G.- Isaac pues espero que este libro remueva muchas consciencias y consigamos realmente encontrar una solución porque las cifras son escandalosas.
I.R.- Tenemos esa intención pero yo también tengo muy claro que este libro no para ningún desahucio. Quien para un desahucio son los activistas y lo que hay que hacer es echar una mano.
M.G.- Que así sea. Muchas gracias Isaac.
I.R.- A vosotros.
Y hasta aquí la entrevista a Isaac Rosa. ¿Qué os parece lo que nos ha contado? A mí me dejó muy tocada esta conversación y me di cuenta de muchas cosas de las que hasta ahora no había sido consciente.
A finales de semana os hablaré con detalle del libro. Es para tenerlo muy en cuenta.
Pero además había otra razón más. Alicia, al ser alguien que no solo es adolescente sino que está viviendo también un momento de su vida complicado, de alguna manera se siente desahuciada de la vida que tenía, que ella quería. El ver como ella también se ha sentido expulsada y está buscando ese lugar en el mundo me servía para que hiciera un poco como de eco de las vivencias de los desahuciados. Si ella está mal porque se ha mudado de casa, ¿cómo estarán todos esos que la han perdido?
M.G.- Me resulta curioso que hayas elegido a una adolescente como protagonista de esta novela. He pensado que quizá tu elección también se deba a una intención de concienciar a los adolescentes y que abran los ojos en unas edades en las que están pensando en otras cosas.
I.R.- Totalmente porque, aparte de todo lo que te he dicho, hay una intención de llegar a los lectores más jóvenes. Queríamos que fuera un libro de público amplio y que lo pudieran leer los adolescentes. Este es el primer libro que he escrito y que lo puede leer mi hija mayor que tiene doce años. Lo ha leído y ha hecho su propia lectura, al igual que mi madre, por ejemplo. Cada lector tendrá su nivel de lectura, jóvenes o adultos.
Ayer estuvimos en un instituto en Sevilla, hemos hablado con estudiantes, con profesores pero no solo de los desahucios sino también de derechos sociales. La experiencia ha sido muy buena por lo que te decía antes, ellos todavía se sorprenden y se preguntan cómo es posible que ocurran estas cosas. Es más, incluso me han llegado a preguntar que qué pasa con los padres de Alicia, si al final se separan definitivamente o se vuelven a juntar. Los lectores adultos no te preguntan eso jamás.
M.G.- Es verdad. A mí no se me ha ocurrido pensar en los padres.
I.R.- Es que no se nos ocurre. Y por supuesto, el hecho de que la protagonista sea adolescente seguramente favorece esa conexión.
M.G.- Fíjate que también es curioso que cuando Alicia y su madre se mudan a este piso que adquieren a través del banco el vecindario los mira muy mal. Claro, estamos acostumbrados a que exista mucha especulación y que exista gente que hace negocio de las desgracias de los demás pero, por otro lado, hay familias que si no es a través de este tipo de compra no podrían adquirir jamás una vivienda. Todo depende del punto de vista.
I.R.- Claro, y yo precisamente lo que quería es situar al lector en ese dilema. Si simplemente contara la historia desde el punto de vista de una familia desahuciada sería como ponérselo fácil al lector. Se pondría claramente de parte de la familia, sería solidario con su sufrimiento y punto. Pero si lo miramos desde el punto de vista de una familia que llega a una casa de desahuciados y es una familia que también tiene problemas económicos, enfrentas al lector a esa pregunta. ¿Qué haría yo en su lugar? ¿Esto es aceptable o no? Es un dilema que me he encontrado. Mi madre se tuvo que cambiar de casa y quiso adquirir una vivienda. Extrañamente le ofrecieron un piso muy barato y se enteró de que era un piso de desahucio que el banco había puesto a la venta. Tuvo una discusión consigo misma y al final optó por no comprar la vivienda. El dilema está ahí para que el lector lo valore. Los desahucios tienen responsables políticos pero también una gama muy amplia de responsabilidades intermedias, de formas de colaborar que también hay que tenerlas en cuenta.
M.G.- Me ha llamado mucho la atención que algunas familias que aparecen en tu novela y que son desahuciadas vuelven a sus casas a hurtadillas. ¿Esto ocurre realmente así?
I.R.- He conocido familias a las que han echado de sus casas y luego han vuelto, entre otras razones porque la casa se queda vacía, algo que ocurre en la mayoría de los desahucios. El banco sigue acumulando pisos vacíos con los que luego hace paquetes y los venden a fondos de inversión y hay familias que van desencadenando desahucio tras desahucio. He conocido algún caso en que los desahuciaron por una ejecución hipotecaria y perdieron su casa, luego los fueron desahuciando de casas de alquiler porque tampoco podían pagarlas. Al final ocuparon pisos vacíos de un banco, los echaron, volvieron otra vez y así continuamente. Es que no pueden quedarse en la calle. El lema que utilizan las plataformas de afectados «Gente sin casas y casas sin gentes» es totalmente real. Lo triste es que hay mucha gente sin casas cuando hay un montón de casas sin gente.
M.G.- Y otra cuestión totalmente incongruente es que estas personas que han perdido su casa tienen que seguir pagando, no pierden la deuda. El sistema no tiene lógica ninguna.
I.R.- Pues sí. En años anteriores, cuando la gente se metía en una hipoteca, lo hacía de acuerdo a las posibilidades que había entonces, porque eso que han intentado vendernos de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades es mentira. La gente vivía de acuerdo a las posibilidades que tenía en ese momento. Tenías un trabajo, con su sueldo aceptable, el banco te ofrecía unas condiciones razonables y tú te metías a comprarte un piso.
Luego, también ocurría que nos hemos fiado mucho, hemos pensado que no iba a pasar nada porque había un notario de por medio que se suponía que era de fiar, el que revisaba que en el contrato no tuviera clausulas abusivas, que no hubiera malas prácticas. Confiamos también en que había un regulador bancario, alguien que controlaba a los bancos. Hemos confiado en el sistema y a la vuelta de unos años hemos comprobado que hicimos mal fiándonos, que la ley hipotecaria estaba hecha a favor del banco, que al banco se le daba todo tipo de facilidades y nos hemos dado cuenta de lo fácil que es desahuciar. El banco a partir de la tercera letra sin pagar, puede ejecutar la hipoteca, quedarse con el piso en subasta por el cincuenta o el sesenta por ciento de su precio y encima tú te quedas con la deuda pero al precio al que se referenció el piso en su día, no el actual. Te quedas con una deuda desproporcionada totalmente. Todo esto ha ocurrido porque unos han cumplido su parte y otros no. Todos llegamos a los desahucios con prejuicios. Pensamos que si han perdido su casa es porque se metieron en una vivienda excesivamente cara para lo que ganaban o por otros motivos. La realidad no es así. Los hipotecados han cumplido. La mayoría ha pagado su hipoteca hasta el último momento, religiosamente y quitándose de todo antes, incluso de comer. Lo habitual en España cuando la gente está mal económicamente es quitarse de todo menos de dejar de pagar la hipoteca y al final, han terminado perdiendo la casa. Pero quienes no han cumplido son los otros, los que tenían que haber regulado y supervisado las hipotecas. Al final todo es escandaloso y como te digo, lo que más me chocó de todo esto cuando me metí a profundizar en el tema es la ligereza con la que se desahucia.
M.G.- ¿Has conocido algún caso peculiar?
I.R.- Conocí a una familia a la que desahuciaron por un error administrativo. La policía judicial se presentó, la familia no estaba en casa, dieron orden al cerrajero de que cambiara la cerradura y cuando entraron, vieron que en la casa seguían estando todas las pertenencias de la familia. Pensaron que se habían marchado a la ligera, dejándolo todo atrás y le dijeron al cerrajero que se llevara todo lo que quisiera. Claro el hombre se llevó la tele, el microondas,.. todo lo que pudo. Cuando la familia volvió, no solo se dio cuenta de que le habían cambiado la cerradura sino que, cuando pudieron entrar porque aquello había sido un error, comprobaron que también los habían desvalijado. Al final todo se arregló, el cerrajero les devolvió sus cosas pero casos así te hacen pensar lo fácil que es entrar en tu casa, que se supone que es lo más sagrado, y dejarte sin nada. Es escandaloso
M.G.- ¡Qué fuerte!
En la novela aparecen asociaciones, activistas, plataformas,... Entiendo que todas estas asociaciones están formadas por personas que han vivido desahucios pero me gustaría saber si la ciudadanía que no ha perdido su casa se involucra.
I.R.- Sí. De hecho las plataformas tienen su origen en los activistas más que en los afectados, entre otras cosas, porque los propios afectados, en un primer momento, no estaban en condiciones de montar una plataforma. Fue necesario un primer impulso de gente que venía de otros movimientos. Los primeros años de la crisis hubo un movimiento que defendía el derecho a la vivienda que luego llegaron al 15-M. Después se pasaron a la lucha contra los desahucios, comenzaron a militar en este tema y son los que organizaron estas plataformas.
Cuando tú vas a sus asambleas, te encuentras con afectados que se han quedado como activistas pero también hay activistas que no han tenido una hipoteca nunca, ni jamás los han echado de sus casas pero que están ahí trabajando también y echando una mano porque han asumido algo que se termina por entender con solo acercarte a ello. Insisto que los desahucios no son solo un problema de las familias afectadas sino un problema de la sociedad y por lo tanto no es un fracaso de una familia sino de la propia sociedad.
M.G.- La novela es un reflejo de la realidad pero tú también introduces un componente toque fantástico. ¿Por qué?
I.R.- Por un lado porque tiene que ver con la propia adolescente que está en un momento de su vida complicado y que vive también con esas dos realidades que ella cuenta en libro, la vida que tiene y la vida que quería. Pero también el elemento fantástico tiene que ver con la casa como territorio, la casa como lugar de fantasmas, donde queda huella de los que vivieron antes allí. Incluso un edificio de nueva construcción también se construye sobre un terreno en el que antes había algo. Me gustaba esa idea de la casa como mucho más que un espacio físico, un espacio con paredes y techo. Quería mostrar la casa como un espacio de memoria emocional, sentimental en el que, como digo hay fantasmas, en este caso el de los desahuciados. Y además quería ir más allá, quería jugar con el componente fantasmal de los desahuciados, socialmente me refiero, esos desahuciados son invisibles y se convierten en fantasmas, esos desahuciados que los vemos el día que son expulsados de sus casas y se convierten en fantasmas porque ya no volvemos a saber más nada de ellos.
M.G.- La parte de la ilustración de libro le corresponde a Cristina Bueno. Creo que es la primera vez que trabajáis juntos. ¿Cómo os habéis organizado?
I.R.- Pues Cristina se incorporó al libro cuando el proyecto estaba ya madurado entre la editorial y yo. Le di un guion técnico, viñeta por viñeta, a partir del cual ella tuvo toda la libertad para reinterpretarlo y aportar su propia mirada como narradora y luego fuimos trabajando en equipo. A mí me ha gustado mucho la experiencia porque uno cuando escribe novela, escribe solo, toma sus decisiones y se equivoca solo. Sin embargo, este libro es un trabajo en equipo, no solo a cuatro manos, sino a seis u ocho porque lo hemos hecho junto con la editora, el diseñador... Las decisiones se han tomado entre todos y si nos tenemos que equivocar nos equivocaremos todos. A mí, después de tantos años escribiendo novela en soledad, me ha gustado mucho trabajar en equipo. La experiencia ha sido muy buena, nos hemos entendido muy bien. No sé si hemos creado una pareja artística para futuros libros pero la verdad he disfrutado mucho.
M.G.- Y la elección de los tonos, de los colores... ¿También lo habéis hablado o ha sido decisión de Cristina?
I.R.- Esto también ha sido una decisión de equipo. Queríamos que el libro fuera muy luminoso, o más que luminoso, queríamos que no fuera oscuro tratándose del tema de los desahucios, con viñetas en blanco y negro, muy dramático todo. Queríamos todo lo contrario, un tipo de dibujo más amable pero también más luminoso por romper con lo previsible. Por otra parte también queríamos mostrar el lado más luminoso de los desahucios y no quedarnos solo en el drama sino mostrar también la lucha, como el reverso esperanzador de la misma moneda.
M.G.- Si los políticos no hacen nada. Si los bancos no hacen nada. ¿Qué se puede hacer? Hubo una noticia que a mí me llamó mucho la atención con aquellos bomberos que se negaron a ejecutar un desahucio.
I.R.- Lo que hizo ese bombero, lo que ha hecho algún cerrajero o algún policía municipal es desobedecer y lo que llevan haciendo todo el tiempo este tipo de plataformas de afectados es desobedecer, poner en práctica una desobediencia civil ante una decisión injusta, algo que está en la tradición de la democracia. En definitiva no es más que plantarte en un portal y evitar que se ejecute un desahucio, ofrecer resistencia pacífica a la policía, entrar en una sucursal bancaria para conseguir una dación en pago u ocupar el piso de un banco,... Todo eso es desobedecer. Creo que lo que han estado haciendo las plataformas es esto mismo, la desobediencia civil legítima, algo a lo que en España no estamos acostumbrados.
Siempre me sorprende comprobar que en otros países, los desobedientes terminan por convertirse en los héroes de la democracia. En España no, aquí se criminaliza a los desobedientes. El camino está por ahí, en desobedecer pacientemente y en presionar a las autoridades para que se produzcan cambios legislativos y para que asuman su responsabilidad.
M.G.- Libros como este también invita a los que no sabemos mucho de tema, a saber más, a involucrarnos más. El libro está dedicado a las plataformas con las que te has estado moviendo. Supongo que te estarán muy agradecidos.
I.R.- Claro. Pero el libro es una forma de agradecer lo que hemos aprendido de las plataformas y dar a conocer esa lucha. Es una forma de invitar a los lectores para que se acerquen a una plataforma. Pensamos que no tenemos nada que hacer en una asamblea de afectados por los desahucios porque no tenemos ese problema pero no es así. Se aprende mucho y por lo tanto este libro es una invitación abierta. Por otra parte, queremos que sea una aportación modesta a la construcción de la memoria de estos años para que, cuando pase un tiempo y los desahucios ya no se produzcan, recordemos lo que ha pasado en este país.
M.G.- Isaac pues espero que este libro remueva muchas consciencias y consigamos realmente encontrar una solución porque las cifras son escandalosas.
I.R.- Tenemos esa intención pero yo también tengo muy claro que este libro no para ningún desahucio. Quien para un desahucio son los activistas y lo que hay que hacer es echar una mano.
M.G.- Que así sea. Muchas gracias Isaac.
I.R.- A vosotros.
Y hasta aquí la entrevista a Isaac Rosa. ¿Qué os parece lo que nos ha contado? A mí me dejó muy tocada esta conversación y me di cuenta de muchas cosas de las que hasta ahora no había sido consciente.
A finales de semana os hablaré con detalle del libro. Es para tenerlo muy en cuenta.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]