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EL TEATRO DE LOS ÁLVAREZ QUINTERO.

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Si hablamos de teatro hecho en Sevilla resulta inevitable acordarse de los Álvarez Quintero. Los hermanos Joaquín y Serafín, que tan bien conocieron su tierra y sus vecinos, hicieron de nuestra particular idiosincrasia la bandera que ondeaban sobre el escenario en sus obras y entremeses.



Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, naturales de Utrera, un pueblo aledaño a Sevilla, nacieron cuando estaba a punto de cumplirse tres cuartas partes del siglo XIX. Serafín nace en 1871 y su hermano, dos años después y parece que no volvieron a separarse hasta el momento de su muerte.

De entre los escritos de los hermanos resaltan sus obras de teatro, pequeñas piezas populares de carácter costumbrista, siendo reconocidos no solamente en su tierra sino también en la capital del reino, donde fallecieron con pocos años de diferencia. Serafín lo haría en 1938 y Joaquín en 1944. Tras la muerte del hermano mayor, Joaquín siguió firmando las obras como si su hermano siguiera entre nosotros, tal era la unión entre ambos.

Más de dos centenares de obras llegaron a escribir, siendo los sainetes los más aplaudidos aunque también se atrevieron con el drama y la zarzuela. Su primera obra, Esgrima y amor, la estrenaron en Sevilla, en el año 1888, siendo aún unos adolescentes, pero los grandes éxitos empezaron  a llegar, residiendo ya en Madrid, allá por el año 1897.

Hay mucha información en internet si queréis saber más sobre estos autores tan queridos en estas latitudes. Mucho se ha escrito sobre sus vidas, sus obras y sus éxitos, pero no todo fue miel sobre hojuelas porque también tuvieron sus detractores, ya sabemos que la envidia es muy mala. La cuestión es que a día de hoy, después de más de setenta años tras la muerte de Joaquín, son consideradossevillanos ilustres y se podría decir que exponentes de un teatro de género que ellos hicieron inolvidable.

Pues bien, si me acuerdo de los hermanos Álvarez Quintero, resulta también inevitable acordarme de Teresa y Antonio que no eran hermanos sino compañeros de pupitre. A través de ellos dos asistí por primera vez a una representación teatral y tengo grabadas en la memoria diversas escenas, contemplándome desde la edad adulta, sentada en aquel patio de butacas, con los ojos como platos como si todo un mundo de fantasía se estuviera desplegando ante mí.


Colegio Pio XI
Corría el año 1982, contando con doce años de edad, cuando descubrí que el teatro me fascinaba. En mi colegio, hoy desaparecido, al margen de llevar a rajatabla una disciplina casi militar, se estimulaba a los alumnos con diversas actividades extraescolares. Recuerdo que los viernes había cine, pero en plan sala de butacas con pantalla gigante, y en las mismas dependencias, se representaban ocasionalmente algunas obras de teatro por parte del alumnado. Pues bien, Teresa y Antonio dieron vida a Candelita y Santiago, los personajes protagonistas del entremés Sangregorda. Ella, puro nervio (aún lo sigue siendo). Él, con una pachona encima que no podía con ella. Los profesores no pudieron elegir a mejores actores.

Me acuerdo de ellos con mucha frecuencia, especialmente porque, con esto de Facebook, hemos podido recuperar aquellas amistades de los años escolares. Y pensando, pensando, me dije que jamás había hablado del teatro como género literario, así que aquí me tenéis, haciendo homenaje a los Álvarez Quintero con el libro que os traigo hoy porque, entre tanta novedad literaria, tanta novela histórica, thriller, novela policíaca, sagas familiares, landscape o terror, resulta muy gratificante regresar al teatro, al que se hacía entonces y compartir unas horas con unos personajes que fueron creados hace tantos años. 


Sinopsis
En estos cuatro entremeses salen a escena toda la gracia, toda la chispa, todo el humor que los hermanos Álvarez Quintero ofrecieron en sus piezas breves, sin duda las que mayor éxito les han deparado. Sangregorda, El Agua Milagrosa, Mañana de Sol y La Media Naranja, son, indudablemente, algunos de los mejores ejemplos de estas obras cortas, en las que sale a relucir constantemente un diálogo endiabladamente ágil y divertido, que va configurando unos cuadros rápidos, graciosos y llenos de vida. De esta forma Joaquín y Serafín van componiendo un retrato fiel de las costumbres andaluzas -y también de las nacionales, ya que algunas de estas obras se sitúan en otras capitales españolas-, en las que el humor quinteriano, siempre sano y bien intencionado, está permanentemente presente.

La cubierta no puede ser más apropiada para este volumen que contiene uno de los cuatro entremeses que Teresa y Antonio representaron en aquel escenario de colegio. 

Abre el volumen un prólogo de Salvador de Quinta en el que se dice cosas tan acertadas como esta:


Un teatro, además que será irrepetible. No sólo porque retrata con toda fidelidad una época y una Sevilla que no volverán, sino por su gracejo, su hondura y, sobre todo, por su naturalidad.

Efectivamente el teatro de los Álvarez Quintero se caracteriza por ser reflejo de una realidad que para nada resulta bochornosa o motivo de mofa. En Sangregorda llama poderosamente la atención la manera en la que los personajes se expresan:





Santiago y Candelita son jóvenes andaluces, de ahí esa manera de hablar en otros tiempos. Llevan dos años de, según parece, noviazgo aunque Candelita no lo tiene muy claro. Le hervirá la sangre comprobar que el hombre del que está enamorada lleva horchata en sus venas y entre celos y medio enfados conseguirá que, por fin, Santiago le declare su amor.

El humor es un ingrediente más de estas piezas cortas que apenas se extienden unas páginas y con poquísimos personajes. Y si en Sangregorda destaca la particular manera de hablar de los protagonistas, no ocurrirá así con el resto, al fin y al cabo, ellos escribían para todo el mundo y sus éxitos llegaron estando ya en Madrid.

El Agua Milagrosa transcurre en un pueblo de Castilla, y como digo, cambia radicalmente la forma de expresarse de sus personajes pero no así el humor que siempre estará presente cuando Florentina, una señora de mucho postín que habla hasta por los codos, recurra al padre Juan en busca de remedio para su fertilidad.

En cuanto a Mañana de Sol la ironía transita libremente en el diálogo de Doña Laura y Don Gonzalo, dos ancianos muy reticentes a compartir un banco en el parque y entre remilgos descubriran que ese encuentro aguarda más de una sorpresa inesperada.

La Media Naranja será el más largo por lo que se divide en varias escenas y cuenta con un mayor número de personajes. No quiero alargarme mucho más pues entiendo que el teatro no es plato de buen gusto para todos. Además, esta entrada solo pretende refrescarnos la memoria y traer a la actualidad a aquellos dos narradores, poetas, periodistas o comediógrafos que me han hecho disfrutar en más de una ocasión. Sus obras se han representado en diversos teatros, de toda índole y condición. Aquí un ejemplo, una muy buena representación de Sangregorda. No os la perdáis porque son apenas media hora. 




 Y aquí, un estudio estupendo de la Revista Literaria Gibralfaro, por si queréis profundizar más.

Me siento obligada a recomendar las obras de los Álvarez Quintero, especialmente si eres sevillano o andaluz, aunque creo sinceramente que todo el mundo puede disfrutar por igual. Son muy amenas, muy divertidas, no hay grandes argumentos pero se puede encontrar tanto ingenio en estas piezas que sin duda supondrán una manera estupenda de acercarnos al teatro porque, lanzo la siguiente pregunta:

¿Cuándo fue la última vez que leíste una obra de teatro?



[Imágenes e ilustraciones tomadas de Google]

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