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HOMENAJE A GENE WILDER (1933 -2016).

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Miércoles. Tocaría hablar de alguna película hoy pero la sorpresa que agosto nos tenía preparada en sus días finales bien merece la pena que haga un aparte y rinda homenaje a  un actor que nos ha dejado recientemente. 

El pasado día 29 fallecía Gene Wilder, para mí uno de los actores cómicos que más me han hecho reír en el mundo del celuloide. Tenía 83 años de edad y complicaciones derivadas del Alzheimer que padecía desde hacía algunos años acabaron con su vida. 

Gene Wilder, nombre artístico bajo el cual se escondía Jerome Silberman, deja atrás un número considerable de películas entre las que destaco por encima de todo, El jovencito Frankenstein (1974) dirigida por Mel Brooks, un largometraje que ya pasó por este espacio. En aquel post, que puedes leer aquí, remarcaba la calidad de la cinta tanto a nivel visual, textos, diálogos como en el plano interpretativo. Releyendo aquella entrada, me doy cuenta de lo corta que me quedé en mis halagos aunque queda claro como el agua que esta película es una de esas joyas del cine que ningún adicto al género debe perderse. Resulta curioso conocer de qué manera llegó Wilder a las manos de Brooks. Fue precisamente la que entonces era la mujer del director, Anne Bancroft, la que hizo las presentaciones. Sin embargo, el debut director - actor se produjo con una película anterior, con Blazing Saddles en 1974 y justo después Brooks estrenaba esta versión liberal de la obra de Mary Shelley, en cuyo guion participó el actor.

Guardo en mi memoria muchas escenas interpretadas por Wilder en sus diversas películas. La inmensa mayoría son de El jovencito Frankenstein en la que los gags se suceden uno tras otro. Y luego hay frases míticas, chascarrillos, que se han convertido en parte de mi discurso habitual o la canción que interpreta una de las actrices al final cuando consigue alcanzar un éxtasis sublime. Habré cantado ese "Oh, dulce misterio de la vida, al fin te he encontrado" una infinidad de veces en variopintas situaciones. 

Bajo mi punto de vista, el guion de esa película es perfecto y Wilder está inmenso en su interpretación del doctor Frankenstein, formando una magnífica pareja con otro gran actor como era Marty Feldman.

Pero en la vida de Wilder no todo fue su papel en Frankenstein. Recuerdo ahora otras películas junto al actor Richard Pryor, divertidas todas ellas aunque para mí será siempre superior las dirigidas por Mel Brooks. Junto al actor de color participó en El expreso de Chicago (1976), Locos de remate (1980), No me chilles que no te veo (1989) y No me mientas que te creo (1991). De la primera y de la tercera guardo un recuerdo muy entrañable, una sesión de cine casera junto a los padres de una amiga que carraspeaban en las escenas más picantes. Yo no sabía dónde meterme. Y luego está aquella mujer de rojo, junto a la bella Kelly LeBrock en la que Wilder, en su papel de agente de publicidad, cae rendido a los pies de una despampanante mujer, musa de una futura campaña publicitaria, y por cuyo amor se mete en un lío tras otro.

Pero como cabía esperar, al repasar su filmografía me doy cuenta que aún me quedan muchas de sus películas por ver como por ejemplo, Willy Wonka o Los productores, entre otras tantas, así que ya tengo tarea para el otoño.

Además su carrera de actor se vio complementada por su trayectoria como director. De hecho fue él el director de La mujer de rojo (1984) y de igual modo ocupó un papel detrás y delante de la cámara en largometrajes como El hermano más listo de Sherlock Holmes (1975), El mejor amante del mundo (1977), Los seductores (1980), Terrorífica luna de miel (1986). Y a eso hay que añadirle que también hizo teatro, representado diversas obras entre las que destaco Alguien voló sobre el nido del cuco.

En los días en los que surgió la noticia de su fallecimiento comenzaron a aparecer por las redes sociales diversos comentarios cuyos autores se  posicionaban en un lado u otro. Eran muchos los que ensalzaron la figura de este actor como un cómico excepcional. No obstante, y dado que para gustos los colores, también se manifestaban aquellos que jamás soltaron una carcajada con los papeles que el actor de Milwaukee interpretó a lo largo de su vida. Obviamente no siempre llueve a gusto de todos pero, en líneas generales, creo que fue un actor que gozó de cierto reconocimiento a nivel de público. No es que a lo largo de su vida obtuviera muchos galardones pero sí se le otorgaron dos Oscar, uno en 1968 como Mejor Actor de Reparto en Los productores y el otro en 1974 por el guión de El jovencito Frankenstein. Aquí se lució una barbaridad.

Pensando en su trayectoria, me doy cuenta que Gene Wilder fue uno de esos actores que un día desapareció de la noche a la mañana y del que poco más se llegó a saber hasta estos días que nos han traído su fallecimiento. Según he podido leer tuvo mucho que ver la muerte de la que fue su tercera mujer, Gilda Radner. Fue entonces cuando se apartó del cine y del teatro y se embarcó en otras cuestiones de índole humanitaria, fundando una asociación en memoria de su esposa y realizando tareas de concienciación contra el cáncer de ovarios, enfermedad que padeció Gilda y sobre el que publicó un libro en 1989, Gilda's Disease, porque Wilder, ese actor que además participó en alguna película de Woody Allen, también tuvo tiempo para escribir y tras aquel libro testimonial sobre el proceso que sufrió su esposa durante su enfermedad, publicó sus memorias en 2005 - Kiss me like a stranger- , y unos años más tarde, probó con la narrativa en My French Whore, una novela cuya trama se centraba en la Primera Guerra Mundial.

Se nos fue Gene Wilder pero para siempre perdurarán sus películas y su genialidad en la memoria colectiva. A mí siempre me gustó mucho su sentido del humor y confieso que me he reído mucho con sus películas, por ello no me resigno nunca a dejarlas en el olvido. Y como cierre a este homenaje, qué mejor manera que hacerlo con alguna de sus secuencias míticas.

El jovencito Frankenstein:




No me chilles que no te veo:


Hasta siempre.

 











Fuentes: 

- Wikipedia.
- El País

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