XX Premio Ateneo Joven de Sevilla.
Editorial: Algaida Editorial.
Fecha publicación: noviembre, 2015
Precio: 20,00 €
Género: Narrativa.
Nª Páginas: 384
Edición: Tapa dura con sobrecubiertas.
Nª Páginas: 384
Edición: Tapa dura con sobrecubiertas.
ISBN: 978-84-9067-32-1-8
[Puedes leer el primer capítulo aquí;
disponible en eBook]
Autora[Puedes leer el primer capítulo aquí;
disponible en eBook]
Jimina Sabadú nació en Madrid en 1981. Ha publicado relatos en varias antologías (Artifex, Madrid con perdón, Última temporada), obtuvo el Premio Lengua de Trapo con Celacanto y edita la revista de azar literario Ventura. Además ha escrito en televisión (La 2, DocuTVE, Paramount Chanel...), prensa (Fotogramas, Mondo Brutto, La Razón, etc), y radio (Cadena SER, M80, Radio 3). Además ha sido guionista de dos largometrajes (Faraday y La Máquina de Bailar) y directora de La Pájara. Actualmente imparte clase de Dramaturgia y Literatura en la Universidad Camilo José Cela.
Sinopsis
El colegio Agustín de Foxá se halla en venta. Las personas que han estado vinculadas a él (profesores, alumnos, padres,...) comienzan un baile de pequeñas mezquindades tras el que ninguno volverá a ser el que era. Un antiguo alumno comienza a preparar un encuentro entre compañeros que se convierte en una cruzada para traer al chico más popular y rico de la promoción, un inútil heredero de un equipo de fútbol de segunda. Y María Victoria, una profesora llena de algo tan peligroso como la ilusión y falta de algo tan necesario como la agudeza, acaba por unir a los únicos supervivientes de un mundo que se cae a pedazos.
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Así empieza Los supervivientes:
[Lectura de las páginas 17,18 y 19 - Prólogo
Música: Patio de colegio / El final del verano de Dúo Dinámico]
Cada día surgen nuevos descubrimientos que bautizar, nuevas dolencias a las que dar nombre, nuevos proyectos de investigación bajo acrónimos pero también aparecen comportamientos sociales que, en ocasiones, han existido toda la vida pero no son nominados hasta ahora o bien, contando con una denominación previa, se les coloca un anglicimo para darle más pompa. Por ejemplo, al acoso escolar que ha existido siempre, aunque en mis tiempos la cosa era mucho más liviana, ahora se le llama bullying, una cuestión que ocupa con demasiada frecuencia las páginas de los periódicos y que supone un problema a erradicar sin que sepamos muy bien cómo hacerlo, más allá de la denuncia correspondiente. ¿Cómo transformar al diablo en angelito?
El acoso escolar será una de las cuestiones que se aborde en esta novela de Jimina Sabadú, un tema que me interesa especialmente porque cada vez me cuesta más trabajo entender que en la mente de niños y adolescentes germine la semilla del mal a tan temprada edad. Fue esta cuestión la que me empujó a lanzarme a la lectura de Los supervivientes, a la búsqueda de una trama que me mostrara la cruda realidad y si bien es cierto que no he encontrado exactamente lo que esperaba, sí he conocido a dos personajes a los que he dado cobijo en mis bolsillos.
Los supervivientes se inicia en la peor época del año, esos finales de verano que nos dejan a las puertas de las obligaciones y de las responsabilidades. Miguel Bolás y Miguel Sanz sienten que la pesadilla está a punto de comenzar de nuevo. Sus diálogos nos dejan ver a dos jóvenes que se sienten arrinconados, que procuran ir a su bola, volverse invisibles y pasar desapercibidos. Esa imagen me escoció y me hizo pensar en la cantidad de adolescentes que se aislan por no pasar malos tragos, que se avergüenzan de sí mismos y sobre todo que permanecen callados.
Los primeros capítulos olerán a libros nuevos, a tiza y a pupitre. Tras las presentaciones de los que conforman el mundo escolar de los dos jóvenes, sentiremos unas manos que sobrevuelan nuestra nuca, el primer recibimiento en forma de colleja, la habitual ofrenda porque en Los supervivientes cohabitan los que dan y los que reciben. A estos últimos ya os los he presentadospero entre los que ostentan un alto grado de generosidad encontraremos a Roberto Piñas y a Fernando Gavá, los que mandan. Y justo en medio, la joven Aída Ruíz, la deseada, siempre envuelta en un halo de belleza y modernidad, que adopta una pose cuando su conciencia se lo permite.
Pero el colegio no es solo el alumnado, también están las madres, las orgullosas, las que se pavonean y alardean de sus hijos, entre las que también existirá una jerarquía que coincide con la que se construye sobre el alumnado. Y no podemos olvidar a los profesores, aquellos que inician el día uno del curso académico con la esperanza intacta, con el anhelo de transfomar jóvenes zopencos en adultos eruditos, con una ilusion que se va desinflando con el paso de los días. Así se sentirá María Victoria, la flamante profesora de literatura, joven e independiente, con una prometedora carrera por delante si ningún alumno se empeña en ponerle piedras en el camino. A María Victoria se la nota con ganas, está deseando poner en práctica sus conocimientos, sus habilidades como docente y así lo cuenta a los lectores de su blog, Soñando entre libros.
Y acogiendo a todos estos personajes se alzará el colegio que lleva por nombre Agustín de Foxá, aquel escritor de letra clara pero ideas torcidas. El centro educativo parece que vive sus últimas horas pues los propietarios andan pensando en echar el cierre. Al colegio se le presenta un futuro incierto pero todavía cuenta con un presente junto a Bolás, Sanz, Piñas, Gavá y Ruiz, y un pasado, el que conforman los antiguos alumnos empeñados en organizar una fiesta de reencuentros. El que lleva la batuta será Julián, cuyos hoy se le llena de ayer constantemente, lastrando su avance e importunando la relación con Berta, su pareja, una mujer dual con la que no sabes a qué atenerte.
Y junto a Julián irán surgiendo otros alumnos que un día pasaron por el Agustín de Foxá, con caminos distintos, más prometedores o más mediocres. Cada uno es dueño de su destino.
Los supervivientes nos ofrece un microuniverso en el que el reparto de papeles está claro. De algún modo u otro, todos los personajes se verán condicionados y nos podremos asomar a sus vidas, un tanto decadentes, pintadas de colores que destiñen y que, a la larga, acaben en un gris cemento. Quizá, en relación a los protagonistas, debo decir que me chocó un tanto la tendencia de la autora a repetir con frecuencia los nombres de cada uno de ellos. Parece como si quisiera incidir marcadamente en su identificación bajo un motivo que yo no supe precisar. Pero, en cualquier caso, sí quisiera destacar la habilidad de Jimina Sabadú a la hora de conectar unos personajes con otros. Esto es algo que siempre me gusta encontrar en las novelas, esas redes, esas interconecciones que consiguen entremezclar a los personajes siendo mis preferidos en esta novela Miguel Bolás y Miguel Sanz.Verdaderamente he sentido ganas de arroparlos desde el minuto cero, y no solo por las situaciones de acoso que sufren hasta el punto de querer desear la muerte o sufrir una enfermedad antes que asistir al colegio, sino también porque los veo desamparados en su nucleo familiar. La madre de Miguel Bolás tiene un pésimo concepto de su hijo y en cuanto a Sanz, al pobre lo tienen a dieta rigurosa y a él solo le apetece atiborrarse de comida basura para superar la ansiedad que siente.
La marginación está muy presente en Los supervivientes. Al inicio de la reseña os hablaba del bullying como temática de la novela pero en realidad no es un tema en el que se profundice demasiado. El lector entiende que se producen importantes episodios de acoso pero no quedan narrados explícitamente. A mí sinceramente me hubiera gustado encontrar más sobre este asunto porque realmente pensé que sería una cuestión que se abordaría en profundidad pero luego me he dado cuenta que ni siquiera se menciona en la sinopsis. Y el hecho de esperar una cosa y no encontrarla en su totalidad consiguió que me desorientara un poco en la lectura. No sabía muy bien hacia dónde me quería conducir la autora, si quería hablarme del acoso, de la decadencia de los personajes que se quedan a mitad de camino, de las relaciones a las que no se les puede pedir lo que soñamos o si pretendía denunciar un sistema educativo, una práctica, una institución privada con unas normas que difieren mucho de la pública. En realidad, cuando llegas al desenlace, te das cuenta que Jimina Sabadú quiere hablarnos de todo esto en su novela y encima lo hace intercalando pinceladas de humor porque las penas con humor se tragan mejor.
Con una trama que transita entre los meses de septiembre a mayo, correspondiendo un mes del año a cada capítulo de corta extensión, la autora nos adentra en la novela con un fraseo corto inicial que me resultó levemente incómodo pues me gusta las narraciones fluidas sin interrupciones frecuentes pero es algo que solo he percibido en los primeros compases y que posteriormente desapareció. Además de Los supervivientes es una novela muy actual y no solo por los temas que toca sino porque en su composición aparecen elementos muy de nuestro día a día. Las entradas en el blog de María Victoria o los numerosos correos electrónicos que los alumnos intercambian son un ejemplo de ello.
En definitiva, estamos ante una novela que muestra una realidad cruda, que nos ofrece una visión del acoso desde el interior, acoso que, por otra parte, no solo sufren los alumnos. Además y al margende los pequeños tropiezos que haya podido tener, me he encontrado con dos personajes a los que les he cogido cariño y de los que me hubiera gustado saber más.