Fernando Fabiani (@FernandoFabiani). Sevilla 1975. Es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla y especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Trabajó en urgencias hospitalarias y, desde hace 10 años en un centro de salud. Subido a las tablas de los escenarios desde hace 25 años, a partir de 2003 se hace cargo de la dirección artística de la compañía Síndrome Clown. Experto en coaching. Apasionado de la docencia y la comunicación, imparte cursos de cómo hacer presentaciones creativas y participa en diferentes congresos y eventos, como #EBE15. Amante del chocolate negro. Y de la vida. ¿Cambiamos el mundo?
¿Imaginas lo que es ejercer la medicina hoy en día a la sombra de Google, sin el caché de House, el látigo de Grey ni el glamour de Clooney?
Teodoro Jarcia, Teo para los amigos, es médico de familia. Acaba de cumplir cuarenta y se siente en el ecuador de su vida. Si echa la vista atrás no solo es consciente del paso del tiempo, también de lo que la medicina ha influido en su manera de vivir. Para el doctor Teo, una persona normal tirando a hippie, no es fácil ser médico en la actualidad, pero lo sobrelleva como puede. Y es que la profesión ha cambiado mucho. Antes el médico era una persona respetable junto al alcalde y el cura. Ahora el alcalde es corrupto, el cura no tiene fieles y el médico se llama #Google.
Fernando Fabiani, @FernandoFabiani, médico de profesión, construye un relato sobre divertidas y sorprendentes anécdotas del mundo de la medicina, desde la carrera hasta la consulta diaria, partiendo de experiencias propias y de colegas del gremio. Ilustrado por Laura Santolaya, @P8ladas, y con sección invitada de @dijoelpaciente, Vengo sin cita es un libro que, sin perder en ningún momento el sentido del humor, aprovecha para abordar temas sanitarios de modo sencillo y que te arrancarán una sonrisa.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Mi madre quería que estudiara medicina.«Ni loca», le respondí. Yo que veo una bata blanca y me echo a temblar, que no soporto el olor a desinfectante de los hospitales y no duermo el día antes de acudir a la consulta. Huyo de los médicos como del diablo pero hace unos días pude sentarme con Fernando Fabiani, un médico de familia que, sin bata blanca y sin fonendoscopio, estuvo hablándome del mundo sanitario, de profesionales de la salud y de las enfermedades de la manera más divertida posible. Fue la primera vez que me sentaba junto a un médico con total tranquilidad.
Fernando Fabiani acerca el mundo de la sanidad a los lectores a través de su Vengo sin cita. Historias inconfesables de una médico de familia, donde recoge un montón de anécdotas y nos ofrece una perspectiva mucho más amable de su profesión. El humor es un factor clave en este libro ilustrado cuya lectura, estoy segura de ello, te aliviará el dolor de cabeza, hará desaparecer esa contractura que te acompaña desde hace semanas y volatizará la ansiedad que las preocupaciones del día a día nos produce. Porque el humor, y esto lo tenemos que grabar a fuego en nuestra mente, es el mejor remedio contra los males.
Marisa G.- Fernando no paras quieto. Haces infinidad de cosas. Además de ser médico, haces teatro, eres docente, experto en coaching, ahora escribes,...
Fernando F.- Exacto, por definición, no paro pero por no parar, hay que parar en algún sitio y poner límite en alguna parte si no me voy a volver loco.
M.G.- Pero, ¿cómo haces para llevar tantas cosas adelante? Admiro a la gente como tú.
F.F.- Por un lado hay que querer hacer todas esas cosas y por otro, hay que organizar y gestionar bien el tiempo. No hay otra manera porque además tengo dos niñas y todo tiene que girar en torno a eso, en estar con mis hijas en casa tres o cuatro tardes a la semana. De otro modo no me compensaría. En cualquier caso, se hace necesario dormir menos de la cuenta y exprimir al máximo los fines de semana.
M.G.- Ya tenemos en las librerías Vengo sin cita. Historias inconfesables de un médico de familia. Te dedicas al teatro y creo que has escritos algunos textos pero este es tu primer libro, libro, ¿no?
F.F.- Pues sí. He escrito mucho lenguaje teatral por así decirlo pero es la primera vez que me animo a escribir algo como esto.
M.G.- ¿Y por qué? ¿Cómo surge?
F.F.- Me surge por dos motivos fundamentales. Uno, porque al dirigir la compañía de teatro Síndrome Clown me doy cuenta de que el humor es algo fundamental, algo que necesitamos constantemente y que sirve para contar muchas cosas. Creo que si te cuentan las cosas con humor, entran mucho mejor. Dos, porque como médico, vengo detectando que tenemos una mala educación sanitaria, y no porque seamos maleducados sino porque no nos han formado adecuadamente.
Pienso que hay muchos mensajes de salud que darle a la gente, que las vías clásicas que utilizamos no terminan de funcionar y que encima, existe un gran interés por desinformar a la población, por hacerla consumir ciertos productos. Entre tanta mala información, el paciente está ahí en medio y los médicos tenemos que adoptar el papel de educar en salud. Por eso pensé que, el mismo humor que empleo en el teatro, me podría servir para contar todo lo que quería contar, para camuflar mensajes de salud a través del humor.
Pienso que hay muchos mensajes de salud que darle a la gente, que las vías clásicas que utilizamos no terminan de funcionar y que encima, existe un gran interés por desinformar a la población, por hacerla consumir ciertos productos. Entre tanta mala información, el paciente está ahí en medio y los médicos tenemos que adoptar el papel de educar en salud. Por eso pensé que, el mismo humor que empleo en el teatro, me podría servir para contar todo lo que quería contar, para camuflar mensajes de salud a través del humor.
M.G.- Vengo sin cita es un libro ilustrado por Sara Santolaya.
F.F.- A Sara la seguía por las redes sociales desde hace mucho tiempo. Siempre me ha gustado mucho su tipo de ilustración y su humor, muy ácido, que me hace mucha gracia y cuando estaba haciendo el libro pensé que unas buenas ilustraciones podían ayudar a hacer el libro más desenfadado, a darle un aire fresco que, incluso el menos habituado a leer, se sintiera animado a ojearlo. Entonces se lo propuse y me contestó que sí. Creo que ha sido un acierto darle este toque de color al libro, pues lo redondea.
M.G.- Lo hace muy atractivo, sí. Y Fernando, para un libro de este tipo, ¿qué mejor prologuista que Manu Sánchez, verdad?
F.F.- Me pasó prácticamente lo mismo. Terminado el libro, hablé con la editorial y le propuse ponerle un prólogo. Se me ocurrió que siendo un libro de humor escrito por un andaluz sería interesante que Manu lo prologara. Le mandé un mensaje, se lo propuse, se leyó el libro y aceptó. Es un auténtico regalo y un magnífico pistoletazo de salida.
M.G.- En el libro recoges las vivencias tuyas como médico, desde que empiezas a estudiar medicina, pasas por las prácticas, el MIR, las urgencias hospitalarias,... pero todas estas historias las cuentas a través de un personaje que creas, Teodoro Jarcia. ¿Por qué inventar un personaje y no contarlo todo con tu voz?
F.F.- Este libro no es una autobiografía. Si el protagonista se llamara Fernando Fabiani, tendría un carácter muy biográfico y eso me influiría mucho a la hora de escribir. Hay cosas que no cuento y no porque no sean importantes en mi vida, sino porque no son relevantes para un libro de humor en el que quiero contar cosas de salud. Por otra parte, y eso lo saben quienes han trabajado con el humor, aunque todo lo que está en el libro es verídico, la forma de contarlo también ayuda a que sea más o menos divertido y Teo tiene una forma de expresarse un poco más procaz, más ácida, no le tiembla la lengua al decir determinadas cosas, es mi alter ego. Me pareció que podría ser el protagonista ideal.
M.G.- Tocas muchos temas. Con algunos me he sentido identificada por ejemplo, con esa tendencia que tenemos de buscar nuestra sintomatología en Google. Somos unos masoquistas.
F.F.- Yo creo que no es masoquismo. Hay muchos compañeros que aconsejan a los pacientes que no miren en Google y yo les digo todo lo contrario porque es normal que busquemos información. Nuestros padres tenían aquella enciclopedia de la salud que había en todas las casas. Nosotros tenemos una ventana al mundo donde está todo. ¿Cómo vamos a pretender que una persona, en su casa, que está preocupado por un síntoma, no busque información en internet?
M.G.- Pero es que siempre encontramos lo peor.
F.F.- Luego nuestro papel como médico es señalar dónde buscar, dar direcciones útiles y fiables. En mi consulta, muchas veces prescribo una dirección de una página web. Es que no podemos pretender que la gente busque información sobre sus síntomas, pero hay que buscar en lugares idóneos.
M.G.- Y algo que destacas en el libro es que los médicos sois los peores pacientes porque sois más hipocondríacos que nadie.
F.F.- Claro. No hay peor paciente que un médico y eso lo sabemos todos los médicos que tenemos a un compañero que es paciente nuestro. Es lógico. El médico conoce perfectamente la mayoría de las enfermedades, y no solo eso, sino que también conoce las posibles complicaciones. Si te pasa cualquier cosa, el médico se coloca tres capítulos por delante pensando que lo que tiene puede acabar en esto o en lo otro, lo peor. Claro, por muy tranquilo que uno sea, ese miedo, esa lucecita no puedes evitar que se te encienda. Por lo tanto, un médico no siempre es un modelo a seguir en salud. Que sepamos lo bueno no quiere decir que lo hagamos.
Lo que hay que hacer, y esto intento reforzarlo en el libro, es transmitir a los pacientes que no hay que mirarse tanto, que hay que ser feliz y disfrutar de la vida. Por supuesto, hay que estar pendiente por si te pasa algo importante pero nunca estar obsesionado con cada cosita que sintamos. Eso no es vida.
M.G.- He observado en el libro que tú reivindicas mucho la figura del médico de cabecera, por cierto, ¿médico de familia o médico de cabecera?
F.F.- A mí gustan mucho las dos nomenclaturas. La cabecera hace referencia a la cabecera del paciente, a la cama, ese médico que va a tu casa cuando tú estás tan mal de salud que no puedes ni desplazarte. Lo que ocurre es que la especialidad que hacemos durante cuatro años se llama Medicina de familia. Antes el médico de toda la vida era el médico de cabecera porque no existía la especialidad pero ahora sí. La especialidad Medicina de familia te permite recordar o reivindicar que tú no eres alguien que terminaste la carrera y punto, sino que eres alguien que, una vez terminada la carrera, querías ser médico de familia y estudiaste cuatro años más, hiciste una especialidad que se llama así para especializarte en ver a los pacientes en su casa o en el centro de salud, igual que otros eligieron estudiar otros cuatro años para hacerse oftalmólogo o cinco años para hacerse cirujano.
M.G.- ¡Ah, pues yo desconocía eso! Yo pensaba que el médico del centro de salud, estudiaba la carrera y punto, que no se especializaba.
F.F.- No, no eso es lo que piensa mucha gente. El médico de familia también es especialista pero en Medicina Familiar y Comunitaria. Este es uno de los objetivos del libro. Dar a conocer este tema.
M.G.- Y un tema muy de actualidad que tú tocas en el libro, la homeopatía. No parece que estés muy de acuerdo con esas prácticas, ¿no? Esa tendencia a pensar que la homeopatía es la panacea frente a la química...
F.F.- Yo estoy convencido de que los médicos tenemos que ser bastante humanistas. De hecho nosotros no solo contemplamos lo biológico sino lo bio-/psicosocial, es decir, nosotros vemos lo biológico, lo psicológico y también tenemos que estar muy pendientes de la situación social de nuestros pacientes. Dicho esto, debemos tener también una parte muy científica para no recomendar a nuestros pacientes cosas que no tengan una evidencia de que funcionan. Es importante que diferenciemos los avances científicos médicos que están demostrados, que son eficaces, de ciertas terapias cuyos estudios han demostrado que no funcionan. Yo me veo en la obligación de dar esa información a los pacientes. Ahora bien, si luego el paciente quiere usar esas terapias yo no se lo puedo prohibir pero es importante que sepamos y diferenciemos.
Pero, ¿qué es lo que ocurre? Pues que tenemos una sociedad muy medicalizada. Contra cualquier cosa que nos ocurre queremos una solución, una pastillita, lo cual es un gran error. Por otra parte hay un gran miedo a la química. Esto está muy bien para precisamente evitar esa medicalización de la que te hablo. Frente a esto lo que deberíamos hacer es mirarnos menos, ser más felices y medicalizarnos menos pero en la práctica, siempre buscamos algo intermedio. Para evitar la medicalización recurrimos a la homeopatía. Hay un eslogan que a mí me gusta mucho que dice «Es la vida. No es una enfermedad.» A veces estamos tristes por el motivo que sea y eso no es una enfermedad, eso no es una depresión, es simplemente la vida. No todo tiene que ser arreglado con una pastilla porque no todo son problemas de salud. Simplemente es la vida.
Pero en este tema, lo que me duele especialmente y por eso quiero ser muy firme, no es que la gente utilice la homeopatía sino que se aprovechen de ellos. Soy un gran defensor de los remedios naturales, de los remedios de la abuela, esos me encantan y son muy efectivos, ya sabes, la típica leche caliente con miel cuando te duele la garganta,... pero eso es una cosa y otra cosa es comerciar con los remedios supuestamente naturales y manipular a la población.
M.G.- Quizá una de las medicinas más cercana y más natural es el humor, como tú dices en este libro. Yo me he reído muchísimo con esa sección de frases que aporta @dijoelpaciente. ¿Quién se esconde detrás de esa cuenta de twitter?
F.F.- (Risas) Es un médico de familia, de un centro de salud, que podría ser muy parecido a mí y que recoge esos testimonios muy divertidos pero también muy tiernos. En la consulta descubres una riqueza de lenguaje que me parece prodigioso. Siempre hablamos que las personas cultas tienen un lenguaje muy rico pero yo invito a esas personas a leer estas frases, dichas por pacientes de todo tipo de condición social,... Verdaderas descripciones exactas y precisas de lo que sienten.
M.G.- Me he reído mucho. Algunas son para enmarcar como «Últimamente los dolores me duelen más que nunca», Es que te paras a analizar esa frase y te das cuenta de que es tremenda.
F.F.- O «Tengo problemas de memoria y no me acuerdo de lo que se me olvida».
M.G.- (Risas) Esa es magnífica.
F.F.- Son muy expresivas y me parecen auténticas joyas.
M.G.- Bueno en tu libro hay mucho humor pero también cuentas historias que son muy duras como la historia de Jesús. No es cuestión de frivolizar demasiado.
F.F.- Es que ese equilibrio lo tenemos en la medicina. Historias como la de Jesús sirve para ilustrar la situación que a veces vivimos los médicos, tan complejas y por otro lado nos sirve para dar pequeños mensajes. Jesús a costa de contar algo que no ocurrió puso en peligro su vida. Son vivencias que se te quedan grabadas y no puedes evitar recordarlas.
M.G.- Los médicos tenéis por un lado a los pacientes pero por otro a los políticos, no sé qué es lo peor. Con tantos recortes que se han producido, ¿aún se puede confiar en el sistema sanitario español?
F.F.- Con esta cuestión hay varias dificultades, una es el convencimiento de que tenemos un gran sistema sanitario público. Tú vas a un hospital, si te tienen que operar, te operan, estás ingresado no sé cuánto tiempo, a lo mejor te han tenido que poner una prótesis que vale seis mil euros y tú sales de allí sin haber tenido que pagar un duro. Evidentemente nadie que viva esto puede decir que tenemos un mal sistema, ahora bien, ¿esto quiere decir que no es mejorable? Eso es otra historia. Hay muchas cosas que mejorar...
M.G.- Y que reinstaurar...
F.F.- Por supuesto, hay que recuperar cosas pero luego hay otro titular que no me gusta demasiado, ese de «No a los recortes en salud». A ver, en salud hay que invertir siempre más pero si hay que recortar, que le pregunten a los que saben dónde hay que recortar. Hay muchas cosas en las que se gasta dinero cuando no es necesario. El titular no es no hay que recortar en salud. El titular es hay que recortar en salud pero sabiendo bien dónde hay que recortar. Sin embargo, ahí no nos metemos.
M.G.- Pero eso pasa porque el sistema está gestionado por gente que no son profesionales en el sector.
F.F.- Y porque políticamente hay cosas que venden más que otras. Todo lo técnico, todos los avances se venden muy bien como por ejemplo, los trasplantes de cara o si se ha conseguido una técnica para reproducir una célula,... Por supuesto todo esto es importantísimo pero también lo son otras más pequeñitas y que no venden tanto como por ejemplo conseguir que a los pacientes no le falte dinero para tomar su medicación, conseguir una silla de rueda o un colchón especial al que le haga falta,... Esto no vende titulares pero esto es tan importante como lo otro.
Se invierte cada vez menos en atención primaria y la atención primaria no es solo mi consulta sino lo que necesita el paciente a pie de calle y en su casa. Y se invierte progresivamente cada vez más en el hospital, que está muy bien pero las personas pasamos un 95% de nuestra vida en nuestra casa y el 85% de nuestros problemas de salud se resuelven en atención primaria. Por tanto, hace falta que haya recursos y los grandes expertos en gestión sanitaria a nivel internacional dicen que los sistemas sanitarios públicos eficaces y que funcionan bien, que ahorran dinero y que mejoran la salud, son los que invierten en atención primaria. Así que habrá que informar nuevamente a nuestros políticos de que hay que invertir ahí y que nos tienen que dar herramientas a estos médicos de familia de toda la vida, reinventados y mejor formados que nunca.
M.G.- No les pidas mucho ahora a los políticos que de momento se tienen que poner de acuerdo a ver qué es lo que van a hacer.
Fernando, ¿y cómo ha acogido el libro tu entorno profesional? A los celadores no los pones muy allá que digamos (Risas)
F.F.- (Risas) Bueno yo no, es Teo, que es muy ácido y busca siempre la máscara, el arquetipo o la caricatura del personaje tipo. El colectivo lo ha acogido muy bien pero tengo que reconocer que muchos de ellos lo han comprado pero no lo han leído de momento y estoy deseando que compartan conmigo sus vivencias. Pero, si te digo la verdad, me importa mucho más cómo lo perciba la gente no sanitaria porque el libro está escrito para pacientes para que, en la primera parte, nos entiendan a los médicos y se pongan en nuestra piel y luego para que ellos se vean reflejados en algunos capítulos.
M.G.- Yo me he reído mucho Fernando e imagino que tendrás otras muchas anécdotas guardadas en la recámara que podrían dar para otro libro.
F.F.- Bueno, para otro no, para doscientos libros más pero no tengo decidido nada. Realmente no me he guardado a propósito nada pensando en un segundo libro. De hecho no sé si habrá un segundo libro y si será de medicina porque, igual me apetece escribir de otra cosa.
M.G.- Sobre las vivencias de un actor por ejemplo.
F.F.- Por ejemplo. Habrá que verlo.
M.G.- Pues espero que el libro funcione muy bien que los lectores se rían muchísimo como me he reído yo y confío en verte pronto, o como autor o como actor en alguna de las representaciones de Síndrome Clown.
F.F.- ¡Claro, ven a vernos! Te vas a reír mucho, ya verás.
M.G.- Lo haré. Muchas gracias por tu tiempo.
F.F.- Gracias a ti.
Y así acabó esta entrevista en la que me quedó muy clara la actitud y la manera de pensar de este médico de familia que se ha propuesto hacernos reír con Vengo sin cinta. No te lo pierdas.
M.G.- Lo haré. Muchas gracias por tu tiempo.
F.F.- Gracias a ti.
Y así acabó esta entrevista en la que me quedó muy clara la actitud y la manera de pensar de este médico de familia que se ha propuesto hacernos reír con Vengo sin cinta. No te lo pierdas.