Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Zaragoza y desde 1985 reside en Alemania. Narrador destacado, es autor de tres volúmenes de relatos y de las novelas Fuegos con limón, Los ojos vacíos, El trompetista del Utopía, Bami sin sombra, Viaje con Clara por Alemania, Años lentos, La Gran Marivián, Ávidas pretensiones y Las letras entornadas. Ha merecido, entre otros, el Premio Euskadi, el Premio Mario Vargas Llosa, el Premio Real Academia Española, el Premio Tusquets Editores de Novela y el Premio Biblioteca Breve.
El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes? Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos y sus maridos tan unidos en el pasado? Con sus desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Hacía apenas unos días que había regresado de mis vacaciones en el País Vasco. Diez días de ruta, visitando la costa y el interior, ciudades principales y pequeños pueblos, para fundirme con su cultura, para caminar por sus calles y conocer a sus gentes. Tenía tantas ganas de visitar esas tierras... Y al regreso sentí que me había dejado mucho atrás, que no había sido suficiente y que necesitaba volver en el futuro. Y en esas reflexiones andaba yo cuando llegó a mis manos Patria, la última novela de Fernando Aramburu, un autor al que jamás había leído pero que me ha dejado totalmente impresionada.
Creo que todo ocurre por algún motivo. Patria no podía haber llegado en mejor momento, con las sorpresas y las preguntas que mi estancia en el País Vasco me había despertado, así que me dispuse a leerla y desde la primera línea he esperado ansiosa el momento de sentarme con Fernando Aramburu para hablar de esta preciosa novela que siempre me acompañará. Esto es lo que el autor nos contó.
Marisa G.- Fernando, en primer lugar me gustaría felicitarle. Sinceramente Patria me ha parecido de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo.
Fernando A.- Se me van a subir los colores. Muchas gracias.
M.G.- Si no me equivoco Patria es su novena novela en la que nos habla de dos familias, inicialmente muy amigas que, como consecuencia de un atentado de ETA, terminan su relación y se vuelven enemigas. Creo que no es la primera vez que usted aborda el tema de ETA, ¿verdad?
F.A.- No, no es la primera vez e incluso, estoy tentado en decir que no lo considero un tema, una cuestión a la que yo me he acercado informativamente, sino que es un asunto que va conmigo desde la niñez, que siempre ha estado cerca de mí.
M.G.- Aunque usted viva desde hace muchos años lejos de España.
F.A.- Sí, pero no emocionalmente. No he podido nunca desligarme de este asunto. Lo viví de niño, de adolescente, he conocido a personas que se implicaron en esta atrocidad constante, han muerto personas a las que yo conocía personalmente. No lo vivo como un tema porque un tema para mí sería la Edad Media o las guerras napoleónicas. Sin embargo, el terrorismo forma parte de mi memoria personal y por eso yo llego a este tipo de literatura muy marcado, personal y humanamente. Quizá note que he puesto corazón en esta novela porque me siento muy implicado como autor y como persona en lo que estoy contando. Incluso le doy a algunos personajes los usos lingüísticos que me son cercanos, por la familia o el que era mi vecindario, a las afueras de San Sebastián.
M.G.- Dice usted en la nota de prensa que escribe esta novela partiendo de un final, de una escena que usted ya tenía en su mente.
F.A.- Es cierto. Una cosa es la voluntad de escribir novelas y otra cosa es cuando empiezan físicamente, cuando se da el primer chispazo. En mi caso, fue doble. En realidad yo tenía unas anotaciones de hace mucho tiempo, una pequeña frase en un cuaderno de apuntes que aludía a una mujer, sin nombre, viuda porque ETA había matado a su marido, y deseaba a toda costa recibir perdón. Años después, esta frase se juntó con una imagen repentina en la que yo percibí mentalmente lo que ahora es la escena final de mi novela. Combiné estas dos ideas, la necesidad de perdón o de entender lo que había pasado junto con esa escena final y como quien tira de un cabo de un hilo, fui sacando toda una larga madeja que es en definitiva lo que supone mi novela. Fui inventado historias siempre con un criterio de verosimilitud, que todo lo que yo contase en Patria debería haber sido plausible o veraz en la realidad.
M.G.- Ahora que menciona usted el título. Patria es una palabra muy contundente que ellos, los protagonistas de esta novela, entienden como la base y el fundamento de toda su esencia, de toda su identidad.
F.A.- El título lo tuve también claro desde el principio, antes que el primer renglón. Patria es un espacio físico en el que se mueven todos los personajes. Tiene una acepción mitológica, sacralizada, cuando la patria se incorpora a los proyectos políticos internos y se convierte en una misión, una utopía, en la cual todos los ciudadanos tienen que cumplir un papel, lo quieran o no, que es lo que en realidad ha ocurrido en el País Vasco y lo que ha justificado la violencia por parte de los que la cometieron. La violencia no fue gratuita, no fue para robar carteras, ni asaltar bancos sino que se cometió en nombre de la patria, del espacio físico, mitológico o como otros dicen, de la nación ficcionada.
La palabra patria tiene una connotación un poco antipática para mí, suena un poco a franquismo, a cuartel, a servicio militar. Ahora bien, traducida a la lengua vasca tiene un cierto prestigio social, que no se aprecia en castellano.
M.G.- Cinco años después del anuncio del cese definitivo de la actividad armada por parte de ETA, ¿qué le empuja a escribir esta novela?
F.A.- Este libro se inserta en un proyecto de elaboración literaria que prevé contar historias de gentes vascas. Pero no es un proyecto al que yo atienda constantemente, porque me gusta tocar otros palos. Me gusta escribir libros humorísticos, o de reflexión, incluso de poesía en prosa con independencia de que luego publique dichos libros o no. Pero, cada cierto tiempo tengo que volver al tema del terrorismo, a la difícil convivencia de los ciudadanos vascos en mi tierra natal. De tal modo, después de un libro jocoso y otro de ensayos literarios, volví a sentir deseos de regresar literariamente a mi tierra natal.
F.A.- Este libro se inserta en un proyecto de elaboración literaria que prevé contar historias de gentes vascas. Pero no es un proyecto al que yo atienda constantemente, porque me gusta tocar otros palos. Me gusta escribir libros humorísticos, o de reflexión, incluso de poesía en prosa con independencia de que luego publique dichos libros o no. Pero, cada cierto tiempo tengo que volver al tema del terrorismo, a la difícil convivencia de los ciudadanos vascos en mi tierra natal. De tal modo, después de un libro jocoso y otro de ensayos literarios, volví a sentir deseos de regresar literariamente a mi tierra natal.
La circunstancia de que ETA declarara el cese definitivo de la violencia en octubre de 2011 dio forma a este libro. Si no se hubiera producido ese hecho, probablemente yo habría escrito otro libro sobre el mismo asunto pero no exactamente este. Ese anuncio nos colocaba en una situación social e histórica nueva, en el sentido de que algo se terminaba. Se terminaba, para empezar, la larga serie de asesinatos, de manera que la historia violenta de ETA quedaba parada, quieta, se convertía en un objeto que no iba a añadir nuevos elementos a la reflexión. He escrito la novela con la sensación de que toda la historia violenta de ETA estaba ya convertida en un objeto. Esto no quiere decir que ya haya paz, que se acabó lo que había, pero por lo menos no hay más muertos. Y la novela nace precisamente con este acontecimiento que creo que nos pone en una situación propicia para la evocación, para el recuento.
M.G.- Quizá uno de los muchos aspectos que hace atractiva la novela es el hecho de que usted no aborda este problema desde un punto de vista político. Usted no analiza en ningún momento la contienda sino que se acerca a esta cuestión a través de las personas, de las emociones, de las sensaciones que las consecuencias que la actividad terrorista en el País Vasco producía en las personas que residían allí. ¿Este acercamiento ha resultado más difícil que si usted hubiera escrito sobre esta cuestión desde un punto de vista puramente político?
F.A.- No sé qué es más difícil porque yo no soy historiador. Pero es cierto que una novela no funciona como un libro historiográfico a partir de datos verificables. Lo que me ha movido no ha sido la voluntad de dejar un testimonio histórico sino el propósito fundamentalmente literario de contar una historia privada de habitantes del País Vasco. Mi libro muestra y no analiza, no clasifica, no explica, simplemente presenta cachitos de vida referidos a nueve protagonistas. La novela nos lleva al ámbito privado de estos personajes y nos mete en sus cocinas, en sus dormitorios, nos muestra escenas de ternura, escenas de odio, hay accidentes, viajes, enfermedades y cuenta con toda una paleta de personajes, hombres o mujeres, mayores o jóvenes. Lo que se consigue es que el lector se sienta implicado emocionalmente con lo que lee y por lo tanto, en cualquier momento, puede preguntarse qué habría hecho en el caso de ser uno de los personajes, de tener un hermano que ingresa en ETA o ser la madre de un terrorista. Esta lectura, que no es solamente intelectual sino principalmente afectiva, es la que nos ofrece la novela.
Patria nos cuenta fundamentalmente cómo se vivió todo este fenómeno del terrorismo, cómo se vivió en un paisaje cotidiano, día a día, cómo se comportaban los vecinos, los amigos,... Nos habla de soledad, de traición, de odio, de violencia y nos lo muestra por medio de historias, de episodios que podrían haberle ocurrido a cualquiera en el caso de haberse encontrado en el País Vasco.
En estos días que llevo presentando la novela en diversas ciudades, he comprobado que el libro ha tocado el corazón de muchas personas, personas que me cuentan algún episodio dramático que han vivido o que le ha ocurrido a un familiar. La novela no solamente busca un entretenimiento sino que araña la conciencia de algunos lectores.
M.G.- Sin duda la novela remueve las entrañas, al menos, yo así lo he sentido. Pero en Patria usted cuenta la historia de dos familias, unos son víctimas y otros victimarios, y en ambas partes hay dolor, hay violencia,... y siempre mantiene una posición muy neutral. No debe ser sencillo hacer esto.
F.A.- Como opinante no soy neutral. He demostrado en público mi empatía con las víctimas y mi indignación con la violencia, siempre. Como escritor no puedo hacer distingos. Yo tengo que prestar la misma atención literaria al que comete un crimen, que a su madre, que al vecino o la hija del asesinado. Para mí son figuras de ficción y tengo que hacerlas bien. No puedo intervenir desde fuera de la novela mediante prólogos, epílogos o notas al pie de página para decirle a los lectores quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Los lectores son los suficientemente inteligentes para sacar sus propias conclusiones. Ahora bien, está claro que yo intervengo en la narración porque soy yo quién selecciona los detalles y pongo palabras en las intervenciones orales de los personajes pero nunca de tal manera que yo prefije la lectura y la interpretación de los lectores.
M.G.- Cuando empecé a leer la novela me encontré con dos mujeres, Bittori cuyo marido ha sido asesinado y Miren, la madre del terrorista, pero estas dos mujeres que inicialmente pensé que eran las únicas protagonistas de la novelas, ambas tremendamente fuertes, también dejan espacio al resto de los personajes, como si usted quisiera dar una visión global, sin ceñirse solo a las madres, sino dar el punto de vista de los padres, de los hijos, de los hermanos,... Nos ofrece una visión bastante amplia de la situación.
F.A.- Yo supuse al principio que si prestaba atención a nueve protagonistas al final quieras que no, saldría un dibujo bastante complejo de lo que puede ser o ha sido la sociedad vasca de las últimas décadas. No obstante, acepto la lectura según la cual esta novela es la historia de dos mujeres. Al menos inicialmente es la historia de dos mujeres que, además son muy parecidas en sus rasgos psicológicos. Tanto es así que, de hecho, me ocurrió un desbarajuste en las primeras cincuenta primeras páginas de la novela. En un momento determinado le cambié los nombres porque me pareció que había encontrado otros mejores y sin darme cuenta, durante tres capítulos estuve atribuyendo a una hechos que correspondían a la otra y viceversa. El hecho de que se parezcan mucho es algo deliberado aunque luego tengan unos caminos biográficos distintos. Ellas, que son tan amigas y tan parecidas, por la intervención del crimen político, rompen abruptamente su amistad y arrastran con ellas a todos los miembros de su familia. Patria muestra una amplia paleta de comportamientos y como los hechos narrados abarcan tres décadas esto permite al narrador mostrar también la evolución de cada uno de los personajes porque ellos no están completos o terminados desde el principio
M.G.- Para mí hay dos que evolucionan muchísimo, Miren y su hijo. Al final, yo entiendo que todos terminan por ser víctimas.
F.A.- Más que víctimas, perdedores. Al final hay como una luz de esperanza, algo que se recompone, no de una manera rotunda, patética o sentimental pero sí un rayito de esperanza.
M.G.- Yo no lo veo tan liviano. Para mí es algo más potente.
F.A.- Bueno sí, esto es interpretable pero para mí fue muy útil saber en todo momento hacia donde iba la masa narrativa. Yo tenía el final desde el principio y en todo momento sabía en qué situación de la novela me encontraba con respecto a ese final.
M.G.- Algo en lo que me ha hecho usted pensar mucho. Está claro que todos los conflictos políticos separan y las guerras rompen familias. Sin embargo, en el caso de ETA jamás me lo había planteado. Es decir, yo no había pensado nunca en familias en los que un miembro forma parte de la banda con el rechazo del resto de sus familiares y esto es algo que se ve en Patria. Estas familias viven conflictos internos muy fuertes.
F.A.- Esto se ha dado mucho en el País Vasco. Estas cuestiones familiares, íntimas o privadas, no suelen llegar a las planas de los periódicos. Precisamente ahí es donde está la materia prima de la novela. No es verdad que haya habido bloques muy definidos. La violencia ha golpeado de una manera muy dramática dentro de las familias, donde ha habido discrepancias y enemistades que después ha costado mucho superar.
M.G.- Recomponer.
F.A.- Exacto, y en algunos libros confesionales hemos podido echar una mirada a este tipo de enfrentamientos entre familiares o parejas que se han roto precisamente por la influencia de la violencia o la política. La violencia envenena mucho la sociedad, determina negativamente las relaciones entre las personas y particularmente en los pueblos, donde todo el mundo se conoce y donde no hay escapatoria posible. Una ciudad ofrece más refugios pero en un pueblo, es mucho más fácil que los grupos de poder dominen a los individuos. Y por eso no es raro que haya gente que se adapte para evitar problemas y cuelgue la bandera en el balcón.
M.G.- Sobre eso también le quería preguntar.
F.A.- Pero esto no es solo una característica de la sociedad vasca. Esto se ha dado y se seguirá dando en todas las sociedades en las que impera el terror y donde predomina el totalitarismo porque discrepar puede resultar muy costoso.
M.G.- En un viaje que he realizado recientemente al País Vasco, visité muchos pueblos en los vi muchísimas banderas, muy conocidas, colgando de los balcones de viviendas particulares. En alguna ocasión me paré a pensar si no habría algún tipo de fingimiento para no señalarme. Esto es algo que también se ve en la novela, vecinos que no saludan a Bittori ni a su marido en el pueblo pero si los ven en San Sebastián se paran a charlar con ellos.
F.A.- Exacto. Este comportamiento esquizofrénico ha sido frecuente también. Es decir, hay una cara para pasear por el pueblo, sin significarse, acudiendo a las manifestaciones a favor de la independencia y después en casa, a solas, tener otras opiniones y otros pensamientos, pero de manera oculta. Esto se ha visto mucho.
M.G.- Un ambiente muy opresivo, ¿no?
F.A.- Es opresivo y francamente terrible pero es lo que hemos tenido. Poco a poco, quizá, esta especie de bloque de hielo social se va descongelando. Ahora mismo la situación es de calma, de voluntad, de dirimir las diferencias políticas en el parlamento y no en la calle, pero creo que costará años y una o dos generaciones construir lo que se llama la convivencia, la capacidad de estar juntos y respetarse y aceptar que otros opinan, sienten o piensan de manera diferente.
M.G.- Bittori es un personaje que vive obsesionada por el perdón. Su marido ha sido asesinado y ella necesita escuchar la palabra perdón pero ¿realmente esa palabra puede llegar a cerrar las heridas tan dolorosas?
F.A.- Eso es algo individual. El perdón, para que sea auténtico debe ser personal, debe proceder del ofensor directamente. No se puede hacer del perdón un instrumento político y no debería hacerse público. El perdón no se puede pedir en el centro de una plaza delante de fotógrafos y de cámaras de televisión. Es algo muy personal y además no debe estar condicionado para nada. No se puede pedir perdón para obtener ventajas o privilegios de algún tipo. A mí juicio, el perdón solo es posible cuando se enfrentan los ojos del ofensor con los ojos del ofendido y Bittori desea que le pidan perdón y que se lo pida además una persona en concreto, no de manera abstracta un representante político. Y también desea conocer hasta el último detalle cómo fue asesinado su marido.
Mira yo he hablado personalmente con víctimas, cada vez que he podido. He leído muchos libros de entrevistas a víctimas, he visto muchos reportajes y películas y te aseguro que no es nada insólito que una víctima necesite que le pidan perdón para que algo dentro de ella se cierre. Una víctima nunca dejará de ser víctima. Nadie va a conseguir que el marido de Bittori resucite. Nadie va a echar el tiempo a atrás y a evitar que pase lo que ya pasó. Pero el personaje necesita una satisfacción personal, necesita que le confirmen antes de morir que se le hizo una injusticia, que todo lo que ha vivido desde que le mataron a su marido no lo ha merecido sino que se lo han impuesto. Son sutilezas de naturaleza psicológica que en mi novela son fundamentales, forman parte de la columna vertebral del relato y que se han dado en la vida real. Ahora bien, esto no quiere decir que a todo el mundo al que el terrorismo le ha privado de un ser querido, sienta o piense de igual manera. Es muy subjetivo.
Y luego está el ofensor para el que el perdón lo obliga a humanizarse. Sabemos que el terrorista es un hombre movido por el odio, por las consignas, que tiene un objetivo que lo quiere alcanzar como sea, caiga quien caiga. El proceso que puede llevarlo a pedir perdón obliga a humanizarse, a reconocer que el otro, al que ha hecho daño, es un igual, un ser humano con una dignidad y es como él. Esto no es fácil. Esto requiere reflexión y humildad.
M.G.- Uno de los personajes que más me ha impactado y más potente para mí es Miren, la madre del terrorista. Decía usted antes que el lector debe ponerse en la piel de los personajes y eso es lo que yo he hecho con Miren. Podrá parecer descabellado pero yo a este personaje la he llegado a entender aunque no a justificar. Esta señora no deja de ser madre, los vínculos de sangre están ahí, es su hijo, sabe que no está bien lo que hace pero ella se construye una coraza, se auto-convence de que tiene que apoyar a su hijo. Su situación es muy complicada.
F.A.- Estoy totalmente de acuerdo con la reflexión. La clave está precisamente en tratar de entender. Entender a un personaje que lleva a cabo una actuación de este tipo, justificativa de la violencia, no quiere decir que nosotros aceptemos ese comportamiento pero la novela nos acerca a la intimidad de este personaje, un personaje que efectivamente es una ama de casa, que no tiene preocupaciones intelectuales ni políticas pero su hijo para ella está por encima de todo y lo apoya, lo acompaña, asume su pensamiento, justifica su ingreso en ETA y sus crímenes a los que ella no considera tales. Incluso es que ella llega más lejos que el hijo porque el hijo, al cabo de los años, evoluciona y tiene un pensamiento más matizado, un hijo que se da cuenta que se le ha pasado la juventud y los mejores años de su vida y no ha conseguido nada de lo que se propuso al empuñar las armas e incluso ve con temor a su madre porque sigue totalmente fanatizada.
M.G.- Al hilo de ese personaje como Miren, encontramos a otro que me ha zarandeado. Me refiero al cura, a don Serapio, un hombre de Iglesia que supuestamente debería abogar por la paz, la tolerancia, el amor,...
F.A.- Exacto, es lo que pensábamos en un principio, que un ministro del Señor consagraría su vida al fomento de la bondad, del amor al prójimo y sin embargo no ha sido así. Don Serapio, este personaje no es ni mucho menos una parodia. Hemos tenido curas de este tipo más próximos a los verdugos que a las víctimas. Recientemente he visto un reportaje difundido en Antena 3, que se puede ver en Internet, que mostraba entrevistas a sacerdotes de todo tipo con cámara oculta y la verdad es que lo que dicen algunos de ellos ponen los pelos de punta. ¿Cómo se puede justificar lo que ellos justifican? Pero cuidado, no se puede decir que la Iglesia haya sido comprensiva con la violencia porque también ha habido curas en el País Vaco amenazados o que no podían deambular por las calles sin escolta. No podemos generalizar pero hay que saber que ha habido curas nacionalistas, curas dentro de ETA,... y todo esto está documentado. Yo no he tenido que recurrir a la fantasía para inventarme un cura que realmente desampara a las víctimas y prefiere posicionarse con los verdugos.
M.G.- La historia es fascinante pero también es maravillosa la manera de contarla. Me ha parecido que la novela es hipnótica por la forma en la que usted la cuenta. Mezcla usted el estilo directo y el indirecto, algo que funciona muy bien.
F.A.- Bueno, esto es una decisión de tipo técnico previa a la tarea y que consiste en que los nueve protagonistas también tienen voz dentro de la novela. El narrador no se mete en sus cabezas e indaga lo que están pensando sino que lo que sienten o piensan está expuesto en la novela en un estilo directo. Y aparte de ese narrador externo, hay otro narrador más. Es un recurso que yo ya empleé en una novela anterior. El texto es consciente de que está narrando y el texto interviene de vez en cuando haciendo preguntas breves o pidiendo mayor precisión a alguno de los narradores. Todos estos juegos de artesanía literaria el lector no los tiene por qué percibir pero entiendo que si los percibe puede tener un disfrute adicional.
F.A.- Porque a veces pienso que no hay exactamente un único verbo que pueda describir con precisión la acción realizada. Por ejemplo, si quiero decir «Fulanito rogó/mandó» ese ruego tiene un sombra perentoria o autoritaria. Esto lo expreso yo fundiendo dos verbos por medio de una barra.
M.G.- Antes de que tengamos que cortar quisiera que me hablara de los escenarios. Todo transcurre en un pueblo que usted no quiere nombrar, no sé si como referente de todos esos pueblos vascos en los que han ocurrido atentados.
F.A.- Bueno, la novela es muy viajera y salen diversas ciudades españolas y europeas pero el pueblo central no lo nombré porque yo quería un pueblo emblemático y este lo es, ni demasiado grande que los vecinos no se conozcan ni demasiado pequeño que no tenga una estructura industrial. No lo nombré porque vivo en Alemania y si lo hubiera querido nombrar me hubiera tenido que documentar sobre los nombres de las tiendas, sobre el mobiliario urbano, los motes del pueblo. Al no nombrarlo tenía las manos más libres para inventar lugares, comercios, detalles de las calles, el interior de la iglesia,... Ha sido por razones simplemente prácticas por lo que decidí dejarlo en el aire.
M.G.- Fernando, me llevaría aquí muchos más tiempo hablando de la novela pero no quiero robarle más tiempo. Reiterarle que esta lectura ha sido una maravilla. Muchas gracias.
F.A.- Muchas gracias.
No voy a tardar nada en daros mis impresiones sobre esta novela. A lo más tardar el viernes podréis leer lo que me ha parecido aunque ya os podéis imaginar lo mucho que me ha gustado.
Por cierto, el documental al que alude el autor lo podéis ver aquí. Juzgad vosotros mismos.
F.A.- Muchas gracias.
No voy a tardar nada en daros mis impresiones sobre esta novela. A lo más tardar el viernes podréis leer lo que me ha parecido aunque ya os podéis imaginar lo mucho que me ha gustado.
Por cierto, el documental al que alude el autor lo podéis ver aquí. Juzgad vosotros mismos.