Autor
Jesús Ruiz Mantilla, periodista y escritor, ha cultivado a lo largo de su obra la narrativa y el ensayo. Es autor de las novelas Los ojos no ven; Preludio; Yo, Farinelli, el capón; Gordo -con la que ganó el premio Sent Soví 2005-; Ahogada en llamas; y La cáscara amarga.
Dentro de otros géneros, ha escrito Placer contra placer y la obra Contar la música, que refleja su trayectoria como cronista musical a lo largo de dos décadas en el diario El País. En este periódico es donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera dentro de las secciones de Cultura así como en los suplementos Babelia y El País Semanal. También ha colaborado con el programa La ventana de la Cadena Ser, cuando lo dirigía Gemma Nierga. Con Hotel Transición, ha ganado el XVII Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones.
Chucho, un niño locuaz, inquieto y curioso, vive en el hotel que dirige Rocío, su madre. Allí se alojan personajes estrambóticos, solitarios y misteriosos que hacen un alto en mitad de la convulsión de un país que despide la dictadura franquista para despertar a la democracia y las libertades entre nubes en el horizonte y una esperanza cautelosa. Recién muerta su abuela Carmen, el ser que más quería, Chucho queda a expensas de las tensiones y conflictos paternos y familiares. En medio también de un hábitat con personajes que se resisten a entregar sus privilegios de vencedores franquistas, mientras otros luchan, desde la tristeza de derrotas muy presentes, por la reconciliación.
Al tiempo que Chucho va dejando la infancia para pasar a la adolescencia y a la vida adulta, el país también va madurando a su alrededor en medio de una fascinante transición íntima y colectiva que cambiará la faz de casi todas las cosas. Sus vivencias y recuerdos personales, sus ilusiones y decepciones, se van cruzando con los acontecimientos que marcaron aquellos años y los actuales, desde el atentado a Carrero Blanco, la muerte de Franco y el golpe del 23-F a la catarsis actual en su transformación de ciclo, pasando por el Watergate, la legalización del PCE y otras desapariciones como la de Mao, John Lennon o Adolfo Suárez; unido a la fascinación que le producían series de televisión como Bonanza u Hombre rico, hombre pobre y las más recientes como Los Soprano, True detective o Mad Men, imbricadas en un diálogo a modo de espejo, tan crudo como satírico y esperanzador, entre aquellos años y los actuales.
Hotel Transición es una novela con tintes autobiográficos, que combina la inocencia con la mordacidad y la nostalgia con la crítica social. Un cruce de caminos entre el presente y el pasado tejido con lucidez narrativa y la perspectiva de una pluma experta e inteligente.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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La semana pasada la cadena hotelera Eurostar volvió a poner en marcha una cata literaria dentro de su programa Wine & Books. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de contar con la presencia del periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla, cuya última novela, Hotel Transición (Ed. Alianza) se alzó recientemente con el XIII Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Pero antes de asistir a la presentación del libro, tuvimos la oportunidad de sentarnos con el autor en un aparte y exponerle las preguntas que la lectura de su novela nos había suscitado. Esto es lo que Jesús Ruiz nos contó.
Marisa G.- Jesús, un placer contar con su presencia en Sevilla.
Jesús R.- Muchas gracias.
M.G.- Viene usted a presentar Hotel Transición, una novela que yo estoy leyendo en estos momentos y que me está resultando muy instructiva y muy entretenida.
J.R.- Me alegra saberlo.
M.G.- Usted es periodista, escritor y cronista musical. En este libro hay música pero también la hubo en otros anteriores como en Preludio. Incluso escribió usted un libro sobre Farinelli.
J.R.- Bueno y Contar la música que ha sido el último libro que he publicado en Galaxia Gutenberg y que forma parte de un proyecto que tengo con Galaxia para publicar toda mi obra musical. Van a volver a publicar Preludio, Yo, Farinelli, el capón y luego voy a hacer un libro sobre el divismo, centrado un poco en el mundo de la ópera pero quiero enfocarlo de manera transversal y que llegue hasta Lady Gaga, la gran diva de nuestro tiempo. No trataré tanto los grandes divos de la ópera como los del pop, del cine o del fútbol. Quiero revisar este concepto en sus buenas y sus malas vibraciones.
Fernando Quiñones |
M.G.- Con Hotel Transición ganó usted el premio Fernando Quiñones. ¿Qué ha supuesto este galardón a nivel personal y literario?
J.R.- Los premios que llevan nombre de gente a la que admiras y con la que tienes una especie de complicidad, no solo ya literaria sino vital o de carácter, me hacen especial ilusión. Tengo muchos amigos que han sido muy amigos de Fernando Quiñones. Yo no tuve la suerte de conocerlo, pero me llena de orgullo porque además esos amigos comunes son muy valiosos y lo han celebrado por todo lo alto. Creo que me parezco mucho a Quiñones en muchos aspectos, como cronista, periodista, literato,...
M.G.- Polifacético.
J.R.- Pues sí, para no aburrirse.
M.G.- Eso está bien. Bueno, la novela tiene dos hilos argumentales. Por un lado, vamos a ver la transición a través de los ojos de Chucho, un niño de ocho años. Luego hay otra línea en la que el niño ya se ha hecho adulto y recuerda aquellos años combinados con los acontecimientos de su presente. Sé que es una pregunta muy obvia pero, ¿qué tienen Jesús y Chucho en común?
J.R.- Tiene muchísimas cosas porque yo también fui un niño que creció en un hotel dirigido por mi madre y por tanto todos los puntos de partida de los personajes son reales. Lo que pasa es que luego la ficción lo complica y lo desbarata todo pero la base es real. Sin embargo, el adulto es más pesimista que yo. Sería el estado de ánimo con el que escribí la novela entonces pero hoy en día, veo muchas más luces al presente que él, muchas más salidas que en aquel tiempo de más incertidumbre.
M.G.- En la novela hay una frase que me gusta mucho. Compara usted el hotel con un universo sociológico por el hecho de que por allí pasaran gente tan dispar.
J.R.- Exacto. Yo siempre lo defino como un vecindario en el que todos los días hay mudanza de vecinos. Eso abrió mucho mi mente. Me hacía muchas preguntas sobre la gente que entraba y salía del hotel, de dónde vendrían, cómo serían,... Tenía ganas de saltar a esos mundos que los huéspedes traían en sus maletas. Creo que eso me labró la curiosidad que hoy tengo por todas las cosas o por la gente en general y que exploro muchísimo en el periodismo y en la literatura. Quise comprender y conocer el mundo a través de la gente que pasaba por allí.
M.G.- Y esa curiosidad que usted menciona también se ve reflejada en el Chucho niño, que escucha las conversaciones de adultos, que observa todo lo que le rodea,...
J.R.- Es un cotilla, un mirón... De ahí viene todo. Ese niño se parece mucho al adulto de ahora que también pone la oreja, se sienta en las plazas y los cafés a mirar a la gente pasar...
M.G.- Entiendo que todas esas vivencias son las que han dado origen al libro. ¿Aquellas experiencias suponen el germen de la novela?
J.R.- Sí, en gran parte se nutre de lo que yo viví, de la gente que pasó por aquel hotel o que trabajó allí pero luego también hay mucha invención.
M.G.- Creo que fue Juan José Millás quien le impulsó a escribir esta novela, ¿verdad?
J.R.- Efectivamente él me provocó porque, durante un viaje que hicimos juntos, me preguntó cómo era posible que habiendo vivido en un hotel no hubiera escrito una novela sobre eso. Le di la razón. Pero es que yo tenía tan asumido mi vida en el hotel que no me daba cuenta de lo excepcional que era y especialmente excepcional como tema literario para una novela. Me di cuenta entonces que mientras yo pasaba de la infancia a la adolescencia dentro de aquel hotel, el país pasaba de la dictadura a la democracia. Era un paralelismo a explorar muy importante y así me lancé.
M.G.- No sé si le habrá costado mucho meterse en la piel del niño para narrar aquellos años.
J.R.- Eso ha sido lo más complicado de todo. El desahogo del hombre maduro en el presente que observa lo que está ocurriendo ha sido lo más fácil y lo más impulsivo pero meterme en la piel del niño fue muy complicado porque era más ajeno a mí. Yo no me acordaba de cómo miraba el mundo ni cómo miraba la vida entonces.
M.G.- Algo que me ha gustado mucho es comprobar cómo el Chucho adulto aprovecha la coyuntura para tocar ciertos temas delicados. Observo una crítica sobre la inmadurez de los jóvenes de hoy en día en contraposición a los de aquellos años, o una reflexión sobre la amabilidad de este país con respecto a los inmigrantes, o sobre la hipocresía que es nuestro deporte nacional. ¿Ha aprovechado usted la novela para incidir en estas cuestiones?
J.R.- Sí claro. En relación con la inmigración somos un país muy ejemplar. Es una de las cosas por las que me siento más orgulloso, por nuestra tolerancia activa y real. Creo que somos hoy la excepción de Europa. El descontento de otros países europeos se ha canalizado en opciones indeseables, fascistas y xenófobas pero en este país no ha ocurrido eso. Aquí se han canalizado las opciones de regeneración y cambio en movimientos muy democráticos, nada xenófobos. Eso es un síntoma de salud a poner en valor. Por increíble que parezca, en toda Europa ha germinado de nuevo la xenofobia y el fascismo contra el extranjero. Fíjate lo que ha ocurrido hace poco en el metro de Londres, cuando un individuo insultó a un pasajero y su novia, una chica de Sevilla, se encaró con el agresor [Se refiere a esta noticia]. No es casual que sea una española la que salga ahí a defender al agredido como una fiera. Nosotros somos un país muy digno, muy noble y muy acogedor. En esto somos ejemplares y es para sentirse orgulloso, especialmente después de haber recibido un brutal atentado por parte del terrorismo islamista y sin embargo, no se ha generado una reacción en contra ni una política de seguridad exacerbada ni paranoica. Pasó algo terrible pero no tenemos que devolver el golpe con odio. Hay que ser fríos e inteligentes y no pensar que todos los árabes o musulmanes son terroristas. Y esto es lo que la mayor parte de la gente manipulada está empezando a pensar, con mentiras y con discursos repugnantes desde Estados Unidos hasta el este de Europa.
M.G.- Da miedo pensar en todo ello...
Bueno, Hotel Transición no es solo un retrato de una época a través de los ojos de un niño y su posterior análisis a través de los ojos del adulto. También tiene un punto de intriga. La sombra de una mujer, de Katia, flota en el presente de la novela constantemente. ¿Qué papel juega ese personaje?
J.R.- A mí me gusta construir personajes que vienen y van, atraviesan la novela, entran y salen. No sé muy bien qué papel pueden jugar. Me gusta verlos aparecer o desaparecer entre el tumulto y que el lector se imagine qué puede haber pasado con ellos.
M.G.- Y hay algunos episodios muy divertidos, especialmente en la vida del Chucho niño como sus primeras erecciones,...
J.R.- O la experiencia con la tía Cuca que también es un pasaje tremendo. Una de las críticas que ha tenido la novela hacía referencia a que querían saber más sobre la tía Cuca. Eso es todo una alabanza, cuando el lector te pide más.
M.G.- Sí, esa parte también es simpatiquísima. Bueno Jesús, no quiero robarle más tiempo, especialmente porque dentro de unos minutos presentará la novela y seguro que aún nos tiene mucho que contar.
J.R.- A ver qué tal sale.
M.G.- Gracias por todo.
J.R.- A vosotros.
Mientras terminábamos de entrevistar al autor, apareció el también novelista Fernando Iwasaki, encargado de conducir el acto de presentación. Durante una hora, Iwasaki fue desvelando las claves de la novela. Abrió el acto comentando la trayectoria literaria del autor, en cuyas obras se puede percibir la enorme sensualidad del novelista a la hora de narrar.
Bajo el punto de vista de Iwasaki, en Hotel Transición «hay un homenaje al gran libro de Flaubert, La educación sentimental». Considera que la nueva novela de Ruiz Mantilla muestra una educación sentimental en diversos planos. Por un lado, en el plano musical que denota la enorme sabiduría que posee el autor en este terreno. A su vez, también hay una educación sentimental audiovisual con todas esas referencias a series de televisión que figuran entre las páginas de libro. Además, recoge todos los rituales de iniciación de la adolescencia, tanto en el aspecto psicológico del individuo como en el sexual. Y por último destacó esa «gran complicidad literaria que el niño tiene con el padre», algo que a los grandes lectores encantará.
Detalló algunos episodios del argumento y fijó la mirada en los personajes secundarios que tienen una vida propia llena de vivencias muy interesantes como esa relación peliaguda entre los padres de Chucho, la virginidad de la tía Cuca o las inclinaciones sexuales de la tía Mariví. Por otra parte, son sumamente interesantes los trabajadores del hotel con sus propias ideologías o los amigos de Chucho, algunos de los cuales les toca vivir una situación complicada.
Acto seguido cedió la palabra al autor. Os dejo los primeros minutos de su intervención.
Ruiz Mantilla quiso comentar que estructuralmente la novela tiene dos espejos: el pasado con la narración de la infancia y la adolescencia de Chucho y el presente en el que te ves obligado a mojarte. «Una novela es un artefacto en el que cabe todo siempre que esté bien medido y donde se puede hablar de todo».
Considera que su novela es ecléctica y está llena de juegos y regates con personajes que tienen una base real pero que luego han quedado disparatados, perfeccionados o totalmente imperfectos con respecto a lo que son hoy, gracia o por desgracia de la ficción que me se ha permitido.
Algunos asistentes intervinieron con sus preguntas. Por ejemplo se le interrogó sobre la forma de dibujar a los personajes a lo que el autor respondió que no negocia con su creación.
Y dado que el hotel había organizado un cóctel en la terraza, se dio por finalizado el acto de presentación y pasamos a conversar con el autor en un ambiente mucho más distentido y con un testigo privilegiado.
Y así transcurrió tanto la entrevista como la presentación de la novela, Hotel Transición, dentro precisamente de un hotel en el que seguramente se vivirán experiencias y anécdotas similiares a las que el pequeño Chucho vivió durante su infancia.
En breve os traeré mis impresiones pero de momento os adelanto que ha sido una experiencia fabulosa leer esta novela.