Fue sobre mediados del mes de marzo, poco antes de que se produjera el parón del blog, cuando tuve la oportunidad de acompañar al escritor Alejandro Pérez Guillén en la presentación de su nuevo libro, Re-flexiones. Ejercicios para el corazón, editado por Alfar. Cierto es que hace ya bastante tiempo de aquello pero creo justo retomar ahora aquel acto y comentaros lo que allí ocurrió pues el libro en realidad lo merece, constituyendo un compendio de reflexiones, pensamientos y emociones con los que el lector a buen seguro podrá sentirse identificado.
Aquella tarde llovía pero aquello no impidió que nos reuniéramos en Casa del Libro un grupo de amigos y familiares para asistir a la presentación del libro. En realidad fue como estar tomando un café con unos amigos, algo que realmente apetecía en una tarde tan desapacible. Por eso, los nervios que había sentido en las horas previas desaparecieron para no regresar y me dispuse a exponer mi opinión sobre estas reflexiones y a intentar establecer un diálogo entre el autor y los asistentes. Me había leído el libro un par de veces, había comentado con el autor algunos detalles y tenía una idea muy clara sobre lo que quería hablar.
Antes de dejaros mi intervención, os dejo la biografía y la sinopsis del libro:
Alejandro Pérez Guillén (Benalup-Casas Viejas, 1973) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz. En la actualidad trabaja como responsable de la biblioteca pública municipal y como animador cultural de la localidad. Ha publicado los siguientes poemarios. Entrevista con la palabra (Ayuntamiento de Benalup-Casas Viejas, 1997), Sueños de hadas sin hada madrina (Alhulia, 2003), Monedas de papel (Diputación de Cádiz, 2006), Matar a Narciso (Alfar, 2012) y En manos de Orfeo (Renacimiento, 2014). También es autor de los cuadernillos El cadáver dormido de la historia y Tardes en fuga, y del libro de relatos La otra realidad (Aladena, 2009). Reflexiones: ejercicios para el corazón (Alfar, 2016) es su séptimo libro hasta la fecha.
EL CAMINO INCIERTO DE LA HERIDA
Cuando el mundo le saca la lengua a la rutina, no es necesario cerrar los ojos para encontrarse. Cuando uno aprende a convivir bajo el paraguas de las lágrimas, aprecia en toda su magnitud la línea curva de una sonrisa. Re-flexiones: ejercicios para el corazón supone un exceso de imprudencia y de desnudez por mi parte. Aunque también el mapa del tesoro a través del cual he salido indemne de todas las ausencias. Tras la ruptura, el gesto torpe de la duda nos envuelve como esas nubes negras que nos impiden ver el horizonte. He actuado como un náufrago sin más estrella que el desencanto y la palabra ha acudido en mi auxilio, en un período de mi existencia donde no encontraba el norte y el sur en el que resido no me servía de brújula. Lo más prudente habría sido no publicar Re-flexiones: ejercicios para el corazón, pero el silencio del papel me ha arrancado las espinas de la soledad y del desamor, cuando no contemplaba mayor salida que el desánimo. La literatura me ha salvado de la vida, de modo que, a pesar de confesar que soy una persona tremendamente vulnerable y llena de cicatrices invisibles, he apostado por derramar mis latidos de angustia ante otros ojos. Quizás para alimentar mi ego. Los poetas buscan constantemente el aplauso de los demás. Quizás, porque he conseguido que el dolor se me escape a través de la escritura y la palabra ha adoptado el atuendo sonriente de la esperanza. Quizás, porque confío en que mis páginas puedan llegar al oído de un lector desorientado. Para salvarlo de la misma manera que me he salvado yo. Me he sentido a gusto, sin necesidad de dispararme a los pies, puesto que me he negado a montarme en la noria de mis pensamientos. Me gusto con los cordones atados y el alma desenvuelta. Me gusto con la corbata desatada y el miedo acordonado. Me gusto con una lágrima de más y un abrazo de menos. Me gusto con un pensamiento de menos y un corazón de más. Me agrada compartir mi vida con alguien que me ayude a ver el mundo con sus ojos. Me desorientan los ruidos. Me desorientan los silencios. De la vida me gustan las faldas cortas y mi mirada larga. Para salir airoso de todos mis ataques he contado con el único recurso de la pluma.
Tal vez el amor esté tan cerca de nuestros ojos que no seamos capaces de verlo a primera vista. Tan cerca de nuestro pecho que olvidamos sentirlo, cuando lo tenemos a la altura de un abrazo.
Y ahora sí, os dejo con mi intervención:
Alejandro y yo no nos conocíamos en persona hasta el día de hoy. El primer contacto que tuve con él fue por Facebook, esa red social en la que él vuelca todas sus reflexiones. Fue el día de mi cumpleaños, apenas hace un mes, y me dejó un archivo de audio con unas palabras muy cariñosas que a mí, realmente, me impactaron mucho. Por entonces yo poco sabía de su trayectoria literaria o de este libro que hoy presentamos. De hecho ni siquiera podía llegar a imaginar que hoy pudiera estar sentada a su lado en esta presentación sevillana.
Confieso que, tras la propuesta que me llegó por parte de Luis, el editor de la editorial Alfar, sentí emoción y pavor al mismo tiempo. No es la primera vez que me veo en esta tesitura pero no deja de ser una responsabilidad actuar como madrina de un libro. Una vez aceptada la propuesta, me dispuse a indagar sobre Alejandro. Gaditano, licenciado en filología hispánica por la Universidad de Cádiz, tiene la profesión más bonita del mundo - responsable en la biblioteca municipal - (aquí no puedo más que envidiarlo). Comprobé que tras Alejandro Guillén se esconde un poeta que tiene a sus espaldas varios poemarios publicados (Entrevista con la palabra, Sueños de hadas sin hada madrina,...), un libro de relatos y unos cuadernillos. Yo no suelo ser lectora de poesía. No porque no me guste el género, todo lo contrario, sino por una incapacidad a la hora de extraer la esencia de los versos, de vislumbrar el sentido hacia el que el poeta quiere dirigir al lector. Para mí es una asignatura pendiente. Pero los versos no es el único género que frecuenta el autor, hay también relatos y ahora viene Alejandro a ofrecernos un ramillete de reflexiones que ha aglutinado bajo el título Re-flexiones: ejercicios para el corazón. Un título peculiar por esa manera de escribir la palabra "reflexión" de la que luego hablaremos.
El poeta no puede desprenderse jamás de su manera de mirar el mundo. Tiene los versos tatuados en su piel y por más que intente moverse en otros géneros, la poesía siempre sale a la luz. Esto es lo que le ocurre en este libro, en estas reflexiones en las que a veces se cuelan los versos camuflados en forma de prosa, que aportan cadencia y musicalidad a la narración o bien sirven de antesala a un poema.
Si hay que tener una sensibilidad especial para poder leer poesía, especialmente hay que tenerla para escribirla, una cualidad que Alejandro demuestra tener en las páginas de este libro. Yo siempre digo que, al igual que no es lo mismo oír que escuchar, tampoco es lo mismo ver que mirar. Hay todo un abanico de matices entre un verbo y otro y por eso, mientras el resto de los mortales vemos la realidad que nos rodea, el poeta tiene la habilidad de mirarla, escudriñarla e interpretarla. Hay pues una intencionalidad, un deseo de ahondar en los actos, en los pensamientos, en las emociones, de ahí que sean capaces de envolver el día a día con volutas y requiebros.
Cuenta este volumen de pellizcos del corazón con un prólogo que no puede ser más esclarecedor e ilustrativo. Su autora, Ana María Gomar Barea, nos cuenta el origen de los textos que componen este libro, esa desnudez del autor en una red social como Facebook, pero a la vez también lo define y dice de él que es un autor que no finge verdades, que es un cronista de emociones y que este libro es un diario de vida. A poco que te adentres en la lectura, entenderás que la prologuista no puede tener más razón en sus argumentos.
Entre los temas que aborda Alejandro en sus reflexiones figuran la amistad, la inocencia de los niños, el arte de escribir, la infancia y, por encima de todo, el amor, aquel que es correspondido y que llena de plenitud al ser humano y aquel otro que se rompe y lo sumerge en la desdicha. Todo un canto al amor marchito. Y por supuesto también tiene cabida el amor a uno mismo, porque si nosotros no nos amamos difícilmente nos amarán los demás.
Y también hay homenajes: a su madre, a Francisco Ballasote, gran poeta gaditano ya fallecido y que supuso para él un maestro y una fuente de inspiración, a los amigos,... Y versos, versos y más versos. ¿Cómo no podría haber versos siendo Alejandro un poeta?
Estructurado en cinco partes, el volumen se compone de alrededor de ochenta o noventa reflexiones, de diversa longitud. En ocasiones, encontraremos reflexiones de una sola frase pero que encierran todo el universo.
Espera que el olvido se olvide de esperar».
De entre todas ellas, yo, como le ocurrirá a ustedes si lo leen, tengo mis preferidas. A mí me ha sorprendido lo fácil que parece todo, lo fácil que Alejandro lo pone. Hay pensamientos de una profundidad tremenda y sin embargo, él tiene la habilidad de hacernos entender con pocas palabras, de manera sencilla y nítida. Ya desde las primeras páginas el autor nos habla de ese tema central que menciono, el amor, y de la cercanía del mismo sin que lo percibamos, o bien nos desvelará que el amor es eterno, inmutable y duradero. Somos nosotros los que cambiamos.
No pensé que me fuera a gustar tanto este libro. He visto al autor desnudarse en público y ante un auditorio compuesto por desconocidos y no lo hace con ánimo de exhibirse sino como terapia porque «el hecho de esbozar unas palabras por escrito me ayuden a ver la realidad con una claridad suficiente como para que se despejen de una vez las nubes que me ciegan» (Vivir en las alturas I, pág. 24). Esta es una idea que aparece con frecuencia en los textos porque quiere dejar claro que «sólo cuando pongo por escrito lo que siento, soy capaz de ver la realidad con nitidez» (Contagio, pág. 44)
La sinceridad, la honestidad, la franqueza,... serán los pilares de este libro, pilares en los que se sustentan un abanico de emociones en las que el lector puede verse reflejado. A mí al menos me ha ocurrido así. Un ser humano no es tan distinto a otro y por eso, yo también tengo esos lugares que han quedado marcados para siempre cuando se ha sufrido en ellos, cuando el amor te ha dolido, como él bien menciona en esa reflexión que ha denominado Retorna. Al igual que en su vida hay calles, rincones y plazas que ya tienen un valor añadido, nosotros, los lectores también tenemos las nuestras porque, como bien dice Alejandro, «el paisaje cobra la importancia del alma que lo ha vivido» (pag. 31). Y a este respecto, me decía él hace unos días que algunos lectores han catalogado su libro como un manual de auto ayuda. Yo no lo veo así. Es verdad que las emociones de Alejandro quedan desplegadas sin ningún tipo de tapujos y pueden ser similares a las que cada uno vivimos pero él no ofrece soluciones, quizá algún consejo como en Esquema, pero no nos dice cómo debemos actuar o qué debemos sentir. Él solo nos cuenta sus vivencias y seremos nosotros los encargados de sacar nuestras propias conclusiones.
Me han gustado especialmente las reflexiones - retrato como yo las llamo, esas en las que él se define a sí mismo, en las que dice que no es más que un corazón sin cabeza, que conoce que la felicidad está en las pequeñas cosas, como los momentos que comparte con su hijo Antonio, que vive a pecho descubierto aunque eso signifique estar vendido, exponer su vulnerabilidad porque sentir dolor es sinónimo de vivir y haber vivido. Alega que no le importa seguir los dictados del corazón «a pesar de que me empujen al precipicio», declara en Un día de compras (pág. 50) y confiesa que jamás renunciará al amor porque el amor, aunque haga sufrir, deje marcas y cicatrices es lo que nos hace vivir.
Re-flexiones: ejercicios para el corazón es un libro para leer despacio, para saborearlo y paladearlo. Yo aconsejo leer una reflexión cada día o cada pocos días, y dejarla reposar en nuestro interior para que eche sus frutos. Solo así se puede disfrutar con plenitud de este libro que no es más que un elixir para beber a pequeños sorbos, para releer en el futuro porque una reflexión quizá no nos sirva hoy pero sí mañana.
Y antes de dar la palabra a Alejandro, al fin y al cabo es él quien debe hablar de sí mismo y de su libro, me gustaría leer una reflexión cortita, una de las muchas que tanto me han gustado. Se titula La arruga (pág 135):
«Una arruga es la caricia que el tiempo ha ido tejiendo en la mejilla sonrosada de la vida. Las cicatrices son un mapa de carreteras para los que han vivido el día a día con intensidad. El camino por el que transita el recuerdo. La memoria acostada en la piel».
Finalizada mi exposición, cedí la palabra a Alejandro quién inició su charla explicando el origen de este libro. Comentó que estas reflexiones nacieron como fruto de la ruptura de una relación sentimental, un trance complicado que lo obligó a refugiarse en sus dos pasiones, el deporte y la literatura. Para superar los momentos difíciles que le tocaba vivir, Alejandro invertía buena parte de su tiempo escribiendo y en completa soledad. Pensó que sería interesante compartir sus emociones en las redes sociales y de ahí que comenzara a subir sus escritos a Facebook. Fue entonces cuando publicó Vivir en las alturas para, acto seguido, comenzar a recibir múltiples peticiones de amistad y mensajes de personas totalmente desconocidas que manifestaban sentirse identificados con las emociones del autor.
Así continuó «vomitando lo que tenía en mi interior», escribiendo y escribiendo, y cuando tuvo un número considerable de reflexiones se las hizo llegar a Luis, editor de Alfar, quien, inmediatamente aceptó hacerse cargo de la publicación de sus escritos.
Afirmó Alejandro que todo lo que escribe se basa en los acontecimientos cotidianos, en el día a día, porque «soy incapaz de escribir sobre aquello que no he vivido» Además confesó que «la escritura siempre me ha servido para descargar el peso del alma, todo eso que se nos cuela dentro y nos oprime. Es como ir al psicólogo».
En el turno de preguntas, uno de los asistentes quiso saber si escribe mejor cuando está triste o cuando está alegre. El autor señaló que es un mito eso de que lo que se escribe cuando se está deprimido es mucho mejor que lo que nos sale cuando estamos contentos. Vino a decir que hay que escribir cuando te nace la necesidad, independiente de si eres feliz o no. «Resulta imposible sentarte a escribir cuando estás tremendamente triste pero tampoco te sientas a escribir cuando estás feliz y te sientes dichoso; en esos momentos uno lo único que hace es vivir y disfrutar la vida».
Perfeccionista al máximo, Alejandro nos comentó que jamás se sienta a escribir hasta que no tiene muy claro lo que desea transmitir y aún así, siempre le toca matizar, corregir y reescribir, «algo que no veo como una tarea adicional a la escritura sino como parte del proceso mismo que no me pesa en absoluto».
En su pueblo natal, se encarga de dirigir y gestionar la biblioteca municipal y él solo organiza clubs de lectura, talleres de escritura, interviene en programas de radio,... Nos confesó que él siempre ha pensado que la poesía nos rodea en todo momento y que no resulta nada descabellado escribir un poema basándonos en cualquier minucia.
Cerró este encuentro distendido que mantuvimos con él leyendo algunos poemas, algunos ya publicados y otros de carácter inédito, y así pusimos fin a esta presentación que transcurrió con muy buen ambiente y que nos dejó a todos un estupendo sabor de boca.
Y esto es todo. Me gustó mucho leer este libro de Alejandro Guillén. Efectivamente en buena parte de las reflexiones que componen este libro no resulta difícil sentirse identificado. Al fin y al cabo, todos los seres humanos nos parecemos, de ahí que las vivencias de unos sean casi reflejo de las vivencias de otro.
Sin duda, recomiendo su lectura.
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]