Carlos Frontera nació en 1973 y vive en Sevilla. Andar sin ruido es su primer libro de cuentos.
En los buenos cuentos, como en la vida, los silencios importan y definen y lo condicionan todo: el silencio de una novia cuando abandona a su pareja; el de un objeto que está a punto de estrellarse contra el suelo y se detiene de pronto; el de una risa en la cocina que ha dejado de oírse; el de unos pies que avanzan de puntillas; el de un salón con todos los muebles pegados contra la pared; el silencio que sigue a ciertas palabras que, nunca, nadie (ni un niño, ni un adulto) debería escuchar ni haber escuchado. Jamás. Jamás.
Con su primer libro, armado con una maestría sorprendente para manejar ese silencio y la profundidad de las historias que narra, Carlos Frontera retrata en Andar sin ruido–con un estilo incisivo y rotundo, pero al tiempo hilarante en el que hasta una onomatopeya es capaz de desencadenar la catástrofe– el vacío que queda cuando no queda nada que decir, el ruido que provoca algo que se rompe, lo que queremos incluso cuando dejamos de querernos.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Inicio el segundo ciclo de entrevistas del año con Carlos Frontera, un autor afincado en Sevilla, escritor antiguo pero de reciente publicación que se adentra en ese género que yo tanto disfruto y que está revolucionando mis lecturas. Carlos Frontera nos hace una propuesta arriesgada y valiente con su Andar sin ruido, donde diecisiete cuentos te harán mirar de soslayo el volumen, calibrando si el autor habla en serio o bien se está burlando de nosotros pero no, Frontera habla en serio, muy en serio, y lo hace con una apuesta que no te dejará indiferente provocándote sorpresa, conmoción, asco, perplejidad, ternura, empatía,... Todo un abanico de emociones en las que, paradójicamente, no hay frontera. Aquí os dejo lo que el autor nos contó.
Marisa G.- Carlos, en la biografía que incorpora el libro tan solo encontramos tres líneas para definirte pero me gustaría saber más de ti. ¿Quién es Carlos y cómo llega a la literatura?
Carlos F.- Tres líneas para definirme porque mi currículo literario básicamente es nulo aunque llevo escribiendo unos veinte años. Siempre me ha gustado mucho escribir. A veces por pura necesidad y otras por diversión pero nunca tuve la pulsión de publicar. Tenía miedo. Al leer mucho te comparas con esos grandes libros y claro, ni siquiera te planteas publicar lo tuyo.
M.G.- ¿Y cómo dejas el miedo atrás?
C.F.- Dos ex parejas me animaron mucho y me ayudaron a superarlo. Además de compartir vida leían algunos textos que yo escribía, es parte de los sacrificios por amor (risas). Y concretamente una de ellas me regaló una inscripción a un taller literario avanzado en el que los alumnos ya asistían con textos escritos. En el taller se revisaban esos textos y se orientaba a los alumnos. Así que, con ese regalo y mis cuentos bajo el brazo no tenía otra. El taller me permitió todo un año de correcciones.
M.G.- Entonces, ¿los talleres son útiles?
C.F.- Sí. De hecho yo también imparto un taller en la librería Casa Tomada. Creo que son útiles incluso desde el punto de vista de la orientación lectora. A veces andamos muy perdidos sobre qué libros leer. No sabemos muy bien encontrar a autores buenos y si nos limitamos a suplementos culturales, solo tenemos acceso a unos cuantos porque casi todos repiten las mismas recomendaciones. Creo que la orientación en la lectura es lo más importante para poder luego escribir bien.
M.G.- ¿Estamos ante un primer libro en general o ante un primer libro de cuentos en particular?
C.F.- Estamos ante un primer libro en general. De joven escribí un par de novelas.
M.G.- ¿Publicadas?
C.F.- No, no, ¡y menos mal! Las escribí para mí. Me moriría de vergüenza si salieran a la luz. Lo malo es que alguna pareja de aquella época puede tener una copia y me puede chantajear algún día. (Risas)
Yo escribo fundamentalmente cuentos. Es donde más cómodo me encuentro tanto a la hora de escribir como a la hora de leer.
M.G.- Siempre les pregunto a todos los autores de Páginas de Espuma por qué escriben cuentos. Me interesa la perspectiva que cada uno de ellos me ofrece sobre el género, sobre el que, y esto también lo digo siempre, hay mucha reticencia entre el público lector.
C.F.- La dificultad que tiene el cuento a la hora de encontrar lectores es que requiere más implicación que la novela. Los cuentos ofrecen un momento muy concreto de la vida de unos personajes en el que se produce cierta transformación. Por normal general no se sabe lo que ha ocurrido antes y tampoco lo que va a ocurrir después, por eso implica un mayor esfuerzo por parte del lector. En la novela prácticamente te lo dan todo hecho.
M.G.- Andar sin ruido cuenta con diecisiete cuentos en total que no van a dejar indiferente ni por temática, ni por personajes, ni por estilo. Carlos, ¿de dónde salen las ideas para desarrollar estos cuentos?
C.F.- Las ideas... Tú lo que quieres preguntarme es si estoy loco, ¿no? (Risas)
M.G.- (Risas) Hombre loco no pero tienes que reconocer que son muy peculiares.
C.F.- Sí. Mira, hace años solo me ponía a escribir cuando tenía todo el cuento desarrollado en la cabeza. Pero llegó un momento en el que me parecieron historias muy impostadas, no las sentía como mías y tenían algo que me producía cierto alejamiento. Pero empecé a escribir de otra forma diferente. A veces se me suele presentar una imagen en la cabeza o alguna frase y si transcurren varias semanas y continúan dentro de mi cabeza, eso quiere decir que tienen suficiente fuerza como para intentar convertirla en narración. Partiendo de esa imagen que me llamó la atención o de esa frase, me pongo a escribir de manera automática.
M.G.- Sin saber por dónde vas a coger.
C.F.- Eso es. Escribiendo así es cierto que salen cosas que me sorprenden hasta a mí mismo.
M.G.- Pero ¿te ha pasado alguna vez que escribiendo un cuento has pensado que se te hay ido la pinza?
C.F.- Sí, sí, sí. Es que además, con esta forma de escribir, salen muchas cosas que son auténticas idas de olla, que no llegan a ningún lado. Pero son idas de olla que hay que trabajar un montón para luego transformarlas en cuento. Al escribir de esta forma tan alocada, lo primero que sale son cosas que no tienen ni pies ni cabeza.
M.G.- Tus cuentos son muy dispares. Algunos rozan lo macabro, tocas el humor, hay venganza, fantasía pero, si tuvieras que describir tus cuentos, ¿qué dirías? ¿Cómo definirías el tipo de cuento que tú escribes?
C.F.- Uf, buena pregunta. La verdad es que nunca me lo he planteado. Lo que sí me interesa es escribir un cuento que provoque algún tipo de reacción en el lector, desconcierto, repugnancia, risa,... Lo que sea.
M.G.- Y que esas sensaciones perduren en el lector con el paso del tiempo.
C.F.- Exacto. Es como cuando te reúnes con tus amigos y compartes con ellos las historias más pintorescas o que tengan un rasgo peculiar, llamativo. Son historias que luego compartes con otras personas y esas personas con otras.
M.G.- Pues yo tengo mis cuentos preferidos. Me encanta Acto de amor, porque me ha parecido muy poético, y Transparente y no, que tiene un final fantástico. Pero vamos a hablar de esos otros que me han noqueado por esa imagen que quieres proyectar. Por ejemplo, ¿qué intención hay detrás de Una ligera sensación de puaj?
C.F.- Ese cuento me costó mucho escribirlo porque lo pasé muy mal. Nació a raíz de una de esas imágenes que te comento, de la imagen de una mujer durmiendo con la cabeza metida dentro de un horno pero no para suicidarse. Me puse a escribir con esa imagen que persistía y no me abandonaba, y fue casi una escritura automática aunque con dolor porque me costaba contar lo que estaba contando. Desde primer momento surgió la voz de esa mujer como desesperada, alocada,... Posteriormente, una vez escrito, una ex pareja me dijo que en ese cuento había adelantado algo que luego ocurrió en nuestra relación. No te voy a comentar qué porque es algo que pertenece a la intimidad pero me resultó muy sorprendente.
M.G.- Ah... Es curioso.
C.F.- Es que al practicar este tipo de escritura sueltas muchas cosas internas de las que ni siquiera eres consciente.
M.G.- Entiendo. El primer cuento se llama Las novias cuando nos dejan y fíjate, yo que soy mujer, me he sentido identificada con el protagonista que es un hombre. Este cuento es como un estudio antropológico de las relaciones humanas. He detectado en este cuento mucha observación.
C.F.- Me gusta observar y observarme, fijarme en las reacciones que tenemos en momentos límites. Me gusta comprobar nuestros comportamientos dentro del propio hogar porque es entre las cuatro paredes de nuestra casa donde somos más auténticos, lo más tierno que podemos ser pero también lo más cruel.
En este cuento en concreto me centro en el momento en el que una relación sentimental se ha roto y si te digo la verdad me da un poco de temor el protagonista. En el fondo todos somos como él, que queremos tener las cosas bajo control cuando nos ocurre algo duro, queremos ser dueños de nuestros sentimientos, pero en realidad somos frágiles y sensibles y las circunstancias terminan por superarnos que es lo que le pasa al protagonista de este cuento.
M.G.- Y has comentado hace un momento que tus cuentos pueden llegar a producir también cierta repugnancia, una sensación tan válida como otra cualquier. Se me ha venido a la cabeza ese cuento en el que el protagonista se dedica a recopilar la piel muerta de la amada. Ese da un poquito de repelús.
C.F.- Pues sí pero, a pesar de que puedas pensar que el protagonista es macabro o un psicópata, me pareció una imagen hasta bonita. Ese personaje se dedica a coleccionar los pedazos de piel de los que se desprende su amada para, de algún modo, seguir queriéndola, seguir manteniéndola a su lado, aunque sin ella dentro.
M.G.- ¿Y hay mucho de vivencias personales? Te lo digo porque hay cuentos con un sutil toque de costumbrismo al echar mano de esos objetos que eran tan comunes en nuestra infancia, por ejemplo, ese cenicero típico de Duralex que había en todas las casas, de color ámbar o verde.
C.F.- Exactamente (risas). Fueras a la casa que fueras siempre había un cenicero como aquel. Con ese tipo de objeto me pasa como con algunas palabras. Hay objetos y palabras que nos remiten directamente a un recuerdo o a una sensación. Si piensas en un cenicero como ese inmediatamente se te vienen a la mente muchas vivencias de tu infancia. Son objetos generacionales que tienen mucha fuerza, una potencia tremenda que hay que aprovechar para que te enfrentes a la lectura de ese cuento con una predisposición concreta.
M.G.- Y todos estos cuentos están escritos en primera persona cuando se dice que es mucho más complicado que usar una tercera.
C.F.- A mí me gusta mucho la primera persona porque permite vislumbrar claramente la personalidad del protagonista. Por medio de expresiones que utilice, se puede conocer mucho al personaje, en qué centra la atención. Creo que es una voz muy poderosa y por eso la prefiero.
M.G.- Pero es una primera persona que lo mismo refleja la voz de un hombre, de una mujer o de un niño. Me gusta mucho cómo te metes en la piel de los protagonistas niños porque llegas a transmitir su inocencia, la inmadurez... He sentido cómo la niña protagonista de uno de los cuentos se dirigía a mí.
C.F.- Me alegra saberlo porque me costó muchísimo conseguir la voz de la niña. Había una primera versión de ese cuento con un montón de expresiones que no podían estar en boca de una niña y tuve que pulir mucho la historia.
M.G.- Y es que además retratas muy bien cómo se expresa un niño. Hay muchas repeticiones.
«Menos mal que en casa tenemos un esqueleto y así es más fácil, hay una colección de huesos en la silla del comedor, y esa colección de huesos es papá. El esqueleto de papá».[Andar sin ruido, pág. 44]
C.F.- Eso está hecho a propósito claro. Los niños cuando nos cuentan algo se repiten mucho e incluso ofrecen un discurso con un montón de digresiones. He intentado reflejar esa forma que tienen de hablar.
M.G.- De todos modos, y no sé si son cosas mías, hay algunos cuentos en los que los protagonistas adultos también se repiten. No sé si en un intento de afirmarse en sus opiniones o pensamientos.
C.F.- Muchos de los personajes de mis cuentos son muy inseguros, como yo, y por eso cuando toman una decisión, se vuelven a replantear una y otra vez, si lo que han decidido es correcto o no. Dan un paso hacia delante y reculan al momento.
M.G.- Es como si necesitaran convencerse a sí mismos.
C.F.- Quería que los personajes tuvieran ese rasgo de humanidad. Que no fueran héroes de películas que tienen clarísimo lo que quieren hacer.
M.G.- De todos modos Carlos, a ti te gusta mucho jugar con las palabras. Es algo que se percibe no solo en tus cuentos sino también cuando una se asoma a tu muro en Facebook.
C.F.- (Risas). Me gusta, me gusta mucho. Creo que tiene que ver con el terreno que exploro para los cuentos. En el libro se refleja también la dificultad que tienen algunos personajes para comunicarse, más que nada porque manejan códigos diferentes y no porque no lo intenten.
Los juegos de palabras me resultan muy llamativos. A veces una misma expresión, pronunciada de diferente forma puede tener varios significados. Por ejemplo, el refrán«Bien está lo que bien acaba» cambia totalmente si decimos «Bien está lo que bien acá va».
M.G.- Y además son cuentos en los que hay que leer entre líneas, el lector tiene que rascar en la superficie. Te gusta jugar también con nuestras suposiciones, dejarnos nuestro espacio para movernos en esa historia que tú construyes.
C.F.- Eso es algo que a mí también me gusta mucho como lector. Cuando me encuentro con cuentos en los que no me llego a enterar del todo pero hay pistas que me pueden hacer presuponer ciertas cosas, suelo disfrutar mucho más de la lectura. Y por eso, a la hora de escribir he intentado hacer algo parecido.
M.G.- Son cuentos en los que a ti te gusta colocar a los personajes en situaciones cotidianas pero llevadas al extremo, darles una vuelta de tuerca o bien colocar al personaje en la posición contraria a la que se supone que debe ocupar. Construyes un reflejo de la realidad. Es el otro lado del espejo.
C.F.- Sí, he intentado retratar escenas del día a día pero con algún rasgo extraño. Son situaciones en las que los personajes supuestamente se tienen que comportar de un modo concreto y lógico pero reaccionan de manera contraria.
M.G.- Bueno, ¿y qué me dices de ese cuento con ilustraciones?
C.F.- Yo dibujo desde pequeño. Tengo un hermano gemelo y nosotros de niños hacíamos cómics. En ese cuento en concreto, cuando estaba escribiéndolo, había alguna secuencia que se me presentaba con forma de imagen y me di cuenta que así quedaba mucho mejor que si trasladaba la imagen a palabra. Por lo tanto, opté por dejarlo así. Como el editor accedió y le pareció bien, así quedó. (Risas)
M.G.- Es un cuentómic (Risas). Bueno, pues en la sinopsis se repite con frecuencia la palabra «silencio», una palabra que también aparece reiteradamente en los cuentos, una palabra que está muy cargada de significado en estas historias.
C.F.- Dentro del ámbito doméstico, en determinadas circunstancias, es más amenazador el silencio que un ruido fuerte. Si se produce un grito o un portazo estamos más prevenidos, sabemos que algo está ocurriendo, pero si ocurre un silencio donde debería haber un ruido, eso es más inquietante.
M.G.- Es verdad. Es como cuando vas en un avión y de repente desaparecen todos los ruidos. Algo no va bien (Risas).
C.F.- Eso mismo, sí. (Risas)
M.G.- Bueno Carlos, y si tuvieras que elegir un solo cuento de los diecisiete del volumen, ¿con cuál te quedarías?
C.F.- ¡Qué complicado! Es que como algunos tienen una implicación personal... A Charquitos de lluvia y Te q les tengo mucho cariño por eso mismo, por la implicación personal. En Transparente y no me reconozco mucho y Una ligera sensación de puaj creo que me ha quedado muy potente.
M.G.- ¿Y qué va a pasar ahora? Sé por las redes sociales que el libro está teniendo mucha aceptación, que el día de la firma en Sevilla había colas para firmar ejemplares. Imagino que te plantearás seguir adelante.
C.F.- Sí, claro.
M.G.- ¡Saca esas dos novelas de juventud!
C.F.- No, no, no, que me hundo por completo con eso (Risas). Pero sí tengo una novelita corta que estoy acabando de corregir y luego tengo un par de libros de cuentos ya montados. Voy sin prisas. Escribir voy a seguir escribiendo, sí.
M.G.- Pues lo dejamos aquí. Tus cuentos me han impactado mucho, te lo digo sinceramente. Los he disfrutado. Unos más que otros, claro está pero sí, deberías seguir escribiendo, ¿por qué no?
C.F.- Pues te haré caso.
M.G.- Gracias Carlos y mucha suerte.
C.F.- Gracias a ti.
Y hasta aquí la entrevista con Carlos Frontera, una entrevista en la que sí hubo ruidos, especialmente risas. Muy pronto os contaré más detalles de este volumen de cuentos que supone su debut literario.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]