Sergio del Molino (Madrid, 1979) es escritor y periodista. Premio Ojo Crítico y Tigre Juan, entre otros, por La hora violeta, es autor también de las novelas Lo que a nadie le importa (2014) y No habrá más enemigo (2012). Su ensayo La España vacía (2016), ganó el premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo, Premio Cálamo al Libro del Año y uno de los diez mejores libros de 2016 en España según Babelia. Su última novela es La mirada de los peces (2017). Mantiene varias colaboraciones en diversos medios de comunicación, como El País, Onda Cero, Mercurio o Eñe.
Tras el éxito de La España vacía, Sergio del Molino regresa con una novela que mira al pasado desde la lucidez resignada del presente, interpelando a todo un país y a toda una generación.
En 2016, Sergio del Molino no se sorprendió cuando el que había sido su profesor de filosofía del instituto, el activista Antonio Aramayona, le dijo que iba a suicidarse. La mirada de los peces empieza como un libro sobre este carismático maestro, defensor a ultranza de la educación pública, el laicismo y el derecho a una muerte digna, para convertirse enseguida en un diálogo con el pasado y la memoria del propio autor, que recuerda una adolescencia cargada de rabia, ruido y violencia en el barrio pobre de Zaragoza del que siempre planeó fugarse. En este diálogo «entre el pasado y el presente escrito desde una primera persona en la que muchos lectores podrán poner la suya propia», Sergio del Molino explora la culpa por abandonar a quienes nos enseñaron a mirar el mundo, las primeras traiciones y decepciones y los límites siempre grises entre la rebeldía y la complicidad con lo abyecto, volviendo siempre a la figura de un profesor «coherente hasta lo inverosímil» que accionó los resortes de unos jóvenes que buscaban su propia naturaleza.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Llevo varios días dando la tabarra en Facebook con este libro pero es que, cuando algo me gusta, soy muy machacona y siento la imperiosa necesidad de comunicarlo para evitar que otros se pierdan lo que para mí es una joya.La mirada de los peces ha sido una estupenda lectura para encarar el mes de septiembre, después de un agosto escueto. Ha sido una novela emocionante, vibrante, de la que apenas he podido separarme durante un fin de semana, que me encogió el corazón, me arrancó una sonrisa acuosa y me sumió en una profunda reflexión.
La mirada de los peces nos acerca a la adolescencia de su autor, Sergio del Molino, a sus amigos de entonces, a su barrio de San José en Zaragoza y al profesor Antonio Aramayona, del que fue alumno. Sobre Antonio escribí ayer lo siguiente en mi muro:
«Antonio Aramayona decidió poner fin a su vida el 5 de julio de 2016. Profesor de Filosofía en un instituto de Zaragoza y escritor, tomaba 31 pastillas al día, tenía una pierna amputada, había sufrido dos ictus y dos infartos. Su decisión no fue un acto impulsivo. A lo largo de más de cinco años convivió con ese pensamiento día a día y llegó a comentarlo con sus familiares y amigos. Unos no lo entendieron nunca. Otros lo apoyaron desde el primer momento y le ayudaron a poner todo en orden antes de decir adiós. Para Antonio Aramayona, un hombre comprometido socialmente, miembro de la asociación Muerte Digna, defensor de una educación pública y laica, lo que le llevó a hacer escrache a la consejera de Educación durante 25 meses, la decisión que le rondaba la cabeza era el último acto de amor que podía tener consigo mismo. Quería irse ahora, en plenas facultades. Tenía 68 años.»
«Antonio Aramayona decidió poner fin a su vida el 5 de julio de 2016. Profesor de Filosofía en un instituto de Zaragoza y escritor, tomaba 31 pastillas al día, tenía una pierna amputada, había sufrido dos ictus y dos infartos. Su decisión no fue un acto impulsivo. A lo largo de más de cinco años convivió con ese pensamiento día a día y llegó a comentarlo con sus familiares y amigos. Unos no lo entendieron nunca. Otros lo apoyaron desde el primer momento y le ayudaron a poner todo en orden antes de decir adiós. Para Antonio Aramayona, un hombre comprometido socialmente, miembro de la asociación Muerte Digna, defensor de una educación pública y laica, lo que le llevó a hacer escrache a la consejera de Educación durante 25 meses, la decisión que le rondaba la cabeza era el último acto de amor que podía tener consigo mismo. Quería irse ahora, en plenas facultades. Tenía 68 años.»
No conocía a Antonio Aramayona. Nunca supe de él ni me enteré de su historia hasta que Sergio del Molino me lo ha descubierto por eso ansiaba encontrarme con el autor, para transmitirle todo lo que su libro me había hecho sentir, lágrimas incluidas, y para preguntarle más, más, más, sobre Antonio cuyo nombre y cuya historia no olvidaré en la vida. Esto es lo que Sergio del Molino nos contó.
Marisa G.- Sergio, pecaré de ignorante seguro pero yo jamás había oído hablar de Antonio Aramayona. No cabe duda de que su figura tiene un peso muy importante en este libro pero ¿qué es realmente La mirada de los peces? ¿Es un homenaje a Antonio? Porque yo lo concibo como un libro sobre ti, sobre tu vida, tu barrio de San José, tus amigos, y por supuesto sobre Antonio.
Sergio M.- Es algo mucho más complejo, es una mirada narrativa por lo que no puede tener un sentido unívoco. Tiene que ser el lector a partir de la narración, quien decida qué es este libro. Por lo tanto no tiene intención de ser un homenaje, ni un ajuste de cuentas, sino todo lo contrario. Es intentar ajustar mi mirada a la de Antonio, mostrar lo que percibía de él y lo que yo creo que era, ni con ánimo de homenaje ni con ánimo de agravio.
M.G.- ¿Pero se puede entender tu libro como una novela?
S.M.- Sí, ¿por qué no?
M.G.- Es que me da la sensación de que va más allá. Tengo la impresión de que este libro lo escribes más para ti que para los lectores.
S.M.- No, en absoluto. Si fuera así esta novela sería muy crítica. Yo únicamente sé escribir para los lectores porque creo que la literatura solo tiene sentido en la dimensión comunicativa. Otra cosa es que los lectores conecten o no, que se sientan cómplices o no, pero sí que tiene un ánimo de conversar con el lector.
M.G.- Yo he conectado muchísimo con la historia aunque tenga esa sensación. Te diré que tu novela me ha abstraído totalmente de mi realidad. Es más, te diría que tu libro ha sido como un libro-guía, un libro-brújula, una de esas narraciones que te conducen a otros rincones, al blog de Antonio, al último post en su Facebook, pero ¿qué crees tú que Antonio pensaría del libro que has escrito?
S.M.- No creo que le sorprendiera en absoluto porque lo teníamos muy hablado. Él llegó a leer solamente algún fragmento porque no le dio tiempo a más. De todos modos él sabía perfectamente lo que pensaba, conocía muy bien mi obra, conocía mis intenciones literarias, así que no creo que le hubiera sorprendido. Estaba encantado porque él consideraba un honor aparecer en un libro mío. No hubiera habido el menor problema ni siquiera en las partes en las que no estuviéramos de acuerdo. No teníamos que estar de acuerdo para querernos.
M.G.- Aparte de Antonio, también hablas de tu juventud en ese barrio de San José. He disfrutado con tu retrato de esos años, con el de los jóvenes de entonces. ¿No te parecían más arriesgados, más maduros, con más principios que los de ahora?
S.M.- ¿Tú crees?
M.G.- Pues sí.
S.M.- Pues yo pienso totalmente lo contrario. Creo que éramos unos cafres.
M.G.- Pero eso no quiere decir nada. Se puede ser un cafre y tener más los pies en la tierra.
S.M.- Los chavales son mucho mejores ahora. Estoy convencido porque creo en el avance civilizatorio. Soy muy de la secta de Steven Pinker, que habla de un optimismo positivista. Él cree, y lo argumenta en sus libros con datos, que hay un avance civilizatorio y se advierte en la reducción de la violencia en el mundo. Cada vez vivimos en un mundo menos violento y él lo demuestra con datos de homicidios, de guerras,... Creo de verdad que la generación actual es más empática, le preocupan más cosas que a nosotros nos daba igual y sobre todo tienen mucho más en cuenta al otro. Yo no comulgo con esa visión apocalíptica del adolescente encerrado en su habitación, egoísta con todo el mundo,... Definitivamente creo que son mejores que nosotros.
M.G.- Me alegra saber que pienses así porque yo lo veo todo mucho más oscuro. Yo recuerdo que, en mi época, sabíamos lo que queríamos, teníamos las ideas más claras.
S.M.- Pero eso no es necesariamente bueno. La duda es un signo de civilización e inteligencia. En este libro hay unos adolescentes que están relativamente politizados y no son representativos de toda la adolescencia. Y están politizados no porque hayan tenido una conciencia y hayan leído mucho sino por contagio ambiental, lo cual es una politización muy burra. Podrán tener unos valores pero los tienen porque los han abocado a ello y no han meditado por su cuenta. Esto además les lleva a ser muy poco empáticos, a ser condescendientes con la violencia. Sin embargo, ahora tenemos un discurso mucho más severo con la violencia. No la romantizamos como hacíamos nosotros.
M.G.- No sé... Lo mismo he idealizado mucho mi época. En cualquier caso, y siguiendo con el libro, nos haces ver que como Antonio había y hay pocos profesores. ¿Qué cualidades tenía como persona y como profesor para hacerlo tan singular?
S.M.- Fundamentalmente lo que tenía era algo muy generacional y que sus alumnos entendíamos a medias. Poseía una obsesión anti-autoritaria muy acusada. Lo que nos enseñaba siempre era a cuestionar la autoridad y a rebelarnos contra ella si la considerábamos injusta. Nos ponía ejercicios que nos desconcertaban. Por ejemplo, llegaba un día y decía que tenía que suspender a tres alumnos de la clase pero que él no lo iba a decidir, que lo decidiéramos nosotros. Hacía cosas de este tipo constantemente. O por ejemplo si un día dos alumnos llegaban tarde, decía que solo podía entrar uno y el otro se tendría que quedar fuera y le pondrían falta pero nos obligaba a que fuéramos nosotros quienes decidierámos quién entraba y quién se quedaba fuera. Siempre igual. Ir contra la autoridad establecida era su obsesión, por ser una persona educada en el franquismo, de una familia muy autoritaria, muy religiosa... Nosotros no lo entendíamos porque no habíamos vivido con una autoridad tan asfixiante como la suya. No teníamos esa necesidad tan poderosa de estar rebelándonos constantemente contra lo que nos decía la autoridad. Todo eso es lo que lo hacía singular, la forma de ponernos delante de los dilemas, de obligarnos a tomar partido siempre y eso no estaba en los planes educativos. Además era muy divertido. Se saltaba a la torera toda la programación.
Luego, el tiempo le ha dado la razón porque ha habido un montón de alumnos suyos que se han sentido profundamente marcados y que han desarrollado importantes vocaciones. Hay escritores, bailarines, filósofos,... Un montón de gente que pasó por las aulas de Antonio lo recuerdan profundamente, en cambio no recuerdan otras cosas. Todos recordamos ese educar con la emoción que él tenía.
M.G.- En la página 202 dices:
«Es lo que siempre admiré de Antonio, que hiciese lo que le daba la gana. Por eso me gustaba más de cerca que de lejos. Por eso le prefería en el aula antes que en la calle, en el café antes que en la tribuna, en la conversación antes que en los libros. Me gustaba donde me podía dar ejemplo y no donde quería darnos ejemplo. Donde se dan los abrazos y no caben los aplausos.»
Entiendo que has pretendido mostrar al Antonio persona por encima del Antonio activista, del Antonio de sus libros, ¿no?
«Es lo que siempre admiré de Antonio, que hiciese lo que le daba la gana. Por eso me gustaba más de cerca que de lejos. Por eso le prefería en el aula antes que en la calle, en el café antes que en la tribuna, en la conversación antes que en los libros. Me gustaba donde me podía dar ejemplo y no donde quería darnos ejemplo. Donde se dan los abrazos y no caben los aplausos.»
Entiendo que has pretendido mostrar al Antonio persona por encima del Antonio activista, del Antonio de sus libros, ¿no?
S.M.- Sí, porque es ahí donde se puede ver su grandeza y su humanidad, en sus fallas, en sus grietas que mucha gente quería tapar para que no se vieran. Tenemos una tendencia constante a deshumanizar lo excepcional y debería ser al revés. Lo excepcional es precisamente lo humano y lo que nos hace grandes y próximos.
M.G.- Sergio, ¿tú crees que no hubieras sido escritor de no haber aparecido Antonio en tu vida?
S.M.- Igual es demasiado decir eso pero sin duda no lo sería como lo soy hoy. Antonio me dio el coraje para hacer algo que era totalmente impensable en mi entorno y en mi familia. En lugar de coger un camino alternativo y haber estudiado, no sé, Derecho mismo, y luego ver si la escritura era un hobby a desarrollar, yo me lancé de cabeza. Si me metí en periodismo fue por mi vocación literaria y eso, en parte es gracias al exceso de confianza que me inoculó Antonio. Sí, sin duda.
M.G.- El periodista Jon Sistiaga grabó una serie de documentales a los que llamó Tabú, dedicando el último a Antonio Aramayona. Fueron unos documentales en los que tú mismo participaste y que mencionas en el libro. ¿Qué opinión te merece la imagen que se muestra de Aramayona en ese documental?
S.M.- Bueno, como digo en el libro, el documental está muy bien. Dibuja muy bien al personaje pero con un sesgo centrado en su obsesión por la muerte digna. Seguí el proceso del rodaje, sé que hay más material, pero el montaje privilegió todo el discurso que tenía Antonio sobre la muerte, dejando de lado otro tipo de cuestiones que yo creo hubieran redondeado mucho más al personaje. Pero de todos modos no había tiempo material para mostrarlo todo. Para lo que el documental quería mostrar, creo que a Antonio le hubiera parecido perfecto. No obstante, hay que tener en cuenta que solo se muestra un aspecto de Antonio y él era mucho más.
M.G.- Me gusta mucho ese documental porque enfrentan a Antonio con personas que lo apoyan y lo entienden por un lado y por otro, con otras personas que, estando gravemente enfermas, casi le reprochan la decisión que ha tomado y le piden que reflexione porque creen que se está equivocando.
S.M.- Ese es el dilema que él quería provocar. Pretendía una toma de partido.
M.G.- Que es lo que hizo siempre.
S.M.- Siempre. Sé que es llevarlo al extremo, hasta la muerte, pero él fue muy coherente con todo lo que hizo a lo largo de toda su vida, fue muy coherente como profesor, como amigo, como padre,... Tenía una personalidad extenuante, de trato difícil porque siempre estaba exigiendo de ti una toma de partido pero se hacía querer mucho. La relación era muy difícil pero muy bonita.
M.G.- Tanto en la novela como en el documental se describe una cena en la que se reunió con amigos y antiguos alumnos. Era como una cena de despedida a la que tú asististe. ¿Cómo viviste el momento? He intentado ponerme en tu piel y no he podido.
S.M.- Fue muy bonita y lo pasamos muy bien. Incluso luego, cuando se apagaron las cámaras, nos tomamos unas copas con Jon y nos emborrachamos un poco. Estoy muy agradecido por haber podido vivir esa noche. Creo que, para todos los que estuvimos fue un momento precioso. No te voy a negar que no fuera duro pero no me arrepiento en absoluto. Lo volvería a hacer mil veces.
M.G.- El libro está escrito con múltiples saltos temporales. ¿Esto obedece al fluctuar de los recuerdos, al vaivén de la memoria o hay otra justificación?
S.M.- Hay cronología en dos planos. Se trata de un mosaico que se va construyendo y se va dotando de sentido conforme vas avanzando. Tiene que ver con el ritmo, con cómo el lector va adentrándose en la historia. La estructura está muy pensada. Soy un escritor muy intuitivo en cuanto a la escritura pura y dura pero luego los libros los estructuro mucho y técnicamente los pienso mucho también. Este incluso tiene hasta cierta tensión narrativa, cosa rara en mis libros, y la estructura tiene que ver con ir aclarando el cuadro conforme vamos avanzando en la lectura.
M.G.- Sergio hay mucha sinceridad en el libro. En un momento concreto confiesas creer haber decepcionado a Antonio. ¿Te llegó a decepcionar él?
S.M.- No, no,... Yo sé que decepciono pero a mí es difícil decepcionarme porque yo no tengo expectativas sobre la gente. Quizá por pasotismo, no exijo nada de nadie, solamente que sean como son y ya está. Si me distancio de alguien generalmente es por mis propios errores y por mi culpa. En el caso de Antonio, me pidió cosas que no hice. Me escaqueé y le rehuí por eso lo decepcioné pero a mí es difícil decepcionarme salvo que me hagas una barbaridad muy gorda.
M.G.- No quiero dejar pasar la cantidad de referencias musicales que tiene tu novela.
S.M.- Generalmente todos mis libros llevan banda sonora porque el paisaje sonoro es muy importante para la configuración emocional de los personajes. En este caso, como es un libro de la adolescencia, la adolescencia es muy musical. El personaje expresa su rabia a través de la música y por eso tiene que haber muchas referencias sonoras. Se puede sacar una playlist de todos mis libros.
M.G.- El libro tiene una cubierta preciosa que queda explicada entre sus páginas y un título, curioso, también explicado. ¿Por qué te decantaste por ese título?
S.M.- El título lo redondea todo. Es la imagen que condensa muchos de los enigmas que se plantean a lo largo del libro, que tiene que ver con el sentimiento de orfandad, con la relación que tenemos con los maestros que, en cierta forma, son sucedáneos o complementos de padres, con la transmisión a los hijos. Esa imagen condensa un montón de elementos de la novela.
M.G.- Pues Sergio, lo dejamos ya aquí. Te agradezco muchísimo este encuentro, te agradezco mucho tu novela y te agradezco que me hayas descubierto a Antonio Aramayona.
S.M.- Gracias a ti.
Y hasta aquí la entrevista con Sergio del Molino. Por mi parte yo seguiré dando la lata con este libro, seguiré hablando de él en la reseña que está por venir y mientras tanto os dejo el enlace al primer vídeo que forma parte del documental de Jon Sistiaga, el que el periodista dedicó a la muerte y que tiene a Antonio Aramayona como protagonista. Desde aquí os comento que el libro merece mucho la pena, al igual que el documental.
Y hasta aquí la entrevista con Sergio del Molino. Por mi parte yo seguiré dando la lata con este libro, seguiré hablando de él en la reseña que está por venir y mientras tanto os dejo el enlace al primer vídeo que forma parte del documental de Jon Sistiaga, el que el periodista dedicó a la muerte y que tiene a Antonio Aramayona como protagonista. Desde aquí os comento que el libro merece mucho la pena, al igual que el documental.