Año: 2017
Nacionalidad: Española.
Director: Carla Simón.
Reparto: Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer, María Paula Robles, Paula Blanco, Etna Campillo, Jordi Figueras, Dolores Fortis, Titón Frauca, Cristina Matas, Berta Pipó, Quimet Pla, Fermí Reixach, Isabel Rocatti, Montse Sanz, Tere Solá, Josep Torrent.
Género: Drama
Sinopsis: Frida, una niña de seis año, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida.
[Fuente: Filmaffinity]
Verano 1993 es el primer largometraje de la directora catalana Carla Simón y no ha podido tener mejor estreno pues viene avalada por numerosas opiniones muy positivas, tanto de crítica como de público. Es más, obtuvo ocho nominaciones para los Goya, entre ellas, la de Mejor Película, aunque finalmente consiguió tres galardones, Mejor Dirección Novel, Mejor Actriz Revelación (Bruna Cusí) y Mejor Actor de Reparto (David Verdaguer). Y no queda ahí la cosa porque fue seleccionada para representar a España en los Oscars, gala que tendrá lugar la madrugada del 26 al 27 de febrero, aunque al final quedó fuera.
Recomendada en mi entorno por activa y por pasiva, me enfrenté a esta película temiendo lo que me iba a encontrar. Leer la sinopsis ya te hace entender que no estás ante una película cómoda, es decir, una película que pasará sin dejar rastro. Que una niña de seis años tenga que enfrentarse a la muerte de su madre no es un asunto liviano y por ende, la película tampoco lo es. Pero, ¿qué nos ofrece este largometraje realmente? En síntesis, la trama parece simple aunque se trate de un tema duro. Creo que, en resumidas cuentas, se podría decir que Verano 1993 narra el duelo de una niña. Cada individuo se enfrenta a la muerte de un ser querido de mil formas distintas y este largometraje nos va a mostrar cómo Frida intenta asimilar, siendo tan pequeña, que su madre no va a volver.
La película está basada en la propia experiencia de su directora. Narra un verano de su infancia cuando tuvo que sufrir la muerte de su madre (no diré por qué causa) y se inicia con unas maletas. Sin introducción, Verano 1993 arranca en un barrio de la ciudad de Barcelona, en el que reside Frida. Allí, en la vivienda familiar, la abuela y las tías de la pequeña están haciendo el equipaje de la niña que se traslada al campo a vivir con la familia de su tío Esteban, hermano de la madre. Como una mera espectadora, como si la cosa no fuera con ella, la pequeña contempla el trajín familiar y dice adiós. En su interior comienza a conformarse un universo distinto.
Al instante la veremos instalada en la masía de su tío, compartiendo vida con Margarita, la mujer de Esteban, y Anna, la hija de ambos, una niña aún más pequeña que Frida. A partir de este punto seremos testigos de cómo pasa la niña el verano, cómo pasa los días jugando con su prima, cómo intenta hacer amistades nuevas, o adaptarse a la nueva familia y al entorno, o recibe la visita de sus abuelos y sus tías,... Un día y otro, otro, otro,... prácticamente iguales si no fuera por la imagen de una pequeña Virgen que la niña encuentra en las inmediaciones de la casa y a la que recurre un par de veces -pura ternura- y algún que otro hecho suelto. Así hasta llegar a septiembre y a la vuelta al colegio. Y esto es todo. '¿Ya?', me podréis preguntar, y sí, ya. Ya en cuanto a acción porque Verano 1993 no habla de hechos sino de sentimientos, los que se van gestando en el corazón de Frida, los que tiene que ir digiriendo, mientras contempla a otros padres con sus hijos, mientras ella siente que está sola y que no pertenece a ningún sitio. Al ver la película, te podrá parecer que, aunque es cierto que aborda una temática dura, en realidad tiene poca enjundia, sin embargo, tienes que llegar al final. Ahí se te forma un nudo en la garganta y como si alguien abriera un gran ventanal en una habitación a oscuras, todo cobra sentido. Entiendes todo lo que ha pasado, comprendes a Frida, sabes que es normal lo que ha hecho hasta ahora y por qué en ese desenlace reacciona de ese modo. No cabía otra. Ya veréis cómo el círculo se cierra. Prestad atención.
Frida es una niña más de seis años. Bueno, una niña más tampoco porque es una niña algo especial por las circunstancias que está viviendo y por otra cuestión que no voy a desvelar, aunque si visteis la gala de los Goya, y escuchasteis a Carla Simón al recoger su premio a la Mejor Dirección Novel, podréis atar cabos. Su papel está muy bien recreado en la cinta, aunque esa cuestión peliaguda de la que no quiero desvelar mucho no está muy explotada. Lo mismo podría haber dado más juego pero quiero pensar que su directora ha preferido pasar de puntillas por este asunto, tratarlo lo justo porque el drama de la película no es ese sino el hecho de que la niña ha perdido a su madre. Eso es lo que más afecta a la pequeña y sobre eso es lo que se quiere hacer hincapié. Sobre el resto, dado que la niña apenas tiene consciencia, se pasa muy por encima.
Pero os decía que su papel está muy bien perfilado. Frida es cruel y egoísta porque los niños lo son a veces. Y también es muy rebelde, con desenfrenadas pataletas que hacen perder la paciencia a los adultos de su entorno. El espectador sentirá que la pequeña está muy mimada y muy consentida, dos cualidades que nos podrán apartar del personaje pero, en realidad, en ese desenlace, llegaremos a entender que su actitud es solo un escudo, una manera de devolver el dolor que siente en su interior aunque no lo veamos. Y justo ahí, justo en ese punto de nuestro entendimiento, se desborda toda nuestra compasión y nuestra ternura.
La interpretación de Laia Artigas (Frida) y de Paula Robles (Anna) es pura naturalidad. Para las pequeñas el rodaje de la película es solo un juego y así lo viven. Yo no puedo más que sorprenderme por la capacidad de algunos niños a la hora de actuar ante la cámara. En muchos casos hay tanta desinhibición que resulta del todo imposible no creernos lo que nos transmiten. Por cuestiones de edad no podían estar nominadas pero ambos duendecillos lo hacen muy bien, aportan muchísima frescura, no les importa tener un numeroso grupo de adultos a su alrededor que las contemplan detrás de la cámara. Ellas van a lo suyo, juegan, se ríen, se pelean, imitan a los adultos. Esta es la infancia y Carla, a través de Laia y Paula, lo muestra sin filtro.
No voy a ahondar mucho más en el reparto.Bruna Cusí y David Verdaguer, en los papeles de Margarita y Esteban, se han llevado sus respectivos galardones y sin embargo a mí no me han impactado mucho. Algo más Cusí que Verdaguer porque es ella, como es más que habitual, la que 'briega' con Frida y es por tanto la que tiene más protagonismo.
Verano 1993 no tiene un ritmo frenético porque no puede tenerlo. Es una película cuyo argumento requiere que la acción, la poca acción, transcurra con calma para ir dejando espacio y margen a los sentimientos y a las emociones. Y al hilo de esta cuestión, destacaría que la película se caracteriza por la quietud en el ambiente. Incluso en las escenas iniciales, a pesar de que el barrio está en fiestas, se respira una calma chicha tremenda, un silencio quedo que lo inunda todo, esa sensación de constante susurro que flota en el aire tras la muerte de un ser querido. Todo ello contribuye a atrapar al espectador que, en esos primeros minutos, no sabe muy bien de qué va la cosa.
Y luego está la cámara, esa manera de pegarse a la piel de Frida y no dejarla sola en ningún momento, esa intencionalidad de mostrar voces fuera de plano, de centrar la mirada del espectador en un punto y el oído en otro. Esa forma de dirigir de Carla Simón me ha gustado mucho, ha provocado en mí un doble juego muy interesante.
Pero en el lado de los reparos tengo que comentar que se nota muchísimo que la película está rodada en catalán y luego doblada al castellano. Esto en realidad no sería ningún inconveniente pero, en este caso, hay un problema de empaste. Es como si las voces en castellanos estuvieran carentes de almas, como si existieran al margen de las bocas que las pronuncian y, siendo así, se rompe la magia.
En definitiva, creo que Verano 1993 es una película interesante pero no para todo tipo de público. Considerarla como una obra suprema es, bajo mi punto de vista, excesivo. A pesar de tener un punto biográfico -algo que a mí me gusta mucho- y de contar con un final sublime, la cuestión es que hay que transitar un sendero de 97 minutos para llegar a ese desenlace y en el camino puede haber espectadores que se queden impasibles y hasta se puedan aburrir. Por eso digo que no creo que sea un largometraje para todo tipo de espectadores. En mi caso, he intentado exprimirla al máximo, obviar la falta de acción o la carencia de ritmo y centrarme única y exclusivamente en Frida, analizarla y vigilarla, para llegar junto a ella, en ese final, y consolar todo su dolor. Me ha gustado aunque con reservas.