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FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO de Mary Shelley

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Libro Frankenstein o el moderno Prometeo



Autora

Novelista inglesa. En 1818, con sólo 20 años, publicó la primera y más importante de sus obras: Frankenstein o el moderno Prometeo. La obra se convirtió de inmediato en un éxito de crítica y público. Ninguno de sus siguientes libros (otras novelas, varios libros de viajes, relatos y poesía) alcanzó la popularidad del primero.

Sinopsis


La pasión del Dr. Frankenstein por lo oculto y su obsesión por dar vida a un ser confluyen en la creación de un engendro.

Hecho de carne humana pero sin alma, ingenuo a la vez que dotado de una fuerza asombrosa se trata de un monstruo aterrador, pero digno de compasión.

Se ha convertido ya en leyenda que la idea de este libro surgió una noche lluviosa del 16 de junio de 1816. Se encontraban alrededor de una fogata, conversando y bebiendo vino, Percy Bysshe Shelley (marido de Mary Shelley), Lord Byron, Claire Clairmont (la mujer del poeta) y John W. Polidori, médico y escritor. Al parecer, en algún punto de ese encuentro, cada uno de los concurrentes asumió el compromiso de escribir una historia de terror. Fieles al acuerdo, cada cual inició la suya. Sin embargo, los únicos que la terminaron fueron Mary Shelley y Polidori, quien publicó el cuento El vampiro.

Se dice también que, esa noche, Mary Shelley tuvo una pesadilla en la que un estudiante obsesionado con la creación de vida artificial despierta y contempla horrorizado a su espantoso engendro. A partir de esta horrible visión, la autora se abocó a la construcción de la prometida narración de terror.

Para algunos, Frankenstein o el moderno Prometeo es la primera obra de ciencia ficción; para otros, es una de las grandes novelas góticas. Están también quienes ven en ella un relato de riqueza filosófica, cargada de profundos planteos acerca de la naturaleza del hombre, de la frontera entre la vida y la muerte, y de las posibilidades del conocimiento. Más allá de la perspectiva de juicio, todos comparten que se trata de una obra maestra, de un clásico que no puede dejar de leerse.

[Información tomada directamente de la web]


 
  

Ahora que estamos celebrando el bicentenario de la primera publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo, obra insigne de Mary Shelley, he creído oportuno, no solo hablar de esta novela en este espacio, sino también leerla porque, hasta la fecha, solo conocía la historia por las diversas adaptaciones cinematográficas. Y sobre las adaptaciones habría que decir que las hay de toda índole y condición. Por un lado, tenemos las que son más fieles al texto, o más libres, que se centran en el relato de Víctor Frankenstein y obvian otros puntos de vista con los que el texto también cuenta, y por otro lado, hay versiones más dramáticas e incluso algunas cómicas.

Precisamente una de las cuestiones que más me han impresionado a la hora de leer esta novela ha sido lo distorsionada que está la historia a raíz de las diversas películas que podemos encontrar. Frankenstein o el moderno Prometeo ha sido la última propuesta del club de lectura y todos los asistentes al mismo hemos coincidido en descubrir una historia algo distinta a la que ya conocíamos por el cine.

Lo primero que habría que destacar es que estamos ante una novela de carácter epistolar y que cuenta con una estructura de anillos concéntricos o dicho de otro modo, de una historia dentro de otra, hasta un total de tres. En primer lugar conoceremos a Robert Walton, un joven inglés de veintiocho años, aventurero que, desde bien joven, tiene un sueño, llegar al Polo Norte con la intención de saciar 'mi ardiente curiosidad viendo una parte del mundo jamás hasta ahora visitada y pisaré una tierra donde nunca antes ha dejado su huella el hombre'. Su propósito es encontrar una ruta nueva, alternativa, que permita llegar a esos países para los que hay que dar un enorme rodeo. Es una expedición que le llena de ilusión desde que era un niño y que por fin, dado que ha recibido una herencia, puede poner en práctica. La preparación del viaje en barco, así como el desarrollo del mismo se lo irá relatando a su hermana Margaret Saville a través de una serie de cartas. Las tres primeras serán meramente informativas, con detalles banales sobre el tiempo -partirá de San Petersburgo-, la tripulación, lo solo que se encuentra en un lugar tan remoto de su país natal o el inicio del viaje. 

No obstante, la cuarta carta será la portadora de la verdadera historia que encierra esta novela. Datada el 5 de agosto de 17... (nunca se lleva a especificar el año), Walton le relata a su hermana la extraña visión de un viajero solitario, de enorme estatura, que llegan a divisar a los lejos desde la cubierta del navío. Parece que la extraña figura viaja en un trineo sobre las grandes placas de hielo y se aleja a gran velocidad. A este extraño suceso se une otro más al día siguiente, la llegada de otro viajero, que también parece desplazarse en trineo, y al que  Walton decide subir a bordo pues el hombre parece a punto de expirar. Este desconocido no será otro más que Víctor Frankenstein. Lo que ocurre en el barco dejo que los descubráis vosotros, solo os comentaré que la narración de Walton encerrará la historia de Frankenstein y esta, a su vez, encerrará otra más, de la que no os quiero desvelar detalles. 

Los protagonistas indiscutibles en la novela serán Víctor Frankenstein y la criatura a la que él da vida. Robert Walton no es más que un maestro de ceremonias, un artífice que sirve de introducción a lo que realmente Mary Shelley quería escribir, una historia que muchos no consideran de terror, sino de ciencia ficción. Lo cierto es que el texto no produce pavor en absoluto pues la imagen preconcebida que tenemos de la criatura se romperá totalmente cuando ahondemos en la lectura. La criatura nos va a despertar unas emociones que, a priori, os parecerían muy contrarias a su condición pero es que Mary Shelley pretende hacernos reflexionar por medio de un monstruo de enorme estatura, rostro desfigurado y aspecto siniestro. 

Sobre Víctor Frankenstein conoceremos de su propia voz sus orígenes, su vida de infancia y juventud, su familia,... De estirpe noble y procedente de Ginebra, Víctor se crió en un ambiente de felicidad, rodeado de unos padres que fomentaban sus estudios en diversas instituciones, un joven con un acusado interés por la filosofía y la ciencia, que lo llevó a estudiar en la universidad de Ingolstadt. De siempre mostró deseo de conocer cuál era el origen de la vida y por eso se forjó un objetivo: '...me lance con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida'. Busca el éxito, la fama, la gloria y en eso se parece al primer narrador de la historia, a Robert Walton, y empleará unos cuantos años de su vida en un proyecto que le devora la vida.

La narración nos permitirá conocer los progresos científicos de Víctor hasta el momento crucial de la creación de su criatura. Y precisamente será la criatura el otro gran personaje de la novela, pero sobre él no quiero desvelaros mucho.  Ya os he comentado que os va a despertar sentimientos que probablemente no esperáis. Me gustaría que, aquellos que no hayáis leído la novela, os acerquéis in albis a la historia, para descubrir su verdadera naturaleza. Sinceramente creo que, una vez leída, vuestra imagen sobre Víctor y su creación cambiará radicalmente.

Lo que sí me gustaría comentar es que, al margen de que no se dan apenas detalles sobre la forma en la que Víctor crea a su 'hijo', esta novela no solamente trata la cuestión del creador y sus obligaciones con su obra -amparar, proteger, cuidar y velar por su bienestar-, o la usurpación del papel de Dios como único creador de vida. Mary Shelley también quiere enfatizar el poder de la sabiduría y el conocimiento, recalcando que a veces saber mucho es contraproducente y puede acarrear nefastas consecuencias. Una reflexión en la que Víctor cae constantemente.


Y no solamente eso, sino que además se puede apreciar otro tipo de pensamientos sobre los que la que autora pretende que el lector medite. Por ejemplo, el valor que le damos al aspecto exterior, al aspecto físico, por el que siempre tendemos a juzgar a las personas, sin pararnos a pensar en el valor interior del individuo. A la criatura todo el mundo lo rechaza, lo insulta, lo menosprecia pero, ¿cómo es realmente la criatura?, ¿cuáles son sus valores? Tienes que leer la novela para, como decía antes, entender la verdadera naturaleza de la criatura y valorar quién es el malvado en esta historia. Porque, ¿cabe la posibilidad de que alguien se vuelva perverso como fruto de las influencias de su entorno? ¿Hasta qué punto uno no es más que víctima de sus circunstancias? Todo ello queda debidamente respondido en la novela.

Y más aún, Shelley hace un pequeño retrato de la sociedad de la época. Critica el sistema judicial, establece las diferencias esenciales entres los nobles y las clases sociales más desfavorecidas o dibuja a una parte de la humanidad por medio de sus actos o sus deseos, como por ejemplo el anhelo por la fama o el éxito, muy por encima incluso de la riqueza. Frankenstein no es solo la historia de un monstruo. Subyacen demasiadas cuestiones de interés, muestra matices que nos conducen a plantearnos unas cuantas dudas, aunque me atrevería a decir que es una novela distinta para cada lector. Cada uno verá algo diferente en este texto. 

Pero, indudablemente, y aunque no sea una novela de terror propiamente, sí cuenta con su toque de suspense -unos pocos capítulos terminan en un punto álgido de intriga-. Frankenstein es una novela sobre la compasión, la súplica, el despecho, la venganza, el remordimiento o los dilemas morales,...  donde abunda la narración sobre el diálogo y es en esa narración donde hay que buscar lo más valioso de la novela, ese acercamiento objetivo al ser humano, a su verdadera identidad.

No quiero contar mucho más. Solo quisiera remitiros a su lectura para que os sorprendáis con esta historia alejada de la simpleza, fruto de una mente inteligente que, a través de la historia de Víctor y la criatura, nos plantea varias cuestiones. No dejo de pensar que Mary Shelley tenía tan solo 19 años cuando la escribió y que ya por entonces demostraba tener una percepción muy nítida del mundo. Pero, además de su lectura, os animo a indagar también sobre la forma en la que se gestó esta obra aquel verano de 1816, junto al lago Leman en Suiza. 

Hoy en día existen muchísimas ediciones de Frankenstein, algunas sencillas, otras ilustradas, otras además anotadas e incluso puedes encontrar el texto en Internet de manera libre y gratuita. Sea como fuere, te animo a no dejar pasar esta lectura en este 2018 cuando celebramos que hace 200 años a una jovencita se le ocurrió escribir una historia que ha traspasado los límites del tiempo.











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