Editorial: Alianza.
Colección: Alianza Cien.
Fecha publicación: 1993.
Precio: 100 pesetas.
Género: Narrativa breve.
Nº Páginas: 89
Encuadernación: Tapa blanda.
ISBN: 9788420646053
Fecha publicación: 1993.
Precio: 100 pesetas.
Género: Narrativa breve.
Nº Páginas: 89
Encuadernación: Tapa blanda.
ISBN: 9788420646053
Autora
Nacida en Salamanca en 1925, Carmen Martín Gaite es autora de una extensa obra narrativa, en la cual, enmarcados en la realidad cotidiana, aparecen como constantes los temas de la incomunicación, la carencia de amor y la búsqueda de identidad. Ha escrito también ensayos, poemas y cuentos infantiles. En 1957 recibió el Premio Nadal y, en 1988, el Premio Príncipe de Asturias.
Sinopsis
El balneario fue escrito en 1954 y forma parte de una recopilación que incluye otros 16 relatos y que está publicada en 'El Libro de Bolsillo' de Alianza Editorial con el número 704.
[Información tomada directamente del ejemplar]
A veces el tiempo se me echa encima y es entonces cuando recurro a lecturas breves que me permitan abarcar todo lo que pretendo y continuar con la actividad del blog. Tal circunstancia tiene una contrapartida muy beneficiosa y no es otra que abordar por fin esas lecturas que se han ido quedando atrás, libros que descansan en las estanterías de casa desde ni se sabe el tiempo y que, de este modo, puedo rescatar. Así, mato dos pájaros de un tiro.
Y de tal guisa he llegado a El balneario, un relato breve que Carmen Martín Gaite escribió en 1954 y que la editorial Alianza, allá por el año 1993, sacó a la luz en una simpática y coqueta edición bajo el nombre de Alianza Cien. No es la primera vez que traigo un título de esta colección. Ya os hablé de Los muertos de James Joyce en su momento y en aquella reseña os comenté la intención que se escondía tras esta recopilación.
A la literatura de Carmen Martín Gaite llegué por primera vez con Nubosidad variable, una novela que leímos en el marco del club de lectura al que asistía por entonces -hoy asisto a otro distinto-. Fue una lectura muy introspectiva en la que sus personajes principales, Sofía y Mariana, se enredaban en sus propios pensamientos y reflexiones y con la que empecé muy bien pero acabé muy mal. Me saturó tanta introspección. Así que hoy vengo a resarcirme de aquella lectura y lo hago con El balneario. El resultado ha sido mucho mejor que con Nubosidad variable pero sigo en un estado de levitación con esta autora salmantina. No consigo asentarme.
Esta edición no incorpora sinopsis, así que queda más que justificado que os hable de su argumento. Sin preludio ni introducción, la historia se inicia en el interior de un autobús en el que viajan los dos protagonistas de esta historia, una mujer que será parte de la voz narrativa y su acompañante Carlos. Los dos se dirigen a un balneario sin que se precise mucha información sobre su ubicación, los motivos por los que van a pasar una temporada en tal institución, la duración de la estancia,... Es más, ni siquiera hay constancia del tiempo en el que transcurre la historia pero el lector puede intuir la década. Y apenas dos minutos antes de llegar al balneario, la mujer se lanza a un monólogo interior a través del cual irá describiendo sus emociones más personales. Ya en esas primeras líneas sentiremos que ocurre algo extraño, que la relación entre la mujer y Carlos no parece muy armoniosa. Carlos se muestra ajeno a lo que le rodea, adopta una actitud hierática e indiferente en situaciones que requerirían una respuesta inmediata. Es como si no tuviera control sobre sí mismo, como si dependiera de la manipulación de otra persona. Las sensaciones que la mujer siente junto al hombre nos ponen en alerta.
Y tras el viaje llega el destino. Carlos y la mujer se instalan en una habitación del balneario, no sin antes haber sido observados por todos los huéspedes que se alojan allí y que no apartan su mirada inquisitorial y hostil de los recién llegados. Pero no debo contaros más. Lo que ocurre más adelante será cuestión de que lo descubráis vosotros mismos.
El balneario consta de dos capítulos. El primero, narrado en primera persona por la voz femenina, abarcaría el viaje en autobús, la llegada al balneario y una búsqueda angustiosa por los alrededores del hotel. El desarrollo de los hechos en esta primera parte nos obliga a pensar que la relación entre el hombre y la mujer está exenta de normalidad. Hay algo raro entre ellos, una atmósfera húmeda y pegajosa los rodea, una sensación que se verá acrecentada por el cambio de tiempo verbal que emplea la narradora cuando se refiere a su acompañante, por el especial hincapié que pone en ciertas palabras, por la inquietud que ella siente en todo momento y que se percibe en la aceleración y la prisa que se advierte en estas páginas.
En cuanto al capítulo segundo, se podría decir que contiene la resolución a todas las dudas e incertidumbres que nos han ido surgiendo en la primera. De hecho, ya hacia el final de la primera mitad, la propia narradora nos da una pista de lo que está ocurriendo y que se verá corroborado en la segunda parte, estableciendo así un ingenioso nexo entre ambas partes. Contar mucho sobre esta segunda parte sería destripar la historia pero solo os diré que será narrada por una voz en tercera persona. La utilización de ambas voces narrativas se hace necesario por la naturaleza del relato.
La historia y la estructura sobre la que se sustenta la trama es bastante sencilla. A pesar de las dudas que nos surgen en la primera parte todo queda resuelto. Se entenderá la atmósfera y la actitud de los personajes en esas primeras páginas y precisamente en la segunda parte será donde realmente se evidencien los temas que Martín Gaite quiere explorar en este pequeño libro. La soledad, la rutina -acentuada por la disposición de los objetos como las ventanas en el edificio, la colocación de las sillas de mimbres a lo largo de un pared, la hilera de árboles-, la vida 'mezquina y vacía' y la manera de huir de una existencia vacua. Deja la lectura una sensación opresiva de la que deseas liberarte tras leer la última línea del texto. Cierras el libro y te entran ganas de salir a la luz del sol.
Con una importante carga onírica, El balneario cuenta con tres personajes protagonistas. El personaje femenino, cuyo nombre solo sabremos en la segunda mitad, me ha resultado algo ingenuo o timorato en los inicios. La inquietud que la azota la muestran como una mujer muy vulnerable. No obstante, en la segunda mitad, nos ofrece una visión de sí misma muy distinta. Quizá tenga que ver la perspectiva, el cambio del narrador de primera a tercera persona. De considerarla, una mujer frágil, algo inestable a una mujer madura, nostálgica y solitaria.
En cuanto a Carlos, lo he visto en todo momento como un personaje difuminado y sin definir. Esto, a priori podría hacer pensar que no está trabajado y no tiene profundidad pero la verdad es que, una vez leído el libro, entiendes que es precisamente al revés. Carlos, a tenor de su papel en la historia, no podría ser de otro modo.
Y luego está el botones Santi, del que mejor no hablo mucho porque eso implicaría destapar parte de esa segunda parte que quiero dejar en suspense.
Sin apenas diálogo, quisiera destacar la manera en la que la autora desarrolla las escenas. Situaciones que en tiempo real durarían un minuto o un minuto y medio se alargan en una suerte de rosario descriptivo que no llega a pesar en ningún momento. Esta circunstancia se da con mayor calado en la primera parte donde todo queda rodeado de una nebulosa que borra los contornos de un entorno paisajístico y humano en el que la autora profundiza.
No es que haya sido una lectura espectacular pero la brevedad de la historia y lo que realmente esconde sí hacen de El balneario un relato a recomendar. Seguiré insistiendo con la autora, a ver si al final dejo de flotar en el limbo de su literatura.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada Internet]
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