Editorial: Carena.
Fecha publicación: enero, 2018.
Precio: 12,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 224
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 9788416843879
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]
Fecha publicación: enero, 2018.
Precio: 12,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 224
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 9788416843879
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Autor
Edgar Borges nació en Caracas, Venezuela, el 24 de abril de 1966; desde el año 2007 reside en España. En su obra, la ficción es una fuerza inherente al ser humano que derrumba y construye realidades. Ante las circunstancias, los personajes tienen que decidir si son fichas de un destino o hacedores de nueva posibilidad. El entramado de su narrativa implosiona la realidad y la transforma.
Ha obtenido diversos premios y reconocimientos internacionales. Es autor de novelas y libros de apuntes como ¿Quién mató a mi madre?; La contemplación; Crónicas de bar, El hombre no mediático que leía a Peter Handke, La ciclista de las soluciones imaginarias y El olvido de Bruno. Parte de su obra ha sido traducida al italiano, inglés, francés y portugués. Escritores como Enrique Vilas-Matas y Peter Handke se cuentan entre sus lectores que siguen su ficción con interés. Gianfranco Pecchinenda, investigador y traductor de su obra al italiano, considera que "Edgar Borges es uno de los narradores latinoamericanos más importantes de las últimas generaciones".
Sinopsis
Un pueblo gris y antiguo; un bosque; una niña que salta en lugar de andar; una mujer con sueños rotos que es presa de sus propias rutinas; un hombre saturado de ira que año tras año organiza un torneo de póker para sentir y dejar sentir su poder sobre los demás; un César Aira impostor; tres simuladores de oficio que se enfundan en la piel de tres promotores de poesía; dos fechas trágicas, un romance inusual, abundante misterio....
Son estos algunos de los elementos que Edgar Borges propone y a la vez mueve hábilmente, como fichas de ajedrez, para componer una novela extraña, sugerente, cargada de tensiones y posibilidades.
La historia que nos cuenta La niña del salto es una especie de poema épico que se desarrolla en la villa asturiana de Santa Eulalia de Cabranes -o Santolaya, como oficialmente se la conoce en asturiano-, ¿pero realmente es allí donde acontecen los hechos o se trata quizá de un lugar distinto aunque parecido en un universo paralelo? ¿O acaso lo narrado no es más que la ebullición de uno de los tantos universos que pueden coexistir en la cabeza de un ser humano?
Todo es posible en la nueva novela de este autor (con un singular y muy atractivo imaginario) que estamos seguros no decepcionará a sus lectores habituales ni, desde luego, a aquellos que se atrevan a adentrarse por primera vez en su universo literario.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Recibí un correo electrónico que me descubría un nuevo nombre, Edgar Borges y su última novela. De la misma se decía que narraba 'la derrota del cuerpo femenino en la sociedad patriarcal'. Me llamó la atención el eje central de la novela, la historia de una mujer y su hija tras los sueños abandonados. Hoy vengo a hablaros de La niña del salto.
[Lectura del capítulo 1 'Descolocada' de la novela;
música: 'Hopeless Hope" de Junya Nishimura (descarga libre)]
Antonia es una mujer de treinta y cuatro años, casada con Dicxon, un hombre mucho mayor que ella. El matrimonio tiene una hija que en vez de caminar, se desplaza a saltitos porque'Para ella el salto era su mejor herramienta de juego, pero también su forma de circular por la vida'. Todos viven en Santa Eulalia de Cabranes -o Santolaya, como se la conoce-, capital del Concejo de Cabrales, en Asturias, aunque la ubicación resulta a veces un tanto confusa, como si lo que ocurre en este pueblo pudiera ocurrir en cualquier punto del planeta. Allí la vida transita entre rutinas y hastío, alrededor de la tienda de Puri, el bar, y la plaza del Ayuntamiento.
Hasta el lugar se desplazan cuatro forasteros, Inka de la Rosa, Citlali Rodríguez Mendoza, Andrés Bayona y César Aira. El último es el reconocidísimo escritor que nadie conoce en Santolaya pero que solo busca un lugar tranquilo para terminar su novela. Los tres primeros pretenden organizar un festival de poesía callejero en un pueblo donde todo está impuesto por Dicxon y cuyo mayor entretenimiento es un torneo de póker que él organiza anualmente solo para imponer su santa voluntad. Estos son los mimbres iniciales de una novela que esconde un secreto, pero también un pasado, un presente y una necesidad de futuro.
En realidad, una vez que has leído el libro te das cuenta que las claves de la novela figuran en la misma biografía del autor y en la sinopsis porque en verdad, y a mi juicio, La niña del salto es una novela en la que 'los personajes tienen que decidir si son fichas de un destino o hacedores de nueva posibilidad'. Cierto es, La niña del salto es una historia de reencuentros, de romper lo impuesto, de buscar la segunda oportunidad que supuestamente a todos nos concede la vida, del derecho a un amor, el que sea, pero puro, sincero y cristalino. Pero también es una novela de un 'pueblo gris y antiguo', rancio, vetusto, retrógrado y hasta putrefacto donde sus habitantes ni siquiera miran el reloj porque son meros 'observadores que viven con la sensación de que un día tiene más de veinticuatro horas' y dos tragedias, la que ocurre el 9 de octubre de 1987 poco antes de que Antonia se quedara embarazada y el 9 de octubre de 1994 cuando la hija está a punto de cumplir siete años. Y esa es la cifra, siete, dos mil quinientos cincuenta y cinco días de sometimiento, de humillaciones, de vejaciones, de abusos, de autoridad, de poder. El verdugo, Dicxon. La víctima, Antonia.
No creo que La niña del salto sea una novela apta para todo tipo de lector. Considero que requiere una lectura en la que no cabe la prisa ni el deseo acelerado de llegar al desenlance para comprender la verdad. He de confesar que a mí me costó un poco adentrarme en la historia porque Borges no recurre a una narración lineal, explícita y clara. En su lugar, el autor nos propone un juego, expone los hechos, los entremezcla y los dispersa. Por usar una imagen gráfica, he sentido que esta novela es como el transitar por un frondoso bosque, cuyos árboles, tupidos y densos, impiden que penetre los rayos del sol pero, en nuestro camino, iremos encontrando claros donde la luz nos deje ver con nitidez el entorno, y resplandezca ante nuestros ojos. Así, La niña del salto, una novela sobre Antonia y su hija, sobre un tipo de 'actitud agria, hostil y autoritaria' ysobre Inka de la Rosa y sus amigos, cuyo cometido va mucho más allá de inundar de poesía el pueblo de Santolaya, una novela que, tras una primera toma de contacto y acostumbrado al estilo del autor, del que se dice que tiene tintes épicos, podría requerir una segunda vuelta.
En cualquier caso, el inicio impacta poderosamente, como podéis comprobar en el audio. Me desarmó saber que Antonia recurría a escondites para librarse de la mirada inquisitorial de su marido, que intentaba apartarse de su camino porque su cercanía solo podía significar peligro, me dolió verla envuelta en vestidos grises, con los brazos cruzados sobre el pecho, siempre cabizbaja, con la mirada triste, sumisa y entregada porque vivía 'a disposición de lo que quisiera el otro'. Antonia es un ave enjaulado que conoció otra vida, que tuvo otros sueños pero que se hicieron añicos. Hoy sabe que 'cada día despertaba más cobarde; la humillación, como una constante en su vida, le había restado fuerza'. La única solución a su alcance era cerrar los ojos ante lo que se le venía encima. Literal.
Dicxon es de aspecto 'normal, calvo en el centro de la cabeza al estilo fraile, mirada dañada, con ceño fruncido, boca grande, bajo, regordete. De caminar tosco y agresivo, tenía la costumbre de rascarse los huevos en presencia de cualquiera. También lanzaba escupitajos a cada paso. Pero a Dicxon "la feúra" le venía de dentro'. Es un personaje que me ha provocado nauseas, así tal cual. Me parece repulsivo y sacó mi lado más vengativo.'Ojalá lo pongan en su sitio', me decía mientras leía y es que, al igual que pasa con Antonia, son personajes muy bien perfilados, muy caracterizados tanto exterior como interiormente porque Borges sabe elegir las palabras para que la conexión entre el lector y los personajes sea potente, positiva o negativa, pero potente. Las sensaciones que los personajes nos transmiten no nos llega distorsionada sino es como una descarga eléctrica que nos azota por dentro.
En cuanto a la niña, no conocemos muchos detalles de ella, ni siquiera su nombre. Más allá de su afán de desplazarse a saltos, sabremos que habla poco y que tiende a estar callada y silenciosa. Conoce la naturaleza de su padre y es capaz de leer en el rostro de su madre la angustia que la atenaza. Esa niña, siempre riendo, siempre saltando -uno, dos y tres-, es el nexo que une a Antonia con su pasado, con su infancia, su felicidad y porque 'Hay almas que se necesitan para resistir la vida'.
Quizá con el personaje que menos he comulgado es con Inka de la Rosa. Ella y sus tres amigos me desconcertaron un poco. A priori no entendí muy bien la presencia de estos cuatro forasteros en el pueblo. ¿Qué conexión había entre ellos y el resto de protagonistas? ¿Por qué un recital de poesía en un pueblo donde los versos son ignorados? Bueno, Antonia quiso ser poeta en su juventud y '...para hacer poesía hay que convertir la rabia en dolor y el dolor en belleza' Precisamente en Santolaya, y en la vida de Antonia, lo que sobra es dolor. Y es que, como dije antes, Borges no es de los que se lo sirven todo al lector en bandeja de plata. La lectura de esta novela requiere un compromiso por nuestra parte. Se necesita paciencia y estar atento a las señales.
Antes de finalizar, quisiera destacar la ambientación. Santolaya es ese lugar en el que nadie quisiera acabar, donde todo el mundo observa, mira hacia otro lado y calla. La casa de Antonia y Dicxon ese hogar maldito, cubierto por un silencio denso y pesado, asfixiante y pegajoso que se instala entre las paredes en presencia de Dicxon, una casa cuyas estancias retumba de risas y juegos cuando el patriarca se ausenta.
El libro está lleno de referencias pictóricas y literarias a través de poemas, títulos y personajes secundarios con nombres tales como Virginia Wolf o Ana María Matute y una metáfora que se oculta tras el título.
En definitiva, La niña del salto ha resultado una lectura que requiere su tiempo y su momento. Insisto en que no es literatura para masas sino para esos lectores que ven un reto en una novela, un acertijo en el que descubrir los secretos que el autor nos propone.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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