Editorial: Anantes.
Fecha publicación: octubre, 2017.
Precio: 16,00 €
Género: Policiaca.
Nº Páginas: 220
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 978-84-947076-5-0
Fecha publicación: octubre, 2017.
Precio: 16,00 €
Género: Policiaca.
Nº Páginas: 220
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 978-84-947076-5-0
Autora
Carmen de la Rosa ha publicado las novelas El Al Mizar (2011), El inglés de Serón (2012), La carta de Lucrecia (2014), Amapola 15 (2015) y Acuario con peces rojos (2016), así como el libro de cuentos solidario ¡Arre, burro, arre! y los relatos "Boca de Algodón" (2013), "¡Espárragos en apuros!" (2014), "De la Patagonia a Serón" (2014), "La tortilla de patatas" (2015) y "El robo de la Copa del Mundo" (2016).
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, realizó dos años de Doctorado y un curso de Relaciones Internacionales en el Instituto Ortega y Gasset de Madrid. Obtuvo la licencia de piloto privado y el título de profesora de danza española en el Conservatorio de Murcia. Tiene un blog culinario, fruto de sus estudios de gastronomía en Le Cordon Bleu de Londres y de su experiencia como chef en la agencia de publicidad GoYa!, que fundó hace una década en la localidad alemana de Heidelberg.
Carmen de la Rosa nació en Sevilla y ha vivido en Almería, Madrid, Múnich, Hamburgo, Dusseldorf y Londres. Actualmente reside en Heidelberg.
Sinopsis
El Kommissar Lucas Mester Japón, de familia española y ascendencia japonesa, se enfrenta a un caso desconcertante: el concejal de urbanismo de Mannheim ha aparecido asesinado en un muelle del Rin junto a un exclusivo club donde sus socios realizan algo más que negocios de altos vuelos. Todo indica que el crimen está relacionado con la corrupción urbanística que rodea las bases americanas de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en el curso de la investigación surgen sospechas sobre el alcalde de Mannheim, una banda de narcotraficantes colombianos, un grupo de neonazis y un general americano.
La clave de todo el asunto puede residir en una enigmática mujer, amante del concejal asesinado y del general, a la que todos conocen pero nadie es capaz de localizar. La respuesta al misterio parece que se precipitará durante la gran fiesta de despedida de los militares norteamericanos: el Bye, bye, Heidelberg.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Muchos de los que pululamos por los blogs literarios conocemos a Carmen de la Rosa. Nacida en Sevilla, y después de pasar por diversas ciudades del mundo, reside actualmente en la bella Heidelberg, una ciudad alemana a la que nos podemos asomar con frecuencia los que visitamos su muro de Facebook. Carmen es una mujer dinámica y emprendedora. A poco que le eches un vistazo a su currículo te das cuenta que es alma inquieta y que ha hecho un sinfín de cosas muy distintas. La escritura es una de sus muchas pasiones y prueba de ello son las cinco novelas publicadas, así como los diversos relatos y cuentos de su autoría. Hasta la fecha, solo he leído dos de sus novelas -Amapola 15 y Acuario de peces rojos-, con ambas disfruté por tratarse de una narrativa intimista, llena de mujeres valientes, como la misma Carmen. Y como no hay dos sin tres, hoy vengo a hablaros de la tercera novela que he leído, la última que publicó el otoño pasado con la editorial Anantes. Bye, bye, Heidelberg supone un cambio de registro total. Si Carmen nos tenía acostumbrados a historias de superación, ahora se adentra en el mundo de la novela policiaca y coloca en el centro del huracán a un comisario peculiar. Os cuento un poco de su argumento.
El 19 de abril de 2015, en un domingo lluvioso, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Mannheim, Andreas Kurtz, aparece muerto en el muelle del Rin. 'Andreas Kurtz yace boca abajo. A dos metros, su Ducati tirada en el suelo'. Le han pegado un tiro por la espalda, a quemarropa, 'con un arma como para matar elefantes'. Inmediatamente se activa la investigación a cuyo cargo estará el Kommissar Lucas Mester Japón y su equipo. Las pesquisas policiales sacarán a la luz una trama que gira en torno a las bases americanas levantadas en los años de la ocupación aliada, unas bases que eran auténticos guetos, erigidas en completo aislamiento, autosuficientes y al margen de la sociedad alemana. En la actualidad están inutilizadas y las diversas empresas de construcción de la zona se las rifan, intentando ganar concursos millonarios para reestructurarlas y darles otra utilidad. Obviamente habrá más de una zancadilla empresarial. Unido a este hilo argumental, un club al que acude lo más selecto de la alta sociedad, el robo de unos cuadros y una misteriosa mujer. Todo ello complementado con algún muerto o accidentado más y regado con un caldo lleno de pistas falsas.
Pero la historia, más allá de la trama policiaca, urbanística y empresarial, también se sumerge en lo personal. Lucas Mester está recién separado de Ilse, por enésima vez, y aunque eso no parece suponerle ningún problema que afecte a su trabajo, lo cierto es que el corazón del Kommissar vuelve a estar ocupado. La afortunada será Maribel, una joven sevillana, enfermera de profesión, que parece haber recalado en Heidelberg huyendo de un pasado doloroso. Y os digo más, Maribel no será el único nexo de unión entre Sevilla y Heidelberg, ya la misma Carmen de la Rosa es un exponente de tal comunión, un vínculo que ella traslada a la novela a través de sus personajes, de la propia Maribel y de la madre del Kommissar. Estrella Japón es una mujer vivaracha, llena de vitalidad y con un toque de celestina. Ingresada en una clínica por una operación de cadera, desde la ventana de su habitación vigila con unos prismáticos la vida de su hijo Lucas que reside justo en el edificio de enfrente, mientras mira el Neckar, ese Guadalquivir alemán que la traslada a los recuerdos de su infancia. Será la encargada de desvelar una historia familiar, llena de suspense e intriga, con un desenlace sorprendente, un relato que prácticamente da para una novela única, que a mí especialmente me ha gustado mucho.
Pero habrá muchos más personajes como Peter, un buen amigo de Lucas que arrastra una historia personal tremenda, el matrimonio americano formado por Tony y Carol que no hacen más que pelear, Carla Kurtz -esposa de la víctima-, su prima Frau Schaller, una ludópata, bella, elegante e inteligente o Martin Bergman, gerente del Dique 9 Business Club. De tal modo que Bye, bye Heidelberg es también una novela coral.
Debo confesar que las primeras páginas del libro me descolocaron un instante. En los primeros párrafos nos topamos con Mester asistiendo a una obra de teatro o a un ensayo junto a Peter. Me desorientó un tanto que este joven acostumbrara a usar indumentaria femenina pero como mencioné antes, tiene un pasado que lo justifica y del que se da debida cuenta en su momento. Así que, basta con volver la página para encontrarte con el cadáver de Kurtz en el dique 9 y las piezas comienzan a colocarse en su sitio. Además, tengo que decir que, en paralelo a la investigación principal sobre la muerte de Kurtz, se van mencionando otros casos en los que Lucas interviene como por ejemplo, el suicidio de una mujer joven, un infanticidio, el maltrato animal. Aunque prácticamente se pasa de refilón por estos casos, a mí me ha gustado encontrar este paralelismo. Estamos demasiado acostumbrados a que un policía se centre en una única investigación cuando el crimen no para y seguro que en la mesa de un inspector se acumulan diversos casos a la vez. Me ha parecido que es darle verosimilitud a la profesión.
Y al margen de una trama urbanística, en la que la corrupción y los intereses políticos y empresariales están a la orden del día, para mí lo más llamativo de Bye, bye, Heidelberg es la carga personal sobre la que se sustenta. Para empezar los propios orígenes del Kommissar tendrán un papel importante en esta historia que une dos ciudades muy, muy distantes o mejor dicho, tres culturas. Lucas Mester procede de aquellos japoneses que pasaron por España en misión diplomática, encabezada por Hasekura Tsunenaga. Al remontar el Guadalquivir, pasaron por el pueblo de Coria del Río y al finalizar la expedición, parte de sus integrantes decidieron afincarse para siempre en aquel pueblo. De ahí que muchos vecinos de la localidad lleven el apellido Japón y en la ribera del Guadalquivir otee el horizonte una estatua del nipón. Así que, Andalucía y Alemania, junto con los rasgos asiáticos de Lucas Mester, se unen en esta novela, fusionando expresiones de uno y otro bando. Entre las páginas de Bye, bye, Heidelberg - 219 en total- no es difícil encontrar algún vocablo alemán mezclado con frases de mi tierra como 'pegar la hebra', 'dar la coña' o 'tener buen palmito'. Esto, que a priori puede chirriar, aporta frescura, así que no esperéis encontrar unos diálogos cuadriculados, recios y sobrios. El toque andaluz merodea entre estas páginas en las que para mí, lo de menos es la investigación policial. Particularmente me quedo con las relaciones personales, con el carisma de sus protagonistas, con las emociones y la carga que cada uno de ellos arrastra.
Pero habrá muchos más personajes como Peter, un buen amigo de Lucas que arrastra una historia personal tremenda, el matrimonio americano formado por Tony y Carol que no hacen más que pelear, Carla Kurtz -esposa de la víctima-, su prima Frau Schaller, una ludópata, bella, elegante e inteligente o Martin Bergman, gerente del Dique 9 Business Club. De tal modo que Bye, bye Heidelberg es también una novela coral.
Debo confesar que las primeras páginas del libro me descolocaron un instante. En los primeros párrafos nos topamos con Mester asistiendo a una obra de teatro o a un ensayo junto a Peter. Me desorientó un tanto que este joven acostumbrara a usar indumentaria femenina pero como mencioné antes, tiene un pasado que lo justifica y del que se da debida cuenta en su momento. Así que, basta con volver la página para encontrarte con el cadáver de Kurtz en el dique 9 y las piezas comienzan a colocarse en su sitio. Además, tengo que decir que, en paralelo a la investigación principal sobre la muerte de Kurtz, se van mencionando otros casos en los que Lucas interviene como por ejemplo, el suicidio de una mujer joven, un infanticidio, el maltrato animal. Aunque prácticamente se pasa de refilón por estos casos, a mí me ha gustado encontrar este paralelismo. Estamos demasiado acostumbrados a que un policía se centre en una única investigación cuando el crimen no para y seguro que en la mesa de un inspector se acumulan diversos casos a la vez. Me ha parecido que es darle verosimilitud a la profesión.
Y al margen de una trama urbanística, en la que la corrupción y los intereses políticos y empresariales están a la orden del día, para mí lo más llamativo de Bye, bye, Heidelberg es la carga personal sobre la que se sustenta. Para empezar los propios orígenes del Kommissar tendrán un papel importante en esta historia que une dos ciudades muy, muy distantes o mejor dicho, tres culturas. Lucas Mester procede de aquellos japoneses que pasaron por España en misión diplomática, encabezada por Hasekura Tsunenaga. Al remontar el Guadalquivir, pasaron por el pueblo de Coria del Río y al finalizar la expedición, parte de sus integrantes decidieron afincarse para siempre en aquel pueblo. De ahí que muchos vecinos de la localidad lleven el apellido Japón y en la ribera del Guadalquivir otee el horizonte una estatua del nipón. Así que, Andalucía y Alemania, junto con los rasgos asiáticos de Lucas Mester, se unen en esta novela, fusionando expresiones de uno y otro bando. Entre las páginas de Bye, bye, Heidelberg - 219 en total- no es difícil encontrar algún vocablo alemán mezclado con frases de mi tierra como 'pegar la hebra', 'dar la coña' o 'tener buen palmito'. Esto, que a priori puede chirriar, aporta frescura, así que no esperéis encontrar unos diálogos cuadriculados, recios y sobrios. El toque andaluz merodea entre estas páginas en las que para mí, lo de menos es la investigación policial. Particularmente me quedo con las relaciones personales, con el carisma de sus protagonistas, con las emociones y la carga que cada uno de ellos arrastra.
[Fuente: Wikipedia] |
Creo que estamos ante una novela ecléctica en la que se combinan elementos distintos y dispares pero, -y esto ya lo he dicho en la reseña de otra novela suya-, Carmen de la Rosa tiene habilidad a la hora de hilvanar historias, de establecer conexiones, tejiendo un tapiz colorido pero uniforme.
En cuanto a los escenarios, tenemos a Mannheim a escasos veinte kilómetros de Heidelberg. Por las calles de ambas ciudades veremos moverse a los personajes. No hay grandes descripciones aunque sí se mencionan lugares y edificios concretos. A este respecto me gustaría comentar que me ha faltado un pequeño plano de ambas ciudades. Me ha costado un poco ubicarme en los espacios en los que se producen los distintos acontecimientos por lo que, un pequeño mapa, me hubiera facilitado la composición de lugar.
Escrito en primera persona en la voz de Lucas Mester, con lo que la visión de los acontecimientos será muy subjetiva, resalta el uso del presente de indicativo como tiempo verbal. Al principio fue algo que me extrañó pero quiero entender que se debe al tipo de formato elegido para la historia. Cada capítulo, de corta extensión y con fraseo corto, viene encabezado por la fecha, lo que me hace pensar que estamos ante un diario, que usado desde un punto de vista profesional, sirve para ir recabando de forma aséptica la información y los datos de la investigación, mientras que lo personal queda reflejado con emoción e implicación por parte de su autor.
En conclusión, un cambio de registro total y absoluto por parte de Carmen de la Rosa, que no se aleja definitivamente del estilo que vimos en novelas anteriores, en las que ahondaba en el alma de sus personajes, mujeres principalmente, con un pasado complicado y un corazón lastimado. Creo que en esto último es donde la autora se mueve como pez en el agua, construyendo personajes sólidos y carismáticos como los de esta novela y por eso, he disfrutado mucho más de la parte personal de los protagonistas que de la investigación policial, aunque sería injusto no añadir que la autora se maneja aceptablemente en las intrigas políticas y empresariales. En fin, como cada lector es un mundo, te invito a descubrir una nueva faceta de Carmen de la Rosa, como autora de novela policiaca. Además, teniendo en cuenta el desenlace de Bye, bye, Heidelberg, presupongo que Lucas Mester, un personaje muy interesante, se va a convertir en saga.
En cuanto a los escenarios, tenemos a Mannheim a escasos veinte kilómetros de Heidelberg. Por las calles de ambas ciudades veremos moverse a los personajes. No hay grandes descripciones aunque sí se mencionan lugares y edificios concretos. A este respecto me gustaría comentar que me ha faltado un pequeño plano de ambas ciudades. Me ha costado un poco ubicarme en los espacios en los que se producen los distintos acontecimientos por lo que, un pequeño mapa, me hubiera facilitado la composición de lugar.
Escrito en primera persona en la voz de Lucas Mester, con lo que la visión de los acontecimientos será muy subjetiva, resalta el uso del presente de indicativo como tiempo verbal. Al principio fue algo que me extrañó pero quiero entender que se debe al tipo de formato elegido para la historia. Cada capítulo, de corta extensión y con fraseo corto, viene encabezado por la fecha, lo que me hace pensar que estamos ante un diario, que usado desde un punto de vista profesional, sirve para ir recabando de forma aséptica la información y los datos de la investigación, mientras que lo personal queda reflejado con emoción e implicación por parte de su autor.
En conclusión, un cambio de registro total y absoluto por parte de Carmen de la Rosa, que no se aleja definitivamente del estilo que vimos en novelas anteriores, en las que ahondaba en el alma de sus personajes, mujeres principalmente, con un pasado complicado y un corazón lastimado. Creo que en esto último es donde la autora se mueve como pez en el agua, construyendo personajes sólidos y carismáticos como los de esta novela y por eso, he disfrutado mucho más de la parte personal de los protagonistas que de la investigación policial, aunque sería injusto no añadir que la autora se maneja aceptablemente en las intrigas políticas y empresariales. En fin, como cada lector es un mundo, te invito a descubrir una nueva faceta de Carmen de la Rosa, como autora de novela policiaca. Además, teniendo en cuenta el desenlace de Bye, bye, Heidelberg, presupongo que Lucas Mester, un personaje muy interesante, se va a convertir en saga.