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DESMONTANDO MITOS POLICIALES con Blas Ruiz Grau y Ernesto Pérez Vera

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No es la primera vez que me enfrento a una entrevista doble, es decir, a conversar con dos escritores, autores de un mismo libro, pero sí es la primera vez que entrevistaba a dos autores a la vez, en relación a dos libros distintos aunque con un nexo en común: el desmontaje de un mito. No sabía muy bien cómo iba a salir la cosa pero ambos autores me lo pusieron muy fácil y consiguieron que me interesara por un tema en el que jamás había pensado. 

El encuentro tuvo lugar en el marco de la Feria del Libro de Sevilla. En un patio muy sevillano me encontré con Blas Ruiz Grau, autor de ¡Qué nadie toque nada! (Oberon), un libro que pretende desmentir infinidad de mitos en relación al procedimiento policial y a la investigación criminal, pero con un toque irónico. Junto a él, Ernesto Pérez Vera, co-autor junto a Fernando Pérez Pacho, de En la línea de fuego (Tecnos), un libro que, en su quinta edición, nos explica la realidad de los enfrentamientos armados a partir de numerosos testimonios de policías locales, autonómicos, nacionales, guardias civiles e incluso agentes privados. 

Así transcurrió la entrevista que duró casi una hora y media que a mí se me hizo muy corta. Una vez que entramos en materia, todo lo que contaban era tan interesante que yo me hubiera quedado con ellos hasta la hora de la cena. No te la pierdas.


Marisa G.- Blas, la primera pregunta que me surge es si este libro lo has escrito para darle en los morros a todos esos novelistas de novela negra o guionistas de series de televisión que se saltan el procedimiento policial a la torera y se lo inventan todo directamente. 

Blas R.- No, no, no ha sido por eso. Lo he escrito por propia curiosidad y al comprobar que lo que se da por hecho no es realmente verdad. Por ejemplo, cualquier cosa que vemos en la serie 'CSI' ya la damos por auténtica y no es así. Documentándome para una novela, me di cuenta que el procedimiento policial es muy distinto a lo que vemos en las series o en las novelas y me pareció que estaría bien contarlo pero eso sí, sin tanto tecnicismo. Yo he querido escribir un libro ameno y divertido, quitándole hierro al asunto.

M.G.- Efectivamente los libros tiene un estilo muy distinto. Ernesto en tu caso, te centras en los enfrentamientos armados, la balística,... ¿Qué más podemos encontrar?

Ernesto P.- Bueno, yo también he pretendido luchar contra toda esa mentira que el cine nos ha hecho creer. Por ejemplo, la mayoría de la gente cree que los policías están preparados para manejar sus armas en los enfrentamientos. Es frecuente que nos los imaginemos en las galerías de tiro, haciendo unos ejercicios magníficos y con una puntería estupenda. Sin embargo, nada de eso que se practica en la galería de tiro tiene que ver con la realidad de la calle.

En mi libro, hay veinticinco capítulos en los que unos treinta y tres protagonistas cuentan su experiencia en un enfrentamiento armado. Pues bien, prácticamente ninguno de ellos practicó nunca en una galería de tiro lo que le tocó vivir en su capítulo correspondiente. Por ejemplo, yo cuento mi caso como policía local en el capítulo doce y te puedo decir que mi Administración jamás me entrenó. Yo no fui nunca a una galeria de tiro, ni con la Academia de Policía ni con la Policía Local de La Línea (se refiere a La Línea de la Concepción, Cádiz donde ejerció como policía). Y como yo, cuarenta más de mi promoción. Por tanto, lo que pretendo con este libro es mostrar que la realidad de la calle difiere totalmente de la mentira del entrenamiento al que los policías son sometidos para los a-vida-o-muerte, los ahora-o-nunca, los aquí-y-ahora. Por eso tenemos policías que se dejaron apuñalar porque, como cuentan algunos en el libro, no fueron capaces de sacar el arma, es que ni se acordaron. O bien, otros sí consiguieron sacarla pero desconocían si podían o no disparar porque nunca les habían dicho que se podían defender de un agresor que portara un cuchillo y no una pistola. Y claro que se pueden defender porque te quieren matar, sea como sea, con un cuchillo, con una pistola, con una patada en la cabeza o con lo que sea. Pues bien, esto la mayoría de los policías no lo saben.

Por otra parte, la mayor parte de la sociedad cree que si un policía saca su arma y le pega un tiro al malo, va a acabar condenado. De hecho, son los propios policías los que piensan que si sacan la pistola se meten en un lío. Eso es mentira. Si te están intentando matar, tienes derecho a defenderte. Eso sí, siempre que el acto de defensa sea coetáneo al acto de agresión. El problema está en que el policía no lo sabe, no sabe cuándo tiene derecho a defenderse porque ni siquiera se han leído el Código Penal o las sentencias del Tribunal Supremo referidas a la legítima defensa.

M.G.- Blas, Ernesto es un profesional aunque ya no ejerza, pero en tu caso, ¿cuál es el momento exacto en el que se te ocurre que tenías que escribir este libro?

B.R.- Como te dije antes, todo surge documentándome para otra novela y recopilé tantísima que no era normal. Toda esa información era en sí misma un libro y fue cuando tomé la decisión. Es más, he dejado muchas cosas fueras. Pero había tanto mito, tanta creencia y tanto que desconocíamos que me pareció importante que se supiera la verdad.

M.G.- Sé que has colaborado con guardias civiles, policías,... Imagino que les habrá alegrado que alguien vaya a contar la verdad por fin.

B.R.- Sí, sí que lo agradecen. Es que tenemos la imagen del guardia civil poniendo multas de tráficos y la policía nacional pegando porrazos en las manifestaciones. Sin embargo, esa imagen se desvanece en el momento en el que realmente los necesitamos, cuando nos han robado, hemos sufrido una agresión,... Había que mostrar en realidad cómo es la figura de los Cuerpos de Seguridad. Quería contar lo que realmente hacen y no solamente lo que la sociedad se imagina. Ellos velan por nosotros.

M.G.- Ernesto, has comentado que tu libro tiene veinticinco capítulos. Al margen de tu historia que como dices relatas en el capítulo doce y debió ser espeluznante, ¿qué otra historia te ha impactado más?

E.P.- Mi capítulo preferido es el veintiuno en el que se cuenta cómo un policía que acababa de jurar el cargo y llevaba solo veinte días en el Cuerpo, terminó en un enfrentamiento armado. En la vida civil era ingeniero, tenía trabajo y cobraba el doble de lo que iba a cobrar siendo policía pero él tenía vocación. Se preparó las oposiciones y fue número uno de su promoción. A los veinte días le metieron dos tiros y lo dejaron gravemente herido, tras una llamada de violencia de género. Tanto este policía como su compañero llevaban sus armas preparadas para abrir fuego pero lo olvidaron, y al desenfundar volvieron a prepararlas, y esos segundos fueron vitales. Aún así, este policía consiguió pegarle cuatro tiros al agresor pero él ya había sido atacado. Ese es mi capitulo preferido, el de un policía vocacional, un tío que deja de ganar tres mil euros en la vida civil para ganar mil quinientos, y a los veinte días lo matan. Como a mí. Yo también estoy muerto porque cuando tú pasas por una cosa como esta ya nada vuelve a ser igual. Un tiroteo nunca sale gratis, ni social, ni familiar, ni emocional, ni judicialmente, ni siquiera aunque tengas razón. Yo, judicialmente no tengo ninguna culpa de nada. Mi agresor está en prisión, a la espera de juicio, jamás ha emprendido acciones legales contra mí, al revés, pide perdón, clemencia para que sea benévolo con él a la hora de declarar en el juzgado pero aún así, nunca sales gratis. Prueba de ello es la paliza que te estoy dando. (Risas)



Ficha libro

Editorial: Tecnos.
Colección: Ventana abierta.
Encuadernación: Estándar.
Nº Páginas: 464
Publicación: Abril, 2014 (1ª Ed)
Precio: 26,00 €
ISBN: 978-84-309-7370-5
Disponible en e-Book
[Ficha completa aquí]




M.G.- (Risas) ¡No, que es muy interesante todo lo que cuentas! Pero dime, ¿cómo definirías tu libro? ¿Es un libro testimonial, un ensayo,...?

E.P.- Yo creo que es un libro terapéutico para muchos de los protagonistas y terapéutico-preventivo para miles de lectores. Con este libro muchos policías ya pueden mandar a tomar por culo a los instructores que le dicen que no pueden disparar a quienes les quieres acuchillar, que deben disparar a las piernas porque se puede apuntar y eso es mentira. Es imposible apuntar en situaciones de estrés. Esto te lo puede contar cualquier neurofisiólogo. El ojo humano no está preparado para apuntar en situaciones de máximo estrés porque en esas situaciones el cuerpo fisiológicamente se comporta de un modo distinto. En un vida-a-muerte, la sangre de todo el cuerpo se distribuye inteligentemente a los grandes grupos musculares que son los que nos hacen huir o luchar. Cuando eso ocurre se produce la vasodilatación, se congestiona la masa muscular, y por lo tanto hay órganos a los que le pasa lo contrario, sufren una vasoconstricción. Es decir, al ojo le llega menos sangre en estas situaciones de alta tensión y por tanto va a funcionar con mayor lentitud, sin conseguir que el cristalino enfoque correctamente y así, ¿cómo coño se puede apuntar correctamente? Esto está demostrado científicamente, no es invención mía. Así que, cuando estás en una galería de tiro es fácil apuntar pero en la calle no lo es. 

M.G.- Y Blas, ¿cuáles son las grandes diferencias entre la realidad de los procedimientos policiales y las investigaciones criminales y lo que nos cuenta la tele?

B.R.- La más grande gira alrededor de la figura del inspector que nos creemos que es el todopoderoso, al que todo el mundo obedece, con una vida de mierda, que bebe y fuma mucho, que se salta las normas siempre. Para nada. Eso no es así. Aquí está todo muy sistematizado y se tienen que seguir unas pautas. En la escena de un crimen, aparte de la patrulla que son los encargados de dejar todo intocable, digamos, y acordonar la zona, los primeros que entran es la policía científica o criminalística en el caso de la Guardia Civil. La científica es la que se encarga de dejar zonas libres de indicios para que pueda pasar el forense o en última instancia el inspector, que lo único que hace es ordenar los indicios de tal forma que se puedan presentar como diligencias al juez y luego el juez hará lo conveniente. Eso que vemos en las películas que llega el inspector y dice '¡Que nadie toque nada!', eso es mentira. El inspector es el que menos papel tiene en el escenario de un crimen.

Luego tenemos otro tipo de mitos, sobre todo en el ámbito del forense, como el uso de un termómetro hepático. Esto es muy raro que se use porque el cuerpo hay que tocarlo lo menos posible, no se le puede dar la vuelta como se ve en las películas, se coge con mucho cuidado, se traslada al anatómico y a partir de ahí, después de otro procedimiento muy largo en el mismo anatómico, se empieza a trabajar con el cuerpo. No se puede alterar la escena bajo ningún concepto.

M.G.- Pues leyendo tu libro hay algo que me ha llamado la atención. Y aquí voy a pedir la corroboración de Ernesto. ¿Realmente es mentira eso de que no se puede presentar una denuncia por desaparición hasta que no hayan pasado 24 horas? 

B.R.- Eso dicen las series pero no es verdad.

E.P.- Yo no conozco ninguna norma que diga eso. Es lo mismo que si pierdes la cartera, vas a poner la denuncia en la policía y el policía te dice que te esperes unos días a ver si aparece. Pues con una persona, más aún. 

En las películas se permiten muchas licencias que en la realidad no es así. Por ejemplo, algo muy sencillo. ¡La sobaquera no la usa nadie! 

M.G.- Pues si los polis del cine siempre la llevan.

E.P.- Porque queda bien. Eso es algo que viene de los años 50 y 60 pero ya nadie la usa. Es muy poco práctica porque al sacar la pistola de la sobaquera pones a mucha gente a tiro de un disparo accidental.

M.G.- Ernesto, ¿y tu libro está más encaminado a los miembros del Cuerpo y Fuerzas de Seguridad del Estado o crees que también le puede interesar a otro tipo de lector?

E.P.- Quiero pensar que, aunque el mayor volumen de lectores lo tengo en el sector policial, de la seguridad privada y demás, el libro está hecho para personas que quieren conocer la realidad, que sepan cómo es la vida de un policía, y cuántas mentiras giran en torno a su profesión.

M.G.- Pues hablemos de otras mentiras y verdades. Blas, ¿qué hay de verdad en el polígrafo y en el famoso suero de la verdad?

B.R.- ¡Si el polígrafo fuera siempre efectivo no tendríamos que buscar huellas! Conozco casos de psicópatas que no pasan de las ochenta pulsaciones cometiendo un asesinato. Su fisonomía es así. Puede ser que su amígdala cerebral no funcione correctamente o bien que tenga algo que ver la genética. Sin embargo otras personas en situaciones más comunes tienen muchísimas más pulsaciones. No puedes basar una verdad o mentira en la sudoración o las pulsaciones del individuo. Si tú me preguntas ahora si he matado a alguien, te respondo que no y mis pulsaciones serán normales pero, si de repente entran ahora un equipo de policías, me ponen un polígrafo y me preguntan si he matado a alguien, te garantizo que el corazón se me dispara a doscientas pulsaciones, sin haber hecho nada. ¿Qué fiabilidad tiene eso? Nada, en absoluto. Si el polígrafo fuera efectivo se usaría todos los días.

M.G.- ¿Y el suero de la verdad?

B.R.- Eso es como la burundanga. El suero de la verdad inhibe la voluntad de la persona y hay veces que se puede reconducir la situación para que la persona diga lo que tú quieres. Con el suero, puedo confesar un asesinato porque tú me planteas las preguntas de un modo particular.

M.G.- Que se manipula al individuo, ¿no?

B.R.- Sí. De hecho vi un experimento con un periodista que terminó confesando un asesinato que no había cometido.

E.P.- Fernando, el co-autor del libro, cuenta que se puede hacer un experimento muy interesante, sin drogas. Simplemente con la inducción se puede conseguir que una persona reconozca cosas que no son verdad.

M.G.- Pues Ernesto, tu libro está muy estructurado. Cada capítulo se inicia con la narración de un enfrentamiento armado, posteriormente figura la valoración del instructor, que eres tú, y al final se añade la visión del psicólogo. ¿Por qué aportar estos dos puntos de vista?

E.P.- Por analizar el caso desde diferentes ángulos. Yo aporto el enfoque técnico-policial, conjugado con mi experiencia vital. Todo ello hay que avalarlo con la ciencia y para eso está Fernando, un psicólogo clínico con más de 30 años de profesión que le apasiona. De hecho, tengo que reconocer que la idea del libro fue suya.




Ficha libro

Editorial: Oberon.
Colección: Libros singulares.
Encuadernación: Estándar.
Nº Páginas: 216
Publicación: Marzo, 2018
Precio: 14,90 €
ISBN: 978-84-415-3994-5
[Ficha completa aquí]




M.G.- Y Blas en tu libro hay un capítulo en el que hablas de los psicópatas. Tiras por tierra las ideas que tenemos de esos individuos que ha tenido una infancia traumática, de familia desestructurada,...

B.R.- Bueno, hay de todo. Con la psicopatía lo que pasa es que todos tenemos la imagen de Hannibal Lecter en la mente pero cuando uno piensa en el arropiero, el peor psicópata que hemos tenido en España, el mito se rompe definitivamente. El arropiero era un tío que como mucho tenía un sesenta o setenta de coeficiente intelectual, muy burro. Según lo que se pudo probar, fue un hombre que mató a unas veinte personas aunque él aseguraba que habían sido unas cuarenta. Así que, el arropiero se distanciaba mucho de la imagen de Hannibal Lecter. 

Y luego está el caso del matamendigos, un hombre que fue capaz de cortar el pene a su víctima y metérselo en la boca. Muy inteligente no era tampoco. O el carnicero de Milwaukee, que tenía un entorno feliz, con unos padres que lo querían, que le dieron todo, una educación estupenda y sin embargo era un absoluto psicópata.

E.P.- La maldad existe.

B.R.- Efectivamente y está presente. Ahora hay estudios que están demostrando que algunos genes o alteraciones en la amígdala cerebral pueden inducir a la psicopatía. 

M.G.- Bueno, y una pregunta que tengo muchas ganas de hacer. Pensemos en Estados Unidos, en todas esas masacres que se han producido, perpetradas por gente joven. A mí no me entra en la cabeza cómo no cambian la legislación para evitar estas cosas.

E.P.- El motivo fundamental es que la tenencia de armas es un derecho constitucional de la Segunda Enmienda. Esto viene porque Estados Unidos nace de la descolonización de Inglaterra y siempre temieron a que volvieran los ingleses. Al ser un estado recién nacido, no tenían ejército o el que tenían era muy incipiente, ¿qué se podía hacer para defenderse? Doto a la población de armas por si vienen los ingleses. En cualquier caso, sí se regula a nivel de Estado de distinto modo. En el sur hay más permisividad.

M.G.- ¿Y aquí cómo se regula?

E.P.- Hay distintos tipos de licencias en función de si eres profesional o no, o con qué objeto la solicitas, si es por motivos de seguridad o por motivos deportivos. Esto es como los carnets de conducir.

M.G.- Ernesto yo he conocido algún policía que no deberían portar un arma de fuego. Gente muy tocada y que sabes a la perfección que se les puede cruzar los cables y liarla parda. Eso me ha hecho preguntarme muchas veces qué tipo de control psicológico pasan los miembros de la policía.

E.P.- Habría qué pensar primero qué perfil se busca para ser policía. Yo también conozco compañeros como los que tú comentas o policías con miedo. Hay gente que ya desde la academia sueñan con un destino poco complicado, un puesto en el que se sepa que se producen pocos enfrentamientos. Dime tú, ¿qué tipo de policía es ese? Al policía hay que inculcarle la voluntad de matar.

M.G.- Esa afirmación es muy dura.

E.P.- Pero a ver, si viene un tío y me quiere matar, tendré que defenderme, ¿no? Ya sabemos que hay policías que han acabado muy mal porque no se han sabido defender, habrá que entrenarlos, ¿no? Y ese entrenamiento pasa por inculcarles que si alguien los quiere matar, tienen que reaccionar, defenderse y si lo tienen que matar, pues es lo que hay.

M.G.- Para ir poniendo punto y final a la entrevista, hablemos de los finales en los libros. En el tuyo, Blas, recoges los crímenes más truculentos de la historia de España. ¿Cuál es el que más te ha impresionado?

B.R.- Sin duda el caso del arropiero por ser el más célebre pero también te digo que me tocó muy de cerca el caso del asesino de la katana. Cerca en el sentido geográfico, digo. Cuando aquello ocurrió yo tenía 16 años y lo viví muy en directo. Revivirlo ahora mientras lo escribía, me ha hecho recordar mucho esa época. En cualquier caso, como te digo me impactó mucho todo lo que he leído sobre el arropiero o el matamendigos, pero yo no ya por sus crímenes sino por lo que hacía con los cadáveres. A unos les cortaba la cabeza y los tiraba a un pozo, y a otros les metía fuego al cuerpo.

Eso por no hablar de la necrofilia que la practicaban casi todos. El arropiero tuvo a una anciana, que no pesaba ni cincuenta kilos, oculta junto a un puente. Durante días le estuvo haciendo de todo hasta que se descompuso tanto que la abandonó por asco. Y estos son los Hannibal Lecter que tenemos aquí. (Risas)

M.G.- ¡Qué asco! Y Ernesto, tu libro podemos encontrar al final una serie de gráficas que me han parecido muy interesantes. Quería preguntarte por varias pero para no robaros más tiempo, me centro solo en una. La número 35 lleva por título 'Me hicieron sentir mal en relación al enfrentamiento armado'. Ese gráfico muestra que, precisamente son tus propios compañeros los que te hacen sentir peor tras un enfrentamiento armado. 

E.P.- Has tocado un tema importantísimo. Efectivamente, así es y eso ocurre por envidia, por odio, por pura ignorancia. Yo soy una muestra. A mí no me han creído, no me han apoyado. De mí llegaron a decir que yo esa noche tenía ganas de matar a alguien y salí, le pegué dos tiros a uno y luego me inventé todo lo demás. Esto que te cuento ha salido en prensa, ¿eh? Hubo policías que me pidieron que les contara la verdad. ¿Pero, qué verdad? Pusieron en duda todo lo que conté, la realidad de los hechos, cuestionaron mi forma de reaccionar y defenderme. Llegaron incluso a insinuar que era un ajuste de cuentas porque mi agresor era un narcotraficante. Mira, tú me podrás acusar de ser feo, de ser calvo, de ser antipático pero de eso otro no. Te podría contar muchas más cosas pero... Hay muchos casos de revictimización por los propios compañeros.

M.G.- Bueno chicos, no os robo más tiempo. Ha sido un auténtico placer hablar con vosotros. Muchísimas gracias.

E.P.- Gracias a ti.

B.R.- Un placer. 

Flipo. Esta larguísima entrevista es solo una muestra de lo muchísimo que hablamos y os prometo que todo era sumamente interesante, como interesante es lo que se cuenta en ¡Que nadie toque nada! de Blas Ruiz y En la línea de fuego de Ernesto Pérez Vera y Fernando Pérez Pacho. Un placer estar con ellos.



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