Editorial: Plaza y Janés.
Fecha publicación: abril, 2018.
Precio: 19,90 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 432
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 9788401021565
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]
AutoraFecha publicación: abril, 2018.
Precio: 19,90 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 432
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 9788401021565
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]
Reyes Monforte es periodista y escritora. Su trayectoria profesional ha estado marcada por su trabajo en la radio, donde durante quince años ha dirigido y presentado distintos programas en diferentes emisoras, entre las que cabe destacar Onda Cero y Punto Radio. También ha colaborado en diversos programas de televisión en Telemadrid, Antena 3TV, La 2 o El Mundo TV, ejerciendo de colaboradora y, en algunos casos, de guionista. Su primer libro, Un burka por amor, con más de un millón y medio de ejemplares vendidos, se convirtió en un best seller que dio lugar a una exitosa serie de televisión. Tanto esta como sus posteriores publicaciones (Amor cruel, La rosa escondida, La infiel, Besos de arena y Una pasión rusa) han sido traducidas a varios idiomas. En la actualidad, Mediaset está preparando la adaptación de La infiel para la televisión.
Sinopsis
«Morí un 3 de mayo. Ese día dejé de respirar, de sentir, de oír, de pensar, de reír. Lo mejor que te puede pasar en la vida es amar y ser amado. Y perder esa sensación es mucho más doloroso que no tenerla nunca.»
Dos meses después de la muerte de Jonas, Lena, fotógrafa profesional, reúne el valor necesario para cumplir la última voluntad de su marido: esparcir sus cenizas en los campos de lavanda del corazón de la Alcarria. Allí se reúne con el grupo de amigos de Jonas, entre ellos Daniel, su primo hermano, un sacerdote con el que comparte los sentimientos de amor y pérdida, y que guarda para sí muchos silencios.
Sin embargo, igual que se heredan los afectos, se heredan también los odios. Lena deberá lidiar con la presencia amenazante de su cuñado Marco, un hombre envidioso y mezquino que no está dispuesto a respetar su duelo. Coincidiendo con el Festival de la Lavanda, recordará su historia de amor con Jonas y todo lo que se llevó consigo, reforzará lazos de amistad y desvelará secretos familiares escondidos durante demasiado tiempo.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Ausencia. Esta es la palabra base, el cimiento de la nueva novela de Reyes Monforte, una palabra que a mí se me antoja de color blanco, como un fogonazo que ciega al constatar una realidad, aunque se vincule a otras tantas oscuras. La ausencia suele ir acompañada de dolor, tristeza, abatimiento, nostalgia, angustia, desesperación,... y amor. Un buen puñado de emociones queda contenida en las tres sílabas de esta palabra que, una vez que aparece, nos refriega por la cara el valor de todo lo que hemos tenido. 'No nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos'. Amén.
No es el caso de Lena, la protagonista indiscutible de La memoria de la lavanda. Ella siempre supo lo que tenía pero todo ha cobrado más fuerza desde que Jonas se fue. Hace dos meses que se quedó sola. Bueno, sería más certero decir que hace algo más de dos meses enviudó pero la palabra viuda es otra palabra oscura que no me gusta aplicar a Lena.
No es el caso de Lena, la protagonista indiscutible de La memoria de la lavanda. Ella siempre supo lo que tenía pero todo ha cobrado más fuerza desde que Jonas se fue. Hace dos meses que se quedó sola. Bueno, sería más certero decir que hace algo más de dos meses enviudó pero la palabra viuda es otra palabra oscura que no me gusta aplicar a Lena.
Lena conoció a su marido Jonas, un cirujano cardiovascular, cuando acudió a su consulta por un problema congénito en el corazón. Jonas no solo se encargó de que el corazón de Lena siguiera latiendo día tras día, sino que se empeñó en que latiera henchido de felicidad hasta que una terrible enfermedad se cruzó en su camino. Y así comienza La memoria de la lavanda, con un primer capítulo en el que se habla de llanto, desconsuelo, pena y una llamada de teléfono que quiebra el mundo en mil pedazos. Jonas se irá pronto pero regresará al lugar que amaba, a Tármino, su pueblo, la Provenza española, el lugar donde cada 15 de julio se celebra el Festival de la Lavanda. Hacia allí veremos a Lena encaminarse para llegar al pueblo de una manera algo accidentada, como si se tratara de una premonición. Viajan con ella las cenizas de Jonas para ser esparcidas en los campos de lavanda junto a los que serán parte de esta historia: Daniel, Roberto, Hugo y Lola, Aimo y Carla. Pero en Tármino también hay flores de espliego podridas, que supuran un líquido viscoso: Marco, hermano de Jonás, y su esposa Petra.
Durante las cuarenta y ocho horas que Lena pasa en Tármino, no solo tendrá lugar el funeral de Jonas. Será el momento de homenajear al ausente recordando parte de su vida, rememorando su forma de ser y de pensar, en reuniones en las que amarrar con fuerza la pena y mitigar el dolor con alcohol. Lena y sus amigos se reúnen alrededor de una mesa para conversar sobre Jonas, conversaciones que en más de una ocasión vendrá acompañada de una confesión, de un secreto desvelado que va colocando las piezas en su sitio. Lena, a pesar de la pena que corre por sus venas, consigue junto a Daniel, Roberto, Hugo, Lola, Carla y Aimo construir un pequeño paraíso en el que aliviar su dolor, un paraíso que a veces queda mancillado por la presencia de Marco y su esposa Petra, una serpiente en el Edén. Y es que, son cuarenta y ocho horas en un pueblo en fiesta que se ve sorprendido por varios acontecimientos trágicos que nos hacen pensar en la justicia divina.
No obstante, tras ese margen de tiempo que Lena pasa en Tármino, la vida sigue, de ahí que la novela finalice con un bloque que se sitúa tres años después de la muerte de Jonas, un periodo en el que volverán las confesiones y en el que se producirán una serie de hechos terribles.
La memoria de la lavanda es una novela 'sobre la pérdida, el duelo, el amor y la esperanza' como reza la faja, y es verdad que hay mucha pérdida, mucho duelo y mucho amor pero me preocupaba que no hubiera hueco para la esperanza. Reyes Monforte me prometió que la encontraría (puedes leer la entrevista aquí) y tenía razón. La esperanza llega en la última página. Fue ahí cuando me desmoroné, cuando abrí compuertas y dejé salir todo un tsunami de emociones contenidas que había ido acumulando en mi interior a lo largo de los veintinueve capítulos que componen la novela. Porque La memoria de la lavanda no es una novela de la que hablar, es una novela para leer y sentir. La vivirás de un modo u otro según tus propias circunstancias, según tus vivencias y según tu propio estado de ánimo. A mí me ha hecho pensar en los míos, en los que un día se fueron, en los que sabes que inevitablemente se irán pronto y en los que te horroriza pensar que un día puedan marcharse. Así es esta novela, llena de frases lapidarias que he ido anotando mientras asentía con la cabeza, dando mi conformidad.
Y decía al principio que Lena es el personaje principal de la novela. Es ella la que nos cuenta la historia en primera persona por lo que resulta muy fácil conectar con su dolor y su pena.¿Quién no empatizaría con un personaje que nos abre su corazón ante la pérdida de un ser querido? La muerte nos iguala a todos. Nada la detiene. Y para los que quedamos aquí, el dolor también es el mismo. Lo podrás vivir con mayor o menor intensidad, tardarás más o menos en recuperarte pero el dolor está ahí y es el mismo para todos.
Me contaba la autora, en el encuentro que tuvimos con ella durante la Feria del Libro de Sevilla, que muchos lectores se han visto reflejados en Lena, o bien han visto en este personaje a su madre, a su padre, a su hermana, pues Lena es tan humana que reacciona como cualquier mortal. Yo en Lena he visto a Reyes Monforte. No lo he podido evitar. Desde la primera línea le puse su rostro al personaje quizá por lo que decía antes, porque el dolor es el mismo para todos, así que he identificado el dolor de Lena con el de la autora, y me guardo el derecho de dar más explicaciones. No obstante, las reflexiones de Lena sí las he hecho mías: me las he quedado todas para mí. Algunas ya las he necesitado y otras me las reservo para cuando me toque.
Pero si hay que hablar de reflexiones no podemos olvidar a Jonas, ese no-personaje que a pesar de estar muerto es el que más presente está, el que más protagonismo cobra pues página a página se va volcando su filosofía de vida en forma de pensamientos que fue esparciendo mientras respiró el olor a lavanda. Jonas es un auténtico filósofo que sabe mucho de la vida y de la muerte, sabedor del valor de una y otra, no en vano en sus manos estaba que muchos de sus pacientes pudieran seguir disfrutando de la existencia. Jonas es un hombre bueno, alguien entregado a los demás, un regalo que el destino concede a Lena y aunque se lo hayan arrebatado, al menos tiene el consuelo de haber vivido el amor para toda la vida.
Y luego estará Marco, el mal bicho alimentado por el rencor y el odio, el que desdeña y falta el respeto a los que agonizan, el demonio siempre acompañado de la silente Petra. Y Daniel, el primo de Jonas, sacerdote de profesión que guarda entre los pliegues de su sotana esos secretos amparados por la confesión que le queman la piel. Y Aimo, un finlandés en la Alcarria que cultiva miel. Y Hugo y su esposa Lola, la Mamma, todo carácter. Y la simpática Carla, la alocada Carla, que siempre intenta quitar hierro a los pesares.
Ahora tocaría hablar de la prosa y del estilo de Monforte pero no lo voy a hacer. Tan solo te diré que abunda la narración frente al diálogo, algo usual cuando el peso de la novela reside en la carga emotiva. Pero no tiene lógica hablar de más cuestiones técnicas y estilísticas porque La memoria de la lavanda no es una novela escrita con tinta ni son palabras concatenadas que construyen una historia. Estamos ante una novela que exuda emotividad y sentimientos, cosido uno a otro hasta completar un tapiz, un mapa emocional que nos alcanza de lleno. Se percibe, a leguas, que Monforte se ha vaciado en estas páginas, las ha regado con lo más íntimo y personal, con todo lo que tiene que ver con el vacío que se siente tras la pérdida de un ser querido. Y sabe de lo que habla.
Decir que me ha gustado esta novela con una historia que duele y remueve las tripas puede sonar descabellado pero es así. La memoria de la lavanda es un cuaderno de bitácora para atravesar el duelo, que nos acerca unos a otros, que nos despoja de banalidades, que nos humaniza y nos iguala. He salido de este viaje a Tármino con ganas de visitar los campos de lavanda y hacerle una visita a Jonas y así decirle que yo, al igual que Lena, nunca lo olvidaré.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí: