Toni Hill forma parte de ese grupo de autores con los que la conversación fluye de forma natural. Risueño, espontáneo y sincero, sentarse a hablar con el autor de la saga de Héctor Salgado y Los ángeles de hielo es una oportunidad que no me resisto a perderme. Recientemente visitó Sevilla en un periplo de promoción para presentar Tigres de cristal, su última publicación, una de esas novelas que debes echar en la maleta al irte de viaje o bien, disfrutar en casa bajo el chorro de aire acondicionado tras una agotadora jornada laboral. De un modo u otro, estoy convencida que será una novela que te gustará y de la que te daré cuenta a finales de semana. De momento, aquí la entrevista.
Marisa G.- Toni, nos vimos en 2016, con 'Los ángeles de hielo'. Por entonces te pregunté si estabas preparando algo y me dijiste literalmente: 'Lo difícil va a ser escribir algo mejor y que a la gente le guste más que "Los ángeles de hielo"'. Ya la tenemos aquí y ahora qué me dices.
Toni H.- Pues que es mejor (risas). En el momento que te dije eso pensaba que era muy difícil escribir una novela mejor. 'Los ángeles de hielo' es una novela muy compacta, muy fuera de nuestra realidad actual, con una sociedad muy glamurosa, con esa Viena y esa Barcelona de principios del siglo XX, ese sanatorio mental, el colegio de señoritas. Entonces pensé que la única manera de hacer algo mejor, o por lo menos distinto, era darle la vuelta a todo y pasar de todo eso, a un barrio y al acoso escolar.
M.G.- Un tema muy actual. ¿En qué momento decides escribir una novela sobre el 'bullying'?
T.H.- Es que no fue así. Mira, yo quería escribir una novela sobre el barrio de San Ildefonso, que antes se llamaba Ciudad Satélite, un barrio que yo conozco bien. Pensé que nadie había escrito mucho sobre este lugar y que en este momento hacía falta hablar de diferentes realidades en Cataluña. Bueno, eso lo pensé hace años y por entonces yo no sabía lo que iba a ocurrir después. Pero, a la vez, me apetecía escribir sobre un crimen infantil perpetrado por niños y sus consecuencias a largo plazo. Cuando uní esa historia de niños asesinos, por decirlo de alguna manera, con el barrio surgió lo del acoso escolar. De todos modos, no quería una historia con víctimas y verdugos muy claros. 'Tigres de cristal' es una novela en la que el verdugo también se convierte en víctima y viceversa. Esa ambigüedad me interesaba mucho más.
M.G.- El acoso escolar ha existido toda la vida pero no me queda claro si ahora es más bestia o bien es igual que antes solo que ahora tiene más visibilidad.
T.H.- Es igual lo que pasa es que ahora tiene nombre. Ocurre lo mismo con los malos tratos a las mujeres. Ahora es violencia de género y antes era simplemente que te había tocado un marido bruto, como mucho. Los nombres generan realidades y en el caso del acoso escolar, al darle un nombre, se ha convertido en una realidad que hay que combatir.
M.G.- ¿Y cómo se combate?
T.H.- Es muy difícil combatir el acoso y erradicarlo por completo. Creo que lo mejor es identificarlo lo antes posible para que genere el menor daño posible. También hace falta concienciar el tercer lado, es decir, el público que conoce y contempla el acoso y no dice nada. Nadie acosa porque sí. Una persona acosa para que lo vean o al menos, empieza así. Luego puede ser que le encuentre gusto. Ese público es el que tiene que mediar, al igual que le decimos a alguien que está borracho que no coja el coche. En este caso, aunque se trate de niños, si les hacemos ver que no tiene gracia decirle gorda a una niña por tener unos kilos de más, y que tampoco está bien llamar maricón al niño que es homosexual, creo que habremos dado un paso. Hay que hacer entender que decir cosas así solo demuestra las carencias de la persona que lo dice y no su poder ni su fuerza.
M.G.- Pero esa concienciación debe existir en primer lugar en el seno familiar.
T.H.- Sí, claro. Es cuando un niño escucha a su padre decir 'Mira la gorda esta' o 'Mira el maricón este', eso es que no ayuda nada. Pero hay que concienciar dentro de las familias, en las escuelas y en la sociedad en general. Y fíjate que no solo estamos hablando de niños. Es que Twitter está lleno de mensajes de adultos criticando el aspecto físico de alguien. Los adultos tienen mucho que aprender pero de cara a los niños, los padres son muy importantes y el colegio también, incluso la propia regulación que ellos mismos se hacen. Si hay unos cuantos niños en clase que no encuentran gracioso el acoso de uno sobre otro y lo dicen, el otro se refrenará algo y bajará la intensidad.
M.G.- En la novela vamos a encontrar acoso escolar en los años 70 y también acoso escolar en 2016. Para meterte en la piel de los que sufren y padecen acoso o en la piel de los que lo cometen, ¿has leído mucho sobre el tema o no hace falta?
T.H.- No hace falta. Basta con ponernos a pensar. Tú piensa por un momento en tu colegio, seguro que recuerdas alguna escena. Creo que todo el mundo se puede colocar en uno de los tres lados, o viste acoso escolar, o lo sufriste o lo hiciste. De todos modos, una cosa es el acoso puntual de un día y otra distinta, es el acoso sistemático, un acoso diario.
M.G.- Pero los maltratos que vemos en la novela no solamente es entre niños sino también entre adultos. Hay un matrimonio en el que se produce violencia de género.
T.H.- Sí, el matrimonio de Juan y Rosi. He querido reflejar que un cierto tipo de violencia moderada formaba parte de la sociedad normal de la época. Te pegaba el profe, te pegaba tu padre y el padre a veces pegaba a la madre. No era algo tan extraño, o por lo menos existía una agresión verbal, una humillación. Como yo soy el hombre, si tú no haces las cosas como yo quiero me enfado. Eso existió y era muy habitual. Lo puedes comprobar al hablar con mujeres de cierta edad que te contarán que la vecina tal tenía un marido que bebía, el pobre. ¡Pobre, ella! ¡Que él llegaba y le pegaba una buena paliza a la mujer!
M.G.- Pero como has comentado antes, lo que pretendes con la novela no es solo mostrar el acoso sino mostrar las consecuencias a corto y largo plazo. A los personajes de uno de los hilos temporales los veremos siendo adolescentes y luego como adultos.
T.H.- Esa es la gracia. No destripo nada porque es algo que sale en las primeras páginas pero, en el momento en el que los acosados se convierten en verdugos y se cargan al acosador todo cambia. El lector también se plantea muchas cosas porque a ver, lo que hicieron está mal. Nadie puede justificar eso pero a partir de ahí es muy difícil vivir como adulto con algo que hiciste de niño. Tiendes a justificarlo porque eras un crío, las circunstancias eran difíciles y el barrio era el que era y por eso hiciste lo que hiciste, pero al mismo tiempo, si tienes hijos, puedes pensar que a tu hijo le pueden llegar a hacer lo que tú le hiciste a otro niño. ¿Dónde te posicionas entonces? De golpe cambia la película. Por eso hay personajes en la novela que no se arrepienten pero otros, con hijos, tienen muchas más dudas. Es muy difícil asumir un pasado y asumirlo de verdad.
M.G.- Hay un fragmento en el libro, en las primeras páginas que creo que resume muy bien la novela. Dice así: '...es la crónica de una infancia, de una época, de unos adultos que resolvieron el tema atendiendo más a cuestiones de amistad que de justicia, y de unos chavales, incluido yo, que nos dejamos llevar por emociones tan básicas como la lealtad, la venganza o el miedo'.
T.H.- Sí. Y la novela es además la historia de un pacto, un pacto que se mantiene hasta la edad adulta pero que se ve desde distinto ángulo cuando han pasado treinta y siete años. Claro, eso se puede hacer si se conoce toda la verdad del asunto porque, quizá, toda la verdad no se sepa.
M.G.- Y lo vamos a dejar ahí. Toni, me gustan mucho tus personajes. Creo que el hecho de ser psicólogo te permite construir unos personajes muy creíbles y muy sólidos. Esta es una novela con muchos personajes y a mí me ha impresionado varios. Por ejemplo, Juanpe es el niño que sufrió acoso de niño y que se ha convertido en un adulto torturado hasta el punto de tener terribles secuelas psicológicas.
T.H.- Y psiquiátricas que seguramente heredó de su madre pero es que además tiene un montón de factores de estrés que lo hunden todavía más. Vivir de nuevo en casa de sus padres, los recuerdos, una vida totalmente desarraigada, una vida sexual y afectiva inexistente porque no es capaz de establecer relaciones con nadie, todo eso le pasa factura. Hay gente como Juanpe, ese vecino raro que no sabes muy bien qué le pasó pero anda siempre solo. Sin embargo, no es mal tipo. En el fondo él lo quiere es lo que tuvo, un amigo y recuperar con él el único verano en el que fue feliz. Lo malo de Juanpe no es que tenga malos recuerdos sino que tiene muy pocos buenos. Y los pocos recuerdos buenos que tiene están unidos a Víctor y a su familia, el otro protagonista de la novela.
M.G.- Por otra parte, Alena es un personaje que nos permite ver el acoso escolar desde otra perspectiva porque si Juanpe lo sufría en los años setenta a base de collejas, Alena lo sufre virtualmente, a través de las redes sociales.
T.H.- Sí, no hay agresiones de entrada.
M.G.- Pero no sé qué es peor que te den una colleja o que tu fotografía se haga viral y llegue a la vez a tanta y tanta gente...
T.H.- Es diferente. Lo de mejor o peor es difícil de determinar. La diferencia básica es que en el acoso de los 70, el acoso físico, es un cara a cara desproporcionado pero cuando termina, te vas a casa y estás a salvo. En cambio, en el caso de Alena, ella no está segura ni en casa porque su foto sigue circulando y ella lo sabe. El público no es ya los tres que miran en el patio del colegio. Para Alena el público es el mundo entero y sale a la calle y siente que todo el mundo la mira porque la han reconocido. Entra en una paranoia porque piensa que todo el mundo la ha visto. Ese acoso no termina nunca.
M.G.- Hay otro personaje del que no voy a decir el nombre pero tú vas a saber a quién me refiero. Es una pedazo de hija de puta, y perdón por la expresión. Es maquiavélica, una persona que se mueve por unos motivos un tanto absurdos.
T.H.- Sé a quién te refieres, claro. Ese personaje se inventa un motivo para hacer daño, lo que pasa es que luego se da cuenta que disfruta haciéndolo. Es una manipuladora, una non-stop. De continuar la novela hubiera hecho más daño a los que la rodean, incluso a su propia familia. Es una psicópata de manual que no tiene fin porque disfruta jodiendo a la gente. Pero seguro que lo hace porque se siente menospreciada, no querida y esto podría explicarlo pero no justificarlo.
M.G.- Es un personaje que deja de piedra. Y fíjate Toni, lo bueno que tiene esta novela es que todos los personajes, por pequeñitos que sean, tienen secretos. Eso la hace muy atractiva.
T.H.- Todos tenemos secretos. Todos tenemos algo que no le hemos contado a nadie o a casi nadie. Son secretos que un marido no le cuenta a su mujer, que una madre no le cuenta a su hijo, que un amigo no le cuenta a otro. Hay mucho juego porque los personajes deberían ser como las personas y las personas somos muy poliédricas y muy de contrastes, con cosas que contamos y cosas que no, cosas que no queremos contar pero de repente se escapan. He intentado que esta novela sea un pedazo de vida que parezca de verdad. He querido que te creas a Anabel, a Emilio, a Rosa, a esos años 70 en aquel barrio pero también que te creas a Saray, a Christian, a Alena, a Miriam,... a todo ese elenco del siglo XXI.
M.G.- Qué buena la elección de los nombres para esa trama que transcurre en 2016. Es verdad que es la vida de un barrio humilde, el barrio de San Ildefonso, solo que en los años 70 se llamaba Ciudad Satélite. ¿Qué vinculación tienes con estos escenarios?
T.H.- Yo estudié en ese barrio. A ver, soy del mismo pueblo. Cornellá es una localidad compuesta por varios barrios y vivía en el barrio Centro, el barrio de las familias autóctonas, por decirlo de algún modo. Mis padres habían nacido en Cataluña y era un poco el barrio de la gente de allí, para entendernos. San Ildefonso se crea de entrada para inmigrantes, básicamente andaluces y extremeños. Aquel barrio era para mí como una especie de espacio desconocido, al que no ibas porque no había nada que hacer. De hecho a ellos les faltaban las tiendas y tenían que venir a comprar a los barrios restantes. Una población de veinte mil habitantes que pasa a tener ochenta mil en una década. Llegaron sesenta mil personas de repente. La sensación que se tenía entonces era un poco de invasión. Y se decían las mismas cosas que se dicen ahora, que eran gente que no tenían nada, que trabajaban en cualquier cosa y aceptaban cualquier sueldo.
M.G.- Pero este barrio te ha influido tanto que incluso hay un relato que complementa la novela.
T.H.- Sí, pero esto ya salió después. Es algo que me pidió la editorial. Hay un sello que se llama Flash y que solo hace relatos. Suele pedir historias breves que tiene que ver con la novela que acabas de publicar. Es un relato cortito pero muy chulo. Si te lo lees después de leer la novela, te das cuenta que algún personaje del libro sale en el relato. De todos modos te aclaro que no lo necesitas para complementar la novela, pero es curioso. Trata sobre Violeta, una niña que llega al barrio pero que nació en un pueblo extremeño. Porque los niños de 'Tigres de cristal' han nacido todos en Ciudad Satélite.
M.G.- Y 'Tigres de cristal' tiene una parte escrita en primera persona en la voz de Ismael López, un escritor que está recopilando lo que ocurrió en aquellos años 70, un poco para hacer una crónica para sí mismo. Pero es un recurso que enriquece mucho la estructura de la novela porque casi encontramos una historia dentro de otra.
T.H.- Sí, porque luego Ismael se convierte en un personaje propio. Ismael es un 'voyauer' como nos ocurre a todos los escritores. Tiene un papel mucho más importante en la historia de lo que en principio parece. Su culpa es distinta a la de Juanpe y a la Víctor aunque volvemos a lo mismo, todos tenían doce años. No contemos más. (Risas)
M.G.- De acuerdo. Pues me gusta mucho el título. 'Tigres de cristal' suena a oxímoron. Los chicos de los años 70 se autodenominan los Tigres de Malasia haciendo referencia a las series de la época como Sandokan.
T.H.- Quería jugar con la idea de los tigres como animales muy valientes pero de un materia delicado porque, por muy tigre que tú te creas, con doce años, no llegas ni a gatito.
M.G.- Es verdad. Y última pregunta. Te tengo que preguntar, lo siento. ¿Qué va a pasar con Héctor Salgado? (Risas)
T.H.- ¡Ay, no lo sé! Nunca digo que no porque cabe la posibilidad de que vuelva pero es verdad que si me vas leyendo...
M.G.- Vas cambiando, sí.
T.H. ¿Verdad? A lo mejor vuelve pero no lo sé.
M.G.- Le has cogido gusto a otro tipo de novela. Es que cuando nos vimos en 2016 me dijiste algo así como que tenías cierta incertidumbre por alejarte de Héctor Salgado, un personaje que te funcionó bien, pero yo creo que has cogido fuerza y te has afianzado.
T.H.- Sí. Lo echo de menos como personaje pero no sé si me aportaría nada nuevo.
M.G.- Hay que evolucionar.
T.H.- Sí, y al final escribí una trilogía y ahí está. Hay que cerrar etapas en la vida.
M.G.- Soy de la opinión de que estirar mucho no es buena cosa.
T.H.- Ya. ¿Verdad, que no?
M.G.- No. Bueno Toni, como siempre un placer volverte a ver y un placer disfrutar de tu nueva novela. Estos tigres de cristal van a dar que hablar.
T.H.- Espero que sí. Muchas gracias a ti.
Pues así nos hablo Toni Hill de su nueva novela. Espero que te haya resultado interesante.
Ficha novela
Editorial: Grijalbo.
Encuadernación:Tapa dura con sobrecubiertas.
Nº Páginas: 480
Publicación: Mayo, 2018
Precio: 19,90€
ISBN: 9788425356483
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.
T.H.- Y psiquiátricas que seguramente heredó de su madre pero es que además tiene un montón de factores de estrés que lo hunden todavía más. Vivir de nuevo en casa de sus padres, los recuerdos, una vida totalmente desarraigada, una vida sexual y afectiva inexistente porque no es capaz de establecer relaciones con nadie, todo eso le pasa factura. Hay gente como Juanpe, ese vecino raro que no sabes muy bien qué le pasó pero anda siempre solo. Sin embargo, no es mal tipo. En el fondo él lo quiere es lo que tuvo, un amigo y recuperar con él el único verano en el que fue feliz. Lo malo de Juanpe no es que tenga malos recuerdos sino que tiene muy pocos buenos. Y los pocos recuerdos buenos que tiene están unidos a Víctor y a su familia, el otro protagonista de la novela.
M.G.- Por otra parte, Alena es un personaje que nos permite ver el acoso escolar desde otra perspectiva porque si Juanpe lo sufría en los años setenta a base de collejas, Alena lo sufre virtualmente, a través de las redes sociales.
T.H.- Sí, no hay agresiones de entrada.
M.G.- Pero no sé qué es peor que te den una colleja o que tu fotografía se haga viral y llegue a la vez a tanta y tanta gente...
T.H.- Es diferente. Lo de mejor o peor es difícil de determinar. La diferencia básica es que en el acoso de los 70, el acoso físico, es un cara a cara desproporcionado pero cuando termina, te vas a casa y estás a salvo. En cambio, en el caso de Alena, ella no está segura ni en casa porque su foto sigue circulando y ella lo sabe. El público no es ya los tres que miran en el patio del colegio. Para Alena el público es el mundo entero y sale a la calle y siente que todo el mundo la mira porque la han reconocido. Entra en una paranoia porque piensa que todo el mundo la ha visto. Ese acoso no termina nunca.
M.G.- Hay otro personaje del que no voy a decir el nombre pero tú vas a saber a quién me refiero. Es una pedazo de hija de puta, y perdón por la expresión. Es maquiavélica, una persona que se mueve por unos motivos un tanto absurdos.
T.H.- Sé a quién te refieres, claro. Ese personaje se inventa un motivo para hacer daño, lo que pasa es que luego se da cuenta que disfruta haciéndolo. Es una manipuladora, una non-stop. De continuar la novela hubiera hecho más daño a los que la rodean, incluso a su propia familia. Es una psicópata de manual que no tiene fin porque disfruta jodiendo a la gente. Pero seguro que lo hace porque se siente menospreciada, no querida y esto podría explicarlo pero no justificarlo.
M.G.- Es un personaje que deja de piedra. Y fíjate Toni, lo bueno que tiene esta novela es que todos los personajes, por pequeñitos que sean, tienen secretos. Eso la hace muy atractiva.
T.H.- Todos tenemos secretos. Todos tenemos algo que no le hemos contado a nadie o a casi nadie. Son secretos que un marido no le cuenta a su mujer, que una madre no le cuenta a su hijo, que un amigo no le cuenta a otro. Hay mucho juego porque los personajes deberían ser como las personas y las personas somos muy poliédricas y muy de contrastes, con cosas que contamos y cosas que no, cosas que no queremos contar pero de repente se escapan. He intentado que esta novela sea un pedazo de vida que parezca de verdad. He querido que te creas a Anabel, a Emilio, a Rosa, a esos años 70 en aquel barrio pero también que te creas a Saray, a Christian, a Alena, a Miriam,... a todo ese elenco del siglo XXI.
M.G.- Qué buena la elección de los nombres para esa trama que transcurre en 2016. Es verdad que es la vida de un barrio humilde, el barrio de San Ildefonso, solo que en los años 70 se llamaba Ciudad Satélite. ¿Qué vinculación tienes con estos escenarios?
T.H.- Yo estudié en ese barrio. A ver, soy del mismo pueblo. Cornellá es una localidad compuesta por varios barrios y vivía en el barrio Centro, el barrio de las familias autóctonas, por decirlo de algún modo. Mis padres habían nacido en Cataluña y era un poco el barrio de la gente de allí, para entendernos. San Ildefonso se crea de entrada para inmigrantes, básicamente andaluces y extremeños. Aquel barrio era para mí como una especie de espacio desconocido, al que no ibas porque no había nada que hacer. De hecho a ellos les faltaban las tiendas y tenían que venir a comprar a los barrios restantes. Una población de veinte mil habitantes que pasa a tener ochenta mil en una década. Llegaron sesenta mil personas de repente. La sensación que se tenía entonces era un poco de invasión. Y se decían las mismas cosas que se dicen ahora, que eran gente que no tenían nada, que trabajaban en cualquier cosa y aceptaban cualquier sueldo.
M.G.- Pero este barrio te ha influido tanto que incluso hay un relato que complementa la novela.
T.H.- Sí, pero esto ya salió después. Es algo que me pidió la editorial. Hay un sello que se llama Flash y que solo hace relatos. Suele pedir historias breves que tiene que ver con la novela que acabas de publicar. Es un relato cortito pero muy chulo. Si te lo lees después de leer la novela, te das cuenta que algún personaje del libro sale en el relato. De todos modos te aclaro que no lo necesitas para complementar la novela, pero es curioso. Trata sobre Violeta, una niña que llega al barrio pero que nació en un pueblo extremeño. Porque los niños de 'Tigres de cristal' han nacido todos en Ciudad Satélite.
M.G.- Y 'Tigres de cristal' tiene una parte escrita en primera persona en la voz de Ismael López, un escritor que está recopilando lo que ocurrió en aquellos años 70, un poco para hacer una crónica para sí mismo. Pero es un recurso que enriquece mucho la estructura de la novela porque casi encontramos una historia dentro de otra.
T.H.- Sí, porque luego Ismael se convierte en un personaje propio. Ismael es un 'voyauer' como nos ocurre a todos los escritores. Tiene un papel mucho más importante en la historia de lo que en principio parece. Su culpa es distinta a la de Juanpe y a la Víctor aunque volvemos a lo mismo, todos tenían doce años. No contemos más. (Risas)
M.G.- De acuerdo. Pues me gusta mucho el título. 'Tigres de cristal' suena a oxímoron. Los chicos de los años 70 se autodenominan los Tigres de Malasia haciendo referencia a las series de la época como Sandokan.
T.H.- Quería jugar con la idea de los tigres como animales muy valientes pero de un materia delicado porque, por muy tigre que tú te creas, con doce años, no llegas ni a gatito.
M.G.- Es verdad. Y última pregunta. Te tengo que preguntar, lo siento. ¿Qué va a pasar con Héctor Salgado? (Risas)
T.H.- ¡Ay, no lo sé! Nunca digo que no porque cabe la posibilidad de que vuelva pero es verdad que si me vas leyendo...
M.G.- Vas cambiando, sí.
T.H. ¿Verdad? A lo mejor vuelve pero no lo sé.
M.G.- Le has cogido gusto a otro tipo de novela. Es que cuando nos vimos en 2016 me dijiste algo así como que tenías cierta incertidumbre por alejarte de Héctor Salgado, un personaje que te funcionó bien, pero yo creo que has cogido fuerza y te has afianzado.
T.H.- Sí. Lo echo de menos como personaje pero no sé si me aportaría nada nuevo.
M.G.- Hay que evolucionar.
T.H.- Sí, y al final escribí una trilogía y ahí está. Hay que cerrar etapas en la vida.
M.G.- Soy de la opinión de que estirar mucho no es buena cosa.
T.H.- Ya. ¿Verdad, que no?
M.G.- No. Bueno Toni, como siempre un placer volverte a ver y un placer disfrutar de tu nueva novela. Estos tigres de cristal van a dar que hablar.
T.H.- Espero que sí. Muchas gracias a ti.
Pues así nos hablo Toni Hill de su nueva novela. Espero que te haya resultado interesante.
Ficha novela
Editorial: Grijalbo.
Encuadernación:Tapa dura con sobrecubiertas.
Nº Páginas: 480
Publicación: Mayo, 2018
Precio: 19,90€
ISBN: 9788425356483
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.