Injusticia es una palabra que me produce náuseas. No soporto la opresión sobre los débiles, la indiferencia ante el sufrimiento o el abuso de poder y de cuestiones de este tipo estuve conversando el otro día con Charo Jiménez, autora de la novela Ara, como el río, editada por Triskel. Pero cada moneda tiene un reverso y la otra cara de esta moneda la protagonizan gente humilde pero valiente, gente sencilla pero con fuerza, gente llana pero con valor. Así han sido siempre los nacidos en Jánovas, un pequeño pueblo del municipio de Fiscal, en pleno Pirineo aragonés que en 1951 recibió un revés del destino. Situado en la comarca del Sobrabe, junto río Ara de aguas turquesas, la empresa Iberduero se hace con la concesión para construir un pantano. El resultado sería no solo un pueblo abandonado sino sepultado por las aguas, como ocurre con otros tantos en los que, durante la época del franquismo, fueron desalojados y ahora no son más que pueblos fantasmas subacuáticos que reaparecen en épocas de importantes sequías.
Pero no contaba la Administración e Iberduero con los redaños de los janovenses. Buena parte de las familias cogieron su indemnización y marcharon a otro lugar a empezar de nuevo pero no todo el mundo estaba dispuesto a abandonar lo que era suyo, la casa en la que nacieron, la casa en la que habían formado una familia, sus tierras o sus recuerdos. La familia Garcés - Castillo (Emilio y Paca), la familia Santolaria - Campo (Antonio y María) y alguna más hicieron frente a lo que se les venía encima. Fueron veintidós años de lucha, soportando presiones por parte de los operarios de la empresa, recibiendo visitas de la Guardia Civil o conviviendo con el dinamitado de las casas colindantes, mientras los hijos de las familias resistentes jugaban en la calle. Al final, tras peleas, juicios, enfrentamientos y declaraciones a medios de comunicación para dar a conocer lo que se pretendía hacer con estas familias, tuvieron que ceder y abandonar. El pantano no llegó a construirse nunca, después del daño causado y de destruir un pueblo por completo. Jánovas es hoy un pueblo en ruinas pero su gente nunca lo ha abandonado. Actualmente está en proceso de reconstrucción. Solo hace falta tiempo para que vuelva a tener vida.
Mientras os cuento mis impresiones sobre la lectura de la novela, os dejo por aquí la entrevista a la autora.
Marisa G.- Charo, me ha resultado curioso leer en la biografía que acompaña el libro que tú recuerdas tu niñez como una etapa extraña.
Pero no contaba la Administración e Iberduero con los redaños de los janovenses. Buena parte de las familias cogieron su indemnización y marcharon a otro lugar a empezar de nuevo pero no todo el mundo estaba dispuesto a abandonar lo que era suyo, la casa en la que nacieron, la casa en la que habían formado una familia, sus tierras o sus recuerdos. La familia Garcés - Castillo (Emilio y Paca), la familia Santolaria - Campo (Antonio y María) y alguna más hicieron frente a lo que se les venía encima. Fueron veintidós años de lucha, soportando presiones por parte de los operarios de la empresa, recibiendo visitas de la Guardia Civil o conviviendo con el dinamitado de las casas colindantes, mientras los hijos de las familias resistentes jugaban en la calle. Al final, tras peleas, juicios, enfrentamientos y declaraciones a medios de comunicación para dar a conocer lo que se pretendía hacer con estas familias, tuvieron que ceder y abandonar. El pantano no llegó a construirse nunca, después del daño causado y de destruir un pueblo por completo. Jánovas es hoy un pueblo en ruinas pero su gente nunca lo ha abandonado. Actualmente está en proceso de reconstrucción. Solo hace falta tiempo para que vuelva a tener vida.
Mientras os cuento mis impresiones sobre la lectura de la novela, os dejo por aquí la entrevista a la autora.
Charo Jiménez junto al río Ara |
Marisa G.- Charo, me ha resultado curioso leer en la biografía que acompaña el libro que tú recuerdas tu niñez como una etapa extraña.
Charo J.- Sí. Soy hija única y mi madre siempre estuvo enferma. La recuerdo con periodos de estar metida en la cama. Esto marca mucho cuando eres una niña. Siempre estaba deseando que nos reuniéramos con los primos, que vinieran amigos a casa pero con mi madre enferma no era posible organizar estas reuniones y visitas con la frecuencia que me hubiera gustado. Siempre eché mucho de menos tener hermanos. Así que, la figura de mi padre fue fundamental porque él ejerció de padre y de madre a la vez. También fue él el que me despertó el amor por los libros porque solía leerme cuentos y libros en la cama antes de dormir. Y sí fue una etapa extraña porque, aunque lo pasé muy bien y me sentí una niña querida, también lo pasé mal al ver que mi madre no era como las demás.
M.G.- Te refugiaste en los libros.
CH.J.- Sí. Además fui una niña muy tímida y al mismo tiempo extrovertida. Necesitaba ese roce con otros niños.
M.G.- 'Ara, como el río' es tu segunda novela. La anterior es 'Trampantojo' también la publicaste con Triskel. Debe ser muy emocionante ver tus historias en una librería.
CH.J.- Sí que lo es. La verdad es que escribo desde siempre pero nunca tuve la idea de publicar, quizá por lo que te acabo de decir, que soy una persona tímida. Sin embargo, cuando terminé de escribir 'Trampantojo', se lo di a leer a algunas personas de mi entorno y fueron ellas las que me empujaron a presentarla a alguna editorial. Coincidió también que se dieron una serie de circunstancias personales para contar con el tiempo que requiere esta labor y con más tiempo libre me planteé escribir esa primera novela, echando mano de algunas cosillas que ya tenía escritas de antes.
M.G.- Y con esta segunda novela te haces eco de unos hechos reales que ocurren en el Pirineo aragonés. En el prólogo cuentas que la historia se te cruzó en el camino pero ¿cómo descubriste realmente todo lo que ocurrió en Jánovas?
CH.J.- Fue durante un viaje familiar que hicimos en 2015. Teníamos la idea de visitar algún pueblo deshabitado del valle de la Solana pero al pasar por una carretera encontramos un cartel que ponía 'Descarte Ya' y vimos un mirador desde donde se ven las ruinas del pueblo, el puente colgante, y las aguas turquesas del río Ara. Volvimos al tiempo, y aunque el pueblo lo están reconstruyendo y suele haber gente trabajando, tuvimos la suerte de encontrarlo vacío y pudimos pasear a nuestro aire por allí. Junto a la Casa del Pueblo hay un cartel que cuenta la historia de lo que sucedió. Lo leí y me quedé impresionada al saber que había un matrimonio que vivió casi veinte años entre ruinas. ¿Cómo es posible que algo así ocurra? Sentí algo especial y salí de allí con la idea de localizar a esas personas para que me contaran la historia en primera persona y escribir algo.
M.G.- Imagino que cuando regresaste indagaste más, buscarías información en Internet. No sé si por entonces ya se había emitido el programa que Jordi Évole grabó sobre este caso (puedes verlo aquí).
CH.J.- No. Ese programa salió por noviembre de 2015 aunque imagino que lo habrían grabado con bastante antelación. Y sí, empecé a buscar información, contacté con una historiadora que había escrito un ensayo sobre Jánovas y fue ella la que me puso en contacto con las familias. Uno de los miembros es sevillano y fue con esa persona con la primera que contacté. Después, a principios de noviembre, regresé al Pirineo y conocí al resto de los personajes, sobre todo a la familia Garcés.
M.G.- La novela la escribes con saltos en el tiempo porque si no me equivoco, la historia comienza en 1938 y creo que llegas hasta el 2001, por lo menos, la segunda parte llega hasta esa fecha.
CH.J.- Sí. Sabes que la novela está estructurada en tres partes: 'Antes de ayer', 'Ayer' y 'Mañana'. Esta última parte no tiene una fecha concreta. He querido dejarlo en el aire, como un mañana esperanzador que ojalá no tarde mucho en suceder. Pero sí, efectivamente la historia se inicia en 1938 con el exilio de la familia de Paca Castillo a Francia, siendo ella una niña. El 2001 es una fecha muy importante porque marca el principio de la esperanza, cuando se emite un informe de impacto medioambiental negativo. Fue la primera victoria que ellos pueden saborear.
Por otra parte, no quise que la estructura fuera lineal. Me gusta que haya saltos en el tiempo pero con cierta continuidad. Al menos es lo que he pretendido en esta novela.
M.G.- El libro es un retrato de las conversaciones que has mantenido con los protagonistas pero también insertas algo de ficción para rellenar algunas lagunas.
CH.J.- La historia está muy pegada a la realidad porque mi intención es que todo el mundo conozca lo que pasó allí pero sí hay parte de ficción. Es lo que más me ha costado, encontrar el equilibrio entre lo que sucedió realmente y lo que sale de mi imaginación. He procurado ser muy respetuosa. Los personajes reales son los enemigos del escritor porque te juegas mucho y por eso desde el respeto he intentado que la realidad y la ficción se mezclen. Pero estoy satisfecha con el resultado.
M.G.- Como comentas, la novela comienza con ese exilio a Francia. Ellos consiguen regresar a Jánovas para años después tener que abandonar el pueblo de nuevo. No deja de ser curioso que por distintos motivos tuvieron que dejar su tierra dos veces a lo largo de sus vidas. Me pareció muy significativo que el destino les hiciera esta jugada.
CH.J.- Hay una escena en la que Asunción, la madre de Paca Castillo, estando en Francia y tras un suceso terrible que les ocurre allí, se plantea no regresar. Pero el padre de Paca lo tenía clarísimo. Había que volver porque la fuerza de la tierra les tira mucho y eso es algo que se nota cuando hablas con ellos. El destino hizo lo que hizo pero ellos lucharon por cambiar las cosas.
M.G.- La palabra justicia tiene mucho peso en la novela, es como un grito ahogado. Narras un pasaje en el que los habitantes de Jánovas pleitearon contra Iberduero, pierden y los condenan a pagar. Y claro, leyendo esa parte, yo me imagina la escena y veía claramente a las familias desvalidas, con su verdad por delante y poco más. Iberduero seguro que tenía un buen equipo de abogados pero, ¿a ellos quién los defendían?
CH.J.- Nadie. Ellos iban a pecho descubierto, con su verdad porque creían que con eso era suficiente y no lo fue. Les hicieron perrerías, los acusaron de mil cosas, destrozaron todo lo que pudieron... Total para nada porque desde el principio se sabía que el pantano no se iba a construir, que había muchos intereses, que no era rentable y que aquello olía a chamusquina.
M.G.- ¿Pero eso lo pensaban los habitantes de Jánovas o la empresa?
CH.J.- Los habitantes. En Huesca había un abogado que los orientó un poco y les dio algo de información para que no estuvieran tan ciegos. Pero todo era muy difícil. Paca siempre ha dicho que las personas no valían nada y que ella no conoce la justicia. Realmente era un grito ahogado. La justicia es algo universal. Emilio Garcés concedió muchas entrevistas en la radio y en los medios de comunicación. Esto no fue un hecho desconocido, al revés, hay documentos gráficos importantes. Él repetía muchas veces que la rebeldía contra la injusticia era algo nato en él y creo que por ese motivo he conectado muy bien con ellos. Me siento muy identificada con lo que les ocurrió porque yo también salto cuando veo que se ha tratado de forma injusta a una persona.
Ruinas de Jánovas |
M.G.- Te has entrevistado con Paca, con sus hijos,... ¿quién de todos ellos te ha impresionado más?
CH.J.- Para mí Paca es una persona especial. Desde que comenzó la lucha es la única que sigue viva. Tiene 91 años y está cansada de vivir pero es muy luchadora, lo ha sido siempre. Todavía tiene su genio y es la que más me impresionó incluso antes de conocerla. Cuando me acerqué a la información disponible que hay en las redes ya me di cuenta que es una mujer impresionante. No me decepcionó conocerla en absoluto, más bien lo contrario. Es una mujer extraordinaria, hecha de una pasta especial. Y sus hijos también, porque ellos han heredado toda la fuerza de su padre y de su madre, todo ese amor por la tierra, un amor incondicional y se están dejando la vida en esta lucha.
Aparte de la familia Garcés y los Santolaria-Campos, hay otras familias como la de Óscar Espinosa. Todos han sido muy generosos. Es muy difícil que a una persona ajena le abran las puertas de la casa y las de su corazón, especialmente en temas que son muy difíciles porque las heridas están muy abiertas. Yo les pedía que me contaran cómo lo vivieron, lo que sentían y cómo era su día a día. Insisto, han sido muy generosos conmigo.
M.G.- Para reconstruir la historia has usado toda la información que ellos te han facilitado, el ensayo que antes has comentado. ¿Habrás leído todo lo que hay sobre este asunto en Internet?
CH.J.- Sí y también algún libro sobre el exilio. He estado documentándome bastante tiempo.
Otra cosa que me ha preocupado mucho es intentar mantener la atención del lector en todo momento. He intentado cuidar mucho la tensión narrativa y le he dedicado mucho tiempo.
M.G.- Pero en un libro como este, tienes dos caminos. O mostrar únicamente los datos de manera muy objetiva o volcarte en el lado humano que creo que es lo que tú has pretendido, sacar la parte más íntima y más personal de los protagonistas. Creo que eso es lo que más engancha.
CH.J.- Sí, esa ha sido mi intención. Al mismo tiempo he querido homenajear a estas personas.
M.G.- Bueno hay un par de cameos en esta novela. Por un lado, sale José Antonio Labordeta que se involucró mucho en esta historia e hizo por ellos los que puedo y, por otro lado, la Bella Dorita. Por lo que hemos comentado antes de iniciar la entrevista, creo que esta aparición es fruto de tu imaginación, ¿o hay algo más?
CH.J.- Bueno, bueno,... Vamos a dejarlo un poco abierto. No quiero desvelar más de la cuenta (Risas)
M.G.- (Risas) Perfecto. Y luego hay otro personaje que a mí me interesa mucho, es el técnico que redactó el informe de impacto medioambiental negativo, Juan Luis Muriel.
CH.J.- Sí, el que fue Secretario General del Ministerio de Medio Ambiente. Ese hombre es para ponerle su nombre a la plaza mayor cuando terminen de levantar el pueblo. Cada vez que hablo de él se me llena la boca de orgullo porque es la integridad absoluta y encima en política. Un bicho raro, vamos.
M.G.- Hasta tal punto de que llegó a perder su trabajo.
CH.J.- Así fue. Él viajó a Ordesa acompañando a Isabel Tocino, la que por entonces era ministra de Medio Ambiente. Iban a inaugurar unos accesos y se encontró con un grupo de mujeres y niños, junto a un hombre rana, con un tocho de papeles. Era toda la documentación que hasta entonces tenían para entregársela a la ministra y suplicarle por favor que estudiara el caso. Juan Luis cuenta que la ministra le dio el tocho en el helicóptero de vuelta. ¡Mírate esto porque aquí hay algo!, le dijo. Y sí, Juan Luis lo miró y llegó hasta el final. Él se convirtió en una figura clave en este caso.
M.G.- Sufrió muchas presiones.
CH.J.- Sí, muchas y perdió su trabajo, como bien dices.
M.G.- ¿Has hablado con él?
CH.J.- Sí, sí, somos amigos ya. Él sigue teniendo relación con ellos. Suele ir a la fiesta de San Miguel en Jánovas.
Cuando presenté la novela en Aínsa, se me acercó una chica y me dijo que ella había sido una de las niñas que había recibido a la ministra y a Juan Luis cuando fueron a la inauguración en Ordesa. Me hizo mucha ilusión que se acercara.
M.G.- Charo, ¿y cómo definirías el estilo del libro? A mi juicio es como una crónica en tiempo real. Has expuesto el lado humano de los protagonistas pero sin apelar al sentimentalismo de los lectores. Más o menos nos vienes a decir 'Esto es lo que ha ocurrido. Esto es lo que le han hecho a estas personas. Aquí os lo cuento y juzgad vosotros'. No sé si tú lo ves así.
CH.J.- Lo veo así. Por la implicación emocional, era muy difícil para mí distanciarme de la historia y ser un narrador lo más objetivo posible. He escrito la historia riendo y llorando. Ha sido muy duro, hasta el punto de que esa parte que he titulado 'Mañana' es donde realmente me he liberado a través de unos personajes que, esta vez sí, son ficticios. En esa parte es donde me desahogo. Escribir la novela ha sido meterme en la piel de estas personas y vivir lo que ellos vivieron, así que, esa tercera parte ha sido una vía de escape.
M.G.- ¿Paca ha leído el libro?
CH.J.- Paca lo tiene, se lo puse en las manos pero me dijo que no sabía si lo leería entero antes de morir pero bueno ha ido leyendo algunas cosillas. Yo también le he leído algunos pasajes cuando he ido a visitarla.
M.G.- Y volviendo al estilo. Cuando vas narrando a veces empleas tres adjetivos separados por una barra invertida. Esto es algo que también hace Fernando Aramburu en 'Patria'. Él me contó que lo hacía porque había emociones y hechos que necesitaban la suma de varias palabras o adjetivos para describirlos bien. No sé si tú lo haces por el mismo motivo.
CH.J.- Me encanta que me hagas esa pregunta porque leí 'Patria' cuando prácticamente tenía terminada la novela. La primera vez que me encontré con esto que comentas me alegró mucho. La razón es esa, sí. Cuando intentas definir o encontrar el adjetivo exacto te vienen un par de ellos más que redondean un poco más, le dan contundencia y matizan.
M.G.- Imagino que grababas las conversaciones. Es agradable ver cómo se expresan por esas tierras. No sé si te ha costado mantenerte fiel a su forma de hablar, a usar términos como 'sascorromoñado' o 'esgalichau'. Ellos tienden a terminar las palabras es 'au'.
CH.J.- Investigué un poco en el habla aragonesa. De hecho he usado algunas palabras que ellos realmente no usan pero antes les he consultado si estos términos son de habituales. He querido mantener y no alterar su forma de hablar porque eso le da identidad al texto.
M.G.- El pueblo se está reconstruyendo como ya has comentado. Pero, ¿las tierras siguen perteneciendo a Endesa, la actual concesionaria, o las familias las han recuperado ya?
CH.J.- Ellos empezaron por su cuenta a reconstruir el pueblo aunque todo pertenecía a Endesa pero, con el tiempo, han ido llegando a acuerdos y van comprando sus tierras.
M.G.- ¿Como que comprando? ¿Es que encima tienen que pagar por lo que era suyo y le quitaron?
CH.J.- Pues sí. Han tenido que pagar 34 veces el precio de aquella época. No les reconocen el deterioro evidente cuando ellos dejaron unas casas y ahora les devuelven unas ruinas.
En cualquier caso, y después de muchos años de lucha, se están consiguiendo muchas cosas mirando al futuro, intentando aparcar un poco el pasado, lo que sufrieron y vivieron, el rencor... Aquello sucedió así y merecen una disculpa pública por el daño ocasionado, tan injusto, tan prolongado en el tiempo, el coste humano tan inútil que se ha pagado y todo para nada. Pero ellos quieren cerrar ese capítulo de sus vidas y mirar con esperanza al futuro.
En cualquier caso, y después de muchos años de lucha, se están consiguiendo muchas cosas mirando al futuro, intentando aparcar un poco el pasado, lo que sufrieron y vivieron, el rencor... Aquello sucedió así y merecen una disculpa pública por el daño ocasionado, tan injusto, tan prolongado en el tiempo, el coste humano tan inútil que se ha pagado y todo para nada. Pero ellos quieren cerrar ese capítulo de sus vidas y mirar con esperanza al futuro.
Me hizo mucha ilusión ver que ellos tienen esa esperanza que yo intento reflejar en la tercera parte del libro. Son gente alegre que, a pesar de tantas angustias, de luchar contra viento y marea, quieren dejar eso atrás y mirar al futuro.
M.G.- ¿En qué situación está el pueblo ahora? ¿Hay mucho reconstruido? ¿Vive gente allí ya?
CH.J.- No. Todavía no pero hay unas tres casas casi listas. La casa en la que nació Paca está prácticamente acabada. Y luego, Óscar Espinosa está construyendo una casa rural. Está muy ilusionado con el proyecto. Jánovas no rebla, como dicen allí. Desde luego aprendes una lección de vida enorme. Hay que plantarle cara a la vida y luchar por lo que tú realmente quieres. Aunque haya que dejarse la piel.
M.G.- Pues Charo, te agradezco que me hayas descubierto esta historia tan fascinante. Me parece un homenaje precioso a una gente humilde y sencilla. Y esperemos que Jánovas vuelva a renacer y que Paca lo vea. Muchas gracias.
CH.J.- Ojalá. Gracias a ti.
Jánovas no fue el único pueblo que vivió aquel desastre. En el Valle de la Solana le tocó a otros tantos con sus respectivas familias, a Albella, a Lavelilla, a Lacort o a Santa Olaria. Poneros en la piel de estas personas. Pensad que llegan a vuestra casa un día diciendo que la tenéis que abandonar porque van a construir una gasolinera. Pensadlo un momento y sentiréis lo que los Garcés o los Santolaria sintieron en aquellos años. La injusticia.
Ficha novela
Editorial: Triskel.
Encuadernación: Cartoné.
Nº Páginas: 248
Publicación: Enero, 2018
Precio: 17,00€
ISBN: 978-84-94864-4-5
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.
[Imágenes: Cortesía Charo Jiménez]
CH.J.- Ojalá. Gracias a ti.
Jánovas no fue el único pueblo que vivió aquel desastre. En el Valle de la Solana le tocó a otros tantos con sus respectivas familias, a Albella, a Lavelilla, a Lacort o a Santa Olaria. Poneros en la piel de estas personas. Pensad que llegan a vuestra casa un día diciendo que la tenéis que abandonar porque van a construir una gasolinera. Pensadlo un momento y sentiréis lo que los Garcés o los Santolaria sintieron en aquellos años. La injusticia.
Ficha novela
Editorial: Triskel.
Encuadernación: Cartoné.
Nº Páginas: 248
Publicación: Enero, 2018
Precio: 17,00€
ISBN: 978-84-94864-4-5
Disponible en e-Book
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Ficha completa aquí.
[Imágenes: Cortesía Charo Jiménez]