Francisco Gallardo es uno de esos nombres que resuena para bien en Sevilla. Tanto en su faceta personal como profesional, son muchos los que lo admiran y solo tienen palabras de elogio. No me extraña. Las veces que hemos coincido lo he comprobado con mis propios ojos y no son pocos los familiares y amigos en común que lo corroboran. Sin embargo, me faltaba conocer su lado literario, el propio, porque conversaciones sobre literatura hemos tenido muchas. No ha sido hasta hace relativamente poco cuando he podido zambullirme en su pluma, a través de su última novela, Áspera seda de la muerte, publicada por Algaida Editores y que se alzó el pasado año con el XXI Premio de Novela Ciudad de Badajoz.
Y tantas veces hemos hablado de libros y autores que cómo no hacerlo con él y sobre él. Fue poco antes del inicio de las Navidades cuando, citada a la mesa que ocupaba Luis Cernuda en un establecimiento sevillano, pudimos hablar de Flora de Letona, protagonista de esta historia y protagonista de uno de los primeros divorcios documentados en Sevilla a inicios del siglo XIX. Hay dolor en esta historia, de la que os daré detalle en breve, pero también mucha esperanza.
Marisa G.- Paco, en 2012 publicas 'La última noche', con la que ganas el Premio de Novela Histórica Ateneo de Sevilla. Han pasado muchos años desde entonces.
Francisco G.- Sí, pero todo ese tiempo se lo he estado dedicando a 'Áspera seda de la muerte'. Es una novela que tiene mucha investigación detrás. La quise escribir con dos premisas, en primer lugar usando el estilo indirecto libre, y en segundo lugar, que tuviera un nivel de detalle importante. Para cualquier cosa, como la descripción de un simple abanico, he podido invertir dos o tres horas de investigación. Pero todo ese proceso me ha enriquecido mucho. He aprendido muchísimo. Como no tenía prisa, lo quería hacer lo mejor posible y siempre con mucha verosimilitud.
M.G.- Ganas con esta novela el premio Ciudad de Badajoz. Entiendo que los premios literarios te acercan más a los lectores porque las novelas tienen más recorrido y suele haber una promoción más extensa.
F.G.- Sí, así es. Me emocionó mucho que un jurado compuesto por nombres como Luis Alberto de Cuenca, Juan Manuel de Prada, Fernando Marías o Manuel Pellecín, toda una autoridad en literatura extremeña, se fijara en esta novela. Ya sabes que cuando uno escribe está solo y a veces perdido, porque no sabe si lo está haciendo bien o mal. Que un jurado así te premie y encima, al conocerlos, hablen con tanto entusiasmo de la novela ha sido muy importante para mí.
M.G.- La has trabajado antes, durante y después porque la promoción te ha llevado a los grandes medios de comunicación pero también has hecho presentaciones en localidades pequeñitas aunque con gran afluencia de público.
F.G.- Sí, además me hace mucha ilusión cada presentación. La voy a presentar también en Manzanilla, el pueblo de mi madre, y en Mairena que es el pueblo de mi padre. Las novelas siempre te traen aspectos personales que son muy bonitos. En Madrid, por ejemplo, la podía haber presentado en una librería, sin embargo lo hicimos en la Clínica Cemtro, con amigos de la medicina y del baloncesto, con Pedro Guillén, con Juan Antonio Corbalán, Cristóbal Rodríguez, grandes personas que me han ayudado siempre. Las novelas te dan la oportunidad de compartir y a mí me gusta aprovechar la coyuntura.
M.G.- Cuentas en esta novela un intento de divorcio, el de Flora de Letona porque el marido le pegaba. Es una historia con gran trasfondo real, ubicada en 1813 cuando las tropas napoleónicas han arrasado Sevilla. Llegas a esta historia por pura casualidad.
F.G.- Fue todo muy curioso. No dejo de agradecérselo a mi gran amigo Bibiano Torres, un sabio historiador de América que, ordenando el archivo de San Ildefonso, se encontró con una nota en la que un abogado requería al párroco de la iglesia información sobre el marido de Flora de Letona. Eso es totalmente real. Me fui al Archivo General de Andalucía, donde por cierto hay que halagar el trabajo que hacen y les tengo que agradecer la ayuda que me prestaron, y allí me encontré con el documento escrito de puño y letra por los principales actores, por Flora, por su marido y por todos los que intervinieron de un modo u otro. Aquello me impactó y entendí que tenía entre las manos una historia muy buena y muy real.
La trama de la novela es dura pero creo que todo escritor tiene que comprometerse socialmente. Me indigna mucho las crímenes por violencia de género. Tenemos que acabar con esto de una vez. Es algo que hay que erradicar. Mira, una de las cosas más estremecedoras que me han ocurrido fue en la última edición de la Feria del Libro de Sevilla. En una firma se me acercó una mujer y me dijo 'Yo soy Flora de Letona'.
M.G.- Lamentablemente hay muchas Flora de Letona.
F.G.- Exactamente.
M.G.- Pero tú describes los divorcios de aquella época como separaciones de lecho, cama y mesa. ¿En qué consistía esto? ¿Seguías conviviendo bajo el mismo techo?
F.G.- Verás, mientras el divorcio se resolvía y no cabían dos opciones. Por un lado, un hombre bueno se podía llevar a la mujer a su casa. Es lo que ocurre con Flora de Letona que, inicialmente, es recogida por su abogado. Por otro lado, existía también el recurso de los beaterios. El marido tenía que pasar una manutención lo que pasa es que, en el caso de Flora, el marido pagaba a veces y otras no, ponía mil excusas. En esa situación y jurídicamente, la mujer estaba en calidad de depósito. De ahí que, mi primera intención fue titular la novela como 'La mujer depositada'. Luego, cuando el divorcio se resolvía, podían ocurrir dos cosas, una que la mujer tuviera que volver a la casa del marido y la otra, que quedara libre. Pero jamás alcanzaban tal libertad. No tenían escapatoria alguna porque si ganaban, mal, y si perdían, peor todavía.
M.G.- Sin duda es un tema muy actual aunque obviamente las circunstancias eran distintas. En aquellos tiempos que el marido pegara a su mujer era algo relativamente normal y se aceptaba. Lo que ocurre es que Flora alega que el marido había llegado a un extremo poco usual.
F.G.- Literalmente ella escribe de su puño y letra 'Me ha dado una soba de palos que ya no es normal. Este hombre me va a matar'.
M.G.- ¡Qué horror! Pero la madre, doña Concha, aconseja a su hija que aguante.
F.G.- Es que en realidad era más importante el qué dirán que la felicidad de la hija o que la propia vida de la hija. Doña Concha representa esa mentalidad de la época que sigue siendo una de las lacras de la violencia de género.
M.G.- Te he escuchado decir que, de aquella época, hay varios divorcios documentados, pero claro, todos serían de mujeres de una clase social alta porque las demás no tenían acceso a recursos de ningún tipo y esas sí que tenían que seguir aguantando.
F.G.- Esas mujeres de clase baja no tenían nada que hacer porque no podían acceder a abogados ni a nada. Desde el año 1810 a 1830 encuentro seis casos de demanda de divorcios en el Archivo General de Andalucía. Las leí todas y siempre eran mujeres con recursos y con una cierta consideración social.
M.G.- Flora de Letona vive en un entorno un tanto contradictorio. Como hemos dicho su madre era una mujer más tradicional pero su padre, es afrancesado y masón, que se arrepiente de no haberle dado a su hija unos estudios. Son dos visiones diferentes de la situación de su hija.
F.G.- Correcto. El padre actuó como lo hacían los padres de entonces. Como era una niña no le merecía la pena invertir dinero en ella. Pero te diré que esa frase, ese 'Eres una niña y no merece la pena invertir dinero en ti' es un homenaje que le hago a una mujer, una señora que me contó su historia y que escuchó esa frase hace tan solo unos cuarenta años.
M.G.- Es que lo de no dar estudios a las hijas no es algo tan remoto.
F.G.- No, pero en aquellos tiempos era lo habitual. El hombre estudiaba para labrarse un futuro y ganar dinero mientras que la mujer quedaba en casa, a la espera de alguien quisiera casarse con ella.
M.G.- Me gusta el título, ese oxímoron que confronta las palabras 'áspera' y 'seda', refleja la dualidad que hay en todo momento en la novela ya sea en el entorno familiar de Flora con unos padres que piensan de forma distinta, o en el terreno político.
F.G.- Sí pero es una dualidad que también asoma en otros momentos y que me ha permitido seguir haciendo homenajes. Por un lado, he querido acordarme de 'Orgullo y Prejuicio' a través de la parte galante de la novela, cuando el marido de Flora porta la careta de seductor. Por otro lado, y en relación al mundo de la medicina de la época, he querido homenajear el 'Frankenstein' de Shelley. Dos grandes novelas de dos grandes escritoras. Todo esto asociado a Lord Byron que estuvo en Sevilla en 1809 porque, en la academia de medicina, muy avanzada para su época, encontré muchos documentos que iban en la línea de Frankenstein y la idea de crear un nuevo hombre o de resucitar a los muertos.
M.G.- Es que la parte médica de la novela es muy importante, muy extensa, y el lector accede a ella a través de un personaje, el doctor Arribas. Se habla mucho de todos esos experimentos que se hacían con la electricidad. Ahí ahondas en tu parte profesional.
F.G.- Sí, y leer sobre ese tema me ha servido para aprender muchísimo sobre las prácticas que se realizaban entonces. Se pensaba que se podía resucitar a los muertos, se aplicaban tratamientos con electricidad. El debate más común versaba sobre si era lícito diseccionar a los cadáveres o no, se buscaba el alma en los cadáveres,...
M.G.- En una glándula concreta.
F.G.- Sí, en la pineal. Todo eso figura en disertaciones de puño y letra. Hay un informe muy curioso que habla sobre la disección de dos siameses y se menciona que tenían dos cabezas, cuatro pulmones, cuatro brazos, un hígado pero un alma. Era una época muy interesante también en la medicina.
M.G.- Como has dicho antes, mientras se resolvía el divorcio y no, las mujeres podían ser recogidas en los beaterios. Así le ocurre a Flora de Letona que acaba en un beaterio que existió realmente en Sevilla.
F.G.- Pues sí. En el beaterio de San Antono que estaba en la calle de Las Palmas, bueno la calle Jesús del Gran Poder, en el tramo que hay entre la calle Hombre de Piedra y la calle Santa Ana.
M.G.- Y en ese beaterio también se recogen todas esas mujeres, tan ilusas, que tuvieron relaciones con los soldados franceses y que se quedaron esperando a que se las llevaran a Francia.
F.G.- Se dieron muchos casos. Eran mujeres amancebadas y que tuvieron hijos no reconocidos por supuesto.
Detrás de la novela también subyace algo que me he planteado muchas veces. ¿Qué destino le hubiera esperado a Sevilla si los franceses hubieran permanecido en la ciudad? Los franceses pretendían hacer de Sevilla una pequeña París. De hecho, se planificaron grandes espacios, se quería abrir la ciudad, de acuerdo con las ideas higiénicas del tiempo. Los médicos de la época denunciaban que dentro de las murallas lo único que había eran epidemias por un problema de salud vial. Apostaban por sacar los cementerios fuera de las murallas o tirarlas. Sevilla hubiera sido otra, con otras costumbres, con otra forma de ser. Los sevillanos ignoramos lo cerca que estuvimos de una Sevilla bien distinta.
M.G.- Pero se hubieran llevado igualmente los 999 cuadros que nos arrebataron.
F.G.- Por supuesto. Eso fue un saqueo en toda regla. Venían con un libro-inventario. Sabían dónde estaba cada cuadro e iban por él. Recortaban el lienzo con una navajita y se llevaban los que tenían más valor.
M.G.- Pues nos dejaron pelados y una curiosidad Paco. Sabemos que la historia de Flora es real aunque le cambias el nombre pero, de toda la historia, ¿qué es ficción?
F.G.- Hay parte de ficción pero no quiero entrar en mucho detalle para no desvelar la trama. Solo te diré que hubo un momento en el que no tuve más remedio que inventarme su historia.
M.G.- ¿Porque le pierdes la pista?
F.G.- Es que el expediente se interrumpe y ahí lo dejo.
M.G.- Ah. ¡vaya! No había pensado en eso.
F.G.- A partir de ahí tuve que buscar un camino o más bien una esperanza, porque a este problema de la violencia de género hay que darle una solución.
De todos modos, también te digo que en la parte real he ficcionado igualmente algunos sucesos.
M.G.- En cualquier caso, la novela te permite también hacer un retrato de Sevilla.
F.G.- Le dediqué mucho tiempo a esa parte. Todo ese tiempo de investigación tiene como resultado que Sevilla se convierta en un personaje más de la novela. Era uno de los objetivos porque ha sido una ciudad que ha tenido momentos muy luminosos y otros más oscuros. Este momento de la historia que se narra en la novela es muy peculiar porque, como tú has dicho, se acaban de ir los franceses, había mucha hambre, mucha gente sin oficio por las calles, y de esa Sevilla, treinta o cuarenta años después, surge la Sevilla del mito de Carmen pero eso fue después de pasar un tiempo de decadencia enorme, en el que perdió todo el comercio marítimo.
M.G.- Y no solo Sevilla sino también España. Hay una crítica feroz en un diálogo que mantienen Blanco White y don Ramón, el padre de Flora.
F.G.- Es que no avanzamos. En el año 1813 se estaban perdiendo las primeras colonias. Saavedra, un personaje que realmente merece una novela, fue ministro de Carlos III, un hombre muy sabio y muy práctico que escribe con una lucidez terrible y retrata el momento perfectamente.
M.G.- Has mencionado a Saavedra. Hemos hablado de Lord Byron y ahora de Blanco White. Hay personajes reales que pasaron por aquí.
F.G.- Blanco White es un personaje muy interesante también. Cuando mandé la novela al premio mi seudónimo era Luis Blanco, por White y Cernuda. Fueron hombres que han amaron terriblemente esta ciudad pero, o se tuvieron que ir o decidieron irse. Hicieron mucho por esta ciudad e incluso sus textos son muy Sevillanos. 'Ocnos' de Cernuda es el texto definitivo de la ciudad. Y Blanco White amaba Sevilla desde la distancia.
M.G.- Él hablaba de las mujeres tapadas que también aparecen en la novela.
F.G.- Las describía muy bien. Eran mujeres que se movían en diligencias, iban totalmente tapadas porque no interesaba que se supiera quiénes eran por los motivos que fuera. Eso era muy habitual en la época y me dio la ocasión de poder introducirlas en el argumento de la novela. Llevaban como una especie de burka. Algo muy curioso.
M.G.- Has comentado antes que querías emplear un estilo indirecto libre. Es verdad que el estilo y el narrador sorprenden. Utilizas el tiempo verbal presente como si se estuviera haciendo una crónica o no sé muy bien cómo definirlo. El narrador, al menos para mí, es peculiar.
F.G.- Era la gran dificultad de la novela. No quería contar la historia a través de una tercera persona o un personaje. Quería que la historia la contaran muchos. ¿Cómo lograrlo sin que se convirtiera en una novela coral? Lo mejor era mezclar las voces, unas con otras, lo que ha supuesto una dificultad técnica añadida. Pero creo que la historia fluye bien y el lector sabe en todo momento de dónde viene una voz y otra.
M.G.- En 'La última noche' la protagonista era una mujer. En esta última novela, también. ¿Se deberá a que estás siempre rodeado de mujeres?
F.G.- Afortunadamente vivo en un mundo de mujeres. Sin duda, el futuro pasa por un mundo construido por mujeres y hombres, pero cuando investigas en el pasado te das cuenta que la mujer no existía. Hay que apostar por la igualdad en todos los ámbitos.
En cuanto a los protagonistas, todo ha sido fruto del azar.
M.G.- ¿Y en la próxima? Porque tengo entendido que esta historia se te cruzó cuando estabas escribiendo otra.
F.G.- Así es, pero te adelanto que en la próxima el protagonista será un hombre. Eso si no se me cruza otra historia antes. (Risas).
M.G.- (Risas) Todo puede ser. Paco, no te robo más tiempo. Muchas gracias por tu tiempo y espero seguir hablando contigo sobre literatura.
F.G.- Gracias a ti Marisa. Un placer.
Divorcios a principios del siglo XIX. La historia de Flora de Letona bien merece ser contada y Francisco Gallardo lo hace con seriedad y rigor. Os hablaré pronto de mis impresiones.
Ficha novela
Editorial: Algaida Editores.
Encuadernación:Tapa dura con sobrecubierta.
Nº Páginas: 344
Publicación: mayo, 2018
Precio: 20,00€
ISBN: 978-84-9189-011-9
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.