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IVÁN REPILA: 'Los hombres no hemos luchado por la igualdad porque estábamos en el lado de las ventajas y los privilegios'

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No soy ninguna experta en feminismo. Esto es una obviedad de la que te das cuenta si me conoces o conversas conmigo durante quince minutos. Conozco lo más básico del movimiento feminista. He participado en manifestaciones. He conversado sobre el tema con más mujeres que hombres. He leído algunos libros escritos por aquellos que saben más que yo y voy aprendiendo pero sé que mi camino no ha hecho más que empezar. A mi edad, considerándome una mujer de mi tiempo, me siento una novata en este terreno. Lo lamentable es que siempre he pensado que no he vivido grandes situaciones machistas pero me temo que estoy totalmente equivocada. Si ahora mismo alguien con más conocimiento sobre estas cuestiones analizara mi vida personal, laboral, familiar o social detectaría en mi existencia un montón de situaciones machistas que me he tragado como si tal cosa. ¿Y sabéis?, saber que eso es así me llega a asustar. 

La semana pasada nos visitó Iván Repila. Acaba de publicar El aliado, una novela 'divertida, sorprendente y provocadora', con un personaje principal que no deja títere con cabeza. Iván Repila nos habla en esta novela sobre feminismo y a mí me interesaba enormemente conversar con él, con un hombre, sobre una cuestión que no deja de estar sobre la mesa en los últimos tiempos. Tengo que decir que él, un hombre, es el que me ha dejado las cosas más claras.  

Marisa G.- Iván, repasemos brevemente tu trayectoria. Empezaste a publicar en una editorial ya desaparecida, Libros del Silencio. Luego llegas a Seix Barral con 'Prólogo para una guerra' y ahora 'El aliado'.

Iván R.- Libros del Silencio cerró porque falleció el editor. Fue un golpe duro porque llegó a ser un buen amigo. 'El niño que robó el caballo de Atila' se publica cinco días antes de su fallecimiento. Fue precisamente por ese libro, que empezó a venderse en el extranjero más o menos bien, con el que llamé la atención de Seix Barral. Fue a ellos a los que le entregué el manuscrito de 'Prólogos para una guerra', les gustó y decidieron publicarlo. Unos meses después incluso reeditaron 'El niño que robó el caballo de Atila', y ahora este. 

Mi peripecia editorial fue peculiar porque, en un momento determinado, me quedé sin editor, y eso siempre asusta. Con lo difícil que es meter el pie en esto y quedarte sin editor, y encima viniendo de una editorial independiente y pequeña,... Pero tuve mucha suerte. La editora, Elena Ramírez de Seix Barral, se interesó por mí, me cuidó, se preocupó por lo que estaba haciendo, me dio tiempo y espacio, y me leyó con mucho cariño. 

M.G.- 'El aliado', es tu última apuesta. Narra las vivencias de un hombre que se considera feminista pero, tras conocer a Nawja, que le abre los ojos, se da cuenta que su feminismo es una pantomima. 'El aliado' se inicia con una frase potente. 'Soy el tío más feminista del mundo. Sin embargo tengo mis contradicciones....'. ¿Esa frase sería el 'quid' de la novela?

I.R.- Creo que sería un súper resumen de la novela. Los hombres hemos ocupado una posición muy cómoda, llamándonos feministas, considerándonos aliados, de ahí el título que funciona un poco como un chiste, y creyendo que estando simplemente a favor de la lucha por la igualdad ya estaba todo hecho. Los hombres no hemos luchado por la igualdad porque estábamos en el lado de las ventajas y los privilegios. Históricamente, hasta hoy, podemos decir que no nos hemos interesado realmente por el feminismo, ni hemos leído textos importantes del feminismo, ni hemos trabajado por la igualdad de verdad. No hemos participado del feminismo como sí habéis hecho vosotras. La gran mayoría de los hombres hemos sido defensores de la igualdad pero solo de boquilla. Hombre no, si estás a favor de la igualdad, estás a favor de los derechos sociales y para ello hay que pelear y ser activos. Sin embargo, las únicas que habéis luchado habéis sido vosotras. Nosotros estábamos en el lado cómodo del asunto.

M.G.- ¿Y en qué momento surge la idea de escribir este libro?

I.R.- El momento justo en el que se me ocurre la idea narrativa concreta no sabría decírtelo. A nivel general, te diría que ha influido mucho la convivencia con mi mujer, una persona muy feminista, que conoce muy bien el movimiento feminista, que lo ha estudiado, escritora pero que también pertenece al ámbito de la academia. Por otro lado, también están mis amigas, mujeres cercanas y queridas, que se han abierto a mí y me han contado vivencias que han sufrido, casi todas ellas agredidas o abusadas de alguna forma a lo largo de los años. Todo esto se te va acumulando en la espalda como una mochila de piedras. Y al mismo tiempo, en España estamos viviendo un auge importante del movimiento feminista del que si no te enteras es porque eres sordo o te lo haces, pero que está emitiendo discursos importantes, llamando la atención sobre cosas absolutamente necesarias. Así que, cuando juntas todo esto, mi vida privada, mi vida social y el contexto histórico-social que vivo pues llega un momento en que, por acumulación, empiezas a pensar muy seriamente en esto, a hacerte preguntas de las que no encuentras respuesta y es ahí cuando decido escribir la novela, con la intención de encontrar respuesta a esas preguntas.

M.G.- ¿Pero existe el propósito de concienciar a los hombres con la novela?

I.R.- Concienciar me parece un verbo muy atrevido. Me basta con que esta novela escueza a los hombres, que consiga colocarlos delante de un espejo. Es que, la mayoría de los hombres son como el protagonista, o como yo mismo, defensores de la igualdad pero nada activos. Este ha sido uno de nuestros grandes errores además de otros tantos. Hemos sido y somos  muy machistas, así que me bastaría con que se vieran reflejados y a partir de ahí, lo lógico sería que hagan examen de conciencia pero eso ya depende de cada uno. Mi principal objetivo es molestarlos y que se cuestionen su actitud. 

M.G.- Al margen de esa frase tan contundente del inicio, la primera escena también es muy fuerte. Tenemos a un grupo de mujeres desnudas que se están manifestando y a un grupo de hombres que les lanzan huevos. Al lema 'Nos queremos vivas' ellos responden 'Algo habréis hecho'. Me quedé perpleja. Inmediatamente pensé que esto no podía ser así. La novela tenía que depararme algo más.

I.R.- Espero que los lectores continúen leyendo y no se queden ahí. En la novela se utilizan las herramientas propias de la ficción. Esa escena está sacada de un momento posterior a nivel cronológico de la historia pero luego tendrá su explicación. ¿Por qué la coloco al principio? Pues efectivamente es una escena muy contundente, muy representativa de cosas que suceden hoy en día. Solo tenemos que echar un vistazo a los medios de comunicación y nos daremos cuenta que, casi siempre que hay una manifestación de mujeres defiendo sus derechos, suele haber cuatro anormales delante protestando. Es descorazonador. A la mínima que una mujer levante la voz para exigir más igualdad siempre saldrá algún cretino opinando que no estamos tan mal. ¿Tú qué sabrás, mamón, si no estás en su lugar y en su pellejo?

M.G.- Incluso puede haber algún lector mamón cuando se enfrente a esta novela. Es decir, puede haber reacciones de todo tipo.

I.R.- Sí, tal vez. Desde mi punto de vista, creo que la gran parte de la población, ya sean hombres o mujeres, pertenecemos a un universo con una estructura patriarcal y machista. Ninguno somos intachables porque todos tenemos comportamientos machistas, más pequeños o más grandes. Luego están los que yo llamo 'irrecuperables', como la gente de Vox, que son abiertamente machistas y misóginos, y no les importa llenarse la boca con declaraciones públicas en las que emiten opiniones que son una auténtica barbaridad y encima las sueltan con orgullo. Para mí esta gente son totalmente irrecuperables en la construcción de una sociedad mejor y más igualitaria. 

M.G.- Pues fíjate el resultado de las últimas elecciones andaluzas.

I.R.- Para echarse las manos a la cabeza pero este es el mundo que tenemos. Hagamos algo al respecto. Si está creciendo la extrema derecha, machista y misógina, lo que deberíamos hacer las personas que creemos que una sociedad mejor que no puede ser ni machista ni misógina, es enfrentarnos a ellos.


M.G.- Hablemos de lo que hace el protagonista de la novela. Digamos que él, cansado de la parsimonia con la que las mujeres de su entorno se enfrentan a las situaciones machistas, decide caldear el ambiente a través de las redes sociales para hacerlas reaccionar. Y la reacción pasa por la violencia. ¿No hay otro camino?

I.R.- Es que las mujeres no tienen un comportamiento pasivo en la lucha feminista, todo lo contrario. Los que tienen un comportamiento pasivo son los tíos. Lo que sí tiene de particular el movimiento feminista es que es una revolución que nunca ha usado la violencia. El protagonista, con más o menos acierto, piensa que tal vez un empujón hacia la violencia puede ser un revulsivo importante para avanzar como ha ocurrido en otras épocas, que se han logrado conquistas sociales a base de violencia. No digo que esté de acuerdo o en desacuerdo con esta tesis. En realidad, no lo sé, por eso escribo el libro. Me pregunto si tal vez, utilizando la violencia podríamos alcanzar conquistas sociales antes o mayores que de forma pacífica. Entiendo también las posturas de un sector muy importante, mucho más brillante y más listo, como es el feminismo, que defiende que no se puede destruir un sistema basado en la violencia utilizando la violencia. Sería incurrir en una incoherencia. Asumiendo que esta es una teoría que tiene todo el sentido, no erradicar la violencia con violencia,  y al mismo tiempo que yo no tengo las cosas tan claras, pienso hasta qué punto igual se puede lograr objetivos importantes a través de la violencia. Lo pregunto y ahí lo dejo.

M.G.- A ver te digo lo de la parsimonia porque hay una escena en el libro, brillante a todas luces, en la que el protagonista llega a una reunión de amigos y están las chicas comentando las situaciones que han vivido. Él, al escucharlas, se enerva y les grita algo así como ¿Pero qué estáis haciendo? ¿Estáis en terapia de grupo? ¡Reaccionar!

I.R.- Es la escena clave del libro. A partir de ahí el protagonista tiene una revelación y se da cuenta del error principal que cometemos los hombres en el tema del feminismo, aparte de ser unos vagos y no participar. Y es que, como siempre hemos sido protagonistas de todas las revoluciones y hemos estado en el centro de todos los discursos, nos cuesta mucho darnos cuentas que en la lucha feminista no somos los protagonistas. Desde luego tenemos que participar y ser activos, pero los protagonistas no somos nosotros. Por eso el personaje principal de la novela estalla, porque como se siente protagonista de una lucha que también es suya pero en la que no es el centro, porque es incapaz de ponerse en el papel de las mujeres, como nos pasa a todos los hombres, explota creyendo que él tiene las respuestas a unas preguntas que no puede responder de ninguna de las maneras porque simplemente es hombre. Nacer hombre en este mundo te privilegia de alguna manera de la que ni siquiera nosotros mismos somos conscientes frente a nacer mujer que te quita privilegios.

M.G.- Estoy de acuerdo con todos los argumentos del libro pero en algunos momentos tengo mis dudas con los dos personajes protagonistas, con él y con Nawja, la novia. Por ejemplo, él se escuda detrás de un nombre en Twitter para calentar el ambiente. Alega que lo hace para no perder su trabajo pero me pareció que no estaba siendo honesto.

I.R.- Pues a mí me parece todo lo contrario. Creo que la mayor parte de las veces los hombres hemos hecho dejación de funciones y hemos decidido no intervenir, no ser activos, por cobardía, por no perder nuestros privilegios, por no tener problemas y te pongo un ejemplo concreto. La típica cena de empresa. donde algunos de los jefes empieza a hacer chistes machistas delante de sus subordinadas que, obviamente, se sienten humilladas. Los hombres, a su alrededor, le ríen las gracias al jefe, cuando en realidad lo que tendrían que hacer es darle un toque de atención.

M.G.- Tendrían que dar la cara.

I.R.- Eso es. Y los hombres sin embargo, lo que hemos hecho siempre es ocultarnos, intentar que no nos salpique, no participar.

M.G.- Vale, ya entiendo. El protagonista se esconde porque es lo que ha hecho toda su vida. De acuerdo, ahora sí lo pillo. 

I.R.- Exacto, él quiere participar en la lucha feminista pero en ese momento de la novela, sigue haciendo lo mismo que ha estado haciendo hasta ahora, ocultarse para no perder su trabajo ni sus privilegios. Luego, ya le tocará evolucionar.

M.G.- Correcto. En cuanto a Nawja, sé que has hablado con un montón de mujeres de tu entorno. ¿Ella sería la reencarnación de todas esas mujeres con las que has conversado?

I.R.- Sí, seguro. Y si detectas en ella contradicciones me parece de lo más normal porque es que no hay nadie intachable. Una mujer feminista, por el hecho de ser mujer y feminista tampoco es intachable. Se ha educado también como todos nosotros dentro de una estructura patriarcal y machista y por tanto, incurrirá también inconscientemente en pequeños deslices machistas.

M.G.- Quizá lo hace cuando le comenta a su pareja, un tanto enfadada, que el colectivo LGTB está usurpando la atención que debería ocupar la lucha de la mujer.

I.R.- Efectivamente ese es un momento de contradicción de este personaje. Me parece que es un personaje muy honesto en ese sentido. Refleja muy bien lo complejo que resulta y los muchos matices que tiene el movimiento feminista. Porque no es sencillo... Bueno, no, voy a corregirme. Sí es sencillo. El movimiento feminista busca la igualdad. Punto. Otra cosa es que el feminismo incorpore para sí muchísimos grupos que tienen que ver con las ideas que este movimiento defiende pero concretando aún más, por ejemplo con las personas trans-, o las personas de un estrato social más bajo, o no sé,... Todo esto se agrupa dentro del feminismo porque, en realidad, tienen los mismos objetivos, conseguir un mundo más igualitario. Por eso el feminismo es tan trasversal lo que implica mayor complejidad. 

El feminismo, a nivel teórico y en la práctica política, lleva muchos años generando debates muy intensos y con mucho sentido, dirimiendo cuestiones como la prostitución. Hay posturas que defienden una regulación, y otras que defienden una abolición. Sobre esta cuestión en concreto, los hombres hemos dejado que sean ellas las que debatan y discutan como si no tuviéramos nada que ver pero no deja de ser paradójico que el 95% de los consumidores de prostitución son hombres y, sin embargo, no nos implicamos.

M.G.- Hay un par de escenas en las que interviene la madre del protagonista. Me resultan momentos maravillosos porque esa señora nos ayuda a visualizar el pensamiento de las madres frente al de las hijas. El protagonista, en su actitud provocadora, comienza a pincharla para que sea consciente de la vida que ha tenido. Claro, la mujer termina estallando al percatarse de su realidad.

I.R.- Ahí el protagonista descubre que una posibilidad para alentar, animar, apoyar el movimiento feminista es estimularlas a base de hostias, por así decirlo. En el libro, y como experimento sociológico, es un momento que funciona muy bien. Me he criado en un mundo en el que mi madre era ama de casa, mi padre iba a trabajar y seguramente para mi madre no había muchas más opciones en la vida que ser ama de casa. A nivel imaginario, incluso. Esto es importante tenerlo en cuenta.

M.G.- Me parece muy triste que ni siquiera las madres pudieran imaginarse otro tipo de vida.

I.R.- Triste desde nuestra mirada posterior. No puedo ponerme en lugar de mi madre, una mujer con estudios hasta donde era obligatorio, que luego se casó, tuvo unos hijos, se dedicó a gestionar una casa y a cuidar de sus niños, pero seguramente ella había imaginado para sí una vida muy parecida a la que ha tenido. Así que cumplió con sus expectativas hasta cierto punto. El problema es que esas expectativas no las decidió mi madre sino un sistema patriarcal y machista que puso a mi madre en ese sitio y le dijo entre comillas que esto era todo a lo que podía aspirar. Como mi madre, muchas otras mujeres de su generación y por supuesto de las anteriores. Algo terrible que demuestra que todos los hombres somos culpables de haber participado en esto, siendo consciente o inconscientemente.

M.G.- A pesar de que estamos en el siglo XXI, de que la lucha lleva unas cuantas décadas, y cada vez con más intensidad, el término 'feminismo' sigue teniendo connotaciones negativas hasta el punto de que, muchas mujeres no quieren confesar que lo son.

I.R.- Esto es producto de la gran campaña que el patriarcado ha realizado contra el feminismo porque este movimiento, al buscar la igualdad, lo que viene a conseguir es eliminar una serie de privilegios que tenemos los hombres. Te pongo un ejemplo sencillo como la posibilidad de que un hombre haga chistes machistas y la mujer le tenga que reír la gracia. Esto es una cosa que el feminismo pretende erradicar, lo que me parece bien y justo para la construcción de un mundo igualitario. Sin embargo, a día de hoy, este tipo de comportamiento todavía existe. 

Creo que cuando el feminismo avanza hay una reacción en contra por parte del patriarcado y por parte del machismo, es decir, del sistema en el que estamos viviendo. Quieren convertir el feminismo en algo oscuro, sórdido, agresivo, degenerado,.... Ponen mil excusas, desde que todas las feministas son lesbianas hasta que el feminismo es peligroso para la sociedad. Este tipo de discurso ha calado lo que demuestra lo bien que funciona el sistema patriarcal. Ha calado tanto que, a día de hoy, en 2019, todavía hay políticos de prestigio, progresistas, hombres o mujeres, que a la pregunta de si se consideran feministas responden que depende de lo que entendamos por feminismo. Pero vamos a ver,... pedazo de imbécil. ¿Qué se va a entender por feminismo? Pues la búsqueda de la igualdad. ¿Dónde está el problema? Y si crees que hay un problema en el feminismo es porque te han convencido de que este movimiento es un problema y si esto es así, es porque al poder, al sistema establecido, machista y patriarcal, le interesaba convencerte de ello.

M.G.- Bueno, yo te tengo que confesar que sufro y padezco de lo que se llama micromachismo. Son detalles que he detectado leyendo libros al respecto pero lo tengo tan interiorizado que me cuesta la misma vida erradicar ciertos comportamientos. Sin embargo, también te tengo que confesar que, en según qué casos, a veces pienso que el tema se nos escapa de las manos.

I.R.- ¿Por ejemplo?

M.G.- Algo muy sencillo que no consigo captar. La típica situación del hombre que le cede el asiento a una mujer en un transporte público. Ahí tengo grandes conflictos conmigo misma porque no termino de ver una situación machista y te lo digo con el corazón. Que entiendo lo del sexo débil y demás pero es que yo lo sigo viendo como un gesto de cortesía. ¿Dónde me estoy equivocando?

I.R.- No soy la persona adecuada para responderte a eso. Si me lo preguntas a nivel personal y sin querer dar lecciones a nadie, te diría que esto viene de lo que mencionas, de la idea de que las mujeres son más frágiles y necesitan unos niveles de atención que solamente los hombres podemos darle. El hombre por supuesto puede aguantar de pie en el autobús pero sobreentender que una mujer, por el hecho de ser mujer, no puede aguantar pues significa que tienes un prejuicio en cuanto a la capacidad física o de resistencia de las mujeres. Y esta idea de que las mujeres son débiles y que tienen que estar sentaditas,... 

M.G.- Sí, sí, pero si yo toda la teoría la entiendo Iván, y por supuesto que no somos más débiles y por supuesto que tenemos la misma capacidad de resistencia. Tienes toda la razón pero ¡narices! me molestan mucho otras actitudes y esto no. Es que si me obligo a pensar de esa manera, en esa situación concreta, sé que me estoy engañando. Y tampoco quiero hacerlo. No puedo levantarme en aras del feminismo y obligarme a cambiar de opinión si no estoy convencida de ello. Y te prometo que lo he reflexionado mil veces. 

I.R.- Los hombres siempre han representado la fuerza y la resistencia y las mujeres la debilidad y la fragilidad. Esto es una idea patriarcal y machista.

M.G.- Totalmente de acuerdo pero en ese caso, no sé, no lo veo. Yo creo que suelo pensar 'Ah, qué bien, me voy a sentar que estoy muy cansada'. Y listo. No pienso en nada más.

Y el otro ejemplo tiene que ver con el 'manspreading', cuando un hombre se sienta y abre las piernas, se despatarra, vamos. Y digo yo, el que hace esto, lo hace porque es mal educado y no porque sea machista. Lo hará igualmente si tiene un hombre o  una mujer al lado.

I.R.- Sí, es verdad pero no tiene nada que ver con la persona que tienes al lado. Tiene que ver con la idea simbólica de ocupar el espacio. Como los hombres estamos acostumbrados a ocupar el espacio como nos dé la gana, sin que nadie nos diga cómo lo tenemos que usar, expandimos nuestro cuerpo sin preocuparnos de lo que sucede alrededor porque somos hombres. Es muy raro, aunque puede pasar, que una mujer haga eso porque una mujer no está acostumbrada a ocupar el espacio público a su antojo sino solamente como la dejan ocuparlo. Por eso, a nivel simbólico, sí que seguramente sea una actitud machista.

M.G.- Vale, pues no lo había pensando así. Yo me había fijado más en la idea de molestar al de al lado, más que en la idea del espacio. Ahora lo veo desde otro ángulo.

I.R.- Es algo simbólico, ¿eh? Tú piensa que los hombres siempre estamos en el centro de todo, son los que tenemos la palabra, los que interrumpimos a las mujeres cuando estamos hablando, los que os arrinconamos, los que os quitamos el micrófono para hablar, lo que yo digo es más importante que lo que tú tienes que decir,... Esto es una cosa de hombres. Nadie va a llamarnos la atención.

M.G.- Tengo 48 años, tengo estudios universitarios, trabajé desde muy joven, me saqué unas oposiciones,... Me asusta lo que todavía me queda por aprender. No solamente en la perspectiva sino en otras cuestiones como los términos que se manejan en el libro. Sabía lo que era el 'manspreading' pero es la primera vez que leo 'mansplaining'.

I.R.- Pues ese es un clásico. Es el que acuña Rebecca Solnit y viene a describir a los hombres que explican cosas a las mujeres. Es muy habitual, muy contemporáneo del feminismo.

M.G.- Como yo no me entero de nada, me lo tienes que explicar, como para un niño pequeño.

I.R.- Efectivamente y te acabo de hacer un 'masplaining'

M.G.- ¡Noooo! (Risas) 

I.R.- Sííííí.

M.G.- Pues he caído.

I.R.- Lo siento mucho. 

M.G.- Ya... Si es que... Bueno, en cualquier caso, el humor juega un papel importante en la novela.

I.R.- Sí, al principio sobre todo. Luego la historia se va poniendo más seria, se va oscureciendo y deja de tener gracia. Si quería denunciar y hacer crítica, señalar determinadas cosas, la sátira siempre ha sido una buena herramienta para hacerlo.

M.G.- Y entre humor y humor, una encuentra reflexiones muy interesantes. Hay una que me caló hondo. El protagonista habla de las mujeres que siempre sonríen, de las mujeres con una actitud complaciente siempre, en situaciones que no son para sonreír precisamente. Eso me ha dado mucho qué pensar...

I.R.- ¿Te has sentido reconocida?

M.G.- Pues sí, la verdad.

I.R.- Tú y casi todas las mujeres que conozco, por no decir todas. Esto es algo que incluí en el libro porque me lo han contado. Se sentían así.

M.G.- No nos damos cuenta,... qué triste.

I.R.- Pero ni tú ni yo. Lo damos por hecho. Es el sistema que nos ha educado de una forma determinada y nos obliga a comportarnos de una forma concreta. Está en nuestra mano tomar las riendas y cambiar las cosas. Si tú no te sientes cómoda conmigo, no me sonrías. Es así. No lo hagas porque nosotros no sonreímos si no nos sentimos cómodos pero vosotras, por construcción cultural, por educación, por sistema, creéis que no tenéis ese derecho... 

M.G.- A ver si lo consigo. 

Pasemos a otra cuestión. En la novela hay una guerra, una Revolución Quemada con su Tregua correspondiente, que tiene una serie de consecuencias políticas bastante fuertes que no vamos a desvelar, pero partimos de la base de que esto es una utopía, ¿o no? Es decir, ¿tú crees que podríamos llegar a ese mundo emergente tras la guerra que se plantea en el libro?

I.R.- Podría ser. ¿Por qué no podría ocurrir? Al final del libro se plantea una utopía distopía pero está dibujada casi para pasado mañana. Para mí, todo es posible. Queda mucho por hacer pero si trabajamos todos en la misma dirección seguro que construiremos cosas.

M.G.- El protagonista aprende mucho de todas estas vivencias, ¿qué ha aprendido Iván Repila al escribir esta novela?

I.R.- He aprendido muchísimo y todavía estoy haciéndolo. Escribir este libro ha sido divertido pero también duro a muchos niveles de descubrimiento personal y esto ha implicado que me tome mi participación en el mundo de otra forma, mucha más activa, lo que supone mucho más esfuerzo.

M.G.- Una pregunta más y lo dejamos. ¿Qué me cuentas del epílogo?

I.R.- Me parece una genialidad. Fue idea de Aixa, mi mujer, y cierra perfectamente el libro porque añade el punto de vista teórico y académico que no tiene el libro de por sí. Lo completa para añadir una serie de datos reales y otros ficticios que señalan la enorme contradicción que supone, como en el caso del protagonista, que un hombre se vuelva protagonista de la revolución feminista. Obviamente hay una contradicción y el epílogo lo analiza.

M.G.- Creo que todavía me queda mucho camino que recorrer pero te agradezco muchísimo este rato que has compartido conmigo y espero que tu libro sirva para dar un paso hacia delante en la lucha por la igualdad.

I.R.- Así lo espero. Gracias a ti.

Antes de que el libro llegara a mis manos, El aliado ya era recomendado de mujer a mujer en las redes sociales. Hoy me toca recomendároslo a mí, a mujeres pero principalmente a hombres. Os hablaré con detalle sobre la novela en los próximos días. 




Ficha novela

Editorial: Seix Barral.
Encuadernación: Rústica con solapas.
Nº Páginas: 256
Publicación: Enero, 2019
Precio: 18,50€
ISBN: 978-84-322-3463-7
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.




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