Editorial: Tusquets.
Fecha publicación: marzo, 2019.
Precio: 19,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 272
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-9066-656-2
[Disponible en eBook y en audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]
Fecha publicación: marzo, 2019.
Precio: 19,00 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 272
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-9066-656-2
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Autor
Luis Landero nació en Alburquerque (Badajoz) en 1948. Licenciado en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Retrato de un hombre inmaduro (2010), Absolución (2012), elegida la mejor novela española del año por los críticos de El País, El balcón de invierno (2014, Premio Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid y Premio Dulce Chacón 2015) y La vida negociable (2017). Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno de los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además un inspirado ensayo literario, Entre líneas: el cuento o la vida (2000) y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004)
Sinopsis
Tras mucho tiempo sin apenas verse, Gabriel decide llamar a sus hermanas y reunir a toda la familia para celebrar el ochenta cumpleaños de la madre y tratar así de reparar los viejos rencores que cada cual guarda en su corazón y que los han distanciado durante tantos años. Aurora, dulce y ecuánime, la confidente de todos y la única que sabe hasta qué punto los demonios del pasado siguen vivos, trata de disuadirlo, porque teme que el intento de reconciliación agrave fatalmente los conflictos hasta ahora reprimidos. Y, en efecto, la primera llamada de teléfono desata otras llamadas y conversaciones, inocentes al principio y cada vez más enconadas, y de ese modo conocemos las vidas de Sonia, de Andrea, de Horacio, de Aurora, del propio Gabriel y de la madre, y con ellas la historia familiar, desde la infancia de los hijos hasta la actualidad. Tal como temía Aurora, las antiguas querellas van reapareciendo como una lluvia fina que amenaza con formar un poderoso cauce a punto de desbordarse. Lluvia fina es la novela más emotiva e inolvidable de Luis Landero, con la fuerza y la determinación de las obras llamadas a convertirse en clásicos.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Así empieza Lluvia fina:
Hay autores que cuentan buenas historias y autores que, además, saben transmitirlas magistralmente. Ese es Luis Landero.
[Lectura de las páginas 11 a 14,
música: Passing Time (Biblioteca Audio Youtube)]
Hay autores que cuentan buenas historias y autores que, además, saben transmitirlas magistralmente. Ese es Luis Landero.
La lectura de su anterior trabajo, La vida negociable, me pareció fabulosa,una novela llena de contrastes con un desenlace inesperado y sorpredente. Y anoche mismo terminé de leer Lluvia fina. No he querido dejar pasar ni un segundo para contaros mis impresiones, no he querido dejarla reposar, como es necesario con otras lecturas, porque Lluvia fina te arrebata por completo y es ahora, con las ideas frescas, como mejor voy a contaros mis sensaciones.
No voy a resumiros su argumento. La sinopsis aportada por la editorial es lo suficientemente reveladora como para que os podáis hacer una idea. A grandes rasgos os diré que Lluvia fina narra la historia de una familia, una madre viuda y sus tres hijos, Sonia, Andrea y Gabriel -nacidos en este orden-, y la mujer de este último, Aurora. Es una familia, como la tuya o la mía, en la que algunos miembros se llevan bien y otros no tanto, en la que se han ido acumulando rencillas, roces, disputas, discordias que, tarde o temprano salen a la luz. Dice la sinopsis que esas querellas son como una lluvia fina, como el típico calabobos que parece que no moja pero al final termina empapando. Y efectivamente es así, esas inquinas que se van generando con el paso de los años son lluvia fina que, por menudencias que parezcan, terminan por horadar nuestra alma, provocando una herida ulcerosa que no termina de cerrar nunca. Son gestos, muecas, aspavientos, ademanes o señas pero sobre todo son palabras porque, como se recoge en la novela, es incierto eso de que las palabras se las lleva el viento. Lluvia fina hace mucho hincapié en este asunto, en el valor de las palabras. Lo que a veces decimos en un momento de arrebato y furia permanece latente en nuestro interior para siempre. Habrá perdón pero no olvido. El viento se podrá llevar las palabras pero la huella que han dejado en nosotros permanece indeleble. Seguro que os ha pasado muchas veces, discutir y que vuestro interlocutor suelte a bocajarro lo primero que se le viene a la boca, sin reparar en la veracidad de sus palabras o en el daño que pudiera causar. Eso queda ahí, aunque semanas después vuelvas a estar frente a ese interlocutor que parece haber olvidado vuestro anterior encuentro, como si nada hubiera ocurrido. No sé a vosotros pero a mí esas situaciones me sobrepasan y a la menor alusión recibes por respuesta un '¡Ah!, no me eches cuenta. Es que tuve un mal día'. Inconcebible. No. Las palabras no se las lleva el viento. Y no es cuestión de dignidad sino de amor propio.
Lluvia fina habla de familias y en cierto modo alude a ese refrán tan nuestro que dice 'De la familia y del doctor, cuanto más lejos mejor'. Tiene gracia, hay que confesarlo, pero a poco que lo pienses un poco, es un dicho que encierra una gran tristeza. Pero es que hay familias, muchas, cuyos miembros es mejor que mantengan una sana distancia porque las mejores familias, a veces, son aquellas que apenas tienen contacto. Y es que puede ocurrir que tener una familia es transitar por un camino lleno de piedrecitas que uno se va guardando en el bolsillo, que nos lastran y que terminamos por lanzar contra el otro a la menor oportunidad.
Lluvia fina habla de esto, de la mentira, de esos pequeños embustes que nos decimos todos porque no siempre es conveniente decir la verdad y ser sincero, de la manía del ser humano por complicarlo todo, de tergiversarlo todo, de ponérselo difícil al contrario, de la memoria y del recuerdo, de cómo lo manipulamos a demanda, como nos guste, como mejor nos agrade, y de los silencios cargados de significado, más que si estuvieran llenos de insultos y reproches. Y lo hace a través de las vivencias de esta familia y de un personaje más principal que otro, de Aurora, la esposa de Gabriel, que seis días después de que se desataran los acontecimientos, retrocede en la soledad del aula en la que imparte clase, para revivir lo acontecido y para, de paso, indagar en el pasado de todos los personajes, en el matrimonio de su suegra, en la relación de los hijos con la madre, en la relación entre hermanos y por supuesto, en su relación con Gabriel.
Lluvia fina es poliédrica gracias a unos personajes que, a pesar de corresponder a un perfil muy concreto y de fácil hallazgo en todas las familias, no están en absoluto estereotipados. Todos, desde la madre hasta la cuñada están llenos de matices. Son personajes profundos y densos, difíciles de esquivar, de ignorar, y entre los que sobresale Aurora como hilo conductor de esta trama. Aurora, la esposa de Gabriel, es la amapola en medio de un campo de cardos. Ella es el hombro en el que todos lloran, a la que todos le cuentan sus penas y a la que hacen mil y una confidencias porque Aurora es 'de aire apacible y un poco melancólica', 'de carácter indulgente y acogedor'. Aurorita, como todos la llaman cariñosamente después de haber descargado sus cuitas sobre ella, es el tamiz a través del cual todos miran a todos. Sinceramente, me ha parecido un personaje fabuloso, un personaje con el que el lector se siente acompañado, y a la que mira resignada porque yo creo que Aurora, a pesar de que no le importa que todo el mundo le cuente sus desdichas y sus interpretaciones, está cansada y hastiada de todos desde el mismo momento en el que Landero escribe la primera palabra del texto. Aurorita es la que mejor conoce al resto de personajes, la que realmente tiene las cifras y los datos, las idas y venidas de todos ellos con lo que es la más capacitada para valorar la auténtica realidad familiar. Es la que, además, nos anticipa desde las primeras páginas, que esta historia va a acabar más mal que bien. Y así lo intuye el lector, que se remueve inquieto en su asiento presintiendo que los mazazos que se dan unos personajes a otros no son nada buenos para el futuro familiar y avanzamos en la lectura, esperando ese momento de gloria en el que todo termine por explotar. Pero ¿qué pasa con Aurora? ¿A quién le cuenta ella sus penas? Porque también las tiene. Sin ir más lejos, tiene mucho que decir sobre su matrimonio y sobre Gabriel, ese personaje anguloso. Gabriel siempre ha sido el predilecto de su madre y eso, inevitablemente levanta muchas ampollas. Por eso, y por otras muchas cuestiones más que dejo en el aire, la relación con sus hermanas está llena de cristales rotos. Es un personaje que se vuelve desconcertante capítulo a capítulo, es casi bipolar, un individuo que pasa rápido del blanco al negro y que, como descubrirá Aurora, está lleno de dobleces.
Y tendremos a Andrea, el típico perro del hortelano que ni come ni deja comer, que si las cosas le van bien, mal y si le van mal, peor. Andrea es una mujer llena de amarguras, siempre dispuesta a culpar a los demás de sus desdichas porque el mundo ha confabulado contra ella para hacerla desgraciada. Andrea es huraña, esquiva, rebelde, dominante, condenada a un ostracismo auto-impuesto, sin vida social, ni amistades, muy melodramática y muy teatrera. No se lleva bien con Gabriel, ni tampoco con Sonia, tan distintas la una de la otra pero al menos, con ella comparte esa herencia social tan apegada al género, ese 'los hombres nunca se enteran de los problemas de las mujeres' que, en cierto modo, las une porque los hombres no tienen una visión nítida de los asuntos domésticos, pero, a la vez, hay un abismo entre ambas porque Sonia es la niña buena, la niña aplicada, tan alegre y buena estudiante, la que a la vida le sonrió. ¿De verdad?
Ninguna de las dos lo ha pasado bien, ninguna se ha sentido querida por una madre fría que desde el momento en el que fallece el marido -un hombre alegre y luminoso- cubre la existencia de la familia con un velo opaco. Pesimista, hermética, agorera y de espíritu fatalista, la madre cree realmente que el mundo es un valle de lágrimas y aquí hemos venido a sufrir porque toda dicha vendrá aparejada a un castigo posterior inevitable.
Y por último, estará Horacio, el ex marido de Sonia, pero de este personaje no suelto prenda porque es la guinda perfecta para un desenlace que a mí me ha parecido brillante y colosal. Solo añadiré que en la construcción de personajes, Landero es un cirujano que, en plena operación, va apartando los órganos sanos a un lado para llegar hasta la negra bilis. Y es que teje una maraña de luces y sombras, es el creador de una familia literaria que tiene un reflejo real en muchas familias auténticas. Hay pasajes en los que la atmósfera que recrea es tan asfixiante como la que se pueda sentir en las reuniones familiares de Navidad. Maravilla su elección del léxico, su certero lenguaje y su capacidad para decir lo que realmente quiere decir con absoluta naturalidad. Lluvia fina, como ya ha demostrado con sus restantes novelas, tiene una calidad literaria brutal. Da gusto leer párrafos enteros una y otra vez, perderse entre las sentencias, circunvalar esas palabras tan hermosas que emplea y que denotan la riqueza lingüística de nuestro idioma. Pero si hay algo que encandila en cuanto a estilo en esta novela es su habilidad para trenzar diálogos paralelos, para enredar unos discursos con otros de tal modo que la historia en sí queda integrada en un solo plano aunque se haya desarrollado en niveles distintos.
El mundo de las familias no tiene límites. Bien se demuestra en Lluvia fina. Como dice Aurora 'En tu familia hay que tener cuidado con las palabras'y es verdad. En esta familia literaria de Landero todos tienen que tener cuidado con las palabras. Por desgracia, en muchas familias reales también porque a veces no medimos el alcance de nuestras palabras, y si acaso algo te salpica, casi que es mejor callar, obviar la cuestión, compartir con los tuyos fruslerías, ser políticamente correcto y poco más. Porque no es verdad que las palabras se las lleve el viento. No es verdad.
Si has leído hasta aquí, te será fácil entender lo mucho que me ha gustado Lluvia fina. Con cada página me he ido adentrando en esta familia, observando desde la distancia los reproches de unos y otros, examinando desde la objetividad lo que acontecía sin posicionarme de un lado o de otro, si acaso, del lado de Aurora, Aurorita, la buena de Aurora. Así que, no me queda más remedio que recomendar esta novela hasta el hartazgo. Será una de mis mejores lecturas del año.
Fabulosa.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Lluvia fina habla de familias y en cierto modo alude a ese refrán tan nuestro que dice 'De la familia y del doctor, cuanto más lejos mejor'. Tiene gracia, hay que confesarlo, pero a poco que lo pienses un poco, es un dicho que encierra una gran tristeza. Pero es que hay familias, muchas, cuyos miembros es mejor que mantengan una sana distancia porque las mejores familias, a veces, son aquellas que apenas tienen contacto. Y es que puede ocurrir que tener una familia es transitar por un camino lleno de piedrecitas que uno se va guardando en el bolsillo, que nos lastran y que terminamos por lanzar contra el otro a la menor oportunidad.
Lluvia fina habla de esto, de la mentira, de esos pequeños embustes que nos decimos todos porque no siempre es conveniente decir la verdad y ser sincero, de la manía del ser humano por complicarlo todo, de tergiversarlo todo, de ponérselo difícil al contrario, de la memoria y del recuerdo, de cómo lo manipulamos a demanda, como nos guste, como mejor nos agrade, y de los silencios cargados de significado, más que si estuvieran llenos de insultos y reproches. Y lo hace a través de las vivencias de esta familia y de un personaje más principal que otro, de Aurora, la esposa de Gabriel, que seis días después de que se desataran los acontecimientos, retrocede en la soledad del aula en la que imparte clase, para revivir lo acontecido y para, de paso, indagar en el pasado de todos los personajes, en el matrimonio de su suegra, en la relación de los hijos con la madre, en la relación entre hermanos y por supuesto, en su relación con Gabriel.
Lluvia fina es poliédrica gracias a unos personajes que, a pesar de corresponder a un perfil muy concreto y de fácil hallazgo en todas las familias, no están en absoluto estereotipados. Todos, desde la madre hasta la cuñada están llenos de matices. Son personajes profundos y densos, difíciles de esquivar, de ignorar, y entre los que sobresale Aurora como hilo conductor de esta trama. Aurora, la esposa de Gabriel, es la amapola en medio de un campo de cardos. Ella es el hombro en el que todos lloran, a la que todos le cuentan sus penas y a la que hacen mil y una confidencias porque Aurora es 'de aire apacible y un poco melancólica', 'de carácter indulgente y acogedor'. Aurorita, como todos la llaman cariñosamente después de haber descargado sus cuitas sobre ella, es el tamiz a través del cual todos miran a todos. Sinceramente, me ha parecido un personaje fabuloso, un personaje con el que el lector se siente acompañado, y a la que mira resignada porque yo creo que Aurora, a pesar de que no le importa que todo el mundo le cuente sus desdichas y sus interpretaciones, está cansada y hastiada de todos desde el mismo momento en el que Landero escribe la primera palabra del texto. Aurorita es la que mejor conoce al resto de personajes, la que realmente tiene las cifras y los datos, las idas y venidas de todos ellos con lo que es la más capacitada para valorar la auténtica realidad familiar. Es la que, además, nos anticipa desde las primeras páginas, que esta historia va a acabar más mal que bien. Y así lo intuye el lector, que se remueve inquieto en su asiento presintiendo que los mazazos que se dan unos personajes a otros no son nada buenos para el futuro familiar y avanzamos en la lectura, esperando ese momento de gloria en el que todo termine por explotar. Pero ¿qué pasa con Aurora? ¿A quién le cuenta ella sus penas? Porque también las tiene. Sin ir más lejos, tiene mucho que decir sobre su matrimonio y sobre Gabriel, ese personaje anguloso. Gabriel siempre ha sido el predilecto de su madre y eso, inevitablemente levanta muchas ampollas. Por eso, y por otras muchas cuestiones más que dejo en el aire, la relación con sus hermanas está llena de cristales rotos. Es un personaje que se vuelve desconcertante capítulo a capítulo, es casi bipolar, un individuo que pasa rápido del blanco al negro y que, como descubrirá Aurora, está lleno de dobleces.
Y tendremos a Andrea, el típico perro del hortelano que ni come ni deja comer, que si las cosas le van bien, mal y si le van mal, peor. Andrea es una mujer llena de amarguras, siempre dispuesta a culpar a los demás de sus desdichas porque el mundo ha confabulado contra ella para hacerla desgraciada. Andrea es huraña, esquiva, rebelde, dominante, condenada a un ostracismo auto-impuesto, sin vida social, ni amistades, muy melodramática y muy teatrera. No se lleva bien con Gabriel, ni tampoco con Sonia, tan distintas la una de la otra pero al menos, con ella comparte esa herencia social tan apegada al género, ese 'los hombres nunca se enteran de los problemas de las mujeres' que, en cierto modo, las une porque los hombres no tienen una visión nítida de los asuntos domésticos, pero, a la vez, hay un abismo entre ambas porque Sonia es la niña buena, la niña aplicada, tan alegre y buena estudiante, la que a la vida le sonrió. ¿De verdad?
Ninguna de las dos lo ha pasado bien, ninguna se ha sentido querida por una madre fría que desde el momento en el que fallece el marido -un hombre alegre y luminoso- cubre la existencia de la familia con un velo opaco. Pesimista, hermética, agorera y de espíritu fatalista, la madre cree realmente que el mundo es un valle de lágrimas y aquí hemos venido a sufrir porque toda dicha vendrá aparejada a un castigo posterior inevitable.
Y por último, estará Horacio, el ex marido de Sonia, pero de este personaje no suelto prenda porque es la guinda perfecta para un desenlace que a mí me ha parecido brillante y colosal. Solo añadiré que en la construcción de personajes, Landero es un cirujano que, en plena operación, va apartando los órganos sanos a un lado para llegar hasta la negra bilis. Y es que teje una maraña de luces y sombras, es el creador de una familia literaria que tiene un reflejo real en muchas familias auténticas. Hay pasajes en los que la atmósfera que recrea es tan asfixiante como la que se pueda sentir en las reuniones familiares de Navidad. Maravilla su elección del léxico, su certero lenguaje y su capacidad para decir lo que realmente quiere decir con absoluta naturalidad. Lluvia fina, como ya ha demostrado con sus restantes novelas, tiene una calidad literaria brutal. Da gusto leer párrafos enteros una y otra vez, perderse entre las sentencias, circunvalar esas palabras tan hermosas que emplea y que denotan la riqueza lingüística de nuestro idioma. Pero si hay algo que encandila en cuanto a estilo en esta novela es su habilidad para trenzar diálogos paralelos, para enredar unos discursos con otros de tal modo que la historia en sí queda integrada en un solo plano aunque se haya desarrollado en niveles distintos.
El mundo de las familias no tiene límites. Bien se demuestra en Lluvia fina. Como dice Aurora 'En tu familia hay que tener cuidado con las palabras'y es verdad. En esta familia literaria de Landero todos tienen que tener cuidado con las palabras. Por desgracia, en muchas familias reales también porque a veces no medimos el alcance de nuestras palabras, y si acaso algo te salpica, casi que es mejor callar, obviar la cuestión, compartir con los tuyos fruslerías, ser políticamente correcto y poco más. Porque no es verdad que las palabras se las lleve el viento. No es verdad.
Si has leído hasta aquí, te será fácil entender lo mucho que me ha gustado Lluvia fina. Con cada página me he ido adentrando en esta familia, observando desde la distancia los reproches de unos y otros, examinando desde la objetividad lo que acontecía sin posicionarme de un lado o de otro, si acaso, del lado de Aurora, Aurorita, la buena de Aurora. Así que, no me queda más remedio que recomendar esta novela hasta el hartazgo. Será una de mis mejores lecturas del año.
Fabulosa.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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