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VÍCTOR DEL ÁRBOL: 'Si me he atrevido a contar esta historia es porque nadie la ha contado antes'

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Niños soldados. Niños a los que se les roba su infancia, que son arrebatados de sus familias, integrados en comunidades violentas, donde se les instruye y se les manipula con diversos fines, para formar parte integrante de una guerrilla, para actuar como espías o mensajeros o para usarlos como escudos humanos. A lo largo y ancho del planeta, muchos niños son obligados a madurar de un día a otro, a olvidar su pasado en un mundo en el que, en mayor o menor medida, eran felices, para ponerse a las órdenes de un líder con propósitos poco edificantes. De todo esto nos habla Víctor del Árbol en su nueva novela, Antes de los años terribles (Ediciones Destino). El autor catalán, ganador del premio Nadal en 2016 con La víspera de casi todo, regresa al panorama literario con una historia dura que lo ha cambiado en todos los sentidos.

Aprovechamos su visita a Sevilla hace unas semanas para compartir con el autor un café y conversar sobre esta nueva novela de la que ya hablan muy bien una multitud de lectores. 


Marisa G.- Víctor, quisiera saber si esta novela es representativa de tu estilo o con ella rompes un poco la línea de tus novelas anteriores.

Víctor A.- Creo que con esta novela hay un punto y aparte. Es algo que he notado como escritor pero también los lectores que me leen habitualmente lo van a percibir. En todas mis novelas siempre he hablado de las infancias robadas, ya sea de un modo u otro, y lo he hecho construyendo historias muy arbóreas, con muchas ramificaciones, que al final terminaban distorsionando o disfrazando el tema. Sin embargo, en esta nueva novela me he atrevido por primera vez a contar una única historia, solamente una, sin paralelismos, para que el lector esté totalmente centrado en la trama y en el personaje principal.

Otra diferencia muy significativa es que está escrita en primera persona. En esta ocasión no he querido usar narradores omniscientes, ni artificios narrativos más allá de los estrictamente necesarios para contar una historia, una historia que, por cierto, es real en un noventa por ciento. Sin embargo, he tenido que crear una parte de ficción para poder contarla. Nunca había trabajado con la realidad de una manera tan directa. Nunca me había implicado emocionalmente con un personaje ni con una historia tanto como lo he hecho con esta novela. 

M.G.- Pero, ¿cómo llegas a la historia?

V.A.- La descubrí en el año 2012. Es la novela de madurez más larga hasta el momento, casi seis años pensando en ella y me ha exigido dar lo mejor de mí mismo como escritor. Pero fue la propia historia la que me encontró a mí porque los escritores nos pasamos la vida buscando algo que conmueva corazones y resulta que, las buenas historias, las que son auténticas y verdaderas, son las que te encuentran a ti. Muchas veces he rechazado historias que eran muy buenas, pero que yo sabía que no eran para mí, por lo que fuera, por el tipo de tratamiento narrativo que necesitaban, por ejemplo. Sin embargo, cuando descubro a Joseph Kony, cuando me topo con su mirada en la portada de la revista 'Times', inmediatamente pensé que aquello era para mí, que tenía que entrar en esa mirada. 


M.G.- ¿Es la historia más dura que has escrito hasta ahora?

V.A.- Sin duda, porque es la más real. En 'Un millón de gotas' ya hablo de una realidad muy dura pero es algo muy antiguo, de un pasado más lejano. Todos sabemos que los gulags de Stalin existieron y fue algo que me supuso un gran esfuerzo de documentación pero era algo que pasó en los años 30. Sin embargo, lo que narro en 'Antes de los años terribles' es algo que sigue ocurriendo en nuestros días. 

M.G.- Eso precisamente quería preguntarte, ¿se siguen produciendo secuestros de niños para convertirlos en soldados?

V.A.- Sí, y no solo en Uganda. También ocurre en Guatemala, en el Salvador con los chavales de las maras, en Brasil con los chicos de las favelas, en México donde he visto cómo se usan a los chicos de mulas. No entiendo por qué nadie se atreve a contar estas historias más que desde el cliché. Siempre se habla de los pobres niños africanos, los niños negros que lo pasan tan mal pero hay que adentrarse en la oscuridad para entender bien el problema, para comprender la raíz del mal, sumergirse en la personalidad de Joseph Kony y su mundo. Si me he atrevido a contar esta historia es porque nadie la ha contado antes.

M.G.- ¿Y cómo siguen ocurriendo estas cosas? ¿Por qué no se erradica el problema?

V.A.- Por pereza. No nos interesa. La realidad nos interesa hasta un cierto grado pero cuando es demasiado dolorosa, giramos la cara. Quería contar esta historia de un modo que no pudieras girar la cara, que tuvieras que llegar hasta el final para entender a los críos. Por eso he querido conectar con el niño que todos llevamos dentro porque los niños no tienen miedo, miran las cosas como son. En esta novela apelo a la infancia de cada uno para conectar con Isaías.

M.G.- Isaías es un personaje y Enmanuel es otro. Hasta donde he leído observo que son personajes muy dispares. Ambos han pasado por una situación terrible. Isaías quiere olvidar y rehacer su vida. Enmanuel solo siente deseo de venganza.

V.A.- Cada uno cose distintos tejidos con su dolor. Entre estos dos personajes hay una diferencia muy importante, Isaías salió de Uganda pero Enmanuel se quedó. Isaías quiere dejar atrás sus cicatrices porque quiere una nueva vida. Enmanuel utiliza sus cicatrices para crearse una mitología del dolor, de la víctima,... Lo que él hace es también muy humano. Hay gente que utiliza el dolor para construir algo positivo y otros, para algo negativo. Enmanuel se convierte en un cortesano. Utiliza su dolor para ascender, para trepar, algo muy común entre los humanos porque hay gente que se victimiza a sí misma para inspirar lástima, para conseguir una serie de cosas. Isaías no, él carga con su peso y sigue adelante.

Resultado de imagen de joseph kony revista times
[Fuente: Pintarest Invisible Childrens]

M.G.- Sé que no te gusta poner etiquetas a tus novelas pero aquí hay mucha denuncia, Víctor.

V.A.- Pero no es una denuncia buscada. Es una denuncia que ya existe. Todo lo humano me toca, esta historia me toca profundamente, empatizo con ella y por eso he creado una ficción porque no podía ser objetivo. Yo tengo la mirada de Isaías Yoweri. Él soy yo y por eso no puedo permanecer impasible ante lo que ocurre. Si esta historia es una denuncia no ha nacido con vocación de señalar a los malos porque ya sabemos quiénes son esa gente. No estoy contando nada que no se sepa y sin embargo, seguimos sin aceptarlo. 

La literatura aparte de entretener, de hacernos viajar, de ayudarnos a conocer otros países, tiene que provocarnos preguntas, como te ha pasado a ti. Me acabas de preguntar por qué sigue ocurriendo esto y eso es lo que quiero que se pregunten los lectores. Ese es el valor que tiene para mí la literatura. 

M.G.- Dices que, tras esta novela hay un antes y un después como escritor pero, ¿lo hay también como persona?

V.A.- Sí, también. Me he quitado un tapón. He escrito ocho novelas antes de esta pero la historia lleva merodeando en mi cabeza desde hace tiempo. Ha tenido que pasar bastante tiempo hasta atreverme a entrar en ella porque creo que hay un momento en el que uno deja atrás sus miedos y acepta su propia fragilidad. Pero ocurre que la fragilidad se convierte en fortaleza para escribir, para vivir, para enfrentarse a las cosas. He sido una persona que siempre se ha ido escondiendo de ciertos temas pero esta vez he decidido ser sincero y apechugar lo que luego la gente quiera hacer con esa sinceridad.

M.G.- ¿Y cómo te has documentado? ¿Has leído, has hablado con implicados,...?

V.A.- Antes que nada he recurrido a fuentes escritas y a documentales. Luego pasé a una segunda fase en la que he conversado con cooperantes, enfermeros y médicos, gente que ha trabajado sobre el terreno para que me pusieran en contacto con alguien que hubiera vivido lo que se narra en la novela. He conocido a varios Isaías Yoweri. No todos en Uganda. En particular, esta historia me la inspira un chaval de Sierra Leona que estuvo involucrado en una guerra civil. Por último, con todo ese material, me puse a escribir pero claro tenía que decidir qué contar de todo lo que sabía, y cómo contarlo para que se comprendiera. También tenía que decidir qué no contar para no sepultar la historia en un horror y que se convirtiera en una espiral de violencia sin sentido. 

M.G.- Lo que cuentas en la novela es tremendamente duro, Víctor. De eso no cabe duda pero también construyes alrededor de la historia toda una ambientación. Me ha gustado mucho aprender sobre las distintas tribus, conocer sus costumbres, sus usos,... Todo eso integra mucho al lector en la narración

V.A.- Sí, todo eso ha sido para mí un descubrimiento. No conocía gran cosa de Uganda. Tenemos una idea de África como un todo, como una mancha gigante, un gran continente misterioso pero África son todos sus países, cada uno con su realidad. En Uganda, más allá de ese estereotipo hay toda una realidad de etnias, de idiomas, de cultura, de modernidad,... Al final te das cuenta que cada país, cada sociedad, a pesar de sus particularidades, es igual a otras. La niñez, la necesidad de salir adelante es siempre la misma en todas partes. 

M.G.- Hemos hablado de Isaías y de Enmanuel pero hay más personajes como Christian MF, El Evangelista y el propio Joseph Kony. Sobre este último, he leído que dejaron de buscarlo. 

V.A.- Sí. En el año 2017 el gobierno de Uganda decidió dejar de buscarlo porque consideró que ya no supone una amenaza y el gobierno de Estados Unidos retiró las ayudas que daban para su localización. Es algo que me preocupa mucho porque es cierto que el Ejército de Resistencia del Señor sufrió muchas bajas cuando el ejercito de Uganda, con la ayuda de Estados Unidos, intentó dar caza a Kony pero este cruzó la frontera y se estableció en la República Centroafricana, donde se le ubicaba últimamente.

La misión del ejército de Uganda era proteger a las comunidades rurales pero claro, al abandonar la búsqueda, esas comunidades quedan en desamparo y asustadas porque me temo que Kony o sus seguidores volverán. No entiendo cómo no se le ha capturado con todos los adelantos que existen en inteligencia militar. Kony desapareció como también lo hizo su tía Alice en Kenia, la que inició todo esto. Si lo que ocurrió en Uganda hubiera ocurrido en el Congo, un país más rico por las minas de coltán y diamantes, Kony no seguiría vivo hoy.

M.G.- Has mencionado el LRA, el ejército de Kony. Me llama la atención el nombre y que uno de los personajes de la novela se apode El Evangelista, un hombre que lee la biblia y se flagela. Me produce pavor esa conexión entre religión y mercenarios.

V.A.- Uganda es un país mayoritariamente cristiano. Kony era un predicador del pueblo y su tía, una visionaria. Decían que era una bruja, una hechicera,... Cuando, a los veinte años, él empieza a tener visiones y alucinaciones, se erige como el elegido por los espíritus, el sucesor de su tía. En todo esto hay una mezcla de creencia religiosa, de superstición, de tradiciones orales, de leyendas,... que termina por originar una especie de ejército de iluminados. Kony creía que tenía una verdadera misión. 

M.G.- Que era un justiciero de Dios, ¿no?

V.A.- Sí, y que tenía que llevar el reino de Dios a Uganda, acabar con la corrupción e imponer un orden religioso. Pero todo se convirtió en un desvarío que se mezcla con la brujería, el espiritismo,... con todo lo que se cuenta en la novela. 

M.G.- Antes has mencionado que el noventa por cierto de lo que cuentas en la novela es real. Me parece un porcentaje altísimo.

V.A.- Es así. Tan solo he ficcionado una parte, justo lo que necesitaba para hacer avanzar la historia. He creado una trama que haga conectar al lector con el personaje y, a través del mismo, pueda abrir las puertas a una realidad. Luego, el lector tendrá que decidir si quiere conocer la historia con mayor o menor profundidad.

M.G.- La novela está estructura en dos hilos temporales. Vamos a conocer lo que vivió Isaías en el pasado pero también lo que está viviendo en el presente. Ninguna de las dos tramas pesa más que la otra. Creo que las dos avanzan en paralelo y tienen la misma fuerza.

V.A.- Una trama ofrecerá la visión del niño y la otra la visión del hombre. El Isaías hombre es una persona rota a la que le han robado la niñez, al que han convertido en un monstruo, un verdugo. Pero el Isaías niño era una persona feliz antes de los años terribles, tenía su familia, sueños y deseos de niño, y terminó siendo una víctima. Sin embargo, se da la paradoja de que Isaías no es del todo inocente. Quería que el lector tuviera las dos visiones, la del hombre y la del niño, y que el lector se preguntara en qué se puede convertir un hombre cuando le arrebatan la niñez.

M.G.- Dime si me equivoco. La primera parte tiene un ritmo más pausado pero de la mitad hacia delante cobra más vigor, ¿puede ser?

V.A.- Sí, ocurre como en 'El corazón de la tinieblas' de Joseph Conrad. A medida que Marlow se va acercando hacia Kurtz, el lector nota que la oscuridad es tan densa y desoladora que algo tiene que ocurrir. Ocurre igual en esta novela, donde, además, el último tercio tiene un poco de Lovecraft, de esa oscuridad y locura propia de sus obras. En algún momento tiene que aparecer la luz, se acelera la trama, se tiene que esclarecer esta oscuridad.

M.G.- Ahora que hablas de Conrad, efectivamente tu novela tiene cierta vinculación con su novela más conocida. De hecho aparece mencionada. 

V.A.- La columna vertebral de mi novela es 'El corazón de las tinieblas'. Conrad es uno de los escritores que ha descrito mejor que nadie lo que significa la pérdida de la cordura. A medida que uno se va adentrando en la oscuridad, empieza a perder sus referentes y no saber lo que está bien o mal. Ese es el viaje que yo quería hacer con el lector. Es muy fácil prejuzgar al principio de una historia pero hay que analizar lo que ocurre al final.

M.G.- Pues eso ya te lo diré cuando termine de leerla, Víctor.

V.A.- Espero que la disfrutes mucho.

M.G.- Seguro que sí. Muchas gracias por este café y por pasar por Sevilla.

V.A.- A ti. Un placer.

He de confesar que nunca había leído nada de Víctor del Árbol. Con esas palabras inicié esta entrevista, excusándome por no haberme asomado a sus letras antes de esta novela, a pesar de que en casa figuran sus publicaciones desde La tristeza del samurai en adelante. Qué rabia da no encontrar tiempo para todo lo que una quiere leer. Sin embargo, no pienso rendirme. Ya he roto el hechizo, ya he dado el primer paso y tal como él me predijo tras apagar la grabadora -'Creo que una vez que leas esta, te apetecerán las otras'- . En ello estoy Víctor del Árbol.





Ficha novela

Editorial: Destino.
Encuadernación: Rústica con solapas.
Nº Páginas: 464
Publicación: Mayo, 2019
Precio: 20,90€
ISBN: 978-84-233-5571-6
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí









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