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FERNANDO FABIANI: 'Muchos de los mitos en salud proceden de los propios sanitarios'

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Reírse es tan importante que la risa puede cambiarlo todo. Si te asomas a esa ventana que se llama Google, y buscas los beneficios de la risa, encuentras un montón de datos curiosos que te harán plantearte si, realmente, merece la pena pasarse el día con el ceño fruncido. Hay que reírse de las pequeñas cosas tanto como de las grandes, hay que reírse con los demás y de uno mismo, y hay que enfocar ciertos asuntos desde un punto de vista humorístico porque, de ese modo, todo se asimila mucho mejor. Es lo que lleva haciendo Fernando Fabiani desde que, en 2016, publicó su primer libro, Vengo sin cita. A aquel, le siguió Vengo de urgencias, conformando una especie de bilogía con la que disfruté una barbaridad. Ahora, Fernando pretende hablarnos claro y para ello ha reunido una serie de mitos y creencias que llevan conviviendo con nosotros desde casi los tiempos de Adán y Eva. No todo lo que nos han contado nuestras madres es verdad aunque, como nuestras madres que son, lo que ellas dicen va a misa. ¡Que ninguna se enfade! 

Marisa G.- "Vengo sin cita", "Vengo de urgencias" y ahora "¿Te puedo hablar claro?" Fernando, impresiona lo que da de sí el mundo sanitario.

Fernando F.- La salud lo es todo, y eso implica nuestro estilo de vida, nuestras creencias, nuestros miedos, nuestros hábitos,... No es que el mundo sanitario dé para unos cuantos libros, sino que da para una enciclopedia. De momento, y en este caso, me he querido centrar en algunos de los mitos más frecuentes o más extendidos que existen. Dudo mucho que alguien que se lea el índice no conozca algunas de estas creencias, bien porque las haya oído o porque crea en ellas. En esto de los mitos sanitarios hay mucha herencia, y todos hemos oído ciertas cosas en casa de nuestros padres o abuelos. 

M.G.- "¿Te puedo hablar claro?" sigue la misma pauta de los anteriores, hablarnos del mundo sanitario desde el humor. El humor siempre será el mejor medicamento, ¿verdad?

F.F.- Es el mejor medicamento, y además es un recurso único para contar cosas importantes. Si contáramos las cosas importantes con humor, nos iría mucho mejor como sociedad. El humor invita a la reflexión, desde un buen talante, sin acritud, pasando un buen rato. Así que, cuando alguien viene a desmontarte algo en lo que tú creías, a pie juntillas, la mejor forma de hacerlo es a través del humor porque, de otro modo, te puedes encontrar con la oposición del otro. Con humor, te va a resultar más fácil darte cuenta de la cantidad de cosas absurdas en las que crees o que vienes haciendo desde hace mucho tiempo. Sería una pena no usar más el humor. De hecho, nuestros políticos deberían usarlo con más frecuencia.

M.G.- Pues no sé yo si serían capaces. 

F.F.- Sí, claro que sí. Sería mucho más agradable. Menos acritud. Lo mismo, con algo de humor, igual hasta pactan, porque el humor genera un buen rollo, un buen ambiente, y uno está más abierto a encontrar puntos en común. Ojalá todos usáramos más y mejor el humor.

M.G.- "¿Te puedo hablar claro?" es un libro muy instructivo. Tiene un sentido práctico muy importante. Desmontas mitos pero también das explicaciones, aclaraciones y consejos.

F.F.- Desmontar el mito es la excusa para contarte qué hay de verdad debajo de la creencia, porque todos los mitos esconden algo de verdad. De otro modo, no se perpetuarían en el tiempo. Además, me sirve para darte la información apropiada y que entiendas, de forma fácil, algunas cuestiones que se esconden detrás de frases hechas. 

M.G.- Y dices que este es el libro que las madres no quieren que leamos. Pobres mías, van a perder toda su credibilidad y autoridad.

F.F.- Es que nos han ido contando cada cosa... Esa madre que lleva años diciéndote que tienes que guardar dos horas de digestión antes de bañarte. Ahora llegas tú y le dices que eso no es así. A tu madre no le va a hacer ni chispa de gracia, y seguramente dirá que el que ha escrito el libro no tiene ni idea. Lo ideal sería regalar el libro a las madres y leerlo con ellas. Eso tiene que ser la bomba.

M.G.- Cuentas muchas cosas que son creencias de hace mucho tiempo, pero también otras que son más actuales. Ahora está de moda que no tomemos leche. ¡Venga, boicot a la industria láctea! ¿A ti qué te parece esto?

F.F.- Pues en ese capítulo sí se le hace un homenaje a las madres. Antiguamente un vaso de leche lo arreglaba todo. Que no tenías ganas de cenar, vaso de leche y a la cama. Que tienes mal cuerpo, un vaso de leche. Que estás nervioso y no puedes dormir, vaso de leche caliente. El vasito de leche era un recurso infalible. Y ahora, ¡nada! ¡Que no podemos tomar leche! Y encima con argumentos peregrinos, como que somos el único animal que toma leche en la edad adulta. Pues claro, es que somos el único animal capaz de extraer leche para tomarlo en la edad adulta. Tú le pones leche a un gato adulto, se la toma y no le pasa nada. También somos el único animal que come paella, salmorejo,... Son argumentos con poco fundamento. Otra cosa es que no te guste la leche, que no la quieras tomar porque te siente mal pero, ¿malo? No es malo tomar leche.

M.G.- Es verdad que, al leer el índice, es fácil verse identificado. Por ejemplo, mi madre a veces tenía dolores en el costado y, según ella, eso se debía a que se le había separado la carne de las costillas.

F.F.- Hombre... Eso de las carnes despegadas del hueso, ¡eso es maravilloso! Pero es que, hay cuestiones complicadas de explicar o que el paciente entienda. El hombre llega a la consulta, con un dolor horroroso en el costado. No entiende que, a pesar de no tener nada roto, le duela tanto y encima tarde tanto tiempo en quitarse el dolor. Que sí, que es normal que te duela tanto y el dolor te dure tres semanas, aunque no tengas una costilla rota. Y alguna vez alguien, no sé si fue un sanitario espabilado o un paciente que sacó su propia interpretación, dijo que ese dolor se debía a que se te había separado la carne del hueso y esto se extendió como la pólvora. Es una manera de encontrar sentido a tu dolor.

M.G.- Verás, es que esa frase es maravillosa. Con el dolor que llevas, te crees cualquier cosa con tal de sentir algo de alivio. 

F.F.- Exacto, y como sé lo que me pasa, el dolor ya no me da miedo. Tiene ese fondo de realidad, pero hay que aclarar que la carne no se separa del hueso, no se despega y, aún así, ¡ojo! te va a doler tres semanas. Una cosa no quita la otra.

M.G.- Ahora que mencionas a los sanitarios espabilados, en este libro le  das caña a los profesionales de tu sector. Mucho tirón de orejas veo aquí.

F.F.- ¡Claro! Muchos de los mitos en salud proceden de los propios sanitarios. Somos nosotros mismos los que los potenciamos porque le encontramos rédito. Al final, me es más fácil decirle a un paciente que se le ha despegado las carnes del hueso que tirarme tres minutos explicándole que, aunque la costilla no esté rota, le va a doler mucho tiempo, debido a la enervación de esa zona, etc, etc,... Somos los mismos sanitarios los que usamos estas frases hechas que no son ciertas, pero simplifican nuestro trabajo. Así que, hay que hacer autocrítica, algo que no debemos perder nunca. En estos casos, el humor también es muy útil, hay que reírse de uno mismo y, por supuesto, de todos mis compañeros y de mí primero (Risas)

M.G.- Y ellos, tus compañeros, ¿cómo se toman estos libros?

F.F.- Les encanta. Al menos, nadie me ha dicho lo contrario. Muchos me dicen que les gusta ver estas cosas por escrito así, con sencillez y humor. Algunos hasta se lo recomiendan a sus pacientes porque, en el fondo, entienden que hay que buscar esta otra forma de contar las cosas.

M.G.- Pues lo mismo, la Seguridad Social debería de prescribir menos medicamentos y más libros de este tipo.

F.F.- Pues sí, sería interesante tenerlos hasta en la consulta, aunque suene a autopromoción. Tener una pequeña biblioteca, con libros así, que se puedan prestar por un tiempo e ir pasándolos de paciente a paciente. En serio, deberíamos explorar otros caminos. No sé si la mejoría estaría en tener una biblioteca con títulos desenfadados, pero tenemos que llegar de otra forma al paciente. Con los vehículos que tenemos hasta ahora, está demostrado que llegamos a donde llegamos, pero lo cierto es que la sociedad sigue sintiéndose muy enferma, está muy medicalizada. Así que tenemos que inventarnos fórmulas nuevas. Creo que el humor es una de las claves.




M.G. Algo curioso que mencionas en el libro. "Gran parte de lo que hacemos los médicos hoy en día es el sana, sana, culito de rana". A mí me has dejado a cuadros con esta afirmación.

F.F.- Es que esto ya lo dijo Voltaire. El médico entretiene al paciente, mientras la naturaleza actúa. La inmensa mayoría de los procesos se curan solos. Nosotros curamos cuatro cosas mal contadas, una infección con un antibiótico concreto, una cirugía, y poco más... Las pequeñas lumbalgias, los catarros, cualquier infección por un virus habitual, los dolores de garganta,... todas esas pequeñas dolencias se curan solas. Y si hablamos de la esfera anímica, ni te cuento. Los médicos no debemos renunciar a ese papel del curandero, no tan científico sino de acompañamiento, que el paciente sienta que lo entiendes, que estás a su lado mientras dura el proceso, que lo escuchas.

M.G.- Es decir, que funciona más el apoyo moral que la propia medicina.

F.F.- Claro. De hecho, muchos pacientes salen de la consulta diciendo que se encuentran mejor con solo contar a su médico lo que les ocurre. El rito de ir a contárselo a alguien, y que esa persona te escuche, te entienda, te toque, te explore,... eso genera mucha tranquilidad. Y conste que sales de la consulta con el mismo dolor, pero lo llevas distinto, lo llevas mejor, sales más relajado porque se lo has contado a otra persona y te ha dicho que no te debes de preocupar. Por eso siempre digo, y lo dije ya en el primer libro, que es muy importante que tu médico de familia te mire a los ojos, con todo lo que eso significa, que te entienda, que tú sepas que se preocupa por ti. Es una parte que no podemos perder. 

M.G.- Pero eso está en la persona, Fernando, porque en la facultad no creo que se toque la empatía en el papel de médico.

F.F.- Se debería tocar. La empatía debe existir en cualquier persona que trate con otras personas. Si hablamos de la rama sanitaria, más aún, y si hablamos de un médico de familia, más todavía. Cualquier médico, enfermero,... debería ser muy empático. No se da mucha formación con respecto a esto en la facultad, ojalá  fuera de otro modo, pero son cosas que uno debería trabajar por sí mismo. La gente no va al médico buscando a un gran tecnólogo. Quieren que seas científico, que le apliques la ciencia, pero al mismo tiempo quieren a una persona con la que comunicarse y sentirse entendido. 

M.G.- Totalmente de acuerdo porque hay cada médico que... Más cosas interesantes de las que hablas en el libro y son muy llamativas. Recomiendas comer fruta antes que beber su zumo. Yo juraría que es lo mismo.

F.F.- Esto es algo que he aprendido de nutricionistas, que llevan un tiempo haciendo una labor de divulgación espectacular.

M.G.- Como Aitor Sánchez.

F.F.- Efectivamente, como Aitor, gran amigo. Y es que la formación de los sanitarios en nutrición, también deja mucho que desear. Lo de los zumos es tal y como te lo cuento. Está demostrado que la gente que toma zumo de frutas naturales, habitualmente tienen mayor cantidad de caries. ¿Por qué? Pues porque los zumos tienen más azúcares libres y engordan más, y encima le estás quitando la fibra. Así que la pieza de fruta entera es estupenda y el zumo de la fruta no es tan deseable. 

M.G.- Tomamos nota. Y otra cuestión, has cambiado de ilustrador en este libro.

F.F.- Sí, con Laura o Po8ladas, el trabajo fue algo maravilloso, imprescindible en mis dos primeros libros. Sin embargo, este tercer libro no es una continuación de aquellos, es otra cosa distinta y me parecía que, a nivel de diseño, tenía que tener algún cambio también. Contacté con David, ilustrador de algunos de los juegos de mesa con los que disfruto con mis niñas en familia, y descubrí a un chaval de un talento espectacular, que ha puesto imágenes y ha dado color a mis palabras. Ha sido un trabajo muy creativo, muy codo con codo, nos hemos reunido varias veces y ha sido un proceso muy bonito.

M.G.- ¿La lista de los mitos que has elegido para este volumen está muy pensada? ¿Cómo ha sido la criba?

F.F.- La mayoría los había abordado con anterioridad, y de forma más breve, en algún vídeo que comparto por redes sociales. Son temas que se repiten con mucha frecuencia. Pero hice una selección con los más conocidos. Desde luego, hay muchos más mitos que se han quedado en el tintero, y ya veremos si hay que abordarlos. Al final, son cosas que surgen en las conversaciones con amigos, que escuchas en televisión, que ves en un reportaje, que escuchas en la consulta, ¡o que le escuchas a tu madre!

M.G.- Cuando hablamos sobre tu primer libro, te comenté lo ajetreada que era tu vida y lo difícil que me resultaba que sacaras tiempo para todo. No solo eres médico sino que haces teatro, diriges obras, grabas vídeos, colaboras en radio, en la tele... Entonces me decías que dormías poco y le robabas tiempo a tu familia. ¿Sigue la cosa igual?

F.F.- No duermo mucho aunque duermo, y cada vez robo menos tiempo a mi familia porque creo que es una prioridad fundamental. Las ocasiones en las que coinciden más actividades de la cuenta, y tengo que robar tiempo para estar en casa, entonces deja de compensarme. Lo que intento es organizarme aún mejor que antes, para que todas estas actividades no me roben lo que es para mí lo más importante, el tiempo en familia.

M.G.- Pero los días tienen veinticuatro horas...

F.F.- Sí, pero el año tiene trescientos sesenta y cinco días. La organización no puede ser solo diaria sino también anual. Si me pongo a escribir, sé que tengo que dedicar ciertos meses a escribir, únicamente. Si tengo un estreno de teatro y tengo que ensayar, no programo otras cosas. Si organizas la agenda anual, intentas cuadrar el resto. Ahora mismo, colaborando en Televisión Española, tengo claro cuáles son los días de grabación, pues esos días no pongo nada más. También soy más cauto ahora a la hora de cerrar compromisos a seis meses vista. De todos modos, cuando uno hace cosas que le gustan, encuentra el tiempo, aunque tengas que dormir una hora menos.

M.G.- ¿Y sigues ejerciendo de médico de familia?

F.F.- Sigo, sigo... Mi actividad laboral fundamental es pasar consulta diariamente y además es de lo que vivo. Todo lo demás son complementos y cosas que me gustan hacer, pero poco más.

M.G.- Y si hablamos de proyectos futuros, ¿qué me cuentas?

F.F.- En 2020, la compañía Síndrome Clown, que dirijo desde hace diecisiete años, cumple veinte años de permanencia. Estamos pensando en recuperar alguna obra que llevamos algún tiempo sin hacer, y buscando alguna forma de celebrarlo. Por otra parte, en breve, volveré a dirigir a Manu Sánchez en el nuevo espectáculo, y quiero seguir con esta aventura de divulgación en los medios de comunicación. Estoy muy contento con la confianza que ha depositado en mí Televisión Española, un privilegio poder utilizar la televisión pública para dar mensajes de salud sencillos y que puedan ayudar. Y también estoy muy feliz con mi colaboración en Cadena Ser. Y luego, bueno hay otros proyectos por ahí que espero que se concreten.

M.G.- ¡Tú te lo pasas pipa!

F.F.- Me lo paso fenomenal y creo que eso es fundamental 

M.G.- Pues yo me lo paso pipa también con tus libros y celebro mucho cada vez que publicas uno nuevo.

F.F.- Muchas gracias. Me alegro mucho.

M.G.- Fernando, lo dejamos aquí. Como siempre, un placer hablar contigo.

F.F.- Lo mismo digo.

Sinopsis: «¿Te puedo hablar claro?» es a la relación médico paciente lo que «tenemos que hablar» a las relaciones de pareja. No presagia nada bueno. Es una de esas preguntas que los médicos nunca deberíamos hacer en una consulta. Igual que otras como «¿y eso cómo ha llegado a ese sitio? », «¿es usted la mujer o la madre? » o «¿para qué sirve un piercing ahí?».

«¿Te puedo hablar claro?» es una pregunta necesaria antes de que abras el libro. Porque no trae buenas noticias. Ojear estas palabras puede ser ya un punto de no retorno. ¿Estás preparado para abrirlo? Puedes dejarlo cerrado y seguir siendo feliz creyendo en los cortes de digestión, evitando andar descalzo para no resfriarte, echando la cabeza para atrás cuando sangras por la nariz o pensando que si algo te pica es que está sanando. O por el contrario, puedes atreverte a leer estas páginas. 

Pero, ¿te puedo hablar claro?, este es el libro que tu madre no quiere que leas porque va a tirar por tierra muchos de sus grandes dogmas sobre la salud; y su lectura puede acarrearte acaloradas discusiones con amigos e incluso puede hacer que te expulsen del grupo de wasap de padres del colegio... 

Tras el éxito de Vengo sin Cita y Vengo de Urgencias, vuelve Fernando Fabiani (@FernandoFabiani), médico de familia, decidido a hablar claro a los pacientes. Y lo hace más directo que nunca y dispuesto a no dejar mito con cabeza utilizando para ello una herramienta infalible, el humor.

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