Miguel Gane, o lo que es lo mismo, George Mihaita, es poeta y autor de los poemarios Con tal de verte volar y Ahora que ya bailas. El escritor de origen rumano acaba de lanzarse al mundo de la narrativa con su proyecto más personal y más íntimo, contar la odisea de la inmigración, un periplo que él mismo vivió en carne propia cuando su familia, del pequeño pueblo rumano de Leresti, decide meter en una maleta sus pocas pertenencias y coger rumbo a España. El destino era Leganés, a más de tres mil kilómetros de distancia, una travesía en la que tuvieron que ver de todo para llegar a un país al que tuvieron que adaptarse con bastante dificultad.
Cuando seas mayor ha sido una lectura dura pero conmovedora, cuyos últimos capítulos te dejarán sin aliento. Mientras os hablo de mis impresiones de manera más precisa, os dejo con la entrevista al autor.
Marisa G.- Miguel, no te conocía. Cuando me hablaron de ti, me puse a investigar y descubro que en realidad eres George Mihaita.
Cuando seas mayor ha sido una lectura dura pero conmovedora, cuyos últimos capítulos te dejarán sin aliento. Mientras os hablo de mis impresiones de manera más precisa, os dejo con la entrevista al autor.
Marisa G.- Miguel, no te conocía. Cuando me hablaron de ti, me puse a investigar y descubro que en realidad eres George Mihaita.
Miguel G.- Como cuento en la novela, ser inmigrante implica perder y lo primero que pierdes es el nombre. Llegué a España y la sociedad decidió que George Mihaita era demasiado difícil de pronunciar y me pusieron Miguel. Fue una decisión unilateral que yo acepté, sin más.
M.G.- Pues Miguel, empezaste a escribir y publicar poesía. Esta es tu primera novela. Me gustaría saber cómo ha sido ese salto de un género a otro.
M.G.- La transición ha sido curiosa porque he tenido que enfrentarme a varios problemas. Para empezar, la forma de trabajar ha sido diferente. La novela requiere muchas más horas y ser más constante. Un poemario se escribe a base de impulsos.
M.G.- Pero, ¿por qué hacer una incursión en novela, contando precisamente esta historia?
M.G.- Creo que soy de las personas más indicadas para contarla. Hay pocas historias escritas sobre este tema y me apetecía mucho dar a conocer mi historia, poner sobre la mesa esta causa social y denunciar ciertas cosas. Quería enseñar al lector por qué los inmigrantes venimos a España, qué nos encontramos al llegar aquí y cómo nos adaptamos a una nueva vida.
M.G.- El tema central es la inmigración. Me gustaría saber qué opinas tú sobre el trato que damos en España a los inmigrantes, a nivel político.
M.G.- El proceso se ha producido por fases. Al principio del año 2000 hubo una gran llegada y acogida de inmigrantes de diversas partes del mundo. Llegaron muchas personas de mi país, de Ucrania, de Bulgaria,... Se generó un cierto debate político a gran escala, y se formularon muchas preguntas, por qué llegaban tantas personas. Fue muy sonado y los políticos lo usaron para hacer campaña. Posteriormente, la gente se interesó un poco más y la presencia de inmigrantes se volvió algo más aceptada. Sin embargo, con la llegada de partidos de la extrema derecha, se ha vuelto a desarrollar un rechazo contra los inmigrantes. Es algo que me cabrea mucho porque me parece repulsivo que se esté usando la inmigración y el drama de muchas personas para ganar votos. Fíjate todo lo que ha pasado con el Open Arms. No sé si lo políticos de este país pueden dormir tranquilos, sabiendo que hay gente que se muere intentando llegar un país que no los quiere.
M.G.- Y en tu día a día, cuando llegaste aquí, ¿cómo te trataron?
M.G.- Al principio fue muy complicado. Lo cuento en la novela. Cuando me apuntaron al campamento de verano, lo pasé muy mal porque no sabía español y sentía que los niños me excluían. Ni siquiera los profesores hacían algo por incluirme. Cuento también que la primera palabra en español que aprendo es rumano, y sonaba como si fuera un insulto. Llega un momento hasta que reniegas de tu país. Aunque después, cuando entré en el colegio, todo se fue normalizando. La situación se tranquilizó, los niños empezaron a incluirme en sus juegos, hablaban conmigo o me corregían sin burlarse, cuando decía alguna palabra mal. Ya de mayor, pues sí ves algo de racismo en algún momento pero España no es un país racista. Lo son solo algunas personas.
M.G.- En la novela hablas de las vivencias del protagonista pero en realidad, son tus propias vivencias. Si tuvieras que cuantificar la novela, ¿qué porcentaje sería autobiográfico?
M.G.- Más o menos, entre un setenta o un ochenta por ciento. El resto también es real porque ha ocurrido, solo que no me ha ocurrido a mí. Por ejemplo, la travesía en autobús desde Rumanía no la viví yo. Yo tuve la suerte de poder hacer el viaje en avión, una vez que mis padres se habían ya instalado en España. Pero otras muchas familias sí hicieron el viaje tal y como lo cuento en la novela. Con este relato, he pretendido que la gente se pregunte si todo lo que sucede es real y que se estremezca cuando sepa que sí lo es.
M.G.- Pues ese trayecto que el protagonista hace en autobús desde Rumanía hasta Leganés, está muy bien contado. Suceden cosas espeluznantes como los sobornos a las autoridades en las aduanas
M.G.- Eso es real. Era un secreto a voces que, cuando tenías que salir del país, tenías que sobornar a la policía. Por cada puesto fronterizo, había que soltar dinero, unos 20 € y si no los tenías, te bajaban del autobús. ¿El ser humano vale 20 €? Es horrible. Y luego, descubres los abusos policiales, el racismo, o la prostitución. El libro contiene una escena muy dura que realmente ocurre tal que así. Y si no podías cruzar la frontera, tenías que coger rutas alternativas por los Pirineos.
M.G.- Miguel, en la novela se dice que ser inmigrante implica perder pero, implica también ganar algo, ¿no?
M.G.- Sí, implica perder porque dejas atrás muchas cosas, toda tu vida, y tienes que empezar de cero. Con la creación de la vida nueva llega también la identidad nueva. Es verdad que ganas en calidad de vida pero ¿a qué precio? No he podido despedirme de gente a la que quiero porque vivo aquí, porque me tuve que ir de Rumanía. Y llega un momento en el que también se pierde ese sentido de raíz.
M.G.- ¿Tú no te sientes rumano?
M.G.- No sé cómo me siento, si rumano o español. No sería justo para la gente de aquí decir que soy rumano, y al revés tampoco. Digo que soy de donde la gente me quiere.
M.G.- La historia se podría haber contado desde la perspectiva de un adulto pero optas por elegir la voz de un niño de nueve años. ¿Te ha costado trabajo recuperar a ese niño?
M.G.- Sí, desde luego. Pero tengo la suerte de tener un hermano pequeño de diez años, con el que me identifico mucho. Pero sí que ha sido complicado narrar la historia con la voz de un niño. A veces me ocurría que ponía en su boca razonamientos y pensamientos de adulto. En esto mi editora me ha ayudado mucho. Para mí ha sido especial usar este narrador porque se ha abierto de nuevo una herida, que estaba cicatrizada pero no curada. Quería contar la historia desde la voz de un niño, sin entrar mucho en dramatismos ni en la heroicidades. Mi idea era usar una voz sencilla y cálida como un abrazo, que me permitiera transmitir empatía por los personajes.
M.G.-En algún momento, ese niño se siente culpable.
M.G.- Yo me sentía culpable porque era una boca más que alimentar en casa.
Para un niño, sentirse así es muy duro. Pensaba que mis padres podrían vivir un poco mejor, de no haber nacido yo.
M.G.- Durísimo. Pero, en la novela no solo hablas de la inmigración, vista desde tu ángulo, la parte más interesante, sino que también abordas la crueldad humana a través de unos pasajes que son ciertamente angustiosos. Y sin embargo, la novela es muy esperanzadora.
M.G.- Ese era el objetivo. Quería que la novela diera respuestas al por qué de la inmigración y que el lector entendiera que, si una familia deja su país, es porque pasa frío, hambre, no tiene agua caliente, ni inodoros, nada. Y cuando llegan aquí, ¿qué encuentran? Pues racismo, abuso policial, un mundo diferente al que se tiene que adaptar. Yo tuve que aprender a jugar, aprender un idioma, hacer nuevos amigos. Cambiarse de una ciudad a otra es duro, pero mucho más es hacerlo de un país a otro. Aún así, quería que todo fluyera por el río de la esperanza.
M.G.- ¿Has vuelto a Rumanía?
M.G.- Sí, suelo ir todos los veranos. De hecho, regreso en noviembre porque tengo un evento familiar.
M.G.- ¿Y ha cambiado mucho la Rumanía de entonces a la de ahora?
M.G.- Ha cambiado, pero no mucho. Hay avances en muchos campos y la gente es algo más abierta. La UE también ha ayudado mucho, pero queda todavía muchísimo por hacer. Por ejemplo, es un país en el que no se leen libros y tampoco se fomenta la lectura. Es una lucha que vamos a tener que afrontar los autores. Mis libros no se han publicado allí y la literatura es muy necesaria para hacernos preguntas que hasta ahora no nos hemos hecho.
M.G.- ¿Cuáles son tus proyectos futuros Miguel?
M.G.- Disfrutar con este libro y tratar de que llegue a muchos lectores. No solo por motivos editoriales o de ventas, sino porque creo que es una historia que puede ayudar a mucha gente y puede aportar cosas interesantes. Y sigo escribiendo. Tengo un poemario casi listo que espero poder publicar.
M.G.- Seguro que sí. Muchas gracias por este encuentro y suerte.
M.G.- Gracias a ti.
Sinopsis: Yo tenía nueve años y vivíamos todavía en Rumanía, en un pueblo pequeño al borde de la montaña. Recuerdo el frío, la ropa congelada, el olor a leña y las brasas del fuego apagándose en la estufa, pero sobre todo recuerdo la pobreza. Allí aprendí el significado de la supervivencia, hasta que una noche de mayo mi madre me susurró unas palabras que cambiarían mi vida para siempre: «Cuando seas mayor entenderás por qué nos fuimos».
***
A través de la mirada de un niño, Miguel Gane nos presenta en su primera novela una historia que narra el drama de la miseria de una familia y su determinante decisión de emprender un viaje a lo desconocido. Un relato de superación y de búsqueda que nos descubre la realidad de la inmigración desde una visión tan inocente como descarnada.
Puedes empezar a leer aquí.
M.G.- El proceso se ha producido por fases. Al principio del año 2000 hubo una gran llegada y acogida de inmigrantes de diversas partes del mundo. Llegaron muchas personas de mi país, de Ucrania, de Bulgaria,... Se generó un cierto debate político a gran escala, y se formularon muchas preguntas, por qué llegaban tantas personas. Fue muy sonado y los políticos lo usaron para hacer campaña. Posteriormente, la gente se interesó un poco más y la presencia de inmigrantes se volvió algo más aceptada. Sin embargo, con la llegada de partidos de la extrema derecha, se ha vuelto a desarrollar un rechazo contra los inmigrantes. Es algo que me cabrea mucho porque me parece repulsivo que se esté usando la inmigración y el drama de muchas personas para ganar votos. Fíjate todo lo que ha pasado con el Open Arms. No sé si lo políticos de este país pueden dormir tranquilos, sabiendo que hay gente que se muere intentando llegar un país que no los quiere.
M.G.- Y en tu día a día, cuando llegaste aquí, ¿cómo te trataron?
M.G.- Al principio fue muy complicado. Lo cuento en la novela. Cuando me apuntaron al campamento de verano, lo pasé muy mal porque no sabía español y sentía que los niños me excluían. Ni siquiera los profesores hacían algo por incluirme. Cuento también que la primera palabra en español que aprendo es rumano, y sonaba como si fuera un insulto. Llega un momento hasta que reniegas de tu país. Aunque después, cuando entré en el colegio, todo se fue normalizando. La situación se tranquilizó, los niños empezaron a incluirme en sus juegos, hablaban conmigo o me corregían sin burlarse, cuando decía alguna palabra mal. Ya de mayor, pues sí ves algo de racismo en algún momento pero España no es un país racista. Lo son solo algunas personas.
M.G.- En la novela hablas de las vivencias del protagonista pero en realidad, son tus propias vivencias. Si tuvieras que cuantificar la novela, ¿qué porcentaje sería autobiográfico?
M.G.- Más o menos, entre un setenta o un ochenta por ciento. El resto también es real porque ha ocurrido, solo que no me ha ocurrido a mí. Por ejemplo, la travesía en autobús desde Rumanía no la viví yo. Yo tuve la suerte de poder hacer el viaje en avión, una vez que mis padres se habían ya instalado en España. Pero otras muchas familias sí hicieron el viaje tal y como lo cuento en la novela. Con este relato, he pretendido que la gente se pregunte si todo lo que sucede es real y que se estremezca cuando sepa que sí lo es.
M.G.- Pues ese trayecto que el protagonista hace en autobús desde Rumanía hasta Leganés, está muy bien contado. Suceden cosas espeluznantes como los sobornos a las autoridades en las aduanas
M.G.- Eso es real. Era un secreto a voces que, cuando tenías que salir del país, tenías que sobornar a la policía. Por cada puesto fronterizo, había que soltar dinero, unos 20 € y si no los tenías, te bajaban del autobús. ¿El ser humano vale 20 €? Es horrible. Y luego, descubres los abusos policiales, el racismo, o la prostitución. El libro contiene una escena muy dura que realmente ocurre tal que así. Y si no podías cruzar la frontera, tenías que coger rutas alternativas por los Pirineos.
M.G.- Miguel, en la novela se dice que ser inmigrante implica perder pero, implica también ganar algo, ¿no?
M.G.- Sí, implica perder porque dejas atrás muchas cosas, toda tu vida, y tienes que empezar de cero. Con la creación de la vida nueva llega también la identidad nueva. Es verdad que ganas en calidad de vida pero ¿a qué precio? No he podido despedirme de gente a la que quiero porque vivo aquí, porque me tuve que ir de Rumanía. Y llega un momento en el que también se pierde ese sentido de raíz.
M.G.- ¿Tú no te sientes rumano?
M.G.- No sé cómo me siento, si rumano o español. No sería justo para la gente de aquí decir que soy rumano, y al revés tampoco. Digo que soy de donde la gente me quiere.
M.G.- La historia se podría haber contado desde la perspectiva de un adulto pero optas por elegir la voz de un niño de nueve años. ¿Te ha costado trabajo recuperar a ese niño?
M.G.- Sí, desde luego. Pero tengo la suerte de tener un hermano pequeño de diez años, con el que me identifico mucho. Pero sí que ha sido complicado narrar la historia con la voz de un niño. A veces me ocurría que ponía en su boca razonamientos y pensamientos de adulto. En esto mi editora me ha ayudado mucho. Para mí ha sido especial usar este narrador porque se ha abierto de nuevo una herida, que estaba cicatrizada pero no curada. Quería contar la historia desde la voz de un niño, sin entrar mucho en dramatismos ni en la heroicidades. Mi idea era usar una voz sencilla y cálida como un abrazo, que me permitiera transmitir empatía por los personajes.
M.G.-En algún momento, ese niño se siente culpable.
M.G.- Yo me sentía culpable porque era una boca más que alimentar en casa.
Para un niño, sentirse así es muy duro. Pensaba que mis padres podrían vivir un poco mejor, de no haber nacido yo.
M.G.- Durísimo. Pero, en la novela no solo hablas de la inmigración, vista desde tu ángulo, la parte más interesante, sino que también abordas la crueldad humana a través de unos pasajes que son ciertamente angustiosos. Y sin embargo, la novela es muy esperanzadora.
M.G.- Ese era el objetivo. Quería que la novela diera respuestas al por qué de la inmigración y que el lector entendiera que, si una familia deja su país, es porque pasa frío, hambre, no tiene agua caliente, ni inodoros, nada. Y cuando llegan aquí, ¿qué encuentran? Pues racismo, abuso policial, un mundo diferente al que se tiene que adaptar. Yo tuve que aprender a jugar, aprender un idioma, hacer nuevos amigos. Cambiarse de una ciudad a otra es duro, pero mucho más es hacerlo de un país a otro. Aún así, quería que todo fluyera por el río de la esperanza.
M.G.- ¿Has vuelto a Rumanía?
M.G.- Sí, suelo ir todos los veranos. De hecho, regreso en noviembre porque tengo un evento familiar.
M.G.- ¿Y ha cambiado mucho la Rumanía de entonces a la de ahora?
M.G.- Ha cambiado, pero no mucho. Hay avances en muchos campos y la gente es algo más abierta. La UE también ha ayudado mucho, pero queda todavía muchísimo por hacer. Por ejemplo, es un país en el que no se leen libros y tampoco se fomenta la lectura. Es una lucha que vamos a tener que afrontar los autores. Mis libros no se han publicado allí y la literatura es muy necesaria para hacernos preguntas que hasta ahora no nos hemos hecho.
M.G.- ¿Cuáles son tus proyectos futuros Miguel?
M.G.- Disfrutar con este libro y tratar de que llegue a muchos lectores. No solo por motivos editoriales o de ventas, sino porque creo que es una historia que puede ayudar a mucha gente y puede aportar cosas interesantes. Y sigo escribiendo. Tengo un poemario casi listo que espero poder publicar.
M.G.- Seguro que sí. Muchas gracias por este encuentro y suerte.
M.G.- Gracias a ti.
Sinopsis: Yo tenía nueve años y vivíamos todavía en Rumanía, en un pueblo pequeño al borde de la montaña. Recuerdo el frío, la ropa congelada, el olor a leña y las brasas del fuego apagándose en la estufa, pero sobre todo recuerdo la pobreza. Allí aprendí el significado de la supervivencia, hasta que una noche de mayo mi madre me susurró unas palabras que cambiarían mi vida para siempre: «Cuando seas mayor entenderás por qué nos fuimos».
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A través de la mirada de un niño, Miguel Gane nos presenta en su primera novela una historia que narra el drama de la miseria de una familia y su determinante decisión de emprender un viaje a lo desconocido. Un relato de superación y de búsqueda que nos descubre la realidad de la inmigración desde una visión tan inocente como descarnada.
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