La propuesta no podía ser más interesante. La idea de hacer una ruta literaria por la villa ducal de Osuna, un municipio de la campiña sevillana, en compañía de la autora Mari Pau Domínguez, y algunos medios de comunicación, se me antojaba del todo irresistible. No podía faltar a ese encuentro con la literatura para festejar, en cierto modo, la publicación de la nueva novela de esta autora catalana que posee importantes raíces andaluzas.
La nostalgia del limonero ha sido una lectura entrañable, cálida y reconfortante, llena de vida con todo lo que ello implica: alegrías y, en el caso de Diego y Concha, los dos protagonistas principales de esta historia, muchísimas penalidades. La nostalgia del limonero rinde homenaje a todas esas personajes que en los años 50 y 60 dejaron sus lugares de nacimiento en busca de un paraíso. Eran años de miseria y hambre, años en los que había que tomar una decisión. O te quedabas anclado a la tierra que te vio nacer, donde no existía ninguna posibilidad, o dabas un paso al frente en busca de un futuro mejor. Es lo que hicieron Diego y Concha, que optaron por abandonar Osuna y emigraron a Cataluña con la esperanza de mejorar su vida. Pero lo que allí encontraron no fue precisamente un paraíso. Aún así, la pareja consigue establecerse en Barcelona, ciudad que recibió el nacimiento de su hija Paz.
Inspirada en hechos reales, regada con multitud de anécdotas familiares y recuerdos de infancia de la misma Mari Pau Domínguez, La nostalgia del limonero es una novela que rezuma el aroma de otros tiempos. Y hasta Osuna nos desplazamos, para recorrer junto con la autora las calles, las plazas y los rincones de este pueblo, donde Diego y Concha pasaron parte de su vida, y a donde volvieron durante las vacaciones estivales. Pero Barcelona ya era su hogar.
Marisa G.- Mari Pau, hoy hemos pasado un día fabuloso. Hemos hecho un recorrido estupendo por muchos de los lugares de Osuna que aparecen en la novela. Casi he visto a Diego y a Concha paseando por estas calles.
Mari Pau D.- A mí también me ha parecido un paseo precioso. La verdad es que estoy muy contenta.
M.G.- Llevas unas ocho o nueve novelas publicadas, muchas de ellas de corte histórico. Me pregunto por qué has decidido publicar ahora la historia de tu familia.
M.P.D.- Creo que era el momento de dar voz a tantas personas que vivieron como mis padres. El momento político y social por el que pasa Cataluña me hizo comprender que una novela como esta tenía que ver la luz. Es algo que jamás me había planteado, contar las vivencias de mis padres, pero resulta necesario hablar de todas esas personas que, como mis padres, marcharon a Cataluña entre los años 50 y 60 para trabajar, para deslomarse y dejarse casi la vida, en sentido prácticamente literal, como ocurrió a tantos que sufrieron las riadas de Barcelona en el año 1962. Todos esos hombres y mujeres que dejaron atrás su lugar de origen y emigraron a Cataluña contribuyeron con un grandísimo esfuerzo, con renuncia y muchas dificultades a construir, mejorar y a hacer más próspera una parte de España. Tenía que contar esta historia, y no por mi familia, sin por reflejar la vida tan dura de tantos miles de personas. Ahora era el momento, ahora que hay muchos dirigentes políticos, algunos de ellos en prisión, que creyeron tener el derecho de segregar una parte de España, saltándose la ley, incluso. ¿Pero qué derecho? Con toda esta situación convulsa, mi madre me decía que, ahora que ya se sentía catalana, ¿qué iba a pasar?, si ahora iba a tener que decir que tenía al resto de su familia en el extranjero, en otro país. Y encima, escuchas a ciertos políticos decir que los catalanes no tienen nada que ver con los andaluces, como si vinieran de otro planeta. Es demencial, cuando resulta que hasta aquí han llegado tantas y tantas personas de fuera, cuando somos catalanes mezclados. Precisamente esa mezcla es lo que enriquece.
Esta novela está teniendo mucha repercusión. Hay muchos hijos de emigrantes, gente que me ha escrito o me ha llamado para darme las gracias, porque se ven reflejados en la historia, o son capaces de ver a sus propios padres en Diego y en Concha.
M.G.- Cuentas la historia de tus padres como un reflejo de todos esos andaluces, extremeños, murcianos que se marcharon a Cataluña. Casi se puede definir esta novela como la historia de un éxodo.
M.P.D.- Puede ser sí. Además era muy curioso porque, generalmente un miembro de la familia marchaba a Cataluña, en plan avanzadilla, a comprobar si realmente aquel era el paraíso que le habían contado. Y una vez que ese primer emigrante se asentaba, entonces llegaban los demás. Obviamente, Cataluña no era un paraíso. Allí pasaban muchas dificultades pero, desde luego, estaban mucho mejor que en el pueblo.
Los emigrantes solían vivir todos agrupados en la periferia. Era su manera de protegerse, de cuidarse y ayudarse los unos a los otros. Eran como guetos en los que resultaba más fácil sobrevivir porque, además, era la parte más económica de Barcelona. Así se forjó el Cinturón Rojo, formado por los pueblos de la periferia, donde era fácil conseguir el voto socialista, de ahí lo de Cinturón Rojo.
M.G.- La novela la construyes con dos hilos narrativos. Por un lado está el pasado, la historia de Concha y Diego, pero también hay un presente más reciente con un toque de suspense. Las dos líneas van avanzando de forma paralela.
M.P.D.- Así es, ha sido una estructura compleja pero a la vez apasionante porque esto, o te sale bien o es un pastiche. Procuré emplearme a fondo para que todo casara bien.
Efectivamente, hay una trama sentimental de suspense con la que invito al lector a acompañar a Paz, la hija de Diego y Concha. Es un viaje que tiene muchos caminos y muchas posibilidades de desembocar en una cosa o en otra, un viaje hacia el pasado en el que Paz, sin habérselo planteado hasta ese momento, decide emprender una búsqueda. He procurado que el lector se identifique con ella y, conociendo su historia, emita sus propias reflexiones.
M.G.- Estamos ante una novela y, como tal, hay ficción pero, escuchándote a lo largo del día de hoy, me doy cuenta de que gran parte de la novela es real. Hay muchos episodios sacados de la realidad.
M.P.D.- Es una novela muy real. Y las cosas que no pasaron, que son invención literaria, están tan al hilo de todo lo que aconteció que también parecen reales. En esta novela me he esforzado mucho para que los personajes parezcan de carne y hueso, para que los puedas imaginar perfectamente, caminando por la calle.
M.G.- Por eso la novela llega tanto al lector porque la sentimos, casi la podemos palpar. Los personajes son extremadamente humanos.
M.P.D.- Esa era la intención, que fuera una historia y unos personajes con los sentimientos a flor de piel, que fuera una novela que tuviera emoción y emocionara. En el fondo, es como la vida, en la que pasas rachas más emotivas que otras, o en la que a veces estás de vuelta de todo. De una manera u otra, el ser humano necesita sentir y eso es lo que pretendido con esta novela, que el lector sienta.
M.G.- Hablando de los personajes, algunos van a evolucionar más que otros. En su juventud, Diego era una persona muy echada para delante, que podía con todo. Sin embargo, tras vivir las riadas del 62, cambia radicalmente. Y será Concha la tome las riendas de la familia. Son dos personajes que evolucionan pero en direcciones opuestas.
M.P.D.- A ellos les ocurre como puede ocurrirle a cualquiera en la vida. Concha es una mujer que nunca ha salido de su pueblo, que no la dejaron estudiar, que no le permitieron ser lo que ella quería. Le han cortado tanto las alas que, cuando se ve en Barcelona, en la capital de la modernidad en esa época, tiene mucho más claro que Diego que de ahí no se van a mover. Es verdad que tendrán que pasar por situaciones tremendas pero ella racionaliza la situación y sabe que, por muy mal que estén en Barcelona, en el pueblo estarán aún peor. Concha, como muchas de las mujeres de la época, tenía un sentido práctico de la vida, mucho más que los hombres. Así que, al final se quedan en Barcelona y hacen allí su vida porque es ella la que va a tirar del carro.
Diego, a partir de las riadas, vivió el resto de su vida con la esperanza y la añoranza de regresar a Osuna, pero Concha sabía que en Osuna no tenían nada que hacer.
De todos modos, hubo mujeres que también tiraron la toalla. Concha tiene una gran amiga, emigrante como ella, que acaba tomando una decisión muy dramática, porque no puede soportar las dificultades, porque todo le sobrepasa, porque no se siente en ningún sitio y porque la vida le pesa. Pero por lo general, las mujeres aguantaron y tiraron del carro. Estoy convencida de que muchos hombres, si hubieran estado solos, se hubieran vuelto a sus pueblos, aunque allí no hubiera habido ni futuro ni presente.
M.G.- Mari Pau es la creadora de Paz. Pau y Paz. Es inevitable preguntarte, ¿qué hay de la autora en el personaje?
M.P.D.- En Paz hay buena parte de mí. Es un personaje en el que se ve perfectamente lo que me inculcaron mis padres, especialmente mi madre. Paz es un personaje que tiene mucho que ver conmigo, en cuanto a la fuerza, a la idea de que en la vida tienes que marcarte un destino, y luchar por él, como sea. Hay que hacerlo y no rendirse nunca. Paz es idéntica a mí en eso. Ni ella ni yo nos rendimos nunca, pase lo que nos pase. Es algo que me inculcó mi madre y me siento muy orgullosa de ello.
M.G.- Es una novela donde hay personajes muy buenos, gente buena que ayuda a los demás, pero también hay villanos.
M.P.D.- Como en la vida misma. Además, en casi todas las familias, si empiezas a rascar un poco, salen unas historias terribles. Envidias y miserias, hay en todas las familias, y en la de Cocha y Diego también.
M.G.- La novela está colmada de citas. Aparece mucho Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa. ¿Por qué la elección de tantas citas?
M.P.D.- Se trataba de contar una crónica sentimental, que tenía mucho que ver conmigo y mi familia, pero quería también hacer un recorrido literario por aquellos autores que han sido tan importantes para mí. La literatura me ha ayudado muchas veces en mi vida. Y a Paz le pasa igual. Si te fijas ella era una niña que, al crear mundos ficticios o leerlos, se abstraía de la vida que llevaba en un barrio que no le acababa de gustar. Sin embargo, era la vida que tenía que llevar. La literatura ayudó a Paz, tanto como me ayudó a mí, de ahí la inclusión de tantas citas.
M.G.- La horquilla temporal es muy amplia. Abarca de los años 50 hasta prácticamente la actualidad. En ese transcurso, no solo vamos a ver evolucionar a los personajes, como ya henos hablado, sino también vamos a ver cambiar las ciudades. Es algo que se ve especialmente en Barcelona.
M.P.D.- Es precioso ir viendo la evolución de una ciudad tan grande como Barcelona. Los pueblos no evolucionan tanto aunque, por suerte, Osuna ya no es la que era. Pero en Barcelona sí se ve una evolución importante, especialmente en los años 80, previos a las Olimpiadas.
M.G.- La novela no tiene tintes políticos pero sí me ha llamado la atención la última frase de la Nota Preliminar. Me ha parecido una frase cargadísima de significado.
M.P.D.- Claro, claro. Deliberadamente en la novela no hay de política, pero nada de nada. Sin embargo, sí hay una declaración de intenciones previa. Precisamente empezábamos así esta entrevista, con el por qué de esta historia ahora, pues porque parte de un momento político y social muy determinado y quería dejar claro eso. Cataluña era de todos, es de todos, y esperamos y aspiramos a que Cataluña siga siendo de todos. Pero igual que Galicia, Andalucía o Madrid. Es una declaración de intenciones y con eso es suficiente. No quiero hacer un alegato político con la novela porque, además no es necesario. El lector, cuando terminar de leerla, será capaz de sacar sus propias conclusiones. Es mucho más interesante que el lector haga ese ejercicio, a que se lo de todo mascado.
M.G.- El título no puede ser más bonito. Ese limonero es todo un símbolo.
M.P.D.- Es un símbolo precioso. Ese limonero simboliza la añoranza y la nostalgia que acompaña a los personajes en muchos momentos. Es un recuerdo que tengo de mi infancia. Cuando acababan las vacaciones, mi padre metía limones gigantes e inmensos en un saco y nos los llevábamos a Barcelona. No sé como aguantaban meses y meses en el frigorífico. Eso ya no ocurre pero, aquellos limones, tenían una cáscara muy gorda. Es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de mi infancia.
M.G.- Hoy hemos hecho un recorrido por Osuna, ¿qué queda de la Osuna de Concha y de Diego?
M.P.D.- Queda el alma del pueblo, quedan sus calles, como la calle Carrera, San Pedro o Sevilla. Queda el cine San Pedro, aunque se cae a pedazos, pero parece que lo van a rehabilitar, y menos mal que no van quitarlo para poner una hamburguesería como ocurría en Madrid. Quedan sus palacios o, al menos, las fachadas, con esas piedras que tienen alma propia. Yo lo siento así.
M.G.- Y quedan tus recuerdos, Mari Pau.
M.P.D.- También mis recuerdos, es verdad.
M.G.- Bueno, pues yo te agradezco este paseo tan bonito que hemos dado por el pueblo de tus padres. Te agradezco de corazón esta jornada tan interesante que hemos pasado a tu lado y felicidades por la novela, porque es preciosa.
M.P.D.- Muchas gracias a ti. Me alegro que te haya gustado.
Sinopsis: En las páginas de esta novela al lector le parecerá que se reencuentra con viejos conocidos, casi parientes muy cercanos cuya historia no sólo merece sino que conviene recordar: sus protagonistas son Concha, andaluza emigrada a Cataluña en los años 60, y su hija Paz.
Tras un traumático divorcio que la deja prácticamente en la ruina, económica y también emocional al comprobar que su matrimonio había sido una farsa, Paz regresa a la antigua casa familiar, un lugar del que se fue para no volver. Estaba harta de ser «la catalana» durante los veranos en el pueblo de Sevilla de donde proceden y «la andaluza», el resto del año en su barrio de Barcelona. Vuelve con muchas cuentas pendientes y una amarga sensación de fracaso que cuadra muy bien con la crisis social y política del país.
Paz nunca ha conocido los detalles de la historia de su madre, Concha, una mujer llena de energía y pasión, que va plantando cara a los reveses que se le van presentando: la decepción de su matrimonio, las terribles riadas del 1962, la dureza de los primeros años en Cataluña, la imposibilidad de realizarse a través de una historia de amor en la madurez, y la distancia cada vez mayor con su única hija, en la que proyecta todas sus ilusiones.
Sinopsis: En las páginas de esta novela al lector le parecerá que se reencuentra con viejos conocidos, casi parientes muy cercanos cuya historia no sólo merece sino que conviene recordar: sus protagonistas son Concha, andaluza emigrada a Cataluña en los años 60, y su hija Paz.
Tras un traumático divorcio que la deja prácticamente en la ruina, económica y también emocional al comprobar que su matrimonio había sido una farsa, Paz regresa a la antigua casa familiar, un lugar del que se fue para no volver. Estaba harta de ser «la catalana» durante los veranos en el pueblo de Sevilla de donde proceden y «la andaluza», el resto del año en su barrio de Barcelona. Vuelve con muchas cuentas pendientes y una amarga sensación de fracaso que cuadra muy bien con la crisis social y política del país.
Paz nunca ha conocido los detalles de la historia de su madre, Concha, una mujer llena de energía y pasión, que va plantando cara a los reveses que se le van presentando: la decepción de su matrimonio, las terribles riadas del 1962, la dureza de los primeros años en Cataluña, la imposibilidad de realizarse a través de una historia de amor en la madurez, y la distancia cada vez mayor con su única hija, en la que proyecta todas sus ilusiones.