Editorial: Destino
Premio Nadal 2020
Fecha publicación: febrero, 2020
Precio: 20,00 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 224
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubiertas
ISBN: 9788423356935
[Disponible en eBook y Audiolibro;
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Autora
Ana Merino (Madrid 1971) es una escritora que lleva veinticuatro años viviendo en Estados Unidos. Catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales en la Universidad de Iowa, en 2011 fundó el MFA de Escritura Creativa en Español, que dirigió hasta diciembre de 2018. Ha publicado nueve poemarios, entre los que destaca Preparativos para un viaje, galardonado con el Premio Adonáis de Poesía en 1994, y es autora de varias obras de teatro estrenadas en Zúrich y Iowa. Ha sido pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic y ha escrito diversos ensayos especializados. Ha sido columnista de opinión para El País, miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (ICAF), del Comité Directivo del Center for Cartoon Studies (CCS), del Consejo Directivo de Iowa City Unesco Ciudad de la Literatura, y en la actualidad es miembro de la Junta Directiva del Teatro Riverside de la ciudad de Iowa. El mapa de los afectos es su primera novela.
Sinopsis
Valeria, una joven maestra de escuela que tiene una relación secreta con Tom, que le lleva treinta años, se enfrenta al dilema de los sentimientos y quiere entender el significado del amor. En el pueblo donde enseña, Lilian desaparece sin motivo aparente mientras su marido está en la otra punta del mundo. Greg, un hombre a quien le pierden las mujeres, frecuenta un club de alterne de los alrededores para ahuyentar su descontento, hasta que un día se ve descubierto de la peor manera posible.
A partir de momentos como estos en el transcurrir de una pequeña comunidad rural, nos adentramos en los misterios cotidianos de sus habitantes. Las vidas de todos ellos no solamente se irán cruzando a lo largo de más de dos décadas, sino que estarán condicionadas por la fuerza magnética de los afectos, la aleatoriedad del azar o por la justicia poética que a veces nos traen los acontecimientos más inesperados.
El mapa de los afectos persigue el rastro de las personas que construyen las historias escondidas de los lugares; sitios donde se evocan ausencias, sucesos extraños, donde ocurren crímenes inexplicables, se convive con las tensiones personales y familiares y donde solo la pulsión del bien sedimenta el poso necesario para seguir viviendo.
[Información tomada directamente del ejemplar]
El Premio Nadal es el más antiguo de España. Se entrega desde 1945 por Ediciones Destino, fundada por los editores del antiguo Semanario Destino, que hoy forma parte de los muchos sellos que se agrupan bajo el paraguas de la Editorial Planeta. El Nadal, que debe su nombre a Eugenio Nadal Gaya, redactor jefe del semanario, y fallecido a los 27 años, siempre ha gozado de mucho prestigio en el sector. Aunque nació con vocación de premiar a nuevas promesas, tras unirse a Planeta, el premio comenzó a concederse a figuras ya destacadas del panorama literario español. Entre los premiados figuran Carmen Laforet, Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Juan José Millás, Rosa Regás, y un largo etcétera de nombres conocidos por todos los lectores, al que ahora hay que unir el de Ana Merino. La autora, pareja de Manuel Vilas e hija de José María Merino, ha conseguido con su novela, El mapa de los afectos, alzarse con el premio en este 2020.
Situemos la acción antes de desgranar la novela. La trama de El mapa de los afectos se desarrolla en un pueblo del Medio Oeste americano. Podría tratarse de Ackworth, Clayton, Marysville o Portland, municipios de ese Iowa que Merino conoce bien, de no más de cien habitantes, con su iglesia y su pastor, su taller de vehículos, su cafetería e incluso su prostíbulo. Un lugar al que no le falta su bosque, donde Samuel, un joven lector de cómics, acostumbra a refugiarse. Samuel es un duende invisible, "un gran observador del bosque, el vigilante de los murmullos", que anota en su cuaderno todo lo que ocurre ante sus ojos. Será testigo de los encuentros clandestinos de Tom y Valeria, una maestra de primaria, treinta años más joven que él. Pero, de este pueblo de la América profunda también conoceremos a:
- David, tío de Samuel; lo más parecido a un padre para el chico, pues el verdadero es militar y siempre anda de misión.
- la señora Dolan, camarera del restaurante familiar, cuya hija Lilian desapareció hace un año sin dejar rastro.
- Maggie Curtis, a la que aún le arde la herida que le dejó la muerte súbita de su hija.
- Greg, compañero de trabajo de David, señalado con el dedo, pues estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
- Gina, la dentista del pueblo, que se deja llevar por la paranoia.
- Emily, una bailarina de streptease que sueña con otra vida.
- Aurora Altano, ejecutiva española destinada a Iowa, más como un castigo que como un incentivo.
- Marcela Sánchez, una emigrante con incapacidad para decir no.
- Irene, el único familiar de su tía Claire que acude al entierro de esa cascarrabias.
Y otros más... Pero, ¿quién es el protagonista de esta novela? En realidad, lo son todos ellos. Ana Merino ha querido poner el foco de atención sobre el concepto de comunidad, de sociedad pequeña, recóndita y profunda, donde todos se conocen y donde todos están más o menos conectados. Y así ocurre en El mapa de los afectos, que cuenta con una trama en las que todos los personajes están vinculados e interactúan entre ellos.
Al leer esta novela, no dejaba de recibir imágenes en mi mente. Para mí, El mapa de los afectos ha sido como la imagen que proyecta un caleidoscopio, formada por multitud de figuras geométricas, de vivos colores, que componen un todo. Y es que esta novela se construye sobre la unión de pequeñas historias, -veintidós más un epílogo, para ser exactos-, cada una con sus propios personajes, que por sí solas tendrían su significado, pero que, al agruparlas, su valor aumenta y componen un trabajo de patchwork.
El inicio de El mapa de los afectos me recordó a mi infancia, gracias a Samuel, ese niño que se refugia en el bosque, construyendo su propio mundo. Yo pasé los veranos de mi infancia en una casa en mitad del campo, rodeada de olivos a los que me subía y donde dejaba volar mi imaginación. Pero, entre estas páginas, también me he reconocido en mi edad adulta. Hay emociones y sentimientos universales que a todos nos sonarán, como ese deseo de dar consuelo al prójimo para paliar su dolor, mientras el doliente escucha sin escuchar, manteniendo la cabeza gacha. Y es que las emociones, y también los afectos, son iguales en cualquier parte del mundo. Por eso le pregunté a Merino si los españoles somos tan distintos a los estadounidenses (puedes leer la entrevista aquí). Y no, no somos tan distintos.
La autora compone un entramado de personajes a los que ha retratado con mucha profundidad psicológica. Son hombres y mujeres que no dejan de pensar constantemente. Así que el lector terminará por conocerlos bien, por saber qué sueños tenían y con qué se han tenido que conformar. De igual modo, las atmósferas también están perfectamente delimitadas. Las escenas que transcurren en la nieve transportan al lector a un silencio amortiguado, frente a esas otras que ocurren en el sur de España -otro escenario de esta novela-, en una época en la que el calor incomoda e incordia.
Escrita en tercera persona, en El mapa de los afectos se intuye los que Ana Merino tiene a su alcance, pequeños detalles que la identifican. Cuenta la novela, además, con un ritmo pausado, avivado momentáneamente por la perpetración de un crimen, aunque no es una novela de género. Más bien diría que es una novela de ambientes, de espacios, en los que las conversaciones escuchadas a medias, los malentendidos y las casualidades provocan una catástrofe. Me recordó un poco a Fargo, a ese universo Cohen donde a veces ocurren carambolas insólitas, por donde también transitan los abusos, el alcoholismo y los sueños rotos.
Con una línea temporal que fluctúa, abarcando desde el 2004 al 2019, y con la que el lector tiene que hacer una labor de recomposición, de El mapa de los afectos se ha dicho que es la novela de la bondad. Al menos, el lector encuentra justicia poética entre estas páginas. Sea como fuere, para mí ha sido una lectura visual, una ventana abierta a un territorio, inhóspito en ocasiones, por donde camina el ser humano.
Situemos la acción antes de desgranar la novela. La trama de El mapa de los afectos se desarrolla en un pueblo del Medio Oeste americano. Podría tratarse de Ackworth, Clayton, Marysville o Portland, municipios de ese Iowa que Merino conoce bien, de no más de cien habitantes, con su iglesia y su pastor, su taller de vehículos, su cafetería e incluso su prostíbulo. Un lugar al que no le falta su bosque, donde Samuel, un joven lector de cómics, acostumbra a refugiarse. Samuel es un duende invisible, "un gran observador del bosque, el vigilante de los murmullos", que anota en su cuaderno todo lo que ocurre ante sus ojos. Será testigo de los encuentros clandestinos de Tom y Valeria, una maestra de primaria, treinta años más joven que él. Pero, de este pueblo de la América profunda también conoceremos a:
- David, tío de Samuel; lo más parecido a un padre para el chico, pues el verdadero es militar y siempre anda de misión.
- la señora Dolan, camarera del restaurante familiar, cuya hija Lilian desapareció hace un año sin dejar rastro.
- Maggie Curtis, a la que aún le arde la herida que le dejó la muerte súbita de su hija.
- Greg, compañero de trabajo de David, señalado con el dedo, pues estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
- Gina, la dentista del pueblo, que se deja llevar por la paranoia.
- Emily, una bailarina de streptease que sueña con otra vida.
- Aurora Altano, ejecutiva española destinada a Iowa, más como un castigo que como un incentivo.
- Marcela Sánchez, una emigrante con incapacidad para decir no.
- Irene, el único familiar de su tía Claire que acude al entierro de esa cascarrabias.
Y otros más... Pero, ¿quién es el protagonista de esta novela? En realidad, lo son todos ellos. Ana Merino ha querido poner el foco de atención sobre el concepto de comunidad, de sociedad pequeña, recóndita y profunda, donde todos se conocen y donde todos están más o menos conectados. Y así ocurre en El mapa de los afectos, que cuenta con una trama en las que todos los personajes están vinculados e interactúan entre ellos.
Al leer esta novela, no dejaba de recibir imágenes en mi mente. Para mí, El mapa de los afectos ha sido como la imagen que proyecta un caleidoscopio, formada por multitud de figuras geométricas, de vivos colores, que componen un todo. Y es que esta novela se construye sobre la unión de pequeñas historias, -veintidós más un epílogo, para ser exactos-, cada una con sus propios personajes, que por sí solas tendrían su significado, pero que, al agruparlas, su valor aumenta y componen un trabajo de patchwork.
El inicio de El mapa de los afectos me recordó a mi infancia, gracias a Samuel, ese niño que se refugia en el bosque, construyendo su propio mundo. Yo pasé los veranos de mi infancia en una casa en mitad del campo, rodeada de olivos a los que me subía y donde dejaba volar mi imaginación. Pero, entre estas páginas, también me he reconocido en mi edad adulta. Hay emociones y sentimientos universales que a todos nos sonarán, como ese deseo de dar consuelo al prójimo para paliar su dolor, mientras el doliente escucha sin escuchar, manteniendo la cabeza gacha. Y es que las emociones, y también los afectos, son iguales en cualquier parte del mundo. Por eso le pregunté a Merino si los españoles somos tan distintos a los estadounidenses (puedes leer la entrevista aquí). Y no, no somos tan distintos.
"Es la empatía con el sufrimiento ajeno lo que más estimula las heridas y saca de dentro un abanico de angustias reales o imaginarias."[Pág. 32- 33]
La autora compone un entramado de personajes a los que ha retratado con mucha profundidad psicológica. Son hombres y mujeres que no dejan de pensar constantemente. Así que el lector terminará por conocerlos bien, por saber qué sueños tenían y con qué se han tenido que conformar. De igual modo, las atmósferas también están perfectamente delimitadas. Las escenas que transcurren en la nieve transportan al lector a un silencio amortiguado, frente a esas otras que ocurren en el sur de España -otro escenario de esta novela-, en una época en la que el calor incomoda e incordia.
Escrita en tercera persona, en El mapa de los afectos se intuye los que Ana Merino tiene a su alcance, pequeños detalles que la identifican. Cuenta la novela, además, con un ritmo pausado, avivado momentáneamente por la perpetración de un crimen, aunque no es una novela de género. Más bien diría que es una novela de ambientes, de espacios, en los que las conversaciones escuchadas a medias, los malentendidos y las casualidades provocan una catástrofe. Me recordó un poco a Fargo, a ese universo Cohen donde a veces ocurren carambolas insólitas, por donde también transitan los abusos, el alcoholismo y los sueños rotos.
Con una línea temporal que fluctúa, abarcando desde el 2004 al 2019, y con la que el lector tiene que hacer una labor de recomposición, de El mapa de los afectos se ha dicho que es la novela de la bondad. Al menos, el lector encuentra justicia poética entre estas páginas. Sea como fuere, para mí ha sido una lectura visual, una ventana abierta a un territorio, inhóspito en ocasiones, por donde camina el ser humano.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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