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NADIE ME CONTÓ de Astrid Gil-Casares

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Editorial: La esfera de los libros
Fecha publicación: Febrero, 2020
Precio: 19,90 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 307
Encuadernación: Tapa  blanda con solapas
ISBN: 9788491647492
Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Astrid Gil-Casares Marlier nació en Madrid en 1973, de padre español y madre francesa. Aun creciendo en Madrid, su educación fue francesa; primero en colegio Union Chrétienne de Saint Chaumond y después en el Liceo Francés. Estudió Economía y Marketing y habla seis idiomas. Antes de casarse, trabajó durante años en Banca de Inversión en Paris y Londres. Esta es su primera novela después del guion de la película ¿Qué te juegas? (2019).

Astrid está divorciada y vive en Madrid con sus tres hijas.

Sinopsis

Nadie me contó podría ser la historia de un sueño cumplido, pero en realidad es la de un sueño truncado. El destino le depara a Gaelle conocer al hombre de su vida: inteligente, atractivo, carismático, seductor, poderoso y rico. Tan perfecto que no parece real.

Porque no lo es. A Gaelle nadie le contó qué pasa después del «y comieron perdices». Qué pasa cuando tú sigues enamorada pero la otra persona no. Qué pasa cuando comienzan los desplantes, cuando a tu pareja ya no le gusta nada de ti pero no te deja ir.

Salir de un matrimonio así, y con dos niños, no es sencillo. Hacerlo sin perder tu identidad parece imposible. Volverte a enamorar, impensable. Gaelle lo conseguirá porque es una luchadora. Una guerrera tatuada cuyos símbolos grabados de forma indeleble en su piel son su protección y su armadura.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Las rupturas sentimentales, sean de la índole que sean, no son fáciles ni siquiera para quienes las anhelan. Si hablamos de matrimonios con hijos, la cosa se complica mucho más pues, en ocasiones, los niños suelen ser moneda de cambio, o armas arrojadizas con las que combatir en una batalla, en la que todos pierden. Para unos hijos, ver cómo los pilares de sus vidas se desmoronan ante sus ojos, cómo aquellos que siempre han sido un ejemplo, se enzarzan en disputas llenas de gritos y reproches, es una escena muy dolorosa que dejará huella para siempre. Y los adultos, ciegos por la rabia, se empeñan en devolver todo el dolor recibido, en infringir todo el mal del que han sido víctimas, entrando en una espiral de destrucción y auto-destrucción. Los divorcios no son plato de buen gusto para nadie. Como digo, ni siquiera para los que contemplan esa opción como única salida.

Astrid Gil-Casares narra en Nadie me contó, su primera novela, una historia de reconstrucción y renacimiento. La acciónse inicia cuando a Gaelle le comunican que su divorcio ya es oficial. Han sido dieciocho meses de duras negociaciones y, por fin, ha conseguido cortar todos los hilos que la unían a su exmarido Sebastián, con quien estuvo casada quince años y junto al cual vivió un cuento de hadas, hasta que el príncipe se transformó en rana. La noticia la coge en un avión de vuelta a casa, tras pasar unos días en Formentera con sus dos hijos, Lucas y Bruno, de 7 y 8 años. Cuando aterriza en Madrid, es ya una mujer oficialmente divorciada. ¿Y ahora, qué? 

El divorcio le provoca bienestar y tranquilidad, pero las marcas de un matrimonio en el que solo ha escuchado palabras de desprecio siguen resonando en sus oídos. Ha dejado atrás la casa familiar, esa de la que tuvo que salir casi con prisas, de la que jamás se tuvo que ocupar, para mudarse a un hogar más modesto, a las afueras de Madrid. Deberá desarrollar un plan estratégico, encargarse de las cotidianidades, y volver a trabajar para ocupar su tiempo y sentirse útil. Aunque estudió y trabajó como arquitecta, hace quince años que no pisa un estudio y no dibuja una sola línea. Se siente desfasada. El mundo de la arquitectura ha cambiado tanto en el enfoque como en las herramientas digitales a emplear. A duras penas, ella recuerda el manejo de Autocad. Para resurgir de sus cenizas, cual ave Fénix, acudirá a sus amigos, a los pocos que no se han posicionado en favor de su exmarido. A través de Miguel, conseguirá una nueva oportunidad laboral, un periodo de prueba en un estudio, donde tendrá que demostrar su valía. Ya veremos si lo consigue o no. En cuanto a los asuntos del corazón, eso queda en manos del destino. Aunque surgirá un nombre, Felipe.

En resumen, Nadie me contó narra la historia de una mujer que tiene que rehacer su vida después de un complicado divorcio. Hasta aquí, es una historia bastante común en nuestros tiempos. Máxime en este año, en el que, al parecer, se han disparado los divorcios. Así que habrá lectores, más concretamente lectoras, que quizás esperen encontrar en esta novela su propio reflejo. No obstante, en este punto tengo que advertir algo. Gaelle posee una situación económica y social que no se parece en nada a la mía y, muy probablemente, tampoco a la tuya, lectora. Ella pertenece a un estatus privilegiado, al que solo una minoría tiene acceso, pero ¿acaso eso libra del sufrimiento? Dicen que las penas con pan, son menos penas. Pero también se suele decir que el dinero no da la felicidad (aunque ayuda, añado yo). Aun así, creo que, cuando se trata de emociones, de dolor y sufrimiento, todos somos iguales. Por eso, considero que Nadie me contó es una novela que hay que leer abstrayéndonos de la realidad material de Gaelle, para dar prioridad a lo emocional. Creo que, cuando uno deja atrás las luces y la purpurina, cuando se encierra en la oscuridad de su habitación, todos los corazones laten del mismo modo. 

Digo todo esto porque, en la novela, vamos a ver cosas que es posible que te chirríen un poco. A mí, al menos, me ocurrió así. Por ejemplo, Gaelle olvida constantemente las llaves de su casa, lo que la obliga a llamar frecuentemente a Adrián, el cerrajero, con el que casi entabla una relación de amistad. Tampoco sabe cocinar, ni hacer la compra, ni calibrar la cantidad de alimento que hace falta para dar de comer a tres personas. Además, por si todo esto fuera poco, viaja a lugares exóticos como la Costa Esmeralda, Florencia o Mykonos, donde tiene amigos multimillonarios que organizan excursiones en barco y fiestas de lujo. Confieso que me quedé perpleja y entiendo que a ti, lector, también te ocurra. Por eso, cuando estos pensamientos comenzaron a surgir, opté por frenarme en seco, y decidí colocarme en la piel de la protagonista. Si yo hubiera estado casada quince años con un rico empresario, de gran fortuna, viviendo una vida de lujo; si hubiera estado quince años viviendo en una casa de la que no me tenía que ocupar, sin pensar en el valor de las cosas, sin preocuparme de hacer la compra, ni de cocinar; si, llegara a la hora que llegara a mi casa, siempre iba a encontrar a alguien dentro que me abriera la puerta; si yo hubiera vivido todo esto, seguramente me ocurriría igual que a Gaelle y estaría tan perdida como ella, tras cambiar radicalmente de vida. Por eso, insisto en que, para leer esta novela es fundamental ponerse en su piel, y centrarnos en su corazón. 

Y es que, tener dinero no te exime de ser una marioneta en manos de quien amas. Tampoco evita que a tus oídos lleguen frases como "La próxima vez quédate en casa, no sirves ni como compañía"o "Esta es Gaelle. Una vieja conocida, como bien sabrás", dicho con un desprecio inigualable. Esos son los dardos envenenados que Gaelle ha estado recibiendo de su exmarido Sebastián, durante el matrimonio. Es un tipo que jugó con dos barajas, que tiene dos caras -la pública y la privada-, y al que he aborrecido con todas mis fuerzas. Es inevitable que odiemos a Sebastián, pero hay que tener en cuenta que la historia la conocemos de mano de de ella, con lo que la visión es parcial y subjetiva. 

De Gaelle, como personaje, me gustan varias cosas. Primero su capacidad para reinventarse. Quizá, otra mujer en su situación, se hubiera decantado por exprimir a su exmarido a través de acuerdos millonarios y pensiones alimenticias para, sin grandes lujos, poder ir tirando y no volver a dar palo al agua durante un tiempo. Gaelle, no. Ella quiere recuperar las riendas de su vida y su independencia, también la económica. De ahí que se esfuerce en hacerse hueco en el mundo laboral, aunque ello suponga enfrentarse a una ardua tarea de reciclaje. Por otra parte, sus emociones me han resultado muy creíbles.  ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué una mujer no denuncia un maltrato físico o psicológico? Las hay que no lo hacen por miedo a las represalias, pero también las hay que no lo hacen porque se sienten culpables, porque su maltratador les ha comido tanto la cabeza, que se invierten las tornas, y las hacen sentir responsables. A Gaelle le pasa eso. Durante mucho tiempo, creyó ser la causante de todo lo que iba mal en su matrimonio. Para que te manipulen no importa si eres alta o baja, guapa o fea, rica o pobre, con estudios o sin ellos. Para que una manipulación surta efectos basta con que la otra persona ejerza poder sobre ti, y tú lo permitas, si eres más débil de espíritu.

"Había plantado cara a los sentimientos de culpabilidad y vergüenza que no tenían más base que mi propia confusión. La confusión de alguien cuyas heridas le hacen creerse no víctima, sino responsable de los hechos".  [pág. 14]

Por otra parte, Gaelle, a pesar de ser una mujer muy conocida, de ser la ex de alguien muy poderoso, o de ocupar portadas de revista, entiende que tiene que demostrar su valía en el trabajo, que no basta con airear un certificado de matrimonio o, en su caso, una sentencia de divorcio, para conseguir lo que pretende. A ello se une la importancia que da a sus hijos, a los que antepone por encima de todo. Me parece un personaje humano y creíble, cuando tiene que esgrimir antes sus jefes un discurso sobre la conciliación laboral y familiar, hecho que no hubiera sido necesario si en vez de una protagonista, esta novela hubiera tenido un protagonista.

Y es que, en Nadie me contó, la mujer es centro de universo. Esta historia me ha parecido muy matriarcal, donde hombres, como Miguel o Felipe, tienen su importante protagonismo. Sin embargo, si no fuera por Olivia (hermana de Gaelle); Cristina, Triana, Amanda o Martina (las amigas);  Brigitte (la madre); la abuela; o Michelle (la asistente)  esta historia no hubiera existido. Todas estas mujeres orbitan alrededor de Gaelle. Algunas serán apoyo y otras se verán obligadas a tomar una decisión dolorosa, que no denota más que hay mujeres que pagan un precio muy caro por una vida de confort. De cualquier modo, todas ellas conforman un grupo maravilloso, que ama y sufre, que ríe y llora. 

Pero, ya que hablo de personajes, tendría que hacerle hueco a Felipe. No quiero desvelar mucho sobre él. Únicamente diría que, cuando este hombre aparece en la vida de Gaelle, temí por ella. Tuve la sensación de que la protagonista volvía a cometer los mismos errores del pasado, que se dejaba manipular. Felipe es un hombre que me ha puesto muy nerviosa en sus primeras apariciones. Posee un gran magnetismo pero a veces he recelado mucho de su actitud. Sin embargo, le concedí el beneficio de la duda y dejé que se explicara. Bueno, Felipe también tiene un pasado y sus propias heridas. Pero creo que, una parte de los obstáculos que Gaelle encuentra en sus relaciones se deben a su vulnerabilidad. Y tanto es así que, todos esos tatuajes con los que decora su cuerpo, no son más que mensajes de reafirmación. Gaelle necesita una seguridad que ella no sabe proporcionarse a sí misma, por eso sucumbe ante hombres poderosos o con gran aplomo. Al menos, es el mensaje que me ha transmitido. 

Cierro la reseña diciendo que, probablemente el nombre de Astrid Gil-Casares te suene. Quizá sepas algo de su vida y lo mismo te estás preguntando qué similitudes existen entre la historia de Gaelle y la de Astrid. A poco que indagues un poco, sabrás que Astrid luce muchos tatuajes en su cuerpo, es de ascendencia francesa, habla varios idiomas y ha pasado por complicadas situaciones sentimentales. Exactamente como Gaelle. Pero lo que hay de biográfico en Nadie me contó, solo Astrid lo sabe. Tampoco importa demasiado saber qué es verdad y qué no. Gil-Casares no ha querido contar una biografía, sino mostrar a Gaelle, un personaje que pasa por un proceso de construcción interior, de reencuentro con una misma, de auto-análisis. Lo mismo que le sucede a toda persona, no solo a las mujeres, que dejan una etapa atrás e inician otra en solitario.

En definitiva, me ha gustado esta novela. Me ha resultado una lectura sencilla, de fácil asimilación. He empatizado bastante con Gaelle, a pesar de que entra ella y yo hay un abismo en todos los sentidos. Quizá sea porque el personaje ha contado su verdad. Si su perspectiva es correcta o no, eso no lo sé, pero al narrar sus emociones, tal y como las siente, he conectado fácilmente con ella. Me ha parecido un bonito cuento, con final feliz, en el que hay villanos, pero también héroes. 

"Siempre me ha gustado leer. Creo que la novela es mi válvula de escape (meterme en la vida de otros, en los sentimientos de otros, en los miedos de otros, en los anhelos de otros...), pero leo de todo. Hasta los ingredientes del Coca Cao cuando volvía del colegio para merendar. O los de la mermelada. Leo todo lo que caiga ante mis ojos sin ningún tipo de criterio. El caso es que leo, leo, leo. Evidentemente algunas cosas con más ganas o deseo. Pero me gusta leer porque leer me calma". [pág. 216]

Leer me calma.


Algunos libros y películas mencionadas en Costa Azul:

- La senda del perdedor de Charles Bukowski (Anagrama, 2006)
- Coco (Lee Unkrich, Adrián Molina; 2017)



[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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