Enfermera Saturada se define como una enfermera española que busca hacerse un hueco en la sanidad. Empieza los turnos en planta, baja a la UCI, sube a prematuros y termina en urgencias. Esta enfermera se maneja como pocas en las redes sociales, desde donde a diario decenas de miles de personas ven cómo repasa, con humor y descaro, la actualidad de su hospital y la de cualquier hospital de España.
Sinopsis
Es triste amar sin ser amado, pero más triste es quedarte sin gasas en la habitación del aislado.
¿Cuál es el colmo de una enfermera? Ponerse enferma. Y si esto sucede en sus días libres, es todavía peor porque no puede automedicarse y tiene que ir a su centro de salud a por recetas.
Así empieza esta nueva entrega de las aventuras de Satu. Aquí descubrirás que los puntos para la bolsa de empleo son los bitcoins de la sanidad, que los pijamas también van de Erasmus ya que si echas a lavar uno del Servicio Galego de Saude pueden devolverte otro del Servicio de Salud de Castilla y León, que escuchar "paciente independiente, orientado y colaborador" puede producir más placer que el satisfyer y que a final de mes una enfermera con turno de noche ha visto más lunas que Joseba el de Carglass.
Bienvenidos una vez más al mundo de Enfermera Saturada, porque ya sabemos que el humor no cura las heridas... pero las hace más soportables.
Si no tienes claro si una enfermera que pincha en el turno de noche es una DJ. Si estás convencido de que la persona que inventa el tamaño de las pastillas no es buena persona. Si no soportas a las señoras que te dicen en qué vena tienes que pincharlas, este es tu libro.
Último libro que me quedaba por leer de todos los publicados por Enfermera Saturada. En total, la serie se compone de siete títulos (La vida es suero, 2013; El tiempo entre suturas, 2015; Las uvis de la ira, 2016; Suero de una noche de verano, 2017; El paciente siempre llama dos veces, 2018;El silencio de los goteros, 2019; El guardián entre el ibuprofeno, 2020), todos ellos publicados por Plaza & Janés y todos ellos reseñados en este blog. No obstante, acabo de ver en la web de la editorial que el próximo mes sale otro volumen más, probablemente el más importante de todos, Nosotras, enfermeras, en el que se cuenta la experiencia de Satu y sus compañeros en la lucha contra el coronavirus. Hacía falta un libro así. Pero siento muchísima curiosidad por saber de qué manera Enfermera Saturada va a abordar esta temática. Dado que todos sus libros me han hecho reír, ¿cómo va a enfrentarse a una situación tan delicada, seria, triste y complicada como la que estamos viviendo? Bueno, no queda mucho para saberlo.
Pero volviendo al título que nos ocupa. El guardián entre el ibuprofeno sigue la misma línea de las entregas anteriores. El título vuelve a recordar a una famosa novela. Satu seguirá siendo la protagonista de esta entrega, enfermera de profesión, que nos cuenta con mucho humor e ingenio, su día a día en el hospital o fuera de él. La pobre mía sigue sin conseguir plaza fija y se pasa el tiempo pendiente del teléfono, a la espera de la llamada de la mujer de la bolsa, que le ofrezca una buena sustitución. Las ilustraciones de Clara Lousa siguen adornando los capítulos, y dado color y alegría a las páginas.
¿Y qué nos va a contar Satu en este volumen? Pues, a lo largo de ocho capítulos de corta extensión, nos contará con gracia y desparpajo algunas anécdotas de su vida. Comenzará por explicarnos qué pasa cuando una enfermera se pone enferma.También volverá a hacer referencia a los uniformes, a los pijamas sanitarios, de los que ya ha hablado en otra ocasión. Sin embargo, en este libro se centra en las misteriosas desapariciones de pijamas dentro de las lavanderías de los hospitales, o en cómo es posible que un pijama de un hospital de Andalucía, acabe por aparecer en uno de Galicia. Eso por no hablar de las extrañas manchas con las que algunas prendas salen de la lavandería.
En el capítulo 3, Satu consigue una suplencia en la planta de pediatría. Su experiencia allí le sirve para analizar cómo era la infancia de entonces y cómo es la de ahora. Este capítulo es uno de los que más me ha gustado. Me ha hecho recordar cosas que ya no se ven por la calle. ¿Os acordáis de los corsés que se utilizaban para las desviaciones de espalda? ¿De los parches para los ojos vagos? ¿De las botas ortopédicas? Seguro que los que ya rondáis los cincuenta o más, sabéis de lo que os hablo. Incluso puede haber algún lector que haya sufrido alguna de estas torturas. En mi caso, yo tuve que llevar un alza en el zapato izquierdo durante mi adolescencia, porque tenía (tengo) escoliosis y andaba torcida. Aquello me traumatizó muchísimo. Era una época en la que una comenzaba a desarrollar ese gustillo por la coquetería, que se iniciaba con la compra de tus primeros zapatitos de tacón. Ibas a la zapatería, veías unos monísimos, convencías a tu madre para que te los comprara pero, justo antes de estrenarlos, había que llevarlos al zapatero para que le pusiera un alza de un centímetro de grosor. ¡Arggghhhh! Cuando aquel señor que te arruinaba la vida te devolvía aquel zapato (solo uno, porque el otro quedaba tal cual lo habías comprado) descubrías que tus zapatitos de tacón habían perdido toda su belleza. Ya ni se te apetecía ponértelos. Pero tu madre insistía, alegando que se había gastado un dinero para que ahora no te los pusieras. Y yo salía a la calle, con un zapato bonito y otro al que el señor que te había arruinado la vida, le había pegado una suela extra de un centímetro de grosor. Yo no sabía dónde meterme. Tenía la sensación de que todo el mundo me miraba los pies por la calle, y se daban cuenta de que era totalmente imperfecta. ¿Dónde ha quedado todo eso? Gracias a Dios, y salvo casos muy excepcionales, ya no se ven botas ortopédicas, ni corsés, ni parches en el ojo. Pero como dice Satu en este capítulo, los niños de hoy en día sufren otro tipo de torturas.
Y llegando al final, nuestra enfermera favorita nos contará el frío que se pasa cuando te toca trabajar en un quirófano y los recursos a los que acuden las enfermeras para no acabar como un carámbano. O los anuncios de compra-venta y/o alquiler que se pueden ver en los tablones de anuncios de los hospitales. O lo mal que todo el mundo sale en la fotografía que te hacen para la tarjeta sanitaria. Incluso, saliéndose un poco del ámbito sanitario, nos contará alguna anécdota de Tinder, la aplicación que usa para ligar.
Por último, el capítulo 8 se centra en el coronavirus. Se hace muy corto porque apenas profundiza en nada. Cuando lo leí me quedé con ganas de saber más y me extrañó mucho que se limitara a pasar muy por encima por este tema, que afecta tantísimo a la sociedad, y al ámbito sanitario. Pero claro, eso fue antes de saber que el mes que viene sale un nuevo libro, enfocado únicamente en el coronavirus. Estoy deseando leerlo.
Por lo demás, Satu sigue siendo la joven que conocimos en el primer título. Simpática y divertida, continúa ejerciendo la profesión que más le gusta y por la que siente absoluta devoción. Eso sí, yo creo que se está haciendo mayor. Al menos, es lo que yo intuyo a raíz de ciertos detalles. Al inicio del libro, encontramos unas líneas llenas de emotividad, en la que podemos intuir que ¿su instinto maternal se está despertando? Podría ser, ¿no?
Son casi las cinco de la madrugada y no puedo dejar de mirarlo. De mirarlo y de admirarlo.
Tiene apenas una semana de vida, pero está lleno de ella. ¿Qué, si no, le puede llevar a tener el valor y el coraje suficientes para afrontar el reto de la enfermedad casi en soledad?
Él me mira desde dentro de la incubadora, como queriendo entender quién soy yo y por qué le ayudo a vivir. Yo le miro, tratando de comprender cómo puede amar tanto la vida sin apenas haberla vivido.