Nacionalidad: Reino Unido
Director: Remi Weekes
Reparto: Sope Dirisu, Wunmi Mosaku, Matt Smith, Javier Botet, Emily Taaffe, Andy Gathergood, Kevin Layne, Vivien Bridson, Lola May, Rene Costa, Matt Townsend, Vivienne Soan, Homer Todiwala, John Kamau, Gillian Vassilliou
Género: Terror
Sinopsis: Una pareja de refugiados de Sudán, un país arrasado por la guerra, trata de sobrevivir en un pequeño pueblo de Inglaterra hasta que descubren que allí les aguarda un peligroso mal.
Pasear por la oferta de Netflix te permite llegar a películas de las que no habías oído nada pero que, ¿quién sabe?, pueden llegar a sorprenderte. Es lo que me ha pasado con Casa ajena. No sé muy bien qué me empujó a dar al botón para visualizar esta película de terror. El tráiler me mostraba un matrimonio africano, algo que no suele ser muy habitual en el género y una casa donde quedaban restos de comida invadidos por insectos.
Bol y Rail son una pareja de refugiados en Londres. Conviven en un centro de detención con otras muchísimas personas que han llegado a Reino Unido, con la idea de construir una vida mejor.Tras una evaluación por las autoridades pertinentes, les asignan una pensión, y una casa en la que instalarse. La vivienda está situada a las afueras de Londres, en un barrio de los suburbios. Está bastante descuidada y sucia, pero es grande, con dos plantas y mucho espacio para ellos dos. Parece que esta vez la suerte sonríe a la pareja.
A través de los sueños del matrimonio, que funcionan a modo de flashbacks, sabremos que proceden de Sudán, un país en guerra, que siembra su tierra con muertos y heridos. La situación es caótica. Solo hay sangre y violencia por todos lados. La pareja, acompañados de su hija Nyagak, tratan de huir de un país que se derrumba. Luchando contra otros compatriotas por hacerse un hueco, consiguen subir a un autobús que los aleje de aquel horror, y poco después emprenderán camino a Europa en patera. Cruzar el mar es muy peligroso. Son muchos en una barca inestable. Algo sucede, y la pequeña Nyagak junto con otros viajeros, caen al agua y se ahogan. Pero Bol y Rail logran sobrevivir, consiguen llegar a Londres y, aunque la muerte de su hija les provoca una dolorosa tristeza, se sienten mejor y más felices al instalarse en su casa nueva. Parece un inicio prometedor, un esperanzador camino hacia la ciudadanía británica.
Sin embargo, en la casa hay algo. Susurros, voces, ruidos se suceden. Golpes secos y rotundos sumergen a los personajes en los recuerdos del pasado, rememorando el estallido de las bombas y de los disparos, los gritos y el dolor de su país de origen. Detrás de las paredes se mueve algo. El papel pintado se desprende de los muros, aparece un agujero. ¿Qué hay detrás?¿Qué ocurre en la casa? Esas paredes despertarán los miedos más profundos de la pareja, sus recuerdos más terribles, y colocarán terribles visiones ante sus ojos.
Casa ajena me ha parecido original por muchos motivos. Primero, por lo que comentaba antes. Que los protagonistas sean una pareja de africanos me parece toda una novedad. Por regla general, en el género de terror siempre encontramos a familias de blancos, ya sean norteamericanos o europeos, que se mudan a una casa en la que ha ocurrido un hecho luctuoso. Son jóvenes o familias acomodas, muy lejos de las penurias y dificultades por las que han tenido que pasar los protagonistas de este largometraje.
Más cosas que me han gustado. En Casa ajena no todo ocurre en plena noche. Me gusta que haya secuencias espeluznantes que se producen cuando es de día, de tal modo que se pueda ver con nitidez lo que ocurre en el interior de la casa. Además, el horror traspasa el umbral de la vivienda. Incluso cuando los personajes están fuera de ese hogar prestado suceden cosas, la pareja tiene visiones y se siente desorientados. Entonces, ¿el mal radica en la casa o radica dentro de ellos mismos? El horror va in crescendo y, con escenas que recuerdan un poco al cortometraje Lights out (os hablé de él aquí), minuto a minuto, conoceremos la verdadera historia de la pareja. Porque, ¿lo que sabemos de Bol y Rial es real? ¿Ocultan algo? Llega un momento en que la película deja de ser de terror para convertirse en un drama. Las penurias de la inmigración, lo que un hombre es capaz de hacer con tal de salvar su vida, o el remordimiento y la culpa son pilares de esta historia que, a mi juicio, está muy bien dirigida, con una gestión del terror muy distinta a lo que estamos acostumbrados.
Los efectos especiales son mágicos. Y me diréis, ¡pues claro! Pero cuando veáis la película lo entenderéis. Hay planos que mutan en otros, dando lugar a que ciertas situaciones cotidianas se conviertan en otras aterradoras, porque la realidad y la ensoñación se mezclan en un baile que llevará a los personajes al límite de la locura. Por otra parte, la acción transita a un ritmo pausado. No es una película de terror en la que los acontecimientos se precipitan y las imágenes se suceden a una velocidad de infarto, sino que a cada hecho se le concede su tiempo. Las escenas de terror y los sobresaltos están ahí pero están colocadas de manera inteligente, y no con la simple intención de provocar un jumpscare de manual en el espectador. Por último, también habría que destacar la música, tan distinta a lo usual. Me ha resultado más dulce y melódica que la típica estridencia de las películas de terror.
Ahora bien, este largometraje tampoco prescinde de los recursos habituales del género, de esas sombras que acechan, de las puertas que se cierran solas lentamente, de las luces que se apagan. Y aunque antes comentaba que hay escenas que ocurren a plena luz, también hay otras en las que la oscuridad lo domina todo, impidiendo que el espectador aprecie lo más mínimo.
En cuanto a los personajes, Bol y Rial conforman una pareja castigada por las circunstancias que les has tocado vivir. Él trabajaba en un banco, en su país. Llegar a Londres supone un gran logro para él. Para el joven sudanés, la casa es una gran oportunidad de iniciar una nueva vida, donde formar una familia. Bol necesita sentirse integrado. Quiere dejar atrás todas las costumbres de su tierra y adoptar las que imperan en Europa. Sin embargo, Rial cree que ese país no es para ellos, ni esa casa es un lugar en el que iniciar una nueva vida. Ella sigue anclada al pasado, a su cultura, a los rituales, a las leyendas de su tierra, aquella en la que habitaban dos tribus que se mataban entre ellas. La tristeza por la pérdida de Nyagak la sumerge en un profundo abismo y sueña con la posibilidad de recuperarla.
La distinta actitud de uno y otro frente a la nueva vida provoca fricción en la relación de la pareja, hasta el extremo de vivir momentos de mucha tensión. En este punto hay que añadir que ambos personajes están estupendamente interpretados. No conocía a Sope Dirisu ni Wunmi Mosaku, como tampoco conozco al director -Remi Weekes-, del que tan solo he podido averiguar que hasta ahora se ha centrado en el cortometraje. La verdad que aquí hace un gran trabajo, bastante sorprendente para ser su primer largo. Y dato curioso, no solo se trata a través del terror, el horror de la inmigración sino que la película también muestra la xenofobia entre miembros de una misma etnia.
Por ponerle una pega a la película, y ser un poquito puntillosa y malaje, diría que me ha faltado saber de qué manera Bol y Rial llegan hasta Londres. De la patera pasan al centro de detención sin que se muestre ese camino que, imagino implica cruzar por carretera, parte de Europa hasta llegar a Reino Unido. Pero el epicentro de Casa ajena es precisamente eso, la casa, y no el trayecto.
En definitiva, os diré que esta película me ha sorprendido gratamente. La combinación del terror con el drama social me parece todo un invento, y el desarrollo de la trama, tan vinculado a las creencias de las tribus africanas como a los demonios que habitan en nuestro interior, supone un acierto, a mi juicio. No os hablo del desenlace. Solo os diré que tampoco es el habitual.
Si puedes, anímate a verla.
Tráiler: