Año: 2020
Nacionalidad: España
Director: Pilar Palomero
Reparto: Andrea Fandós, Natalia de Molina, Carlota Gurpegui, Zoe Arnao, Julia Sierra, Francesca Piñón, Álvaro de Paz, Mercè Mariné, Jesusa Andany, Maite Sequeira, Laura Gómez-Lacueva, Leonor Bruna, Mariano Anós, Eva Magaña, Amelia Ríus
Género: Drama
Reparto: Año 1992. Celia, una niña de 11 años, vive con su madre y estudia en un colegio de monjas en Zaragoza. Brisa, una nueva compañera recién llegada de Barcelona, la empuja hacia una nueva etapa en su vida: la adolescencia. En este viaje, en la España de la Expo y de las Olimpiadas del 92, Celia descubre que la vida está hecha de muchas verdades y algunas mentiras.
[Fuente: Filmaffinity]
Continúo mi particular periplo por las películas que optan este año a algún «cabezón» en los Goya. Me centro hoy en Las niñas, una de lascandidatas a la Mejor Película, que además cuenta con ocho nominaciones más: Mejor Dirección Novel, Mejor Guion Original, Mejor Canción Original, Mejor Actriz de Reparto (Natalia de Molina), Mejor Dirección de Fotografía, Mejor Montaje, Mejor Dirección Artística y Mejor Diseño de Vestuario. Las niñas compite con Adú, Ane, La boda de Rosa y Sentimental. De todas ellas me falta por ver un par de cintas y, verdaderamente, confío en que sean mejor que lo que me ha ofrecido Las niñas, porque esperaba muchísimo más de esta película.
La crítica profesional dice: «todo está muy bien contado e interpretado», «joya inesperada», «esplendida ópera prima»,... El público dice: «la mejor película española del año», «absoluta obra maestra», «inteligente desarrollo»... Y yo me siento perdida. Hoy estoy ante una de esas películas en las que me suelo preguntar si he visto el mismo largometraje que el resto porque, sinceramente, a mí Las niñas me ha dicho muy poco. Entiendo perfectamente la intención de la película, conecto con el sentido de la trama, admiro algunas interpretaciones y alabo el trabajo técnico, pero si me preguntaran si esta película debe estar entre las mejores películas del año, mi respuesta sincera sería un «no». Entro en materia.
Celia (Andrea Fandós) es una niña de once años. Vive con su madre, Adela (Natalia de Molina), una mujer que trabaja a todas horas, a veces con turnos intempestivos. Del padre, no sabremos mucho en los inicios. Pero avanzado el metraje, conoceremos que falleció de un infarto antes de ver nacer a su hija. La niña asiste a un colegio de monjas, donde la vida se le va entre clases de matemáticas, rezos y punto de cruz. Celia es una niña bastante introvertida. No es de las alborotadoras de la clase, ni de las más maduras. Digamos que ocupa un discreto segundo plano. No obstante, aparecerá Brisa, una nueva alumna con la que forjará una sólida amistad. La nueva viene de Barcelona capital. Se ha mudado a Zaragoza para vivir con sus abuelos, después de que sus padres fallecieran en un accidente. Se la ve más adulta, menos niña y, como suele ocurrir con las nuevas incorporaciones, será objeto de burla y chismorreo por el resto de la clase. Bueno Celia no se comportará así con Brisa porque, además, a través de ella descubrirá el mundo de la música, más allá de las canciones religiosas del colegio, y se aficionará a escuchar grupos como Héroes del Silencio o Niños del Brasil. Por otra parte, Brisa abrirá un poco los horizontes de Celia, que empezará a hacerse preguntas, sobre su vida, su familia, su educación, sus creencias. Pero, lo que nunca hará Brisa será cuestionar a su amiga. Ella será lo más leal y sincero que Celia tenga a su lado.
Y luego está el ámbito doméstico de la niña. La madre se pasa el día trabajando, y Celia tiene que compaginar los deberes con ciertas labores de la casa. El hogar es un reducto en el que solo tiene cabida la madre y la niña, rara vez invadido por la llamada telefónica de una tía que parece de otro mundo. En lo familiar, la vida de Celia se circunscribe a su madre. No hay más. Ni abuelos, ni primos. Tan solo la lejana sombra de una tía. ¿Están todos muertos o es que hay algo que se esconde?
Las niñas hace un retrato generacional que ya casi no coincide ni en lo más mínimo con el que dibujan las niñas de once años de hoy. Nos habla de un momento existencial, de un paso a otro nivel, de dejar la niñez atrás para iniciar el camino hacia la pubertad y la adolescencia. Es esa fase por la que todos pasamos, algo más crítica en el que caso de las niñas, que tienen que afrontar, a su vez, el trance de la menarquía. Son años en los que abandonamos un poco la inocencia y comenzamos a ver el mundo con los ojos de la verdad. Surgirán las dudas, las preguntas, sentiremos curiosidad por temas que siempre han sido tabú, y buscaremos información en las reuniones con amigas, o en las revistas juveniles donde respondemos cuestionarios sobre el amor. En Las niñas asoma todo ese mundo revuelto y patas arriba, en el que nace la rebeldía y las ganas de vivir, de ahí las aventuras prohibidas, las primeras mentiras a los padres, el interés por prendas menos pudorosas, las risas hablando de los chicos, y la ilusión por esa primera sesión de maquillaje de manos de las hermanas mayores. En esta película se hablará de besos, de novios, de condones, de enfermedades de transmisión sexual, de flirteos... En definitiva, el sexo sobrevuela toda la película como ese tema prohibido que llama poderosamente la atención. Pero el sexo que le interesa a las niñas, ese que tanto pudor, vergüenza y risas les provoca, no es el sexo del que se habla en el interior de las aulas, ese que se explica únicamente dentro del matrimonio, como parte del plan de Dios, convirtiéndose en una práctica al servicio del amor.
En medio de ese totum revolutum vive Celia, como buenamente puede. Asimilando muchas de las cosas que siente, y atando cabos con la poca información que maneja, para llegar a un desenlace en el que pone la guinda al pastel con un acto de rebeldía inocente que a ella le sabe a gloria.
¿Qué me ha gustado de esta película? Pues lo principal es que me he visto muy retratada porque, a ver, confieso que yo también que he rebuscado por los cajones de casa de mis padres, tratando de saciar mi curiosidad, para encontrar hallazgos increíbles que me abrieron los ojos. Confieso que yo también he fumado a edad muy temprana, robando algún que otro cigarrillo a mi padre o, ya en el instituto, comprándome una cajetilla de More, unos cigarritos alargados que me parecía el súmmun de la elegancia, cuando tenía algo de dinero. Y también confieso que me he colado en las discotecas, cuando no tenía edad, utilizando el DNI de una tal Mari Carmen, que no se parecía nada a mí, pero me abría las puertas del paraíso cada sábado. Eso sí, antes de la disco había que acudir a casa de una amiga. El encierro de seis chicas en un cuarto de baño diminuto, para intercambiarnos ropa, subir el largo de las faldas o maquillarnos a lo bestia, era la antesala de los momentos más emocionantes de la semana.
Las niñas me parece un bonito homenaje a esa edad tan frágil, difícil y complicada, pero no ha sido una historia que me haya provocado una gran nostalgia. En ningún momento me ha removido por dentro, ni me ha emocionado. He contemplado la historia de Celia, coincidente a la mía en su mayor parte (yo también estuve en un colegio religioso), con una sensación muy neutra, como si la cosa no fuera conmigo. A mi juicio, le ha faltado tensión, más actos de rebeldía, algún que otro grito y pelea. Todo ello situaciones típicas de esos años. Además creo que los largos silencios, y el lento ritmo narrativo han jugado en su contra. Por otra parte, el punto de interés tarda mucho en llegar y se mantiene en alza por muy poco tiempo, para volver a decaer nuevamente.
En cuanto a las interpretaciones, comienzo con Natalia de Molina en el papel de Adela, único sostén de la familia. Creo que su personaje está muy desaprovechado. Dado que tiene que pasar muchas horas trabajando en la calle, son pocos los momentos en los que madre e hija coinciden, lo que impide que se produzcan situaciones interesantes. Hacia el final, hay un momento en el que la madre tiene que darlo todo, pero en su lugar, opta por el silencio. Ese giro me dejó fuera de lugar. Hubiera sido una situación perfecta para abrir su corazón a la hija, explicarle cómo se siente, cómo ha sido su vida, qué errores ha cometido, y qué espera de ella. En cualquier caso, Natalia de Molina lo hace bien. Para mí no es su mejor trabajo. Me gustó mucho más en Techo y comida, donde hace también el papel de madre-buscavidas, pero con mucha más carga dramática detrás. Aquel trabajo le valió su primer Goya, como Mejor Actriz Protagonista, -el segundo fue con Vivir es fácil con los ojos cerrados, como Mejor Actriz Revelación-. E igualmente la disfruté también en No dormirás. Pero aquí es que se le da poca cancha, sin que se genere excesiva tensión entre madre e hija. Está nominada como Mejor Actriz de Reparto, compitiendo con Juana Acosta (Inconveniente), Verónica Echegui (Explota, explota), y Nathalie Poza (La boda de Rosa).
Pero, a nivel interpretativo, a quienes hay que mirar con atención es a las niñas. Concretamente a Andrea Fandós en su papel de Celia, que otorga al personaje el encanto de la inocencia. La pequeña actriz, a la que solo hemos visto previamente en un corto, ofrece candor, pureza, ingenuidad y sencillez a un personaje que, hasta ahora, ha vivido dentro de una burbuja. Con la ayuda de Brisa, romperá esa pompa de jabón para enfrentarse a la realidad. Me gusta la interpretación de Andre Fandós. En realidad, me gusta la interpretación de todas las niñas. Desde las más principales a las más secundarias, porque lo hacen genial. Aportan muchísima naturalidad, frescura y espontaneidad a sus personajes. Resulta imposible creer que estamos viendo una película. Esto es la calle. Es la vida real. En algún momento he tenido la sensación de la que la directora, Pilar Palomero, les ha explicado, muy por encima, la escena a rodar y, sin ensayo, la han filmado directamente. No hay más. Es que es así como las niñas de esa edad actuarían en tales circunstancias. En ese sentido, tengo que valorar muy positivamente la labor de dirección llevada a cabo por la debutante en largos Pilar Palomero.
La acción transcurre durante el año 1992. Debo admitir que está muy bien recreado el ambiente de la época. No solo a nivel de vestuario, la película está cuidada al detalle. Desde los programas de televisión que ve Celia, como la serie de animación Los Fruitis, el programa televisivo de Raffaella Carrá, Hola Raffaella, las emisiones codificadas de Canal+, o los anuncios de la época, como aquella campaña de Póntelo, Pónselo, que decoraba las marquesinas en las paradas de autobuses. Eran los tiempos del Sida. Y he flipado con las canciones infantiles que amenizaban nuestros juegos de infancia.¿De verdad entonábamos esta melodía con tanta pasión?
Soy capitán (bis)
de un barco inglés (bis)
y en cada puerto
tengo una mujer.
La rubia es (bis)
fenomenal (bis)
y la morena
tampoco está mal
Sin comentarios.
En cuanto a los escenarios, la película transcurre en Zaragoza, aunque la ciudad no tendrá un gran protagonismo. Tan solo en una escena veremos alzarse majestuosa la basílica del Pilar.
Poco más puedo añadir de esta película. Sé que mi opinión es diametralmente opuesta a todo lo que podéis leer por redes e Internet pero, sinceramente, yo esperaba mucho más de este largometraje que, se deja ver, pero podía haber dado más de sí. En cualquier caso, ya lleva unos cuantos premios como la Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga.
La tenéis en Movistar+, Filmin y Rakuten.
Tráiler: