Que un libro consiga hacer reír es complicadísimo. Generalmente, los libros que encierran historias humorísticas suelen ser divertidos, amenos, simpáticos, pero es tremendamente difícil que te arranquen una carcajada. A diferencia de los formatos audiovisuales, los libros no cuentan con imagen en movimiento ni sonido, y es el lector el que tiene que emplear a fondo su imaginación para sacarle partido a la historia. Por supuesto, también cuenta la forma en la que trama está narrada. Así que, cuando llegó a mis manos la primera novela de Beatriz Rico, De miss a más sin pasar por Albacete, y leí la sinopsis, pensé que estaba ante una novela simpática y poco más. Sin embargo, debo admitir que esta novela tiene unos cuantos golpes buenísimos y que, sentada en el sofá, junto a mi marido, cada uno sumergido en su propia lectura, lo sorprendí más de una vez con una estentórea carcajada. Pero de la novela os hablaré en detalle en los próximos días. Hoy quiero compartir con vosotros la charla que mantuve con Beatriz Rico la semana pasada.
Beatriz R.- Sí. Mira, la literatura nunca ha sido una cuenta pendiente para mí, sin embargo con el rock siempre he tenido una espina clavada. Cuando era pequeña, mis amigos y amigas escuchaban a Enriqueta y Ana, o a Parchís. Pero a mí me daba por coger el bote de laca Nelly de mi madre y, como si fuera un micrófono, hacía playbacks con canciones de Bonnie Tyler, delante del espejo. Lo que pasa es que me decanté por la interpretación porque era lo que más me llamaba. Pero el rock ha estado siempre ahí.
Tengo amigos que tienen bandas de rock. Cuando daban algún concierto me invitaban a subir al escenario para cantar alguna de los Rolling Stones. Así me quitaba el gusanillo. Pero la vida es muy sabia, y te da las cosas cuando es el momento y no cuando tú los buscas, y así me dio una gran sorpresa un día que asistí a un festival de rock en Segovia. Allí actuaban unos chicos que hacían versiones. Se dieron cuenta que me sabía todas las canciones que cantaban y me invitaron a unirme a ellos. Después de aquello, nos hicimos amigos, y nos metimos en un estudio a grabar. Hoy llevamos más de 400 conciertos. La pena es que, con esto de la pandemia, los conciertos están parados. No así el teatro, en el que se toman todas las medidas de seguridad. A ver si esto pasa pronto porque yo echo mucho de menos los ensayos, subirme a un escenario, sentir la distorsión de la guitarra eléctrica y cantar algo de ACDC, Lep Zeppelin, Rosendo o Luz Casal.
M.G.- Eres una rockera total. He estado viendo algunos vídeos tuyos en YouTube. Están genial
B.R.- Me desmeleno. (Risas) Siento mucha libertad cuando me subo a un escenario. Es algo que llevo en la sangre desde muy pequeñita.
M.G.- Bueno, y ahora te estrenas con los libros y las editoriales. ¿Cómo te lanzas en esta aventura?
B.R.- Pues a esto también me llevó la vida. Bueno, en realidad, mi marido y mi amigo Jean-Paul llevan mucho tiempo diciéndome que escriba algo. La progresión no es tan rara, si tenemos en cuenta que escribo mis propios monólogos, con los que me subo a un escenario para hacer reír al público. Es muy gratificante hacer reír a la gente. Es el mejor premio que tengo. Lo que pasa es que soy muy perezosa, y me cuesta ponerme. Eso sí, una vez que me pongo, llego al final.
Desde hace mucho tiempo, tenía por costumbre subir a Instagram alguna foto, con la excusa de acompañarla con un texto largo y divertido. Pero llegó el confinamiento y estuve dos semanas muy mal, muy triste y asustada. Dejé de publicar cosas y los seguidores no hacían más que preguntarme. Una mañana, bajé a desayunar y me encontré en la mesa del salón, una libreta y un bolígrafo. Yo soy de las que escriben a boli porque si me pongo con un ordenador, voy muy lenta y la cosa no fluye igual. Mi marido me dejaba cada día aquel cuaderno sobre la mesa para incitarme a escribir, pero nunca le prestaba atención. Hasta que un día, me senté y cogí el bolígrafo. No sabía lo que iba a escribir, no te tenía ni idea, Marisa. Pero, de repente, fue como si estuviera poseída. Entré como en éxtasis y empecé a escribir, y a escribir, y a escribir. Cuando me di cuenta, tenía la mano dormida, el boli sin tinta, y había puesto punto y final al primer capítulo. A partir de ahí, empecé a obsesionarme con los personajes y las tramas. Vi que tenía un montón de cosas que contar. Me sacó del estado de triste y letargo que tenía. Me dio la vida porque me reía mucho con las cosas que se me ocurrían. Escribir esta novela ha sido mi salvación durante el confinamiento. Ojala haya gente a la que pueda ayudar con este libro, a la que puede arrancar una sonrisa, para que resetee su cerebro y se lo pase muy bien.
M.G.- Es decir, que tú ni hiciste un esquema, ni tenías la historia en la cabeza, antes de ponerte a escribir, ni nada.
B.R.- Nada, nada. Lo único que tenía claro es que tenía que colocar al personaje en un entorno que yo conociera, para que fuera creíble. El mundo de la tele tiene su morbo y la novela funciona como ese ojo de cerradura por el que mirar lo que ocurre al otro lado. La gente no se imagina lo cutre que pueden ser algunas cosas en la tele, y las situaciones tan tremendas que se dan. No siempre se pasa bien, pero luego, cuando pasa el tiempo, lo ves con perspectiva, y te ríes.
A la protagonista no quería hacerla actriz porque el lector se podía imaginar que era yo. Así que se me ocurrió hacerla miss, lo que me ha permitido romper una lanza en favor de ese sector, y acabar con el mito de que las chicas guapas son tontas. Rita, la protagonista, es guapa pero de tonta no tiene un pelo.
M.G.- Rita es una miss Albacete que llega a miss España. Y como dices, es guapa pero no tonta. ¿Qué más cualidades destacarías de ella, Beatriz?
B.R.- Rita es caótica y muy leal. Tiene un hijo, Bruno, de siete años, que es su obsesión. Lo más importante para ella es que su hijo esté bien y para eso, al ser madre soltera, necesita trabajar y salir adelante. También la veo como una mujer impulsiva, que se deja llevar mucho por su intuición. Su autoestima está un poco baja, por tanto varapalo como le han dado. Pasa por situaciones que duelen, lo que pasa es que, visto desde fuera, hacen reír. Además, intento contar la cosas desde el humor y restarle importancia.
M.G.- Es una madre excelente y también una buenísima persona. Creo que esa es la cualidad que mejor la define. Tiene un corazón de oro.
B.R.- Sí, sí. Rita se da cuenta que tenemos algo muy valioso, nuestro tiempo. Es el mejor regalo que podemos hacer a los demás. Ella emplea su tiempo de la mejor manera posible, ayudando a los que tienen alguna necesidad. Tiene una gran capacidad de entrega a los demás.
M.G.- El libro es principalmente de humor, pero también abordas temas muy serios como el alcoholismo y las sesiones de Alcohólicos Anónimos. Ahí Rita se pone seria.
B.R.- Sí, se pone seria con el alcohol y con las enfermedades. Mira, tengo la suerte de que la gente venga a verme a hacer monólogos, o de escribir un libro y que me hagan una entrevista, como me estás haciendo tú. Me encanta hacer reír a la gente pero, ya que tengo un altavoz, tengo el deber moral de hablar de ciertos temas. Necesitaba transmitir un mensaje porque, de otro modo, sentía que el libro se quedaba cojo. Es algo que también me ocurre en los monólogos. Siempre intercalo algo más serio, en pequeñas dosis, porque son temas que pueden doler. Lo lanzo e inmediatamente retorno el humor.
Es verdad que en el libro hay pasajes un poco duros. Necesitaba hacerlo porque nunca sabes si esos mensajes van a ayudar a alguien a abrir los ojos, o a encontrar una solución a su problema, o a hacerlos mejor persona. A mí me pasa a veces, cuando veo alguna película, que me emociono y siento que he cambiado. Bueno, si con este libro consigo que alguien se ría y, a la vez, reflexione sobre alguna cuestión, ya me doy por satisfecha.
M.G.- Y Beatriz, ¿le has prestado muchas cosas a Rita?
B.R.- Siempre se dice que la primera novela es autobiográfica. Es lógico porque, cuando te pones a escribir por vez primera, tienes todas tus vivencias, recuerdos, experiencias al alcance de tu mano. Siendo así, los pensamientos de Rita son muy míos y también hay cosas suyas que me han pasado a mí. No te voy a decir cuáles porque me da vergüenza, y porque es mucho mejor que el lector se haga preguntas. De todos modos, hay situaciones reales que sí aclaro en los agradecimientos. Luego, también hay cosas que me han contado, otras que he visto, y otras que me he inventado, con las que me he reído muchísimo.
M.G.- Hay escenas que son buenísimas, que me han arrancado una carcajada. Sin desvelar mucho, una de los pasajes más divertidos es el que Rita vive en el hospital, con ese médico que se parece a Bon Jovi.
B.R.- Esa parte me la inventé. Fernando Schwartz me dijo una vez que las musas acuden cuando te sientas a escribir. Y debe ser verdad porque me senté y empezaron a salir todas esas secuencias. Yo misma me he reído mucho con esas escenas porque, no sé si será por mi profesión, pero todo lo que escribo inmediatamente aparece en mi mente como si fuera una película.
M.G.- Y aprovechas también el personaje para meter cuñita, y hacer algunas críticas. Muy de acuerdo con Rita cuando dice que Twitter está lleno de gente muy inteligente, que todo lo sabe, y que todo lo hace bien.
B.R.- Pues sí. Instagram y Facebook son mucho más amables, pero Twitter... En Instagram la cosa es más de postureo, con las fotos de unos y otros, y Facebook es como esa reunión de amigos y de familia. Sin embargo, Twitter está lleno de expertos en política, en economía, y ahora en virología. Siempre hay como una especie de guerra civil, donde todo el mundo se pelea. Las pocas veces que entro, tengo que salir corriendo. Además, con esto del anonimato, se dicen cosas feísimas, pero ya he aprendido a bloquear a quienes no me interesan. Pero bueno, también hay gente muy ingeniosa que hace unos memes increíbles. Es lo que me hace seguir en Twitter.
M.G.- A mí tampoco me gusta mucho Twitter. Y también prefiero tener a la gente tóxica muy lejos.
B.R.- Lejos, lejísimos. Ahora llamamos gente tóxica a los gilipollas de toda la vida.
M.G.- (Risas) Cierto.
B.R.- Queda mejor decir «gente tóxica» porque así no nos ponemos a su misma altura. Pero vamos, que son gilipollas de siempre.
M.G.- Así es. Oye, y como buena rockera y amante de la música, la música está muy presente en la novela. Algunos capítulos vienen encabezados por letras de canciones.
B.R.- Sí, y tanto. En el Epílogo, le doy las gracias a Dios por el rock and roll. La música ha estado muy presente en mi vida, desde pequeña. Me pasa lo que nos pasa a todos, que tengo canciones que relaciono con momentos de mi vida muy concretos. Cuando tengo que subir mi ánimo, como chocolate y me pongo música alegre. La música te hace viajar, despierta los sentimientos,... es maravillosa.
M.G.- También aparecen personajes reales, desde José Luis Moreno, pasando por Dani Mateos, Miriam Díaz-Aroca, Belinda Washington o Concha Velasco. ¿Los aludidos cómo se han tomado esto?
B.R.- Pues muy bien. A los aludidos les mandé su parte, antes de incluirla definitivamente, y todos me dieron el Ok. Por supuesto, los primeros libros que salieron de imprenta se les mandó a ellos, como agradecimiento por darme permiso para incluirlos en mi novela. Son gente a la que le tengo mucho cariño, y quería que aparecieran en el libro.
M.G.- Para terminar, ¿te ha entrado el gusanillo de seguir escribiendo?
B.R.- Sí, mucho. Igual hay algo ya escrito por ahí. Pero ahora la decisión está en manos de los lectores. Si ellos quieren, yo seguiré escribiendo porque para mí, es una felicidad escribir. Todavía tengo muchísimas cosas que contar. He descubierto una nueva vía, pero ya te digo, la decisión la dejo en manos de los lectores.
M.G.- Esperemos que sí. Me lo he pasado muy bien leyendo tu libro, me he reído y me he carcajeado, un montón. Lo dejamos aquí, Beatriz. Un placer saludarte.
B.R.- Muchas gracias a ti.