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LA MUJER SIN NOMBRE de Vanessa Montfort

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Editorial: Plaza & Janés
Fecha publicación: Octubre, 2020
Precio: 19,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 624
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 9788401025006
[Disponible en eBook y Audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]


Autora

VANESSA MONTFORT (1975) creció en Madrid. Licenciada en Periodismo, es novelista y dramaturga. Considerada una de las voces más destacadas de la reciente literatura en lengua castellana, su obra está presente en 25 países, entre ellos: Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Corea, Estados Unidos y toda América Latina.

Es autora de El ingrediente secreto (XI Premio Ateneo Joven de Sevilla, 2006), Mitología de Nueva York (XLII Premio Ateneo de Sevilla, 2010) y La leyenda de la isla sin voz (Premio Ciudad de Zaragoza. Mejor novela histórica del año, 2014). Con las siguientes novelas, Mujeres que compran flores y El sueño de la crisálida, confirma su éxito de crítica y público alcanzando, con esta penúltima, 24 ediciones en España y su presencia en 20 países.

Como dramaturga, es autora de una quincena de títulos estrenados dentro y fuera de España, desde Londres o Roma hasta América Latina. Su obra más reciente, Firmado Lejárraga, supone un éxito rotundo que le ha valido ser reestrenada en el Centro Dramático Nacional y finalista a los Premios Max 2020 como Mejor Autoría Teatral. Con la misma inspiración, rescata el fascinante personaje de María Lejárraga para entregarnos con La mujer sin nombre su novela definitiva. Una historia imprescindible, desconocida y emocionante. El misterio de la mujer que escribió en la sombra algunas de las obras más importantes del siglo xx y que fueron firmadas por su marido.

Sinopsis

Una traición, dos guerras y el exilio más largo: el de la memoria.

Una emocionante novela sobre el amor, la creación y la supervivencia.

La fascinante aventura de una mujer silenciada por la historia oficial... hasta ahora.

Cuando a la directora teatral Noelia Cid le encargan estrenar Sortilegio, la obra perdida del reputado dramaturgo Gregorio Martínez Sierra, decide informarse sobre ella a través de los documentos que conservó su mujer, María Lejárraga. Sin embargo, mediante su investigación Noelia no sólo se sumerge en la compleja relación amorosa entre María y Gregorio, sino que va a encontrarse con un misterio que lleva más de un siglo sin resolver.

Se verá entonces arrastrada por la vida llena de pasión, arte y feminismo de María, alguien que luchó contra viento y marea por ejercer su vocación y que vivió en primera línea los grandes hitos del siglo pasado: el Madrid literario de los años veinte, el París de la Belle Époque, la lucha política de las mujeres durante la Segunda República, el exilio tras la Guerra Civil, la ocupación de Francia por los nazis o el glamour? de la época dorada de Hollywood. Además descubriremos la versión más humana de las grandes personalidades que fueron sus amigos y colaboradores, como Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla o Federico García Lorca.

[Información tomada directamente del ejemplar]



No sé por dónde empezar esta reseña. Si acudo a mi bloc de notas, hay tal cantidad de anotaciones que me va suponer toda una odisea ponerlas en orden. Imagino que lo mejor será empezar por el principio, como es lo habitual en todas las cosas, y para ello, tengo que remontarme a mi relación autor-lector con Vanessa Montfort. Nuestra unión se inició en un pasado no muy lejano. En realidad, fue mi pareja el que la descubrió antes que yo. Recuerdo que por 2010 ya me hablaba de Mitología de Nueva York, novela con la que la autora madrileña ganó el XLII Premio Ateneo de Sevilla, aquel año. Pero yo no la descubrí hasta que, cuatro años más tarde, tuve la oportunidad de leer La leyenda de la isla sin voz. Aquella novela (cuya reseña puedes leer aquí) me encantó. Asomarme a parte del pasado de Charles Dickens, en sus viajes a Nueva York, y verlo pasear por la isla-presidio de Blackwell, consiguió hacerme viajar a un tiempo remoto, en el que el autor británico conoció a la enfermera Anne Radcliffe. Desde entonces, todas las novelas de Montfort han ido pasando por mis manos y, si bien es cierto que La leyenda de la isla sin voz era, hasta el momento, mi novela preferida, admito que La mujer sin nombre la ha desbancado de su posición.

La mujer sin nombre es un precioso homenaje a una mujer que lleva caminando en paralelo a Vanessa Montfort desde hace unos cuantos años. Casi se podría decir que María Lejárraga, esposa del dramaturgo Gregorio Martínez Sierra(Juventud, divino tesoro, 1908; Canción de cuna, 1911; Margot, 1913; El Reino de Dios, 1916) se ha convertido en la sombra de la novelista. De Lejárraga se ha dicho poco, y probablemente mal pero, he aquí que viene Montfort para poner las cosas en su sitio, y contar a los lectores quién era esta mujer, y qué papel jugó no solo en la literatura hispana, sino en la historia de nuestro país. 

Estructurada en dos hilos temporales, parte de la acción transcurre entre 1900 y 1974. Este bloque comienza con la pareja formada por Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga ya casados, y viviendo en un modesto apartamento, en Madrid. María, seis años mayor que su marido, era maestra y con su sueldo vivían, antes de que su marido se granjeara alguna fama. Esta sección recoge la vida de la pareja. Sus inicios humildes, las primeras obras escritas por Gregorio, los éxitos que llegaron con aquellos libretos más prestigiosos, los estrenos de la obras, los amigos influyentes, los viajes, los amores, las traiciones, la enfermedad, la vejez y la muerte. No quiero desvelar mucho más. Aunque más abajo os contaré algo más de María y Gregorio, la novela hace un recorrido muy exhaustivo sobre la vida del matrimonio y me gustaría que lo descubriéraisréis vosotros mismos. Solo os diré que María Lejárraga falleció a punto de cumplir 100 años y una vida tan longeva dio para mucho, para amar y odiar, para vivir enamorada o con el corazón roto, para estar en lo más alto, pero también en lo más bajo, para sobrevivir a varias guerras, para buscarse la vida, y para enfrentarse a la muerte de todos aquellos a los que en algún momento amó. 

El otro hilo arranca en el otoño de 2018, en la ciudad de Buenos Aires. Por el cementerio de la Chacarita, se pasea Alda Blanco, una investigadora de San Diego, que busca la tumba de María Lejárraga porque, aunque la dramaturga nació en San Millán de la Cogolla, sus huesos encontraron el descanso eterno en la ciudad argentina. Su intención es visitar la tumba para despedirse de la autora, tras investigar parte de su vida y tratar de darle toda la visibilidad posible, pero no hay manera de localizar la sepultura. Blanco se da por vencida, cuando recibe la llamada de una tal Noelia Cid, una directora de teatro madrileña, que busca algo de información sobre el matrimonio Martínez-Lejárraga.Cid quiere montar la obra Sortilegio de Martínez Sierra, pero no cuentan con el texto original. Solamente tienen un borrador al que le faltan hojas porque, además, es una obra que  nunca se estrenó. Algo lógico si tenemos en cuenta que un relato protagonizado por un trío gay no podía tener cabida en los teatros españoles, en plena dictadura. Noelia no sabe a dónde acudir para conseguir el libreto completo. A Gregorio no le quedan descendientes vivos, pero a María Lejárraga, sí. Noelia consigue contactar con Margarita, la ahijada de Lejárraga, y con el sobrino de aquella,  Antonio González Lejárraga. Conseguirán el manuscrito original de Sortilegio que, aunque no está completo, sí cuenta con anotaciones a lápiz y manuscritas de la mano de la propia María. No es algo descabellado porque se sabía que ella ayudaba a su marido con las correcciones de las obras. Bueno, ayudar es una manera muy sui generis de decirlo porque, lo que Vanessa Montfort se propone con esta novela es demostrar con hechos, que obras firmadas por Gregorio Martínez Sierra fueron, en realidad, ideadas y escritas por su mujer María Lejárraga, un mérito que no se le ha reconocido jamás a la dramaturga. De hecho, sigue sin reconocérsele después de que los indicios apunten en esa dirección. ¿Por qué? Vanessa Montfort, en la entrevista que le hicimos a finales de 2020, y que puedes leer aquí, dice textualmente: «a día de hoy, y por algún motivo, todavía queda alguien que le niega la autoría total de las obras a María, y le da méritos a Gregorio como autor, cuando solo lo tiene como director». Para demostrar la verdadera autoría de María Lejárraga, Montfort usará el personaje de Noelia Cid, y su equipo de dirección y reparto. Con la ayuda de Alda Blanco y de otra investigadora más, Patricia O'Connor, -ambos personajes reales-, iniciarán una investigación, que se desarrollará en paralelo a los días de ensayo y montaje de Sortilegio, espectáculo que deberá estrenarse en el teatro María Guerrero. Las investigadoras le facilitará documentación a Noelia, esta tendrá acceso a la correspondencia personal de la dramaturga, y también se entrevistará con sus familiares vivos. Todo ello en una carrera contra el reloj, justo dos meses antes del estreno de la obra, para conocer qué papel jugó María en la creación de obras como Canción de Cuna, al mismo tiempo que iremos viendo cómo se desarrolló su vida personal, cómo fue su matrimonio, o como acabó. 

Cuando estamos ante una trama que se vertebra en dos hilos, suele ocurrir que uno despunta más que el otro. Yo no me atrevería a decir esto de La mujer sin nombre. La vida de María Lejárraga fue apasionante. Por un lado, porque estamos ante una mujer que vivió momentos muy complicados, a nivel personal, social, político y económico. Como dije antes, su larga vida dio para vivir un sinfín de situaciones de todo tipo de las que, insisto, no quiero desvelar mucho. Por otro, porque junto a María y Gregorio, desfilarán personajes tan conocidos como Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Ramón María del Valle-Inclán o Jacinto Benavente. De la literatura a la música con Manuel de Falla, Achille Claude Debussy, Joaquín Turina, Maurice Ravel o Isaac Albéniz.  Y luego, Pablo Picasso, Isadora Duncan, Luis Buñuel o María Guerrero. Es decir, el matrimonio Martínez-Lejárraga se codeó con lo más selecto de la época, lo que va a permitir a Vanessa Montfort hacer incursiones de cierta envergadura en la vida de algunos nombres prestigiosos del momento. Por ejemplo, me gustaría destacar el retrato que se hace de Juan Ramón Jiménez, al que veremos inicialmente con apenas veinte años, y que arroja una imagen que a mí me ha sorprendido muchísimo. El poeta de Moguer asoma entre estas páginas con un carácter un tanto bucólico e hipocondríaco. Aquejado de melancolía, conoce a Gregorio y María a su regreso del hospital del Burdeos donde fue tratado. Me ha parecido un personaje divertido, al que veremos alguna vez hablando en verso, y cuya relación con las mujeres dio lugar a algún que otro chismorreo. Montfort muestra una relación entrañable, pero a la vez esclarecedora, entre María y Juan Ramón Jiménez, al que a veces vemos un tanto gris y triste. Pero aparecerá Zenobia y para el poeta se hará la luz.

Manuel de Falla será otro personaje con mucha voz y mucho protagonismo en esta novela.  Sorprende muchísimo verlo firmar sus cartas como «don Manué, er de las músicas», un dato real. El lector conocerá el carácter de este músico, los celos que sentía por Joaquín Turina, el cariño que le tenía a María Lejárraga, y cómo se forjó su famosa obra El amor brujo.

También, el personaje de la actriz y empresaria María Guerrero me ha fascinado. Casada con Fernando Díaz de Mendoza, conde pero sin un duro, e hija de un tapicero, a María la llamaban «la Brava», lo que viene a reafirmar el carácter que se gastaba la buena mujer. La novela nos permite conocer sus inicios como actriz, cuando tan solo tenía 18 años, las obras en las que actuó, y como, a poco a poco, llegó a ser una gran empresaria cuyo nombre coronó uno de los teatros de Madrid. El relato que se hace de su funeral, es otro de los pasajes que más me han gustado de la novela. 

Y luego, Benito Pérez Galdós, descorazonadora la narración de sus últimos días, o Joaquín Turina, del que mejor no desvelo nada. Solo os diré que para mí, su relación con Lejárraga es de las más bonitas que vamos a ver en este libro. 

En cuanto al hilo narrativo que transcurre en un pasado reciente, durante el año 2018, hay que destacar toda la labor de investigación que lleva a cabo Noelia Cid. En este bloque, el lector podrá leer cartas reales de muchos de los personajes, que nos ayudan a entender lo que vivió María y Gregorio, cómo se relacionaron con los demás, y lo que ocurrió durante aquellos años. La lectura de la documentación y las cartas que manejan Cid y su equipo permite que cada uno de ellos vaya aportando su visión de los hechos, y a formular diversas teorías sobre la autoría de las obras firmadas por Gregorio, si María simplemente fue una colaboradora y/o correctora, o, si por el contrario, ciertos libretos salieron de la cabeza de Lejárraga. Más allá de la información facilitada por Blanco y O'Connor, también entrará fugazmente en escena otro investigador más, Ismael, con el que Noelia hará un gran descubrimiento, por no hablar de lo que averiguará en sus conversaciones con los descendientes de María que aún siguen con vida. Bueno, Margarita, no. Vanessa Montfort contó en la entrevista que la ahijada de María Lejárraga había fallecido no hacía mucho tiempo.

Pero, ¿cómo era realmente María? Por apuntar algo, os diré que era una apasionada del teatro desde muy pequeña. No tenía instinto maternal. De hecho, ni siquiera mostró ningún interés por las muñecas, cuando era pequeña. En su lugar, invertía su tiempo en jugar con un teatrillo: «con sus bambalinas, los actores de cartón empalados en alambre para hacerlos desfilar por el escenario...»que sus padres -el médico de pobres, Leandro, y su mujer Natividad-, regalaron a su primogénita. Como se suele decir, de casta le viene al galgo.



En cuanto a Gregorio Martínez Sierra, me ha resultado muy curiosa la transformación que el personaje va sufriendo. En los inicios de su relación con María era un hombre enfermo y enfermizo. Aquejado de tuberculosis, tenía una salud delicada, tosía con frecuencia y se tenía que valer de un bastón para caminar, lo que aún daba un aspecto mucho más avejentado que el que ya ofrecía su físico, de por sí. Pero, posteriormente va recuperando la salud, irá logrando cierto éxito primero, bastante éxito después, se codeará con unos y otros, estrenarán sus obras aquí y allá y,... Lo dejo ahí. Solo os diré que a mí este hombre me ha caído realmente mal.  

¿Y cómo era la relación entre ambos? Bueno, desde el principio veremos a María muy enamorada de su marido, al que llamaba «mi muñeco», pero claro, la relación entre ambos se fue deteriorando cada vez más, por ciertos asuntillos que ya descubrreis al leer la novela, y llega un momento en el que María lo aborrece. No es para menos. 

Pero si hay una pregunta que flota a lo largo de toda esta historia es la siguiente: ¿por qué María, siendo una mujer como fue, que luchó por otras mujeres, permitió que su nombre quedara relegado a la sombra? Son varios los motivos que se manejan. Algunos de ellos los veremos puesto en boca de la propia María y otros, se nos darán a conocer a través de las conclusiones a las que llegan el equipo de Noelia, después de leer la documentación y las cartas de la dramaturga. Se habla de convencionalismos sociales, de amor, o incluso de renuncia, con tal de que ciertos escritos lleguen más lejos. Me refiero a unos textos centrados en el feminismo que, aunque escritos por María, convenía que estuvieran firmados por un hombre. Pero claro, como dije en el párrafo anterior, el amor se rompe y es entonces cuando María, ya en el exilio, lucha por lo que le pertenecía, más por una cuestión de subsistencia que por justicia.



Vanessa Montfort teje y teje una preciosa novela, como si fuera la propia Ariadna, llena anécdotas maravillosas, curiosidades (ojiplática me quedé al leer lo acontecido con Mata Hari), chascarrillos, que salpican tanto a los personajes principales como a los más secundarios, enlazando los capítulos de un hilo temporal con el siguiente del otro, de tal manera que la transición de un tiempo a otro es suave y casi imperceptible. Pero, en La mujer sin nombre, no todo es literatura o música. También tiene cabida la política. La trama del pasado cruza por la Primera Guerra Mundial o la guerra civil española, aunque no hay profundidad en los conflictos bélicos. Lo que sí vamos a ver es a una María Lejárraga muy comprometida con su tiempo. Miembro del Lyceuum Club«primer club de mujeres para el desarrollo intelectual y su participación en la vida política», al que también pertenecían otras mujeres como Victoria Kent, Clara Campoamor, Elena Fortún, María de Maeztu o Zenobia Campubrí,  lucharon por el voto femenino y por otorgar a la mujer voz, hasta el punto de llegar a convertirse en parlamentarias.

¿Qué más os puedo contar de esta novela? Pues que el teatro es la base sobre la que se sustenta la trama. Sin el teatro, esta novela no habría nacido. La mujer sin nombrehace un recorrido por los autores, las obras y los cronistas de la época. Se hará referencia al machismo que se estilaba (y estila) entre bambalinas, o a los rifirrafes que se producían entre autores como Benavente y Valle-Inclán. Por otra parte, Montfort recrea muy bien la tensión en las reuniones de antesala, los diálogos que podrían haberse producido perfectamente entre novelistas, dramaturgos o gente del mundillo del teatro, que me han parecido especialmente vívidos. También el ambiente que se vivía en Madrid o en París está muy bien recreado, con esos cabarets parisinos llenos de música, humo y alcohol, con las vedettes, las faldas de colores y la piel desnuda impregnándolo todo. Porque, hago aquí un inciso, no podemos olvidar los distintos escenarios por los que se mueven los personajes. Ciudades como Madrid, Granada, Tánger, París, Bélgica, Niza y Buenos Aires están retratadas lo justo para que el lector se sitúe y, en algunas de ellas, sucederán los hechos más hermosos de esta novela.

Haciendo una clara alusión a la profesión de Lejárraga, la novela cuenta con algunos recursos que recuerdan al teatro. Nada más abrir las páginas del libro, nos encontramos un dramatis personae, dividido en dos partes.  Por un lado, los personajes que transitan por el pasado. Por otro, los que asoman en el presente de la novela. Todo ello ordenado según el orden de aparición. De igual modo, la novela se estructura en tres grandes bloques, que corresponden a tres actos. Por regla general hay una alternancia de capítulos, aunque no ordenada. No obstante, y a medida que vayamos avanzando, podemos encontrar los dos hilos mezclados en el mismo capítulo.

Escrita en tercera persona, Montfort muestra una especial habilidad a la hora de transportar al lector al momento y al lugar en el que vivió María Lejárraga. Sin ocupar una posición determinada y determinante, la autora expone los hechos y nos conduce a las conclusiones por boca de sus personajes. Sin duda, se nota el cariño que Montfort siente por María Lejárraga, cuya defensa de su obra  

He hablado mucho, muchísimo de La mujer sin nombre. Probablemente, alguno de vosotros me dirá que demasiado, pero no es verdad. Lo último de Vanessa Montfort no es una novela, son muchas novelas en una, y lo que os he contado es solo la punta del iceberg. Con tantos personajes reales y ficticios, con tantos escenarios, y tan dilatada en el tiempo, os podéis imaginar que la novela es de largo aliento, y ahonda en muchísimos más asuntos y cuestiones de los que, ni siquiera he hecho una mera mención. Como se recoge en la biografía de la autora que acompaña esta reseña, La mujer sin nombre es la novela definitiva de Montfort, yo así lo veo. Y sinceramente, no me gustaría estar en su pellejo. Bueno, hoy sí, pero mañana, no. Ha puesto el listón tan alto que no sé cómo se las va a apañar para sorprendernos con una novela mejor que esta. La mujer sin nombre ha sido para mí la mejor lectura de 2020. Soy muy reacia a poner etiquetas de este tipo a mis lecturas porque siento que menosprecio otras que también me han gustado mucho, por ejemplo, Postales del este de Reyes Monforte. Pero es que, La mujer sin nombre me ha parecido soberbia, muy compleja pero perfectamente engarzada, de tal manera que el interés del lector no va a decaer en ningún momento. No recuerdo ningún pasaje que se me haya hecho arduo, pesado, o de relleno.

Poco más os puedo contar. Bueno, os podría contar mucho más pero lo dejo aquí. Solo me queda recomendaros la lectura de esta novela, que ha conseguido acercarme a la figura de una gran mujer, como fue María Lejárraga. Y, de paso, también se le ha hecho justicia.

Por cierto, que la novela tiene su propia lista de Spotify que recoge todas las obras musicales que se mencionan en el texto, «además de aquellos temas que han servido a la autora de inspiración durante su escritura».

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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