A Laura Ferrero la conocí en 2017, cuando publicó Qué vas a hacer con el resto de tu vida, una novela de la que dije: « Hay un momento en nuestras vidas, en el que hay que enfrentarse al pasado, especialmente si es pasado de nuestra infancia, época en la que vivimos en un estado de semiinconsciencia, en nuestro mundo particular, cuando los hechos ocurren sin que consigamos entender su total significado; años en los que todos intentan alejarnos del dolor o somos nosotros mismos los que huimos de él. Pero todo lo que ocurre a nuestro alrededor, cuando somos niños, va dejando un poso en nuestro interior. Ese tejido inmaculado que conformamos cuando somos pequeños se va deshilachando poco a poco y al final, para evitar convertirnos en un trapo, toca recomponerse, cortar nuestras hebras desmadejadas o zurcir los rotos. De este modo es como entiendo la novela de la que quiero hablaros hoy, Qué vas a hacer con el resto de tu vida de Laura Ferrero». (puedes leer la reseña completa aquí). La familia era el tema central de aquella novela, y vuelve a serlo ahora, junto a otros tantos, en este volumen de relatos que acaba de publicar bajo el título La gente no existe. En ellos, la autora explora temas sombríos, demostrando una extraordinaria capacidad a la hora de construir historias breves. Hablamos con Laura Ferrero.
©Jordi Bernadó |
M.G.- Este volumen tiene diecisiete relatos en total. Corrígeme si pienso que algunos tienen tintes autobiográficos.
L.F.- Hay tres que son autobiográficos: Una trenza, Aquellos ojos verdes y Mi padre en Atocha. Están relacionados con mi vida personal. En ningún momento lo enmascaro porque son experiencias que están ahí. En cualquier caso, en el resto también estoy, porque no dejan de ser un trasunto mío.
M.G.- De hecho, das las gracias a tu familia porque, según dices, son una fuente inagotable de temas.
L.F.- Totalmente. Es así muy a su pesar. Ando siempre con la curiosidad, atenta a lo que ocurre, pero tampoco cuento cosas que no se puedan contar. A mí me interesa mucho el ambiente en las familias, quienes son realmente las personas que se esconden detrás de tu padre, de tu madre,... Me interesa mucho fijarme en cosas que, igual por la cotidianeidad, no nos detenemos a mirar con detalle.
M.G.- Te gusta fijarte en los detalles y a mí también. Has mencionado que esos tres relatos son autobiográficos pero yo te he estado buscando también en los demás. Mira, la acción de Muchas posibilidades transcurre en el año 93 y la protagonista es una niña de 9 años. Tú, en el 93 también tenías 9 años. Y otro ejemplo, en Verano 2017, la protagonista tiene 33 años, exactamente la misma edad que tú tenías en ese año.
L.F.- Sabes qué pasa, que con las cosas que están vinculadas con la actualidad, si no me pongo yo como protagonista, si no calculo bien los años, me da miedo cometer una inexactitud. Me imaginaba como una niña que acompañaba a su madre a ver casas. Pero claro, si la pongo en los años 70, se me podían escapar ciertos detalles de la época. Por eso lo hago así, para dominar un poco el contexto.
Por otro lado, la película Verano 1993 me marcó muchísimo, y quise hacer una una narración a partir de ahí. Yo la vi en el verano de 2017, y por eso ambiento el relato en ese año. Lo hago así porque para mí es más fácil imaginarme las circunstancias que rodean la narración.
M.G.- Precisamente, en Verano 2017 hay un guiño precioso a la novela con la que yo te conocí, Qué vas a hacer con el resto de tu vida. Mencionas un diálogo de esa novela. He regresado a aquella historia, para buscar la situación exacta de la que hablas.
L.F.- Sí, sí... Tengo la sensación de que, en el proceso de escribir una novela, lo que quieres es responder a preguntas. Para mí, en ese momento, lo que estaba haciendo era tratar de resolver un tema personal, más allá de la novela. He hecho un poco de metaliteratura, metiendo una historia que no era del todo cierta, relacionándola con una película.
M.G.- Oye, sí que detecto que casi todas las historias vienen narradas con una voz femenina. No sé si te cuesta mucho meterte en la piel de un hombre.
L.F.- Para nada. Me gusta meterme en vidas que nunca serán las mías. En Piscinas vacías, mi primer libro, creo que había bastantes hombres. En esta es verdad que me han salido más mujeres que hombres, pero no hay una razón especial. A ver, es evidente que me siento más cercana a determinadas historias contadas desde el punto de vista de una mujer, porque es lo que me ha tocado a mí. Pero, en realidad, la literatura genera todos esos vínculos de cercanía y de empatía, que permite meterte incluso en la piel de un hombre de ochenta años. Es algo que me atrae.
M.G.- Antes has mencionado que casi todos estos textos tienen el mismo tono. En ellos tratas temas relacionados con las familias en ruinas, los matrimonios rotos, el maltrato,... Son todas cuestiones un tanto grises.
L.F.- Para mí el tema de la familia es muy interesante porque, casi nadie se acerca a su familia como objeto de investigación. Por regla general, nuestro padre o nuestra madre son figuras que cuesta mucho atravesar. En todas las familias hay fracasos, más grandes o más pequeños, pero los hay. Y en ellas se cuelan las frustraciones, y las proyecciones de padres a hijos y de hijos a padres. Me interesaba poner el foco en ese tipo de vínculos, que son tan cotidianos y en los que reparamos tan poco.
M.G.- Por mencionar algunos de ellos, Gangrena es un relato que me ha demostrado lo fácil que resulta ser víctima del maltrato psicológico sin darnos cuenta.
L.F.- Claro porque hay abusos que son menos visibles que otros. Un golpe o una herida dejan marca. Pero si estás sufriendo abuso psicológico, no solemos ser conscientes de ello, y mucho menos lo son los demás. Además, uno no quiere reconocer que está en ese punto. Me resultaba un reto acercarme al abuso desde esa otra vertiente, desde lo psicológico, para mostrar cómo te va comiendo como la misma gangrena. Es que te mueres en vida porque ya no eres tú, sino una versión muy disminuida de lo que tú eres. Es un relato del que me siento orgullosa porque era un tema pendiente, como muy necesario.
M.G.- Hay relatos conectados. Una trenza y Aquellos ojos verdes, además de autobiográficos, tienen un personaje común, esa abuela encantadora y preciosa. Son textos muy bonitos, y a la vez, muy duros.
L.F.- Cuando murió mi abuelo escribí Aquellos ojos verdes. Luego llegó la pandemia, se murió mi abuela, y no me quedó otra que escribir Una trenza. Es un relato que no hubiera querido escribir nunca, como puedes imaginar. Porque además es que no tienes a tu alcance ni los medios para despedirte. He intentado llegar con las palabras a donde no podía llegar de otra manera.
M.G.- Aquellos ojos verdes me ha tocado el alma. Es un relato muy cercano porque he vivido algo muy similar hace muy poquito. Me pregunto si, cuando os ponéis a escribir, o cuando tú te pones a escribir, eres consciente de que hay historias que van a doler mucho a los lectores.
L.F.- Siempre sabes que hay un lector, pero los relatos los escribes para ti. En el momento en que empiezas a plantearte qué va a pensar el lector, o la crítica, entonces empiezas a escribir la historia para los demás. Bajo mi punto de vista, es mejor no tener tan presente a la otra persona. No puedes controlar lo que va a generar esa pieza en los demás. Solo puedes controlar lo que escribes, y tratar de hacerlo lo mejor posible. Después, lo que ocurra con otra persona, hasta ahí no puedes llegar. La literatura nos sirve para no sentirnos tan solos. Mis relatos pueden acompañar a alguien que haya pasado por lo mismo que cuento.
M.G.- Y Laura, ¿tú buscas el tema o el tema te busca a ti?
L.F.- Se puede buscar pero la literatura va por su propio camino. Es que te puede gustar mucho un tema y no saber contarlo. O incluso al revés. Puedes ser brillante exponiendo un tema, pero no querer hacerlo. Pasa lo mismo cuando te enamoras. Es algo que no está únicamente en nuestra mano. Hay personas a las que no podemos conquistar, se nos resisten.
M.G.- Por mencionar otro relato. Candy Crush habla de esas mujeres que tienen parejas con hijos. Se analiza esa especie de maternidad prestada.
L.F.- Habla de la mujer que se adapta a la vida de otro y tiene que encajar en un molde que ya existe. De todos modos, es un relato que también se centra en el hecho de contar historias. Cuando alguien cuenta la historia de otra persona, deja de contar la suya propia. Por otra parte, la persona que controla el lenguaje, es la que tiene la oportunidad de manipular.
M.G.- Te tengo que admitir que Don't cry madam me ha desconcertado un poco. Me gustaría que me hablaras un poco de este relato.
L.F.- Hace tiempo leí en un periódico que había hospitales en los que se utilizaban caballos para acompañar a enfermos terminales. Me pareció algo alucinante porque además, el caballo era capaz de detectar dónde estaba el mal. Por ejemplo, si tenías un problema en el hombro, el caballo ponía el hocico en el hombro. El animal captaba el mal, lo leía. Me pareció algo de realismo mágico. A partir de esa noticia desarrollé un relato para hablar sobre lo que era realmente estar a punto de morir. Hay muchas clases de muerte. Lo que le pasa al protagonista en este relato es que está en este mundo pero, a la vez, ha dejado de estar. Y sí, es un relato extraño.
M.G.- ¿Y qué me cuentas sobre Cómo borrar a tu expareja? A mí me ha parecido como un manual para sobrevivir a una ruptura sentimental.
L.F.- Sí, un manual o unas instrucciones como las del Ikea. Es algo que nos da cierta seguridad. Si sigues estos pasos podrás montar una cama. Imagínate que, ante las cosas malas de la vida, te puedan dar instrucciones paso a paso, día a día, para superar ese trance. Eso nos daría una seguridad que luego en la vida nunca tenemos. Me gusta mucho aplicar todo ese lenguaje de las instrucciones.
M.G.- ¿Y hay algún motivo en especial por el que este volumen lleve por título el nombre del último relato?
L.F.- Me parece que la reflexión que contiene el último relato está repartida a lo largo de los restantes. Es esa pregunta sobre la vida, ¿cuándo estamos realmente aquí?, ¿y por qué?, ¿y cuándo nos marchamos? Es el único motivo.
M.G.- De acuerdo, Laura. Pues acabamos aquí. Me alegra mucho volver a hablar contigo. Me alegra también haberte leído de nuevo. Ojalá podamos vernos pronto.
L.F.- Me encantaría. Gracias a ti.
En estos relatos hay amor y desamor. Hay ausencia y culpa. Hay esperanza. Están los que celebran el hoy y lo que está por venir, y otros que prefieren vivir en las expectativas, donde se sienten protegidos. Los que pueden, olvidan. O no del todo. O no siempre. Algunos no creen saber qué es existir ni desear, ni qué hace que una vida sea una vida. Pero ¿alguien lo sabe?
Las historias de La gente no existe narran lo íntimo, aquello que solo somos capaces de contar en voz baja, lo que nos ocurre cada día. Y nos deslizamos por ellas comprobando que «el camino de la emoción sin impostura que ha transitado Ferrero es uno de los que lleva a la gran literatura».