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RODRIGO MUÑOZ AVIA: ❝Para esta novela he tirado de mis vivencias en las comunidades de vecinos❞

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Si tuviera que poner un subtítulo a La tienda de la felicidad, la nueva novela de Rodrigo Muñoz Avia, sin duda sería El placer de leer cartas, porque eso es lo que vamos a encontrar en este libro. Sin embargo, y para ser precisos, tendría que señalar que más que cartas, son correos electrónicos. Un total de 615 mails, entre enviados y recibidos (los he contado y algunos son solo de una línea), es lo que encontramos entre las 302 páginas de una novela que se lee en un suspiro, compartiendo unas cuantas horas con un personaje que no vas a olvidar fácilmente. Carmelo Durán es un tipo singular, raruno, provocador, ese garbanzo negro de la familia o del vecindario, que siempre saca los pies del plato, pero al que hay que saber llevar.

La tienda de la felicidad es una novela epistolar moderna. Aunque, como dice el autor, y a juzgar por nuestra forma de comunicarnos en los últimos tiempos, breve e inmediata, casi roza lo antiguo. Con Rodrigo Muñoz Avia, hijo de los famosos pintores Lucio Muñoz y Amalia Avia, conversamos hace unos días. Dejo por aquí nuestro encuentro. 

[Fuente: Web editorial]

Marisa G.- Rodrigo, estamos ante una novela de género epistolar, pero 2.0, ¿no?

Rodrigo M.- Pues sí. Es verdad que es una evolución de la novela epistolar, porque está llevada al correo electrónico. Pero a la vez digo que es casi la última posibilidad de escribir una novela de este género. Lo epistolar, si no ha acabado ya, le queda poco. Es algo abocado a la extinción. Hoy día nadie escribe largos mensajes, como eran las cartas convencionales y como son los correos electrónicos. De hecho, creo que el correo electrónico ya tiene algo de anticuado. Es que nadie usa el correo electrónico como lo usa el personaje de esta novela, para comunicarse incluso con su madre o su hermano. Él odia el móvil, odia Whatsapp y, en su falta de convencionalidad y rarezas, prefiere el correo electrónico a cualquier otra cosa.

M.G.-  La novela arranca con un correo electrónico que le envía Carrefour online porque Carmelo Durán ha hecho un pedido pero no le van a llegar todos los artículos.  Fue leer ese correo, y la respuesta que le envía Carmelo, y te prometo que pensé que esto te había pasado realmente. 

R.M.- ¡Es que me pasó de verdad!

M.G.- ¿Sí? Es que se nota (Risas)

R.M.- (Risas) A ver, el hecho de hacer un pedido y que luego no te lleguen artículos importantes, y que encima esos artículos son los que justifican el pedido que has hecho, me ha pasado realmente. Lo he vivido en mis carnes. Varias veces hice un pedido del que no me llegaban nunca las gambas congeladas, lo mismo que le ocurre a Carmelo Durán. Eso sí, me las cobraban siempre. Así que escribí dos o tres correos electrónicos muy irónicos, y demasiados gamberros, con los que me lo pasé muy bien. La pobre persona de Carrefour que los recibió seguro que alucinó, pero siempre respondía con una fórmula tipo. Aquello me dio la idea de crear un personaje muy divertido, por momentos excéntricos, como el de esta novela. 

M.G.-  Ese personajes es Carmelo Durán, un tipo que intenta hacer sus pinitos en literatura, aunque no parece que tenga suerte. Es muy divertido pero, Rodrigo, te tengo que confesar que, a veces, me ha puesto nerviosa. Es un personaje muy peculiar. ¿Cómo definirías? 

R.M.- Creo que es un tipo muy provocador, pero muy brillante. Tiene mucho sentido del humor y es bastante excesivo. Lo es comiendo, lo es comprando, y lo es también escribiendo. Por eso escribe esos correos tan exagerados. Y luego también tiene su punto inmaduro y, a veces, insoportable y egoísta. Por eso entiendo que te ocurra eso, porque le ocurre a todo el mundo. Sin embargo, creo que lo que prevalece es que tiene algo muy entrañable, y algo con lo que te puedes identificar mucho, como es esa indignación que sentimos muchos, en relación a los servicios de Atención al Cliente, que te ignoran, que no te hacen caso. Pero Carmelo es un tipo que no se calla y cuenta con un gran sentido del humor. 

En Carmelo, una cosa fundamental es que, por mucho que sea gruñón, protestón y misántropo, a la vez está muy necesitado de comunicación. Esta novela no es más que un montón de señales que Carmelo manda al exterior, en su búsqueda de respuestas. Carmelo es un gran comunicador, que acaba seduciendo a sus interlocutores. Se los mete en el bolsillo, incluso con aquellos con los que ha sido más borde.

M.G.- Como dices es un personaje que se relaciona con todo el mundo por correo electrónico, incluso con la madre. A mí me ha dado mucha pena la forma en la que trata a esa madre, esa mujer que se queja de los hijos que le ha tocado en suerte.

R.M.- Es que es tremendo pero no deja de ser cierto que hay mucha gente como Carmelo. En el fondo, todos somos un poco como él. Seguro que hay lectores que, tras leer la novela, se dan cuenta de lo valioso que resulta tener a tu madre contigo todavía, lo importante que es llamar más a tu madre, responderla con más cariño, y hacerle más caso cuando nos pregunta qué tal estamos. Generalmente somos poco comprensivos con nuestras madres. La madre de Carmelo tiene mucha paciencia, se lo cociente todo a su hijo, y ella lo único que quiere es que le informe, que le cuente cómo le va.

M.G.- También es llamativa la relación que tiene con el sobrino. A mí me ha recordado a la que tengo con mi sobrina, que es como muy cercana. La relación tío-sobrino es mucho más intensa que la de padre-hijo. Esto es así. 

R.M.- Exacto. Esa relación con Jacobo, con el sobrino, es un rasgo muy típico de Carmelo. En su salirse un poco de ser estándar y de ser algo provocador, al final con el que tiene más vocación de llevarse bien y es menos antipático es con un chaval de diecisiete años. A mi juicio, en la relación con Jacobo se ve cierta inmadurez de Carmelo porque es que a veces le dice cada cosa al sobrino... (Risas). Es normal que el padre del chaval se indigne porque, eso de ir de tío guay, de decirle al sobrino lo que precisamente quiere oír, está muy bien porque te ganas su simpatía, pero luego...  Aguantar a Carmelo como hermano o vecino no es nada fácil.

M.G.- Bueno, la parte de los vecinos es espectacular. Es muy divertida. Es un poco el camarote de los hermanos Marx, con gente entrando y saliendo, y haciendo cosas rarísimas. Aunque en las comunidades de vecino, aunque parezca mentira, a veces ocurren las cosas que ocurren en la novela.

R.M.- Claro, claro, por supuesto. Para esta novela, he tirado de mis vivencias en las comunidades de vecinos. Las cosas que ocurren en la novela con respecto a las bolsas de basura, o a otras situaciones similares, siempre se dan en las comunidades de vecinos. Son vivencias con las que la gente se identifica mucho  porque son tremendas. Si encima, hay un provocador como Carmelo, que convive en el mismo edificio con gente más conservadora, pues todo se convierte en una bomba de relojería.




M.G.- La relación estrella en esta novela es la que mantiene Carmelo con Mari Carmen, una señora a la que conoce de una manera peculiar -no quiero desvelar nada-. Esa relación que empieza tan bien, llega un momento en que hace aguas, y yo no he podido evitar ponerme del lado de Mari Carmen. Pobre mía, sale muy escaldada y no se lo merece.

R.M.- Claro, es normal. Carmelo ejerce presión sobre Mari Carmen, cuando a ella, lo que precisamente le gustaba de la relación que tenían, era que hubiera libertad y una ausencia total de presiones. Este fue un asunto que me dio guerra, a la hora de escribir la novela. Necesitaba que hubiera un revés en la relación para que la historia tuviera su giro y su intríngulis. Me gusta cómo se desarrolla todo  porque, tanto el punto de vista de él como el de ella, son comprensibles. Pero es verdad que Carmelo, tan verso libre como se siente, tan poco convencional, reivindicando tanto la libertad y la soledad de cada uno, al final se convierte en una persona posesiva, impaciente, que demuestra esa inmadurez tan típica en las relaciones. Todos gestionamos mal esas relaciones de pareja, por las inseguridades y por la falta real de información. A mí me gusta mucho cómo reacciona Mari Carmen.

M.G.- Se habla de que la novela es de humor y es verdad, tiene pasajes muy divertidos. Sin embargo, también hay mucha soledad y sobrevuela por toda la novela la pesadumbre de Emily Dickinson, de su vida, de sus poemas,... 

R.M.- Sin duda. Eso es lo que Rosa Montero quiere decir cuando habla de que hay una melancolía de fondo. La novela es un retrato del mundo moderno en el que vivimos, y no solo por lo pandémico. El aislamiento de las personas va a más. Hay muchísimas personas que padecen una soledad no deseada, muy difícil y muy dura. Aunque este personaje tiene su propio discurso sobre el derecho a la soledad, y que no hay que estigmatizar al que escoge ser asocial, en el fondo él también padece esa soledad. Lo que pasa es que es un tipo con muchos recursos y no parece que se sienta tan incómodo, pero sí que busca claramente relacionarse. Y la novela va de eso. Es verdad que se cuenta muy bien el mundo de los mails, de la soledad de cada uno delante de la pantalla, sin saber lo que hay al otro lado, del mundo del spam. Todo eso contribuye mucho a transmitir esa sensación de mucho ruido pero muy anónima, frente a la cual uno está muy solo. El día que Carmelo recibe únicamente spam es señal de la absoluta soledad que sufre el personaje.

M.G.- Recibe mucho spam, mucha publicidad,... Me gusta donde colocas al lector. En el sentido de que, casi casi, hemos hackeado su cuenta. Estamos en una situación de privilegio.

R.M.- Exacto. Es un juego muy divertido porque nos convertimos en un voyeur, un espía, metiéndonos en un ordenador ajeno y leyendo todos los correos que su dueño envía y recibe. Pensé que para el lector podría ser muy gratificante intentar reconstruir la vida de una persona solo con eso. 

En general, la posibilidad de reconstruir una vida es algo bonito, que se produce en las novelas epistolares. Sin que exista un narrador, te cuenten la historia solo con lo que se dicen en las cartas. De este modo, podemos reconstruir todo lo que ha ocurrido. De todos modos, en esta novela ocurren muchas cosas que, de hecho, están en la sombra, no se especifican, pero tienes ciertos indicios que te ayudan a saber lo que ha ocurrido. 

M.G.- Por cierto, con las menciones a Carrefour y a Mercadona, ya te podían patrocinar algún evento literario. (Risas)

R.M.- Pues sí... (Risas) A veces teníamos dudas con respecto a esto, porque claro, este Carmelo suelta cada cosa al principio, cuando está enfadado con Carrefour y los pone a parir... Pero bueno, la imagen de Carrefour encarnada en el personaje de Mari Carmen es muy positiva. 

M.G.- La novela agrupa esos correos electrónicos que Carmelo emite y recibe entre el 13 de marzo y el 20 de mayo de 2019. Ese periodo tan malo que hemos vivido en 2020. ¿Carmelo hubiera sido muy feliz con el confinamiento? Lo digo porque como apenas sale de casa...

R.M.- Es algo muy interesante de investigar. La novela la terminé prácticamente cuando estalló todo esto pero ya no podía adaptar al confinamiento, ni quería ni podía alargarla un año más, ni quería hacer un añadido. Pero hay lectores que me lo están diciendo y no sé si algún día habrá una segunda parte, si tiene sentido o no escribirla. Desde luego, Carmelo en el confinamiento sería algo muy interesante de ser estudiado. Sería una bomba de más intensidad, con los balcones, los vecinos, la gente que canta o que no canta,... En fin, habría mucho material divertido ahí.

M.G.- Hubiera sido fantástico ese Carmelo en la terraza, en esa que tiene llena de chismes, despotricando de todo cantante aficionado y de balcón.

R.M.- Exacto. El confinamiento y la compra darían mucho juego. No es descartable pero, de momento, me centro en su vida durante esos meses de 2019.

M.G.- Y ya para terminar Rodrigo, y dejando de lado esta novela, hago un inciso para hablar de esa obra dedicada a tus padres, La casa de los pintores. Me parece un homenaje precioso. Y al hilo de esto, he leído en prensa que se prepara una exposición sobre los cuadros de tu madre.

R.M.- Sí, el año que viene. Será en septiembre de 2022. La casa de los pintores es, para mí, el libro de mi vida. Es un libro que tenía el deseo de escribir y la certeza casi segura de que un día lo iba a escribir. Cuando me lancé lo hice con muchas dudas. No sabía si los lectores iban a estar interesados en conocer a mis padres, que vale que fueron unos pintores conocidos y admirados, pero el libro es básicamente la historia de una familia feliz. Pero me puse a ello y, según iba escribiendo, me fui convenciendo de que sí. Para mí es un libro muy especial, que ha gustado mucho. Además, frente a mis libros de ficción, este será un libro con vocación de permanencia porque siempre habrá alguien interesado en la obra de Lucio Muñoz y de Amalia Avia. Es un libro-testimonio de una época, con carácter documental.

M.G.- Entiendo. Bueno Rodrigo, mientras te decides a escribir una segunda parte de la vida de Carmelo, o alguna otra historia, vamos a seguir disfrutando del personaje en ese año 2019. Te agradezco que me hayas atendido. 

R.M.- Gracias a ti. 


Sinopsis: Carmelo Durán necesita pocas cosas en la vida: un ordenador con internet, un supermercado online donde comprar comida en cantidad y unos cuantos interlocutores cibernéticos con los que discutir. Pero todo cambia cuando un error en un pedido le pone en contacto con Mari Carmen, la encargada de atención al cliente del súper.

La tienda de la felicidad es una novela epistolar, escrita en forma de mensajes de correo, con un protagonista inolvidable, mezcla quijotesca del Ignatius de La conjura de los necios y la Helene de 84, Charing Cross Road. Una historia de personas reales, con sus peripecias diarias, que se ganará un hueco en el corazón de los lectores.





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