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POR SI SE VA LA LUZ de Lara Moreno.

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Autor

Lara Moreno nació en Sevilla en 1978 y creció en Huelva. Ha publicado los libros de relatos Casi todas las tijeras (Quórum, 2004) y Cuatro veces fuego (Tropo, 2008) y los poemarios La herida costumbre (Puerta del Mar, 2008) y Después de la apnea (Ediciones del 4 de agosto, 2013). Sus cuentos están recogidos en numerosas antologías, entre las que se encuentran Siglo XXILos nuevos nombres del cuento español actual (Menoscuarto, 2010) y Antología del microrrelato españolEl cuarto género narrativo (Cátedra, 2012). Actualmente vive en Madrid, donde es editoria freelance e imparte talleres de escritura.


Sinopsis

En un pueblo casi sin gente, de repente vuelve la vida para mostrar que nada se acaba de verdad mientras haya un niño haciendo preguntas al mundo.

Entonces, cuando es de noche y Martín posa su mano sobre uno de mis muslos, le pregunto:
¿Hemos venido aquí a ser viejos?

No se llevaron nada, o casi; ni siquiera el gusto por la aventura.  Y cuando llegaron al pueblo, entraron en casa y se echaron encima de un colchón como si la noche no fuera a acabar nunca. Amaneció, y a la luz del sol descubrieron que había más vida allí: unas cuantas casas, unos huertos, hombres y mujeres que hablaban lo justo.

Despacio, Nadia y Martín fueron conociendo a Enrique, el dueño de un bar donde había poco más que libros y vino rancio, a Elena y Damián, dos viejos hechos de pura piedra, y a Ivana, que un buen día apareció acompañada de una niña, hija de todos y de nadie.

¿Qué sentido tenía aquel viaje, y aquella gente, y aquel ir viviendo sin imágenes, sin música, sin mensajes que contestar y solo algo de comida y sexo para aliviar los días? Quizá se tratara de llegar a viejos ahora que ya no quedaba nadie en las ciudades, quizá buscaran una manera de ser y de hacer algo digno en ese tiempo que aun les quedaba antes de que se apagara la luz. Quién sabe.

Como todos los grandes libros, Por si se va la luz no se anda con respuestas, sino con buenas preguntas. Lara Moreno es una mujer que empieza y tiempo le queda para decir lo suyo, pero con esta primera novela nos entrega ya literatura con mayúsculas.


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La semana pasada os presenté la entrevista a la novelista Lara Moreno en la que nos habló de su primera novela en un tono cercano (puedes leer la entrevista aquí). Hoy corresponde publicar la reseña sobre esta obra que tan impactada me ha dejado. 

Por si se va la luz no es la típica novela que acostumbro a leer, en la que los personajes giran alrededor de unos hechos que se desarrollan entre una introducción, un nudo y un desenlace. Esta novela me ha parecido muy original y novedosa en cuanto a su planteamiento. Según nos cuenta la autora, la idea surgió a raíz de unos titulares informativos sobre las consecuencias del cambio climático al que estábamos asistiendo. Una temática que surgió a la palestra de la actualidad hace algunos años pero de la que ya nos hemos olvidado y no porque haya dejado de existir. El problema sigue estando ahí aunque nuestra atención se fije ahora en otras áreas. Por aquel entonces se hablaba con gran preocupación sobre la escasez de los recursos, el derretimiento de los polos, las lluvias torrenciales,... Hechos todos ellos que indicaban una degradación de la naturaleza y por ende del planeta. 

¿Qué historia recoge esta novela?

Nadia y Martín son una pareja de jóvenes urbanitas que deciden abandonar la ciudad y trasladarse a vivir a un pueblo del que poco sabemos. La mayoría de sus enseres quedan atrás, anclados a su vida pasada, y en su mudanza tan sólo llevarán lo imprescindible, más una vieja máquina de escribir y una cincuenta de libros pendientes de lectura. A su llegada al pueblo nadie los recibe, nadie los ve, ni ellos ven a nadie. Se instalan en una vieja casona que tendrán que ir adecentando con el paso de los días. Descubrirán que como vecinos tan sólo tienen a tres personajes, Enrique que regenta el bar, Damián y Elena. A mitad de la narración se incorporará Ivana, otra joven que va y viene pero que en esta ocasión viene acompañada de una niña de unos diez años, de origen ruso y de nombre Zhenia. Todos ellos componen un collage extraño, una mescolanza que obliga al lector a preguntarse quiénes son estos individuos y qué hacen en ese lugar. 




El pueblo está lleno de casas vacías y con un escaso tránsito entre sus calles lo que confiere a la población un aire de absoluto abandono.¿Qué motivos pueden tener un grupo de personas para residir en semejante desierto? 

El lector se adentra en un terreno de nadie. Camina dando palos de ciego, sin saber muy bien qué esta ocurriendo. Da la impresión de que esas personas están huyendo de algo o de alguien pero sin llegarse a concretar nada. ¿Qué ocurrió en la ciudad? ¿Por qué Nadia y Martín llegan de forma tan desesperada? No lo sabemos, ni llegaremos a saberlo. Como dice la autora algo con ciertos tintes apocalípticos flota en el ambiente y el lector intuirá pero sin ver.

Dice la sinopsis que «Por si se va la luz no se anda con respuestas, sino con buenas preguntas» y no puedo estar más de acuerdo. Mientras estuve inmersa entre las páginas de esta novela no dejaba de anotar una pregunta tras otra. ¿Por qué parece que huyen? ¿Por qué llora Nadia la primera noche? ¿Por qué Ivana vuelve? ¿Por qué...?  ¿Por qué...?  Se podrá pensar que con tantas incógnitas sin resolver el lector puede terminar por abandonar la lectura, tirar la toalla. Mi experiencia me ha demostrado que la total falta de respuestas en Por si se va la luz no hacía más que fomentar mi curiosidad. Al principio leía con avidez intentando despejar las incógnitas. Cuando me di cuenta de que la autora jugaba fuerte, no desistí porque las sensaciones que me invadían mientras leía conseguían mantener mi atención.

Y las preguntas se siguen sucediendo. Tras la llegada de Nadia y Martín a nuestro pueblo fantasma se esconde una supuesta organización, a la que Nadia terminará por temer y que Martín calificará como un fraude. De nuevo estamos ante el desconocimiento. ¿Quiénes componen esta organización? ¿A qué se dedica? 

Preguntas sin fin.

Por si se va la luz no es una novela de acción. Los que busquéis hechos y agitación no los encontrareis porque estamos ante una novela coral, una novela eminentemente de personajes, donde Nadia, Martín, Enrique y el resto soportarán la carga narrativa. Cada uno de ellos es un mundo en el que lector tendrá que adentrarse.


"Le Passage" de Kay Sage.
Nadia, la artista melancólica, abandona la ciudad en la que hasta ahora vivía sin mayores pretensiones. Su pareja, Martín, le propone dejarlo todo atrás a modo de arrebato contra el mundo y ella seguirá sus pasos con poca convicción pero con muchas dudas. Cambia su paisaje, su entorno, dejando atrás familia y amigos. El trueque no la estimula, más bien todo lo contrario. 

Junto con Damián, un anciano que añora enormemente a su mujer fallecida y que nos ofrece la cara más dulce de la novela, Nadia es el personaje que más me ha gustado. Se muestra frágil y necesita que la comprendan, que la escuchen, se siente desvalida en un entorno austero y sombrío.  Sus palabras, sus pensamientos, su rabia y sus celos consiguieron que empatizara con ella, conduciéndome hacia un final en solitario que me inquietó aún más.

Pero si habéis leído la entrevista previa, sabréis que hay un personaje que me dejó especialmente tocada. Elena, una anciana que vive sola, con una dura historia personal a sus espaldas, una mujer ruda y brusca, entregada al trabajo y con un documento oficial en su poder que le ronda. Nadia no confía en Elena y es que cuesta trabajo llegar hasta una mujer tan agreste cuyo mundo orbita en torno a los animales que cuida y las tisanas y mejunjes que prepara. 

El resto de los personajes, Martín, Enrique, Damián, Ivana y Zhenia, dejaré que los descubráis vosotros mismos.

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