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BÁRBARA MONTES: ❝Esta novela no es más que una carta de amor a las mujeres de mi vida❞

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Amanda Black es una joven de trece años que protagoniza la nueva saga de novelas de aventuras, tras la cual está Bárbara Montes y su pareja Juan Gómez-Jurado. El primer título de la serie se titula Una herencia peligrosa y próximamente verán la luz nuevas entregas. Sin embargo, Bárbara Montes ha compaginado la publicación esta novela infanto-juvenil con la de su primera novela para adultos, que lleva por nombre Julia está bien.

En esta novela, la autora rinde homenaje a su abuela Juliana, extremeña de nacimiento, que sufrió y padeció los rigores de la guerra civil, unos tiempos convulsos en los que también había hueco para el amor. A través del personaje de Julia, Montes nos relata parte de la vida de su abuela, que mezcla con sucesos de ficción, y alterna la vida de la anciana con la de su nieta Sofía, de treinta y nueve años de edad, que no pasa por su mejor momento. 

Hablamos con Bárbara Montes sobre Juliana, Julia, Sofía, Extremadura, la guerra civil y el amor. 

[Fuente: web editorial]
Marisa G.- Bárbara, primera novela de adultos tras cuatro libros infantiles escritos al alimón con tu pareja, Juan Gómez-Jurado. ¿Ha sido complicado el salto de un género a otro?

Bárbara M.- No. Empecé en infantil porque me pareció más sencillo pero luego la vida me puso en mi sitio y entendí que no, que la literatura infantil es mucho más difícil que la adulta. Todo esto vino porque, antes de ponerme a escribir, fui lectora editorial, haciendo informes de los manuscritos que me pasaban. La editora que leía aquellos informes vio algo en mis escritos y me propuso escribir una novela, pero es que yo no me veía capaz. Entonces me propuso escribir algo infantil, a medias con Juan, para que me soltara. Y eso sí lo acepté. Me pareció un caramelo. Además soy psicóloga, especializada en infantil, y me pareció que ahí sí podía llegar. Y así empecé. Pero una vez que te pones a ello te das cuenta de lo dificilísimo que es. Es mucho más complicado agradar a un lector infanto-juvenil que a uno adulto. El lector infantil es muy exigente, como lo aburras en las primeras páginas te suelta y no te vuelve a dar una oportunidad. El lector adulto no necesita esa gratificación inmediata y tiene algo más de paciencia. A lo mejor se aburre en un capítulo pero sigue leyendo.  Así que sí, me gusta mucho escribir para  niños pero me resulta más sencillo llegar al lector adulto. 

M.G.- Sí, los pequeños no se andan con rodeos. Si algo les gusta bien y si no, pues a otra cosa. No tienen mucho reparo en ser totalmente sinceros.

B.M.- Eso es. 

M.G.- Julia está bien es una preciosidad de novela. Es un homenaje a tu abuela que tuvo una vida tan bonita y tan dura. La pobre mía pasó muchas penalidades.

B.M.- Sí. Mi abuela ha sido la mujer más importante de mi vida. Viví más de diez años con ella y dio tiempo a que me contara todo lo que le había ocurrido, con mucha profundidad. La quería muchísimo y me apeteció escribir una novela sobre su vida. ¿Para qué me iba a meter en cosas que no conozco, pudiendo contar una historia tan interesante como la suya? Pero sí te quiero aclarar que no todo lo que ocurre en la novela le ocurrió a mi abuela. Es verdad que he utilizado partes de su vida para construir la historia de Julia, pero también hay una buena parte de ficción. No es una novela biográfica, ni de mi abuela ni mía. Eso sí, lo que es auténtico y real es la relación que existe entre esa abuela y esa nieta. Entre nosotras había muchísima complicidad y mucho amor. 

M.G.- Pero seguramente hay cosas terribles que le pasaron a ambas, a Julia como protagonista de la novela y a tu abuela Juliana. Es que te imagino sentada a su lado, escuchándola con cara de asombro. Sin dar crédito.

B.M.-  Eso por supuesto. Es que cuando conoces a tu abuela, es tu abuela desde que naces. Quiero decir que te cuesta imaginar que tuvo una vida anterior. Desde que has nacido, ves prácticamente a una viejecita, dulce, con su pelito blanco, sus gafas, que te cuente ciertas cosas,... Es que las abuelas, independientemente de la edad que tengan, siguen siendo mujeres con experiencias a sus espaldas pero claro las encasillamos en el papel de abuelas, y parecen que  no han hecho otra cosa más que estar ahí para cuidarnos y mimarnos. Me gustaba muchísimo escucharla porque siempre me pareció muy valiente. Y te la veías ahí, cocinando unas albóndigas buenísimas, y sabiendo por todo lo que había tenido que pasar para llegar a ese momento de su vida.

M.G.- Si es que este país está lleno de abuelos con un pasado tremendo, que lo tienen ahí guardado. A veces, ni nos enteramos. 

B.M.- Claro, y vivieron cosas terribles.

M.G.- Pues sí. La novela está construida a dos tiempos. Por un lado, el pasado de Julia y por otro el presente de Sofía, la nieta. El tiempo que Sofía vive con su abuela le servirá, no solo para conocer más a Julia, sino para conocerse mejor a sí misma. Sofía no pasa por un buen momento.

B.M.- Sofía es una mujer que está prácticamente pasando por una depresión, aunque eso no se dice explícitamente en la novela. Me interesaba mostrar cómo era una depresión, cómo una persona con depresión no se pasa las veinticuatro horas del día llorando. El dolor va por dentro. Y luego, lo de utilizar dos voces distintas fue una decisión totalmente consciente. Quería contar una historia más clásica, la de la vida de Julia que se ubica en 1934, y para eso quería utilizar una voz en tercera persona, una narración mucho más clásica. En cuanto a Sofía, prefería una narración mucho más dinámica. El uso de esas dos voces tan diferentes te ayuda a entender cómo era la vida entonces y cómo es la vida ahora. Hoy en día todo son prisas. Vamos mucho más deprisa a todas partes, y recibimos mucha información mucho más deprisa, también. La voz de Sofía me ayudaba en este sentido y quería hacer de ella una mujer muy real, que me recordara a alguna amiga mía.

M.G.- Dos mujeres que viven el amor de una forma muy diferente. El amor es el epicentro de la novela pero cada una de ella tiene un concepto distinto del mismo. Claro, que también son mujeres de dos generaciones distintas.

B.M.- Sí. En la historia de Julia tenemos ese amor romántico que nos han enseñado a apreciar y a buscar en la vida. Tanto en el caso de las mujeres como en el de los hombres. En los tiempos de Julia, si no se conseguía un amor romántico parecía que no se había alcanzado ningún objetivo vital importante. Sin embargo, el objetivo de Sofía en 2011 es sobrevivir y tirar adelante, y aprender a quererse a una misma, que también es algo muy importante. 

En definitiva, esta novela no es más que una carta de amor a las mujeres de mi vida. Así de sencillo. Es un intento de poner en valor a tus amigas, a tu madre y a tu abuela. A cualquier mujer. Hoy en día, las mujeres necesitamos que nos digan lo muchísimo que valemos porque no nos lo dicen muy a menudo. Nosotras mismas nos castigamos mucho en el trabajo, nos esforzamos por ser las mejores y como madres, constantemente estamos pendientes de no fallar en ese papel. No está mal que, de vez en cuando, alguien nos diga: «Tía, tú vales un huevo». Esta novela es eso, decir a las mujeres que valen mucho y que no importa lo que digan los demás porque aquí van a estar tus amigas para apoyarte y para protegerte cuando lo necesites.

M.G.- Entiendo. Y has comentado que no todo lo que le pasa a Julia, le pasó a Juliana. Es decir, has tenido que inventar y ficcionar. ¿Cómo te has apañado para construir esa parte inventada del pasado de la abuela?

B.M.- Para contestarte a esta pregunta tengo que explicarte cómo trabajo. 

M.G.- Vamos allá.

B.M.- (Ríe) Soy muy organizada. Antes de sentarme a escribir y poner una sola letra, lo que hago es usar un cuaderno de dibujo enorme y ahí construyo toda la genealogía de todos los personajes, sus edades, lo que relaciona unos con otros, etc. Una vez que tengo eso, hago un croquis de lo que va a pasar en cada capítulo, de principio a fin de la novela. Luego empiezo a escribir y los personajes hacen lo que les da la gana. Bueno, no es así exactamente. Los escritores suelen decir que los personajes van por libres, pero no es totalmente cierto porque lo que va por libre es tu cabeza, que sigue pensando en la historia. Tú puedes llevarte cinco, seis o siete horas escribiendo pero el resto del tiempo, hasta que te duermes, sigues pensando en esa historia. Con lo cual, lo que tenías previsto en tal capítulo o este personaje que iba a ser de este modo, cambia radicalmente. Así que, aunque trabaje con ese croquis detallado de todo lo que va a ocurrir, al final la historia va creciendo y va mutando. Eso te obliga a tener que volver atrás, modificar otras cosas y rehacer todo lo que tenías pensado. Pero cambia porque no dejas de darle vueltas, y no porque la historia vaya por libre. En cualquier caso, es mucho más fácil construir alrededor de algo que ya tienes. Yo sabía qué partes de la vida de mi abuela quería contar y lo que tuve que hacer fue construir alrededor de esos fragmentos. Eso es mucho más sencillo que construir de cero. 

M.G.- Entiendo. Y dices en la Nota de Autora que crees que a tu abuela no le hubiera entusiasmado que contaras parte de su historia. ¿Qué crees que te hubiera dicho?

B.M.- «¡Ay, hija, pero cómo pones esto!» (pone voces y ríe)

M.G.- (Risas)

B.M.- Me hubiera dicho eso exactamente. Mi abuela era una mujer muy discreta, muchísimo. No le gustaba nada destacar. Y verse reflejada en un personaje como Julia, le hubiera chocado muchísimo. Pero también hubiera estado súper orgullosa. Me adoraba, y si hubiera sabido que había escrito una novela, se hubiera alegrado mucho. Eso sí, con según qué partes de la historia me hubiera regañado. No le hubiera gustado sentirse reflejada en el personaje de Julia.

M.G.- ¿Y tú qué sentiste mientras la escribías? Imagino que con algunos pasajes te sentirías muy emocionada.

B.M.- Mira, estuve como diez años trabajando en una empresa alemana y no sé, soy como muy cuadriculada a la hora de trabajar. Cuando me pongo, me pongo y ya está. Pero el palo vino después, cuando tuve que corregirla. Mi abuela falleció a los quince días de terminar el manuscrito. Se lo mandé a mi editora, a mis lectores cero, que me hicieron nada, muy pocas correcciones.  Pero, aún así, me tuve que sentar a corregir, a modificar alguna cosa, a ampliar algún capítulo para aclarar algún suceso que no estaba muy definido, y ahí fue donde lo pasé regular. Las correcciones me llevaron más tiempo que escribir la propia novela. Es que, cada vez que me sentaba a releer, era como recuperar a mi abuela que acababa de morir. Me costó muchísimo corregirla. Acababa cada día llorando a moco tendido. La echaba mucho de menos. Cuando pierdes a alguien al que querías mucho, durante un tiempo necesitas que no te lo recuerden y yo, con la novela en plena corrección, la tenía siempre muy presente.

M.G.- Y Juan que ya tiene muchas novelas de adultos a sus espaldas, ¿también te orientó un poco a la hora de componer la historia?

B.M.- No (rotundo y ríe). Juan se leyó un primer manuscrito, me dijo que cambiara alguna palabra y ya está. Y después de la última corrección, ni siquiera se la leyó pero básicamente porque él está trabajando todo el día. No tenía tiempo. Tiré de mi editora y de mis amigos que también son escritores. Además, es que a Juan lo quería mantener un poquito al margen porque suficiente tiene él con lo que tiene. No quería que mi novela le diera trabajo.

M.G.- La acción transcurre en Extremadura, que no suele ser tierra literaria pero claro, allí también hubo guerra civil, y te has tenido que documentar igualmente.

B.M.- En Extremadura es donde mi abuela pasó toda la guerra. Ella era de allí. Me he tenido que leer muchísimos ensayos, muchos artículos de la época, para poder ambientar la novela. Leí muchísimo antes de sentarme. E incluso escribiendo, si detectaba que me faltaba algún detalle, tenía que pararme y comprar algún libro para buscar esa información. Tenía muchos capítulos marcados en rojo para saber que tenía que volver a ese punto de la historia para completar la información. 

Hay dos capítulos en los que se narran los hechos que son más conocidos históricamente. Para contar esa parte, leí todo lo que pude encontrar y me topé con versiones contrapuestas porque son hechos sobre los que los historiadores no se terminan de poner de acuerdo. No sabía cómo enfocar esa parte y al final, cogí todas las notas, las hice un gurruño y las tiré a la basura. Opté por contar esos sucesos tal y como me los contó mi abuela, tal y como ella los vivió. Si es Julia la que está contando esta historia debo plasmar los hechos tal y como ella los vivió. Es decir, como los vivió Juliana.

M.G.- Hiciste muy bien que para eso ella era la protagonista. Y ya para terminar, Bárbara, ahora que has descubierto que la novela de adultos no es mucho más complicada que la infantil, sino todo lo contrario, imagino que seguirás por esta senda.

B.M.- Yo voy a seguir... (duda). A ver qué te digo (risas). Mira, de momento voy a seguir con Amanda Black, porque este año tienen que salir todavía dos libros más, pero también quiero continuar con la literatura para adultos. Así que, de momento, lo que voy a hacer es intentar abarcarlo todo y luego ya me pondrá la vida en mi sitio. Lo mismo, tengo que elegir. 

M.G.- Pero seguro que puedes ir alternando. La novela adulta te ha quedado preciosa, con un personaje adorable y encima, sin ayuda de Juan (risas), con lo que te animo a seguir escribiendo para nosotros. 

B.M.- Muchas gracias.

M.G.- Lo dejamos aquí, te agradezco infinitamente que me hayas atendido y te deseo buena tarde.

B.M.- Lo mismo para ti. Un saludo.

Sinopsis: Esta es una novela que nos habla de fracasos generacionales, valentías como ya no quedan y amores de verdad. Una historia sobre dos mujeres que, en el momento más inesperado, compartirán su pasado y su presente, buscando la una en la otra su tabla de salvación.

Sofía es una treintañera que no atraviesa su mejor momento. Recién divorciada y en el paro, decide mudarse a casa de su abuela Julia para cuidarla y, de paso, ahorrarse el alquiler que no puede pagar. Lo que al principio es una solución desesperada se convierte pronto en una especial relación de convivencia entre una anciana cada vez más enferma, que desea narrar su vida antes de que se le acabe el tiempo, y una nieta que, página tras página, irá dándose cuenta de cómo necesita escuchar ese relato.

Las extraordinarias vivencias de la abuela durante la Guerra Civil, cuando arriesgó su vida como parte de un grupo de resistencia mientras el hombre al que amaba estaba preso, se unen en esta novela al reflejo -lleno de ternura y tristeza, pero también de humor- de la rutina de estas dos mujeres que comparten unos días que saben que serán los últimos. Basándose en la historia de su propia familia, la autora trenza una novela que salta una y otra vez de la actualidad al pasado, para contarnos dos historias que tal vez hayan sido siempre una sola.




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