Autora
Fàtima Beltran Curto nace en Tortosa en 1977. Tras estudiar Derecho en la Universitat Rovira i Virgili realiza un posgrado en Derecho Concursal en la Abat Oliba y otro de Práctica Jurídica en el ICAB. Vive en Barcelona, donde ha ejercido como abogada y, en la actualidad, trabaja en el Departamento Contencioso de una multinacional aseguradora. En 2019 publica su primera novela e inicia colaboraciones en pequeñas revistas digitales.
Sinopsis
Un amor mágico, un sueño sin espejos y dos amigos separados por una desafortunada bala.
Una saga familiar repleta de seres de buen corazón en busca de un mundo que se les escapa.
En mayo de 1939 el oficial Eladio Ferlosio regresa a su pequeño pueblo perdido en las montañas mineras con la vana ilusión de que la guerra recién terminada haya respetado a su familia, a sus paisanos y a Eleonora Cardenal, la hija de un médico que llegó al pueblo huyendo de la gripe española, y a la que ama desde que era poco más que un niño. El reclutamiento obligatorio lo había sacado a la fuerza de su tierra cuando entre sus planes lo último que cabía era ser soldado.
En febrero de 1935 Teodoro Sacristán también vuelve a su pueblo tras haber abandonado el seminario. No quiere ser cura, sino pintor, para poder reflejar los colores intensos de la vida. Pero, como Eladio, acabará siendo soldado, como tantos otros que nunca quisieron ser tales.
Las vidas vividas –y no vividas– de Eladio y Teodoro se entrecruzan con maestría en esta novela llena de ese realismo mágico que construye personajes inolvidables, como un pastor de una sola oveja, un fantasma insidioso, un ingeniero cobarde, una amada impedida, una beata y sus treinta y siete santos o un agapornis lujurioso; que se detiene en el color y la alegría con la misma maestría que en el dolor y la muerte para señalar, una vez más, la insensatez de la guerra.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Lo dije cuando publiqué la entrevista (puedes leerla aquí) y lo repito. ¡Lo cuantísimo me ha gustado esta novela! Canción bajo el agua de Fàtima Beltran Curto es una de esas historias que te endulzan la vida y te dejan una sonrisa en los labios para el resto de la jornada.
Con un título tan romántico y una cubierta tan colorida, la novela de Beltran Curto esconde una historia que se inicia en mayo de 1939. Acaba de finalizar la guerra civil, alzando como vencedor al bando que tú sabes. El soldado Eladio Ferlosio, de veintisiete años de edad, regresa a Uldielbo, su localidad natal. Sin embargo, no lo hace solo. Como compañero de viaje tiene a Teodoro Sacristán, joven de la misma edad de Ferlosio, pero que combatió en el bando contrario. De hecho, Teodoro no es más que un fantasma, un ente al que le arrebató la vida una bala disparada por Eladio. Él fue el primer enemigo al que el joven de Uldielbo dio muerte. Desde aquel hecho fatídico han pasado dos años, tres meses y siete días, el tiempo que uno camina junto al otro, la víctima junto al ejecutor, sin que el pobre Eladio tenga constancia de tal circunstancia. O eso parece.
La llegada a Uldielbo será desoladora. El pueblo parece abandonado, devastado y solitario. No hay ni un alma por sus calles. En realidad, todos sus habitantes están escondidos por temor a la guerra. Se fueron a las montañas para evitar los peligros que pudieran llegar a la aldea. Después de varios bombardeos, tan solo una persona, Eleanora Cardenal, decidió quedarse en su casa. Con el regreso de Eladio llega también la noticia del fin de la guerra y las gentes de Uldielbo retornan a sus casas. Es momento de reencuentros, de retomar una vida que quedó paralizada por el reclutamiento militar, por los años de contienda, por la sinrazón del ser humano. Eladio vuelve a los brazos de su madre, de su hermana, y tratará de reconstruir su vida, bajo el amparo de un sueño de amor con el que creció.
Pero la novela se articula a dos tiempos. Es decir, el presente de la novela narra el retorno de Ferlosio a su pueblo, y a partir de ahí relatará cómo se desarrolla la vida del joven, hasta llegar a un desenlace inesperado pero de una hermosura tremenda. Pero Fátima Beltran se encarga de poner en antecedentes al lector, haciendo incursiones en el pasado de los dos personajes principales. De manera alternante, la autora describe la vida previa de Eladio y Teodosio, antes de su desencuentro durante la guerra civil. Del primero sabremos que lleva toda su vida enamorado de Eleonora Cardenal, una joven de su pueblo, amiga íntima de su hermana Úrsula. Cuatro o cinco años mayor que el joven, el recuerdo de Eleonara ha sido el pilar al que el joven se ha aferrado durante los años de guerra, el único pensamiento que ha impedido que pierda la cabeza en las trincheras. Su objetivo en la vida es ganarse el corazón de la joven.
«El recuerdo de Eleonora Cardenal era el haz de luz que le había servido de guía para no abandonar la cordura y la calma en aquellos tenebrosos escenarios del averno fratricida, por los que deambuló sin más brújula que la que le proporcionaba la memoria de aquellas tardes soñolientas, cuando espiaba cómo bordaban ella y su hermana Úrsula, con suma delicadeza, fantasiosas mantelerías de lino para sus respectivos ajuares de novias».[pág. 17]
En cuanto a Teodoro, sabremos que la familia trató de hacer de él un hombre de provecho, metiéndolo en un seminario, lugar en el que jamás encajó. El abandono de los hábitos por parte del joven provoca en la madre tanto disgusto, que la mujer optó por vestir de luto para siempre. No estaba hecho Teodoro para vivir la vida encerrado entre cuatro paredes, con el misal siempre a cuesta, y enfundado en ropajes negros. El joven estaba hecho para disfrutar y es lo que más hace una vez que pierde la virginidad con doña Fausta, «una yegua levantina con más arrojo y brío que cualquier catástrofe de la naturaleza». Teodoro prueba las mieles del amor y el sexo, y se desboca. Convertido en un donjuán y en un experto en las artes amatorias, la fama de Teodoro llegará lejos. No obstante, la vida del joven no estará siempre llena de sábanas blancas y sesiones de desenfreno. A veces, el destino gasta unas bromas muy desagradables y en esta novela, como en la vida misma, la comedia dejará paso al drama.
Eladio y Teodoro dos personajes muy distintos en cuanto a caracteres. Uno, sosegado y apocado. El otro, un auténtico torbellino. Y, sin embargo, qué pareja protagonista más bonita y bienavenida conforman. Y es que la autora compone una historia llena de belleza que gustará por la delicadeza de su compostura. Son muchos los elementos que, a mi juicio, van a encadilar al lector como ese amor desmedido y sin rendición de Eladio, la relación que se forja entre este y Teodosio, la bondad de la mayoría de los personajes, el sentimiento de abandono que siente Eleonara, enterrada en vida por cuitas del corazón, o la sinrazón de la guerra... Y luego, tendremos escenas divertidísimas, como la que protagoniza un pequeño agapornis al que el destino le tiene preparado un triste final. Ese capítulo está perfecta y minuciosamente narrado para que provoque en el lector el efecto que se desea conseguir.
Pero si hay un componente que enamorará al lector por encima de todo, ese será la voz de Teodoro. Es ese Pepito Grillo que todo lo cuestiona. Teodoro se va a meter al lector en el bolsillo, incluso después de muerto. Es una voz divertidísima, llena de ingenio, de picarezca, de guasa -como decimos aquí-. Para mí es uno de los puntos fuertes de la novela, con el que te lo vas a pasar genial. Y es que Teodoro se queja, se aburre, está amargado. ¿Cómo es posible que la vida le haya hecho esta jugarreta? Él que era un conquistador, un amante nato, un hombre que se bebía la vida y ahora lo matan, y no solo eso, sino que lo condenan a una existencia etérea, junto a un pusilánime, un hombre sin sangre en las venas, un mustio. Ese choque de personalidades, ese tándem tan dispar, atrapa al lector y lo convierte en testigo mudo de una relación maravillosa que irá mutando progresivamente.
«Cuando escapé, pies en polvorosa, del Seminario me prometí que nunca más volvería a renunciar a los placeres de la carne, y mira que has hecho de mí: espíritu célibe y malhumorado, al que no le está permitida ni media alegría o jolgorio. Te odio Eladio Ferlosio, por insulso, soporífero e instranscente». [pág. 20]
Los escenarios principales de la novela son el resultado de la imaginación de la autora. Ni Uldielbo ni Catasset existen pero están lo suficientemente bien recreados como que el lector se imagine a los personajes paseando por sus calles. Bueno, he dicho que los escenarios no existen, y en realidad no es del todo cierto porque, aunque os parezca extraño, Sevilla y su barrio de Triana, también tienen su parte de protagonismo en estsa historia. Para mí fue una sorpresa tremenda y gratísima ver a uno de los personajes importantes de la historia recorrer espacios que me son tan cercanos. El porqué uno de ellos termina recalando en estas latitudes es algo que no voy a desvelar pero sí os garantizo que serán escenas que os resultarán muy divertidas.
Con una horquilla temporal que abarca desde 1933 hasta 1946, el estilo de la novela parece un poco intrincado en sus inicios, con abundante uso de subordinadas, que enlazan una frase tras otra. No obstante, se suaviza mucho con el avance de la historia, adquiriendo cierto lirismo y un toque poético.
«Los portales y ventanas estaban poblados de ausencia, y un leve viento de olvido doblaba las esquinas que aún lograban manterse erguidas molinando con sus vórtices las ramas secas y barrillas que transitaban, a ráfagas y a sus anchas, por la abandonada calzada». [pág. 34-35]
Canción bajo el agua bebe del realismo mágico y eso se percibe no solo en la presencia de Teodoro como fantasma, sino en el ambiente que se respira en la historia, en la confluencia de dos mundos que terminan por mezclarse. Canción bajo el agua es una novela llena de magia, que buen gusto, con un final que te roba el corazón. Me ha parecido una historia preciosa, emotiva, escrita con muchísimo cariño y de la que te enamoras.
No te la pierdas porque es una delicia. Y atentos porque, no tardaré mucho en anunciar que, un ejemplar de esta novela, puede llegar a las manos de uno de vosotros. Se avecina sorteo.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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