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SER GATO de Edgar Borges

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Editorial: Altamarea
Colección: Tascabili
Fecha publicación: abril, 2020
Precio: 11,90 €
Género: --
Nº Páginas: 64
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788418481116
[Puedes leer aquí]

Autor

Edgar Borges (1966) nació en Caracas, Venezuela, y desde el año 2007 reside en España. Su obra, marcada por una original y profunda reelaboración de la realidad, ha sido galardonada con numerosos premios internacionales y elogiada por escritores como el premio Nobel Peter Handke y Enrique Vila-Matas. En su largo recorrido como escritor ha publicado numerosas novelas, muchas de las cuales han sido traducidas a varios idiomas. Entre ellas destacan Enjambres, ¿Quién mató a mi madre?, La contemplación, Crónicas de bar y El hombre no mediático que leía a Peter Handke.

Sinopsis

Tener cuatro patas, cinco almohadillas en cada una de ellas, ojos vigilantes, siete vidas, reflejos fulmíneos. Ser gato, en definitiva, ser sigiloso e intrépido, prepararse para rebasar el miedo sobre el abismo, para descubrir que en realidad la nada lo es todo. El lirismo de esta original oda gatuna es un llamamiento a la libertad, el desencadenante de una alegoría que analiza lo humano a través de lo felino y reflexiona sobre la vida misma, en la que no queda más que esperar, lamerse las heridas y, en ocasiones, sacar las garras. Todos somos gatos a la espera de dar un brinco al vacío, de cazar una presa; en búsqueda de un recoveco cálido donde descansar, de un lugar seguro al que llamar hogar y de una mano que nos acaricie.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Me gusta arriesgar. Me gusta probar cosas diferentes, por raras que parezcan; ir a lugares a los que nunca he ido, aunque sean recónditos y poco recomendables; apartarme de lo convencional, de todo aquello que hace la mayoría. Me ocurre siempre. En todos los ámbitos de mi vida. En literatura, también. Por eso, a poco que una publicación me resulte ligeramente diferente a lo que acostumbro, enseguida se enciende una alerta en mi interior. De ahí que, cuando recibí información de este libro, al que se catalogaba como «artefacto literario», abrí mucho los ojos. Y encima, es ilustrado. No podía pedir más.

A Edgar Borges lo he leído con anterioridad. Fue hace unos años, cuando publicó La niña del salto(puedes leer la reseña aquí), una novela singular, que no me pareció idónea para cualquier tipo de lector, sino para aquellos a los que, como a mí, les gusta apartarse de lo habitual. El autor venezolano explora, indaga, juega con las palabras y desafía al lector, invitándolo a entrar en un espacio en el que las normas no existen. Algo de todo esto hay también en Ser gato, su última publicación, que edita en pequeño formato Altamarea, con ilustraciones de la santanderina Fría Aguilar.

¿Qué es Ser gato? Yo no sabría responder a esta pregunta. Si me centro en lo conocido, os diría que es muy difícil encasillar esta obra en alguno de esos cubículos literarios que todos conocemos. De hecho, si os fijáis más arriba, en la información que facilito bajo la ilustración de la cubierta, he dejado vacío el campo «Género». ¿Ante qué estamos? En aquel correo que me presentaba esta obra, se hablaba de microrrelatos, de aforismos, de poesía. Y sí, hay todo eso en esta obra. En literatura, la interpretación del lector siempre está al servicio de la obra y en este caso, esa relación se acentúa. 

Edgar Borges agrupa un puñado de reflexiones, pensamientos, sentencias, axiomas,... en este libro. Son precisos, concisos, y muchos deslumbrantes. Si te sientas a leer este libro, cuya lectura te llevará muy poco tiempo, te topas con frases como «Que nadie en mi camino invente una historia sobre mí»«Abrir la boca, bostezar y sentir el mundo en la laringe», «Nada es como uno se lo imagina. A veces». Hay emociones en estas piezas. Hay vida, pasado, sueños y realidad. Y también están ahí casi los cinco sentidos.

Pero, ¿estamos ante una compilación sin ton ni son? ¿Acaso Borges se limita a plasmar sobre el papel aquello que cruza su mente, sin más? No. En realidad todas estas frases y sentencias responden a un porqué, a una intención y cuentan con un patrón. Creo que la respuesta la podemos encontrar en la primera ilustración de Aguilar. Fijaos.



 

Por un lado, en la página de la izquierda se aprecia una ventana, flanqueada en sus esquinas superiores por dos cámaras de seguridad. Tras los cristales, un gato. ¿No te extrañan esos dos ojos de videovigilancia? Por otra parte, en la página de la derecha, apreciamos a un hombre, tras unos barrotes a los que se aferra. Vista esta imagen, cabe preguntarse qué nos propone el autor, por qué titula a su libro Ser gato, por qué ese animal en concreto como contrapunto al hombre entre rejas. Bueno, todos sabemos lo independientes que son los gatos. Los callejeros invierten sus siete vidas en husmear por donde les plazca sin reglas ni prohibiciones. Incluso los domésticos campan a sus anchas, y entran y salen de las viviendas sin importarles nada. ¿Hay un ser vivo más libre que un gato? Seguramente no. Y por eso, ese hombre que nos mira apesadumbrado en la página de la derecha sueña con ser gato, con convertirse en ese animal que ve al otro lado de su encierro, para recuperar su libertad, para romper unos barrotes que no siempre son tangibles, o que no siempre nos imponen los demás. Hay prisiones etéreas en las que nosotros mismos nos encerramos.


«Quién pudiera dormir y despertarse gato».

 

Cada página se compone de siete mini piezas como reflejo de las siete vidas de un gato. Y no siempre existe desconexión entre unas y otras. En ocasiones, los aforismos se tornan en microrrelatos, para narrarnos en unas cuantas páginas, la historia pasada de ese hombre que desea ser gato. Y se nos habla del ciudadano que era, funcionario de la oficina de turismo de un ayuntamiento, del hombre simpático que cada viernes cambiaba la ropa de trabajo por otra más divertida, y se marchaba a bailar. En unas cuantas líneas, el hombre va deshilachando su vida, de recuerdo en recuerdo, de reflexión en reflexión, de nostalgia en nostalgia. 


Y en Ser gato cabe también la crítica:

 

«El centro comercial era en realidad una pila de escombros que sepultó el último espacio libre de la manzana».

«Descubrir una sociedad encerrada en barrotes pintados de azul, verde y amarillo».

«Tierra llamando a aire, otro desempleado acaba de renunciar a su ciudadanía».


Y la belleza:


«Tierra, madre soberana de los caminos».

«Otra vez, la imaginación volvió a ser más importante que la memoria».

«Cae una hoja y me pierdo; entre la caída y el suelo la trama de mi vida se pierde en un tiempo indefinido».

«Amargura, la cara seria de la risa».

«El viento juega a llevarme y yo me dejo».


Todo lo que cabe en este libro gira alrededor del yo más profundo del autor. Quizá por eso, debo señalar que no todas esas líneas que componen este volumen han estado al alcance de mi comprensión. Le doy vueltas y vueltas, leo y releo, pero con unas cuantas no he sabido captar el mensaje. No importa. Tengo a buen recaudo otras tantas que, como las que muestro arriba, son dignas de remarcar.

Por cierto, que hay guiños a aquella otra obra de la que os hablaba al principio de esta reseña:

 

«La niña del salto huye de sus padres; los padres, hace tiempo, se acostumbraron a huir de su yo pasado».


Con un total de ocho ilustraciones, algunas asemejando un collage, Fría Aguilar emplea una paleta cromática donde predominan dos colores principalmente: un tono verdoso y el rojo. Como figuras predominantes: el hombre y el gato. «Para ilustrar esta joya me he tenido que poner en la mente de un gato, de un preso, de un hombre y de un Edgar», dice la autora en su cuenta de TwitterY cada ilustración cuenta con un título: Rutina, Enfermedad, Soledad, Adicción, Violencia, Tristeza, Pobreza, Desamor.¿No hay de todo esto en una cárcel? ¿No encierra cada una de estas palabras una cárcel en sí misma? En realidad, son formas de privación de libertad y por tanto, de felicidad.


«Pasa un tren; desde la ventana lo sigo con la mirada. Vuela un pájaro; desde la ventana lo veo muy atento. Al mismo tiempo pasa un tren y en dirección contraria vuela un pájaro; mis ojos persiguen el vuelo del pájaro».


Aunque yo lo he leído de un tirón, Ser gato no es una lectura para engullir. Ninguna que contenga relatos, microrrelatos, o poesía lo es. Ser gato es una obra diferente y osada, en la que el lector tiene que poner de su parte, debe meterse en la piel del hombre y soñar como sueña él. Por lo tanto, si no te da miedo arriesgar,ahí va mi recomendación de hoy.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:



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