Si paseas por Cádiz es posible que te topes con un Opel Kadett. Al volante verás a Manuel Bianquetti, un tipo enorme, de dos metros de altura, pero con un corazón de oro. El policía gaditano ha tenido que enfrentarse a individuos desalmados. Lo hizo en dos novelas previas, La maniobra de la tortuga y en La tragedia del girasol, ambas firmadas por Benito Olmo. Pero todos necesitamos un descanso, incluso aunque el mal nunca cese en su empeño. Por eso, Olmo toma un avión y se traslada a vivir a Frankfurt. Un cambio de aires. La ciudad lo deja atónito. Está llena de contrastes. Es mucho más multicultural que la propia Londres. Le impactan los rascacielos. Pasea por las calles con la cámara a cuestas. Hace una foto aquí y otra allá. Va descubriendo el entorno con los ojos de la curiosidad. Dobla una esquina y ¡zas! Se lo encuentra. Es el barrio rojo, un enclave en que los vicios se acumulan. Nos lo cuenta en la esta entrevista. ¿Qué es esto? ¿Cómo un lugar así, donde la gente se droga en las narcosalas, donde hay menudeo, a escasos pasos del centro de negocios de la ciudad? Vuela su imaginación. Maquina, pergeña, construye. Nace El Gran Rojo.
La nueva novela de Benito Olmo nos propone un cambio radical de escenario. De la luminosa Cádiz pasamos a la gris y friolera Frankfurt, para conocer a un nuevo investigador privado. Construida sobre dos hilos argumentales, como viene siendo habitual en el género, y que terminarán por confluir, el autor nos presenta a Ayla, una joven de origen turco que se enfrenta en el primer capítulo a la incineración de su hermano Samir. El cuerpo sin vida del joven apareció tirado en una cuneta. Dicen que murió de sobredosis, sin embargo Ayla no lo ve tan claro. Tiene dudas porque su hermano llevaba limpio varios meses. Además, el mejor amigo de Samir está en paradero desconocido. Siempre estaban juntos y a la joven le extraña tanta casualidad. ¿Uno muere y el otro desparece? Mientras que Ayla intenta averiguar la verdad sobre la muerte de Samir, trata de mantenerse a flote por medio del tráfico de drogas. Trabaja para Martin, un camello que controla una parte del mercado. No es una ocupación fácil para una chica. Está rodeada de hombres con pocos escrúpulos, pero ella tiene una boca que alimentar.
Ayla sabe que algo no va bien. La muerte de su hermano esconde alguna trama oscura. Tiene la certeza absoluta cuando advierte que alguien ha entrado en su casa y han revuelto la habitación de su hermano. Quien quiera que sea tiene mucho interés en localizar algo. Otros personajes contactarán con ella. También están interesados en localizar al amigo desaparecido, gente que sabe lo que realmente le ocurrió a Samir
Por otro lado, conoceremos a Ramón Mascarell, un detective venido a menos que va sobreviviendo con encargos de medio pelo. No le importa que sus clientes sean gente excéntrica, que lo citan a las tantas de la madrugada para proponerle algún trabajillo. No importa si con eso gana lo suficiente como para mantenerse en esa ciudad a la que ya nada le une, a la que llegó por amor. Esta vez, la cosa consiste en localizar a Gerard, un joven del que solo conoce su aspecto gracias a una fotografía que su cliente le entrega. Nada más. Ni le importa ni le interesa porque andan buscando a ese chico. Empezará a mover hilos, a tocar sus contactos, esos a los que tiene que sobornar para conseguir información. Lo que parece un trabajito más o menos sencillo se va complicando con el paso del tiempo. Atacan a Mascarell. Hay gente a la que no le gusta que el detective meta sus narices donde no debe. El dinero pasa de mano en mano para conseguir lo que uno se propone. Pero a Mascarell le queda un mínimo de dignidad.
Estas son las dos tramas argumentales. Cada uno por su lado irá tirando del hilo hasta llegar un momento en el que ambas confluyan. Ayla y Mascarell andan tras la misma pista. Se conocerán y tratarán de esclarecer la verdad. Sobre todos ellos planea la sombra de El Gran Rojo. ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Hasta dónde llega su poder?
El argumento de El Gran Rojo nos mete en la boca del lobo. De la mano de Benito Olmo vamos a cruzar un umbral, tras el cual encontraremos droga, prostitución de lujo, ejecutivos importantes con vicios sucios, chantajes, dinero, traiciones y suicidios. Para desplegar el estrato más bajo de la ciudad, el autor nos hace un recorrido por los espacios más significativos de Frankfurt. A través de esta novela descubriremos las narcosalas pero también las Schmerzhaus, o las casas del dolor, a la que acude cierto tipo de personas para meterse un buen chute. En la historia que protagonizan Ayla y Mascarell están implicadas más personas de las que inicialmente pensamos, pero el enredo argumental se irá desmadejando poco a poco, con el avance de la lectura, y las piezas irán progresivamente encajando. ¿Todos son lo que dicen ser? Bueno, eso tendrás que comprobarlo por ti mismo. Lo que está claro es que El Gran Rojo nos propone un relato en el que hombres más poderosos moverán los hilos.
Centrándonos en los personajes, tanto Ayla como Mascarell me han gustado mucho. Ella es una joven que pelea para hacerse hueco y sobrevivir. Primero en un mundo de hombres, en el que tiene que hacerse respetar. Por eso aprendió a boxear, para poder defenderse con sus propios puños cuando las cosas se pongan feas. Y segundo, es una extranjera en un país europeo del primer mundo. Lleva sobre su piel el estigma de la inmigración y eso, en estos días, sigue siendo una losa. Ayla es una joven humana, con sus preocupaciones y sus sueños. Casi no le da tiempo a asimilar la muerte de su hermano. A su cargo queda un padre con Alzheimer del que ocuparse y que supone un motivo de intranquilidad más. Será muy fácil empatizar con ella, conectar por su posición vulnerable.
También Mascarell es un personaje con un perfil complicado. De padre valenciano y madre gaditana, llegó a Frankfurt de mano de su pareja de entonces, pero la vida no se lo ha puesto fácil. En realidad, los personajes de Benito Olmo suelen ser así, gente que se topa cada día con mil dificultades para seguir adelante, con frustraciones, con sueños rotos. En el caso de Mascarell tuvo que renunciar a ser policía. Algo le ocurrió que hizo saltar por los aires todo aquello que deseaba. Se ha tenido que conformar con ser un detective de poca monta, con pierna ortopédica y una adicción poco natural al omeoprazol. Son estas dos características las que definen bien al personaje. Su pierna le resta movilidad. Su dependencia al protector de estómago solo esconde la frustración que traga cada día.
Mascarell vive en una ciudad que le resulta poco amable. Frankfurt se ha convertido en una trampa de la que no sabe o no quiere liberarse. Aunque ya no hay nada que lo una a ella, él sigue aferrado a una esperanza que se le diluye entre los dedos. ¿Pero a dónde ir ahora? Después de ese proceso de adaptación por el que tuvo que pasar, y en el que yo he querido ver al propio autor, Mascarell se sentiría igual de perdido en un lugar que en otro.
Otros personajes configuran el horizonte de esta novela. Por el lado de Ayla, la señora Meyer, una vecina a la que le he cogido gran cariño. Es de esas personas que parecen muy dispuestas a echarte una mano, bondadosas y comprometidas aunque en realidad toda su implicación no es más que el reflejo de la profunda soledad en la que vive. A su vez, Hannah es la hermana del amigo desaparecido. Ella vive recluida en un lugar del que no puede salir, pero será un personaje a través del cual Ayla pueda acceder a mucha información.
Por el lado de Mascarell, nos encontramos con Gabriela Castillo y Hans. Ella es la expareja del detective, una mujer de la que todavía está enamorado. A grandes rasgos sabremos cómo fue evolucionando la relación entre ambos hasta llegar a lo que es hoy. Pero Gabriella vive con Hans, otro médico de su hospital que no cae muy bien a Mascarell.
A todos ellos se unirán otros personajes mucho más oscuros, los que conforman el hampa y los bajos fondos de Frankfurt. Pero, ahora que vuelvo a mencionar la ciudad, hay que destacar que esta tiene un gran protagonismo en esta novela. El lector se siente como un turista más que, acompañando a los personajes, se van moviendo por la torre del Commerzbank, la plaza de Konstablerwache, la Willy-Brandt-Platz, el barrio Bornheim y, por supuesto, el barrio rojo. Hay muchas curiosidades sobre la ciudad que el autor, o sus personajes, irán compartiendo con nosotros. Si sois curiosos como yo, más de una vez detendréis la lectura para hacer alguna búsqueda en Internet. Me han llamado la atención las figuras de Spiderman que adornan algunos rincones de la urbe.
La acción transcurre a lo largo de cinco días, los cinco bloques en los que se estructura la novela. Con un total de cincuenta capítulos, la mayoría de ellos de corta o muy corta extensión, la voz narrativa fluctúa entre la primera y la tercera persona. Todo lo que atañe a Ayla es narrado a través de un omnisciente que nos permite una visión mucho más global de esa parte de la trama. No obstante, la conexión entre Mascarell y el lector es mucho más directa, gracias a que el detective, que no deja de mantener un constante diálogo consigo mismo, es el encargado de relatarnos en primera persona todo lo que le va sucediendo. Y aunque la historia se desarrolla en un periodo corto de tiempo, no me parece que la narración cuente con un ritmo frenético. No encuentro tampoco un suspense desmesurado. Quiero decir que las incógnitas quedan repartidas a lo largo de todo el relato, que el lector se tiene que enfrentar a las mismas dudas que los personajes, y que estas se irán dilucidando poco a poco. La trama es una gran nube oscura en la que se irán abriendo claros, siguiendo una línea lo suficientemente intensa como para mantener la atención del lector, pero sin que perdamos el aliento.
El Gran Rojo es una muestra más de que Benito Olmo consolida su posición como novelista. Demuestra en esta obra que se puede mover con soltura en otros escenarios, ajenos a su Cádiz natal, y en otro tipo de contexto. Me gusta el juego que el autor nos propone, moldeando una trama negra como vehículo para conocer una ciudad. Estamos ante una historia sólida, bien construida, con personajes con lastre, algo atormentados, a través de los cuales podemos asomarnos al lado más oscuro del ser humano. Si Mascarell seguirá estando activo en próximas historias es algo que desconocemos pero, en cualquier caso, hechuras no le faltan al personaje.
Dicho lo cual, te emplazo a leer El Gran Rojo y cuidado con lo que ven tus ojos, lo que descubras de manera accidental porque, donde crees que puede haber negocio, en realidad te puede estar esperando la muerte.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí: